IV Tras sus pasos
Reino de Balai, provincia de Galaea

Rodeado de sus guerreros, Ulster se sentó en el trono. Frente a él se amontonaban los regalos con los que los agradecidos galaeanos honraban a sus salvadores. Y seguían llegando a cada instante que pasaba. Ningún ataque de Dumas se había reportado desde que las fuerzas balaítas habían entrado en acción.

—Este trono es como para un infante, quiero uno para un hombre.

Los fornidos balaítas rieron de buena gana.

El consejero galaeano, de complexión enjuta, tomaba nota de todo lo que decía el nuevo monarca.

—Todas las decoraciones de oro están completamente de más. Esto es un palacio, no el cuello gordo de una reina.

—Mi señor —dijo el consejero, con voz suave y no carente de temor—, los tesoros reales son…

—Son inútiles si nos despedazan los Dumas —lo interrumpió Ulster—. Se usarán para conseguir equipamiento de calidad para el ejército. Las armas y armaduras de los galaeanos parecen juguetes. Eraf, serás el nuevo general del ejército de Galaea, enc
NatsZ

Desz no es el único que puede hablar con el viento. Y ahora, el misterioso ser ha seguido a Lis al palacio. ¿Qué es lo que querrá? 

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