Angelina. —Karina tiene un nuevo hombre —le confieso a Vladimir, quien no deja de dar vueltas de un lugar a otro en mi habitación. —¿Qué dices? —se detuvo, mirándome con recelo —¿De dónde sacas eso?. —Estuve hoy en su apartamento, y me abrió un hombre llamado Vicenzo diciendo que era su nuevo novio.La expresión de Vladimir se oscureció, apretando fuertemente sus dientes haciendo notar una tensa mandíbula. —Repite eso —me exige, sujetándome de los hombros —¿Me estás fastidiando ahora?. —No tendría por qué mentirte —aparto sus manos de mí —¿No lo ves? Ya no le interesas en lo absoluto, así que se consigue otro. —¡Pero fue por tu culpa! —brama rabioso —¿No fuiste tú la que se metió en mi cama dándome drogas? ¡Todo esto pasó por ti!. —¿Y acaso no te gusté? —acerco mi mano a su mejilla —¿No me mirabas por encima de Karina cómo mujer? No puedes negarlo, porque disfrutaste follarme. —Zorra desvergonzada —se aleja de mí, mirándome con asco —¿Tenías que dejar que nos descubrieran? Tod
Vicenzo. Me mantengo despierto, no puedo dormir. Karina está acurrucada en mis brazos durmiendo plácidamente como si su único lugar seguro fuera estando a mi lado. Acaricio su mejilla suavemente sintiendo su respiración ligera acariciando mi cuello. Beso su frente en medio de la oscuridad para luego, sigilosamente, salir de la cama colocándole una almohada para que se aferre a ella pensando que soy yo. A pasos silenciosos me dirijo a la puerta, la abro con cuidado logrando salir por fin a la sala. Con las luces apagadas, y con la ligera iluminación entrando por una de las ventanas, busco un móvil. Hallo el de Karina en la mesa del comedor, y por suerte no tiene clave, por lo que se me hace más fácil desbloquearlo. Marco el número de Harold, mi asistente que en estos momentos debe de estar en el quinto sueño, pero me sigue valiendo mierda. —«¿Quién puta es a estas horas?» —contesta después de haberle marcado tres veces —«Hable quien sea que joda». —«¿Quieres que te corte la len
***Karina. Estaba en la cocina terminando de preparar el desayuno bastante concentrada en lo que hacía. Fue así hasta que unos fuertes brazos me rodearon por detrás, hundiéndose un rostro en mi cuello besándome suavemente. Sonreí antes de girarme entre sus brazos para verlo, tan hermoso y seductor como todos estos días que han pasado. —¿Qué crees que haces? —envuelvo mis brazos alrededor de él —estoy ocupada ahora. —Necesito un poco de atención también —me rodea por la cintura, manteniéndome pegada a él —¿No puedes acaso?. —Toda la que desees —beso suavemente sus labios —pero ahora necesito llevar esto a la mesa. —Luego lo haces —me empuja contra el mesón colocando su mano en mi mandíbula —ahora déjame saber cuánto me quieres. Estampa sus labios contra los míos apasionadamente haciéndome sentir la fuerte erección que tiene dentro de los pantalones tan temprano en la mañana. Durante estos días hemos dormido juntos, pero no hemos pasados de besos y caricias, aparte de toques bast
***Vicenzo. Han pasado dos semanas desde que estoy aquí con Karina, hemos convivido juntos por todo este tiempo como si fuéramos una pareja de casados aunque aún no hayamos hecho el amor, y la razón es porque ella tuvo miedo de hacerlo conmigo, seguramente después del incidente que presenció con el imbécil al que le rompí la cara. No me quejo de esto, ha sido genial tener una vida normal y tranquila durante estas semanas sin tener balas rozándome el trasero a cada rato y linces que se creen leones tratando de atrapar mi cola. «No está nada mal ser sencillo». Karina se fue a su trabajo de medio tiempo, quizás no tendría que trabajar en ese restaurante matador si le dijera mi identidad y viviera conmigo como todo una reina. Aunque ella es de familia rica, prefiere vivir de este modo, y me gusta su mentalidad poco ambiciosa. —¿Karina habrá vuelto? —me pregunto al escuchar sonar el timbre de la puerta. Me levanto del sofá dirigiéndome a la puerta para darme de cara otra vez con esa
Karina. —«Lo siento, Justin, no podré ir a la fiesta» —le manifiesto a mi amigo por teléfono, teniendo a mi lado a Vicenzo que no deja de mirarme. —«¿Tuviste algún problema?». —«Si, hubo un contratiempo, lo lamento». Justin solo suspira y me dice que asistirá con nuestra compañera de trabajo antes de colgar. Me siento mal por fallarle y también mentirle, pero si no lo hago, Vicenzo seguramente hará otro de esos berrinches de hace un momento. No sabía que él podría ser ese tipo de hombre, cada vez más siento que es una persona totalmente diferente a la que traje moribunda a mi apartamento. —Ya está hecho —me levanto de la cama, dejándolo solo —tomaré un baño de todos modos, espérame. Me jala del brazo antes de que pudiera desaparecer de su vista, hace que incline la cabeza hacia él para darme un beso. Tarda unos segundos en separarse de mi boca, y cuando lo hace, me sonríe y acaricia mi mejilla con dulzura. —Te haré algo de comer —me dice, antes de soltarme. Lo veo desaparecer
Vicenzo. Su cuerpo se estremece entre mis brazos cuando empiezo a regar besos por su cuello. Jadea y cierra los ojos disfrutando de lo que le hago. —¿Y dices que me detenga? —la obligo a abrir los ojos de nuevo, y me mira sonrojada —. Lo estás disfrutando, pequeña. —¿Acaso soy de hierro? —protesta, desviando la mirada —siento todo lo que me haces. —Entonces voy a continuar —le sujeto rápidamente las manos sobre la cama, ella me mira sorprendida —. Hagámoslo esta noche, Karina, ¿Si?. —¿Ah? —se queda atónita —pero, es que...—Vamos, Karina —beso sus labios suavemente, incitándola —llevamos varias semanas viviendo juntos, tocándonos, besándonos, ¿No crees que ha es hora? No puedo soportarlo más. —Si, pero, aún así esto es...—Solo déjate llevar —la beso con más profundidad clavando mi lengua dentro de su boca. Ella jadea, y por lo intenso que estoy siento, trata de alejarse, sin embargo, la fuerza que ejerzo contra su cuerpo, la mantiene debajo de mí, quieta y sumisa. —¡Vicenzo...
Angelina. —¡Maldito seas, Vicenzo! —estrello mi bolso en el piso llena de rabia y frustración —¡Estúpido infeliz! ¿¡Cómo se atreve!?. —¡Angelina! —mi madre entra apresurada a la habitación, preocupada por mis repentinos gritos llenos de histeria —¿Qué demonios te pasa? ¿Qué son esos gritos?. —¡Nada! —espeto, tomando asiento frente a mi cómoda, mirando mi reflejo en el espejo. Mi perfecto rostro está rojo de la rabia, y mi ropa toda arrugada por la rapidez en que me la puse cuando salí del apartamento de Karina —. ¡Todo está mal, mamá! ¿Quién se cree que es?. —A ver, Angelina, ¿De qué demonios hablas? ¿Te peleaste otra vez con Karina? Ya te dije que...—¡No se trata de esa estúpida! —le corto llena de furia —. Es ese novio suyo, es un maleducado irrespetuoso. —¿Qué? ¿Qué sucedió? ¿Estabas en el apartamento de Karina?. Me quedé callada por un momento, pensando en lo que iba a decir. No puedo contarle a mi madre lo que fui a hacer en el apartamento de esa idiota, tengo que ser inte
—¿Qué es todo esto? —pregunté de inmediato, confundida —¿Mamá? ¿Papá?. —Tenemos una orden de arresto, señorita —los oficiales pasaron a mi apartamento directamente —¿Está aquí el señor Vicenzo?. —¿Disculpe?. —Karina —mi padre me habló severamente —. ¿Cómo es posible que estés manteniendo una relación con ese tipo de persona? —cuestiona —ni siquiera sabía que estabas en una relación, y mucho menos de esa índole. —¿Qué?. —Hija —mi madre me toma de las manos —. No estamos en contra de la relación en sí, pero ese hombre trató de abusar a tu hermana, y la amenazó. Hay que hacer algo al respecto, no te conviene esa clase de persona. —¿De qué están hablando todos ustedes? —me suelto de las manos de mi madre —Vicenzo no haría algo así. —Hermana —ahora se me acerca Angelina con ese maldito rostro teatral de siempre —. Ayer estuve aquí para hablar contigo sobre Vladimir, pero ese hombre trató de tocarme, ¿Puede creerlo? Me amenazó diciendo que si no hacía lo que él quería, tú pagarías la