Manipulación

Vladimir es mi ex novio desde hace unos tres meses cuando lo descubrí en la cama de su apartamento acostándose con Angelina, mi hermana. Se suponía que nos íbamos a casar porque mis padres arreglaron nuestro matrimonio por conveniencia, pero tiré todo a la basura cuando descubrí su traición.

Presionada por mis padres y Vladimir rogándome todo el tiempo, me fui de la casa y renté un apartamento para vivir sola y tranquila con un trabajo de medio tiempo. No quería seguir en esa mansión de papás ricos donde solo les importa la reputación, y con tal de mantenerla, querían que me casara con Vladimir, algo totalmente inaceptable.

Hay que aclarar que ellos no son mis padres de sangre, ni Angelina mi hermana. Fui adoptada después de tener tres meses de nacida porque se suponía que mi madre adoptiva era infértil, pero de un milagro salió Angelina, así que todo el afecto siempre iba dirigido a ella.

No sé quiénes son mis padres ni por qué me abandonaron en la puerta de una iglesia siendo una bebé recién nacida, pero tampoco quiero averiguarlo después que han pasado tantos años.

—Lamento mucho ese escándalo —me disculpo con Vicenzo, avergonzada —¿Quieres dormir ya? Tengo que trabajar mañana.

—Tomaré el sofá.

—No creo que sea conveniente viendo tu herida.

—¿Tienes una mejor opción?.

No la tengo, pero si Vicenzo duerme en el sofá, podría lastimarse por la incomodidad. Además, su cuerpo está golpeado por todos lados, necesita dormir en algo cómodo.

—En mi cama —suelto de manera impulsiva, recibiendo una ceja enarcada de parte del hombre.

—¿Estás segura de querer compartir tu cama conmigo? —indaga, acercando sus pasos hacia mí —¿No sientes ni un poco de temor, Karina?.

—Cómo es que sabes...

—Escuché cuando ese tipo gritaba tu nombre —sus ojos se vuelven oscuros y absorbentes cuando se fijan en los míos, congelándome sin poder escapar de ellos ni de él —. Karina, ese es tu verdadero nombre, no Kira.

—Kira solo es un apodo —me excuso, sin cortar el contacto visual —. No confío en ti, así que no te dije mi verdadero nombre.

Su enorme cuerpo se planta frente a mí, intimidándome, robándome la respiración, y haciendo flaquear mis piernas. ¿Qué pasa con este ambiente? Se volvió extraño de un momento a otro.

—¿Es así? —salto cuando toma mi mentón, obligándome a fijar mis ojos en los suyos, que siguen igual de oscuros, siniestros e intensos —¿Cual es la diferencia ahora? Estoy aquí, en tu apartamento, solos, y sin nadie a quien puedas pedir ayuda por si te quiero hacer algo. ¿No lo has pensado?

—¿Te atreverías? —lo reto, tragándome el miedo que acaba de despertar en mí.

—Dímelo tú, ¿Crees que te haría algo?.

En vez de asustarme mucho más de lo que estoy, mi cuerpo me juega una mala pasada. Me sonrojo, y la respiración se me empieza a dificultar. Su voz ronca me afecta, su cercanía también, y sobre todo esa mirada tan profunda y misteriosa me hacen temblar.

—No lo creo —respondo —no creo que seas una mala persona.

Una sonrisa arrogante baila en esos peligrosos labios carnosos. Es encantador cuando ríe, incluso cada pequeño detalle como este está siendo significativo para mí y no sé la razón.

—Bien —suelta el mentón, retrocediendo dos pasos hacia atrás, recorriendo mi cuerpo con una mirada innegablemente sensual. El fuego que me produce me hace temblar —. Eres demasiado ingenua, pero tienes razón, no soy una mala persona, soy más indefenso de lo que crees.

—¿Okey? —le lanzo una mirada confusa —¿Entonces?.

—Durmamos juntos, si no te importa claro está. Solo necesito una espacio cálido para poder descansar —lleva una de sus manos a la parte herida de su abdomen —y no te preocupes, no te haré nada, como ves, me cuesta moverme.

—De acuerdo —me apresuro a pasar por su lado, cortando el contacto visual—ven conmigo.

Siento como si dentro de mi pecho hubiera un pájaro enjaulado que no deja de boletear. Me mantengo firme, recuperando la compostura nuevamente mientras avanzo por el pasillo para mostrarle la habitación. Solo tiene una cama y está amoblada con un juego de sofás, un clóset y una cómoda.

—Es aquí —enciendo las luces —. Será mejor que duermas aquí, yo lo haré en el sofá.

—No —se niega —duerme aquí también.

—¿Eh?.

—Hace frío —se sienta en la cama, como si se sintiera familiarizado con el ambiente —es tu habitación, tu espacio, y tu apartamento. Ya te dije que no te haré nada.

Lo reconsidero nuevamente porque, es peligroso que un hombre y una mujer que apenas se conocen, duerman juntos en una cama. Yo no lo conozco a él, y él tampoco a mi. Es una situación demasiado incómoda.

—Está bien —accedo, ocultando mis nervios lo más que puedo —apagaré las luces.

Sus ojos se mantiene fijos en mí mientras presiono el interruptor disipando la iluminación. Cuando todo está oscuro, muevo mis pasos en la habitación y me deslizo debajo de las cobijas. Lo escucho moverse también, y de repente todo se queda en medio de un silencio abrumador.

Le doy la espalda, pero no sé en qué posición está él. De frente, de lado, mirando en mi dirección, no lo sé. Pero lo que si sé, es que esta noche no podré dormir con un hombre desconocido a mi lado que no me da ninguna confianza, sin embargo, tampoco le soy indiferencia porque, hace unos minutos mi corazón se descontroló por su cercanía.

—No tengo un lugar donde quedarme —me estremezco al sentirlo removerse en la cama, para luego acercarse por mi espalda —¿Podría quedarme aquí por un tiempo?.

—¿Q-que dices? —balbuceo, conmocionada al sentir sus grandes brazos deslizarse por debajo de las cobijas para luego abrazarme fuerte por la espalda.

—Será temporalmente —su respiración acaricia mi cuello, llenando mi cuerpo de miles sensaciones extrañas —¿Podrías?.

—No lo sé...—aprieto los ojos con fuerza, tratando de concentrarme y no dejarme llevar por esta inesperada situación —primero suéltame, dijiste que no me harías nada. Estás siendo demasiado atrevido justo ahora.

—Sigue haciendo frío —la piel se me pone chinita cuando escucho esa voz cariñosa cerca de mi oído —no es que quiera hacerlo, pero siento que me congelo. Estuve bajo la nieve varias horas seguidas.

—Tápate con la cobija.

—No es suficiente.

Esto se está tornando peligroso. Un hombre que recogí de la calle que no conozco más que su nombre, me pide que lo deje quedar en mi apartamento por más tiempo, y aparte de eso me abraza por la espalda tan deliberadamente. Sería motivo suficiente para echarlo de aquí sin importarme si se congela allá afuera, pero no puedo hacerlo. Por alguna razón sus grandes brazos rodeándome me hacen sentir bien.

—Puedes quedarte —musito pasado unos segundos —pero no será por mucho tiempo.

—¿Por qué? —la punta fría de su nariz roza mi piel expuesta.

—¿Como que porqué? ¿No tienes familia? ¿Un trabajo? ¿O amigos?.

—¿Crees que si tuviera todo eso que dices estaría en esta situación? Definitivamente no tengo a nadie, ni familia, ni amigos, ni un trabajo. Solo te tengo a ti.

—No hables como si me conocieras.

—Solo sé que te debo la vida. Eso es suficiente. Pero si lo deseas, podemos conocernos mejor, Karina.

La manera como pronuncia mi nombre con ese acento italiano, me sacude y me roba suspiros. No puedo creer que esté en descontrol por tener a un hombre cerca, esto ni siquiera pasaba con Vladimir.

—Mejor duerme, hablaremos de esto mañana —evado la conversación, consiguiendo que su agarre se vuelva más fuerte alrededor de mi estómago.

—Buenas noches, Karina.

No le respondo, solo cierro los ojos tratando de conciliar el sueño. Pero es poco lo que logro cuando Vicenzo se pega más a mi espalda acomodando la cobija sobre nuestros cuerpos unidos, y entrelazando sus piernas con las mías. Si no estuviera herido, le daría un codazo en el estómago para que dejara de ser tan atrevido. Apenas nos conocemos y ya tiene este tipo de confianza. ¿Acaso todos los hombres tienden a ser así?.

***

Vicenzo.

Esa m*****a fragancia floral me ha mantenido despierto toda la noche, fantaseando y babeando con esta criatura que está metida entre mis brazos.

Se remueve contra mí, rozándome de una manera peligrosa que podría conllevarme a cometer una locura, y no quiero eso.

Se quedó completamente dormida, absorta de lo que sucede a su alrededor. Ignorante a lo que puedo hacerle, o más bien a lo que quiero. Es tan blanda e ingenua como para dejar entrar a un extraño a su apartamento solo porque estaba herido y muriéndome del frío.

Esta pequeña de ojos grandes y verdes es una presa fácil de devorar. Sigo observando como su ondulado cabello castaño está regado por su hombro y parte de su cuello, cubriendo la parte donde me gustaría engancharme y chupar hasta dejarla roja. La luz tenue que entra por la ventana me da la suficiente claridad para verla dormir. Sus pestañas son largas, y sus labios rosas y acolchados son una tentación. Fue lo primero que divisé cuando me recogió de la fría nieve.

Una mirada inocente y cálida fue lo que me envolvió de ella. Estaba apunto de morir después de ser atacado por mis enemigos a causa de una traición interna de mi organización. Sino hubiera sido por esta pequeña lindura, estarían haciendo una fiesta sobre mi tumba.

Por eso he decidido quedármela para mí. Primero necesito recuperarme, pero en este mismo proceso lograré corromper a este pequeño ángel que duerme tan cómodamente en mis brazos. Mi salvadora, y ahora mi obsesión.

—Karina —pronuncio su nombre suavemente, pero no se despierta. Solo se mueve en la cama dándome la espalda.

Aprovecho que está dormida para levantarme de la cama y asomarme sigilosamente por la ventana. No puedo dormir por más que necesite un descanso, en estos momentos deben de estar buscándome hasta por debajo de las piedras, incluso alcanzo a ver desde aquí, escondido en medio de las cortinas, los autos que se entierran en la densa nieve merodeando el área seguramente buscando mi cuerpo sin vida, que obviamente no existe.

—¿Qué haces ahí? —esa suave voz dibuja una sonrisa en mis labios que luego desaparece cuando me volteo a verla.

—No puedo dormir.

Me crispo cuando la veo asustada mirándome a la defensiva como si apenas se hubiera dado cuenta que tiene a un hombre bajo su mismo techo.

—¿Me tienes miedo? —pregunto, acercándome de nuevo a la cama. Tomo asiento a su lado mirando como trata de alejarse de mí.

—No es eso...—aparta la cara, evadiendo mi mirada —me sorprendió verte despierto a esta hora, pensé que...

—Que intentaba hacer algo—completo por ella —¿Es eso? ¿No crees en mí?.

—¿Creerías en una extraña que recién conoces?.

—Si yo mismo la metí a mi apartamento, tengo que hacerme responsable, ¿No lo crees?.

Aún me cuesta un poco ocultar mi verdadero ser con esta criatura. Parece un gatito asustado que intenta tomar esas cobijas como su escudo de refuerzo. Si en verdad quisiera hacerle algo, ya la tuviera amarrada en la cama deslizándome dentro de ella. Pero como ahora soy alguien indefenso que necesita ser cuidado, tengo que comportarme como tal aunque me sea difícil acostumbrarme.

—No te causaré molestias, lo prometo —aseguro, brindándole una sonrisa amistosa —¿Por qué no empezamos por ser amigos? No soy alguien a quien temerle, créeme, solo quiero algo de compañía. No quiero que me hagan daño de nuevo.

Casi me atraganto con mis propias palabras intentando mantener una expresión sincera y determinada, que por cierto, ella terminó creyendo.

—¿Por qué te hicieron eso? —preguntó curiosa.

—Por deudas —miento —no tenía dinero para pagar mi alquiler, así que me golpearon y me echaron a la calle. Por eso me encontraste así en medio de la nieve.

—¿Enserio? —sus ojos se abrieron con total sorpresa —¿Y no tienes empleo?.

—También me corrieron.

—Pero la manera en la que estabas vestido no parecía...

—Trabajé mucho para tener una buena vida, pero al final no funcionó —bajé la mirada, sorprendido por este papel actoral que estaba oculto dentro de mí —¿Ahora comprendes mi situación?.

—Lo siento mucho —su disculpa ma saca una sonrisa de suficiencia —. Será mejor que descanses, es muy tarde.

—Si —asiento, agradecido de que no siguiera con el interrogatorio porque ya no tenía más historias miserables de donde sacar.

Se vuelve a meter dentro las cobijas, dándome la espalda de nuevo. Hago lo mismo que hice antes, abrazarla por detrás acurrucándome a su lado. No intenta alejarse como antes, más bien se mantuvo quieta sin decir nada más. Quizás desperté en ella...¿Lástima? Es la primera vez en mi vida que alguien siente pena por mí. Ni siquiera algo como eso merece un ser inhumano como yo. Aunque, proviniendo de mi nueva presa, es algo oportuno.

«Temporalmente estoy muerto para todos».

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