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MI VERDADERO COMPLEMENTO

-Quiero que me cuentes una historia. –Me pide Nátaly en otra noche de fuga en el techo de mi casa. Ella es bastante concisa y clara en lo que expresa. Si lo siente, lo dice.

-Estás acostumbrada a escuchar cuanto me fascinan las estrellas. –Yo accedo, siempre accedo a ella. -Pero me ha faltado decirte cuales son mis preferidas.

-A ver ¿No tienes una sola preferida?

-No, no es una sola ¿Ves aquellas tres muy brillantes de allá? -Le pregunté levantando su mano, señalándole hacia donde yo quiero que observe. Hoy están más brillantes de lo normal. Qué extraño.

–Sí, las veo muy bien. -Afirmó con curiosidad.

-Ese es el cinturón de Orión. Existen diversas versiones de su historia, pero te contaré la que me gusta más: Orión es el hijo de Poseidón. Dicen que estaba tan enamorado de una mujer llamada Merope, que él fue capaz de batallar contra las más temibles bestias para cumplir con el reto del rey Enopión, padre de Merope, porque Orión necesitaba demostrar su amor de esa forma para poder casarse con la hija del rey. Pero la verdad era que Enopión no quería que ellos estuvieran juntos. Después de que Orión derrotara casi todos los monstruos de su prueba, el malvado rey creó la única bestia que no podía ser derrotada. Esa bestia era Escorpio, quien en una lucha a muerte terminó con la vida de Orión. Fue tanta la tristeza de Merope que ella colocó a Orión en el cielo para su consuelo y lo convirtió en el guardián de las estrellas, y este aún buscar luchar contra las bestias del cielo por el amor de Merope.

-Qué triste y conmovedora historia. Pensé que era una con final feliz.

-Pensé que te gustaría. -Respondo. -Siempre reaccionas distinto a como creo que lo vas a hacer. Pero aquí va mi complemento. Yo entiendo a Orión. Si me lo pidieran, yo haría lo mismo por ti. Así supiera que no podría derrotar alguno de los monstruos, lo intentaría.

-No será necesario que luches contra bichos peligrosos por mí, no será necesario que mueras por mí, pero vivir sí. Te quiero siempre conmigo.

Luego de llevar a Nátaly a su casa, vuelvo a mirar el cinturón de Orión y me percato que ya no brilla con la misma intensidad que tenía al estar con ella. Debe ser mi percepción, con ella todo brilla un poco más.

Al otro día despierto en la mañana repasando un sueño normal. Siento un ligero susto, como si hubiera hecho algo malo, como si le hubiera fallado a Nátaly. Pero sé que no ha ocurrido nada. Me visto con una franela verde y un pantalón oscuro. Salgo y noto que el cielo está azul como el mar, sin una sola nube.  Como tenemos acordado, Nátaly y yo nos encontramos en la parada del auto bus. Una brisa suave y helada nos enfría la piel. Tiemblo un poco. Ella y yo estamos en el mismo curso. Es divertido compartir mis clases con ella. Cinco minutos después llega nuestro transporte. Como nuestra parada es la primera que hace, somos los primeros en entrar, y cada día ella elige un puesto distinto. Pocas veces lo hago yo. Nuestro asiento favorito es el último de la izquierda pegado a la ventanilla, pero sólo lo ocupamos en días especiales. Estando dentro vemos sentado al gordo conductor con la camisa blanca mangas largas de siempre.

-Buenos días señor conductor. -Saluda Nátaly con gracia.

Eligió el quinto asiento de la derecha. El auto bus arranca despacio. El recorrido es casi de una hora hasta el colegio. Largas conversaciones distorsionan el tiempo. Pero ese día fue distinto.

-Hace frio. -Expresa Nátaly. –Creo que dormiré un poco. –Me avisa.

-¿Te acompaño? –Le pregunto sonriendo.

-Pues vamos a dormir. Pero no me vayas a asustar con tus pataletas. -dice correspondiendo mi sonrisa.

-Te lo prometo. -Agrego. Se acomoda en mi hombro y se duerme.

Yo no tengo ganas de dormir así que sólo la abrazo y contemplo su bonito aroma. Me hace tragar grueso todavía, aún después de varios años. Qué ilógica es la felicidad que me produce. El sentimiento de culpa vuelve a mí ¿Será que tuve algún sueño que me perturbó pero que no recuerdo? Puede ser. Mientras intento recordar, me duermo.

Aparezco en un risco, tan alto que la altura en la que me encuentro hace que el viento golpee con fuerza mi rostro y me empuje con sus ráfagas. Este es otro sueño inusual, otra vez puedo pensar, cuestionar y sentir. Miro a todos lados emocionado por el simpático lugar y la vista original. Las nubes grises están al nivel de mi cabeza y la brisa chilla entre las grietas de la roca. El paisaje de abajo es de colores tranquilos. Cuando doy la vuelta, veo a una chica a unos cincuenta metros, con una de las sonrisas más sinceras que he llegado a concebir…

Un golpe me despierta y me percato que el auto bus se ha detenido a recoger un grupo grande de otros compañeros. No pude mirar los ojos de aquella extraña chica del sueño, pero sé que no era Nátaly. Un grito se escucha en la puerta del auto bus.

-¡Buenos días señor chofer!

No puede ser otra persona que Richard. Este es un verdadero alborotador que no puede estar quieto un segundo. Es casi moreno, bastante corpulento, con cabello revuelto de dos colores oscuros. Mide uno ochenta y cinco. Cinco centímetros más que yo y quince más que Nátaly. Es el popular del colegio. Richard entra corriendo despertando y molestando a todos los que ya están dentro. Se para a un lado de nuestro asiento y escandaloso como siempre grita como un presentador de peleadores de Boxeo:

-¡Y aquí entre nosotros la pareja del año!  ¡Alexander y Nátaly! –Se queda pegado en la última vocal. -¿Que nos tendrán preparado para hoy? ¿Pelearan? ¿Se abrazarán? ¿O ella lo cargará como un llavero de la mano como acostumbra? Descúbralo en el transcurso del día.

Una carcajada invade el ambiente. Hasta el chofer se ríe. Yo también, con él no puedes hacer otra cosa que reírte. Nátaly despierta.

-Gracias Richard muy amable y educado como siempre. -Bufó Nátaly en tono cortante.

-Siempre a su orden señorita de Thomson, lo que sea por hacerles la vida imposible.

-Hola Richard ¿Qué tal? –Lo saludo siendo diplomático.

-Todo a la perfección amigo.

Richard es un buen amigo. El truco con él es reírse. Más atrás vienen Jenny y Anny. Dos hermanas muy agraciadas. Las dos son altas y delgadas pero de estilos muy distintos. Jenny con un gorro rosado al igual que su suéter y mono deportivo. Su cabello es rizado color ceniza. Mientras que Anny lleva una camiseta blanca con mangas recogidas hasta los codos y una falda que llega un poco más arriba de sus rodillas. Su cabello es dorado y liso. Nos saludan con amabilidad y se van a sus lugares. Cuando llegamos, esperamos que bajen todos. Salimos y allí está nuestro colegio, con su grama de alegre color verde vivo por todos sus alrededores. Sus frondosos árboles y el aire de paz que tanto me gusta. Entramos juntos al salón. Tratamos de pasar desapercibidos para estar tranquilos y relajados. Todos los profesores nos conocen muy bien por ser la pareja que tiene más tiempo juntos.

Después de unas horas de clases vamos hacia afuera a conversar con nuestros amigos. Allí están casi todos: Anny, Jenny, Richard y otros más. Nos sentamos en un banquito mientras compartimos un helado. Cuando se acaba, dejo a Nátaly sentada y voy a tirar los desperdicios en una papelera que está cerca de la calle, a diez metros de donde estábamos. Un escalofrío llama mi atención, porque no sé por qué lo he sentido, doy una mirada rápida hacia dónde está Nátaly para asegurarme de que estén bien. Ella se ve deslumbrante, riéndose de una caricatura que dibujó Richard inspirada en el profesor Cortez. Cuando llego al bote de b****a, siento la mirada de dos chicas que nunca he visto por este lugar. Están enfocadas en mí.

Tengo el presagio de que a partir de ahora algo cambiará.

Estoy al alcance de escuchar lo que dicen. Están buscando a alguien. Intuyo que se trata de alguna admiradora, la cual debo evadir por un tratado que hemos firmado Nátaly y yo. No es que sea muy guapo, pero se supone que esto es normal que pase en etapa del colegio. Por infortunio, no las ignoro, decido mirarlas una por una. Son tres, extrañas las tres. Están juntas frente a mí, dos adelante y una detrás de ellas. Se puede decir que la que está detrás se está ocultando. La primera que decido detallar es la de la derecha. «Es bonita» Digo entre mí. Es gruesa, con mejillas coloradas, cabello marrón, viste casual. Se ve agradable. La de la izquierda es baja, con cuerpo esbelto, su cara es una portada de revista. Su cabello negro en rulos hace juego con lo blanco de su piel. Está parada con estilo y cara seria. Tiene una blusa blanca, un pescador azul oscuro con un cinturón fino violeta que cuelga en su cintura, y una bufanda de cuadros negros y grises cubre su cuello. Las dos son simpáticas. Parecen ser de otro país. Sus rostros son encantadores como nunca he llegado a ver. Y hablan de alguien que desean encontrar. No puedo ver la que está detrás de las dos. Pero en segundos oigo que la chica de la izquierda pregunta sorprendida:

-¿Es él? No te puedes equivocar. -Exclamó convencida.

-Claro ¡Es él! –Intervino la otra. -Si Diana lo dice es imposible que esté equivocada. -Lo dijo con una sonrisa eufórica. Como si hubieran encontrado un artista. Yo levanto mi ceja extrañado. No pude evitar burlarme de forma disimulada. De pronto, la que está detrás de sus dos compañeras por fin sale de su “escondite” y se pone a la vista.

La reconozco. La chica con la que me había visto en el sueño sobre aquella inmensa cornisa, está justo frente a mi realidad. Nunca la he visto despierto, soñar con ella antes de conocerla me resultó imposible de comprender. Tal vez por eso he estado sintiendo culpa al despertar.

-Claro que es él. Porte de príncipe, piel dorada, cara fina… Su rostro tiene el fin de inspirar fortaleza. Sus ojos… los cuales debo mirar fijamente para unirnos y estar juntos hasta convertirnos en estrellas.

Mientras me describe y dice cosas sin sentido, se acerca con pasos de niña enamorada. Me hace sentir tímido por sus palabras y por cómo se me aproxima. Yo observo sus pies, pero no me puedo mover, y detrás de mí está Nátaly con mis otros amigos. Escucho que Richard la molesta diciéndole:

-¡Te lo van a quitar! anda a buscarlo ¿Vas a dejar que te lo quiten?

Nátaly se ve confundida porque yo nunca la he dejado sola para hablar con otras mujeres. Hace caso a las palabras de Richard y sin decir nada se levanta a buscarme.

En ese mismo momento me encuentro frente a la chica de mi sueño. Es increíblemente hermosa. Pero no de una belleza normal. Es una rara belleza, una belleza deslumbrante. Una belleza única. Es del tamaño de Nátaly. Su cabello es como el cobre y se mueve en torno a la brisa con sensualidad << ¿O será que estoy viendo las cosas en cámara lenta? >> Su piel dorada igual que la mía. Su cara trae una sonrisa que transmite alivio. Aprieto mis dientes con fuerza. Se me eriza la piel. Estoy inmóvil. Así me agarra indefenso, y clava su mirada justo en la mía. No puedo negar ni puedo llegar a creer que me siento atraído por ella. Una atracción mágica, algo ha aparecido de la nada. Cuando me miró, el tiempo comenzó a ir más lento. Partículas de su mirada entran en la mía y me hacen latir el corazón con potencia.  Sus ojos para mí son una luz deslumbrante que no dañan los míos, pero que llena rincones que no sabía que estaban vacíos. Nos conecta. Por esa misma luz, por esa conexión invisible de partículas, se desplaza una sensación compleja y tan intensa como un primer beso. Se siente como un contacto físico. Pero solo nos estamos mirando. Es como si me hubiera amarrado o arponeado, como si hubiera estado antes con ella, como si la hubiera estado esperando. Por dos segundos que parecen un tiempo infinito nos miramos el uno al otro. Ella sigue avanzando. Me va a abrazar para besarme o algo así. Yo sigo congelado. Si quiere, puede hacer conmigo lo que se le antoje, pues no tengo control de mi cuerpo. Sus ojos son un imán que me impide dejar de mirarla, y casi al llegar a mí, Nátaly me agarra  un brazo y me sacude. Fue tanta la fuerza, que me trajo hasta ella e hizo que se cortara la mirada entre la chica y yo.

-¿Qué te pasa? ¿Quién eres tú? -Le grita la extraña chica a Nátaly.

-No. Eso lo tengo que preguntar yo. Pues tú eres la extraña aquí ¿O no Alexander?

Nátaly lo dijo en tono calmado. No se escucha molesta, Diana sí. Nátaly sabe manejarse muy bien emocionalmente. Reacciono cuando ella me da un segundo sacudón:

-Un momento. –Respondo. -Ella tiene razón. Tú debes decir quién eres. -Nátaly eleva las cejas, y su expresión molesta a las tres extrañas. La chica nos observa agarrados de la mano. La miro y me engancha con sus ojos otra vez, pero ella evade los míos y mira a Nátaly.

-¿Qué hacen agarrados de la mano? Alexander explícame. -Dice mientras sus ojos retienen las lágrimas. Pero antes de que yo dijera algo estúpido, Nátaly vuelve a intervenir.

-Primero, no has respondido la pregunta. Y segundo, así como sabes su nombre deberías saber que yo soy su pareja ¿Por qué tengo que estar explicando estas cosas? –Nátaly me lanza una mirada de molestia. -Es ridículo.

-¡No! –Gimió la chica con melancolía. Parece destrozada. -No puede ser así, no es posible. Soy Diana, yo soy...

-¡Hasta que dijiste tu nombre! No eres más que una admiradora nueva de Alex. -Reclamó Nátaly con intensidad, ahora sí. -Otra más para tu lista. –Creo que las baterías de su control se agotaron o sulfataron.

Diana expresa en su cara un dolor notable y profundo. No resistió más, y comenzó a llorar. Detrás de ella están sus amigas impresionadas como si lo que estuvieran viendo fuera una catástrofe. Lo fuera si la hubiera engañado o la hubiera ilusionado, pero yo no la conozco. Me quedo callado y Diana me mira, logrando atraparme otra vez.

-Alexander mírame. -Pidió Diana con voz ahogada. -Mírame y dime si no sientes lo mismo que yo. Dime si no sientes el amor que nos pertenece por naturaleza.

Lo siento en mi pecho, en todo mi pecho y hace arder mi cervical. No sé de dónde salió, pero un enamoramiento poderoso hacia ella me invade tan contundentemente que me da vergüenza. Sé que amo a Nátaly, pero no puedo negar que siento algo fuerte por una chica que solo me ha mirado tres  veces. Niego con mi cabeza por no poder entender la situación y por la impotencia de no poder controlar lo que siento.

-No comprendo. Disculpa. –Expreso. Me ha dolido decirlo.

-¿De dónde sacas esas tonterías? Alex nunca ha tenido a nadie más que a mí. Si no pasáramos todos los días juntos dudaría de él. Pero siempre estoy con él. Creo que está alucinando. –Me dice a mí por último. –Ella me preocupa.

-Alexander tú y yo nacimos para estar unidos como uno solo. -Continuaba Diana hablando sin escuchar a Nátaly, con el tipo de voz que se usa para suplicar. -Está en nuestros ojos. Nacimos el uno para el otro. Tú y yo no pertenecemos a este lugar, vine a buscarte para irnos de aquí. Yo sé lo que sientes. –Nátaly niega con su cabeza, sorprendida y preocupada, no por lo que dice la chica sino por el sin sentido de las palabras de Diana. Pero yo ¿Por qué experimento algo así por una mujer que acabo de ver? ¿Por qué su mirada me atrapa y no consigo zafarme? Algo no es del todo normal como mis sueños recientes, y lo que dice respalda este contexto de misterio. -Debemos irnos a nuestro lugar Alexander. Haz notado que eres diferente. Haces cosas que más nadie puede hacer. Nadie sabe dónde naciste, nadie conoce tu pasado. Tú no mereces estar con estas personas. Debemos irnos, vente conmigo por favor. -Diana sigue insistiendo.

-Diana debe haber un error. –Dice una de sus compañeras. -Si en realidad fuera él, no tendría por qué haberse enamorado de ella. Es imposible, no hay explicación para esto. Debes estar equivocada.

-No Ángela. No me equivoco. Claro que es él.

Nátaly prefiere callar ante lo que ha escuchado.

-¡Ángela! -Expresa con una voz autoritaria la chica que no había hablado.- Diana no se equivocó. Así como dices que es imposible que él se haya enamorado de ella, yo también sé que es imposible que Diana se haya equivocado. En sus ojos está la habilidad de identificar su pareja y es obvio que Diana ya se enamoró. Él también lo está, aunque no lo diga. Ya ocurrió el primer contacto visual, no hay vuelta atrás, los dos están enamorados. –Nadie habla. -Alexander, mi nombre es Michelt. Tú lo sientes y lo sabes, tu lugar es con Diana. Lo que sientes por ella es repentino, lo que sentirás por Diana será para siempre.

Las palabras que Michelt expresó con seriedad me convencen de que sí hay algo realmente mal aquí. Fue en el contacto visual que sentí algo mágico. Lo admito. Me he enamorado de Diana. Dos sentimientos fuertes forcejean en mi corazón, como cuando dos grupos jalan de una cuerda para vencer al contrario.

-Mi lugar es aquí. –Respondo apretando la mano de  mi chica. –No las conozco. No sé de qué hablan. Lo siento. 

Es lo que puedo asegurar, aunque ya no pueda distinguir qué sentimiento es más grande; si el que siento por Nátaly, o el que repentinamente ha surgido por Diana. Michelt se dirige a sus amigas:

-No hay nada que hacer. Él está enamorado de las dos pero tomó una decisión. Lo veo en sus ojos. Ama a esa mujer. Debemos irnos, no podemos durar más tiempo aquí.

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