II No marchita
Por la tarde, Lis descansaba en uno de los asientos que había en el patio frontal. Se había dormido de tanto pensar. Desz la observaba a la distancia. El sereno latir de su corazón era una melodía que serenaba al suyo también, como la suave brisa que envolvía a las espigas en los campos de trigo, ondeando hasta desvanecerse, así se agitaba también su ánimo, así le hormigueaba la piel al verla.

Un cosquilleo en el cuello hizo a Lis fruncir el ceño. Iba a darse una palmada, pero Desz le aferró la muñeca, impidiéndole aplastar al insecto que no era otra cosa que una ramita entre sus dedos.

—¿Durmiendo de día? ¿Estoy siendo tan aburrido? —se acomodó a su lado y la atrajo hacia sí.

Su pecho era un mejor lugar para ella que el rígido y frío asiento, sus manos la acariciarían con más gentileza que el propio viento. Con el efusivo abrazo de la bestia e impregnada en sus besos hambrientos, Lis se despertó del todo, pero seguía ausente, perdida en los pensamientos que la agotaban, indiferente
NatsZ

Los dulces días de Desz y Lis se verán interrumpidos por la guerra. ¿Qué tramará Camsuq esta vez?

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