Epílogo

[...]

Merodeo por la habitación, sin rumbo fijo. No encuentro un lugar cómodo; me siento en la cama, acomodo las cosas en la cómoda y hasta intento ver una película para distraerme de la paranoia y la ansiedad.

Silvano no está en casa; solo estoy yo y los subordinados, ya que, según él, tuvo que ocuparse de asuntos de negocios y llegaría tarde esta noche. No puedo soportarlo, no me gusta cuando llega tarde, y mucho menos que me deje sola para dormir, sabiendo que no logro conciliar el sueño sin él a mi lado. Además, es consciente de mi sensibilidad y paranoia debido al embarazo.

Mi barriga está muy grande, a punto de dar a luz a nuestro bebé. Me siento deprimida a veces, sin ganas de nada, y lloro fácilmente debido a mis cambios de humor, además de los antojos que incluso los hombres de Silvano han tenido que lidiar conmigo. ¿Y ahora Silvano se atreve a dejarme sola por su trabajo? ¿Acaso eso es más importante que su esposa embarazada?.

Sosteniendo mi panza, decido salir de la habitac
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