Karina. —«Lo siento, Justin, no podré ir a la fiesta» —le manifiesto a mi amigo por teléfono, teniendo a mi lado a Vicenzo que no deja de mirarme. —«¿Tuviste algún problema?». —«Si, hubo un contratiempo, lo lamento». Justin solo suspira y me dice que asistirá con nuestra compañera de trabajo antes de colgar. Me siento mal por fallarle y también mentirle, pero si no lo hago, Vicenzo seguramente hará otro de esos berrinches de hace un momento. No sabía que él podría ser ese tipo de hombre, cada vez más siento que es una persona totalmente diferente a la que traje moribunda a mi apartamento. —Ya está hecho —me levanto de la cama, dejándolo solo —tomaré un baño de todos modos, espérame. Me jala del brazo antes de que pudiera desaparecer de su vista, hace que incline la cabeza hacia él para darme un beso. Tarda unos segundos en separarse de mi boca, y cuando lo hace, me sonríe y acaricia mi mejilla con dulzura. —Te haré algo de comer —me dice, antes de soltarme. Lo veo desaparecer
Vicenzo. Su cuerpo se estremece entre mis brazos cuando empiezo a regar besos por su cuello. Jadea y cierra los ojos disfrutando de lo que le hago. —¿Y dices que me detenga? —la obligo a abrir los ojos de nuevo, y me mira sonrojada —. Lo estás disfrutando, pequeña. —¿Acaso soy de hierro? —protesta, desviando la mirada —siento todo lo que me haces. —Entonces voy a continuar —le sujeto rápidamente las manos sobre la cama, ella me mira sorprendida —. Hagámoslo esta noche, Karina, ¿Si?. —¿Ah? —se queda atónita —pero, es que...—Vamos, Karina —beso sus labios suavemente, incitándola —llevamos varias semanas viviendo juntos, tocándonos, besándonos, ¿No crees que ha es hora? No puedo soportarlo más. —Si, pero, aún así esto es...—Solo déjate llevar —la beso con más profundidad clavando mi lengua dentro de su boca. Ella jadea, y por lo intenso que estoy siento, trata de alejarse, sin embargo, la fuerza que ejerzo contra su cuerpo, la mantiene debajo de mí, quieta y sumisa. —¡Vicenzo...
Angelina. —¡Maldito seas, Vicenzo! —estrello mi bolso en el piso llena de rabia y frustración —¡Estúpido infeliz! ¿¡Cómo se atreve!?. —¡Angelina! —mi madre entra apresurada a la habitación, preocupada por mis repentinos gritos llenos de histeria —¿Qué demonios te pasa? ¿Qué son esos gritos?. —¡Nada! —espeto, tomando asiento frente a mi cómoda, mirando mi reflejo en el espejo. Mi perfecto rostro está rojo de la rabia, y mi ropa toda arrugada por la rapidez en que me la puse cuando salí del apartamento de Karina —. ¡Todo está mal, mamá! ¿Quién se cree que es?. —A ver, Angelina, ¿De qué demonios hablas? ¿Te peleaste otra vez con Karina? Ya te dije que...—¡No se trata de esa estúpida! —le corto llena de furia —. Es ese novio suyo, es un maleducado irrespetuoso. —¿Qué? ¿Qué sucedió? ¿Estabas en el apartamento de Karina?. Me quedé callada por un momento, pensando en lo que iba a decir. No puedo contarle a mi madre lo que fui a hacer en el apartamento de esa idiota, tengo que ser inte
—¿Qué es todo esto? —pregunté de inmediato, confundida —¿Mamá? ¿Papá?. —Tenemos una orden de arresto, señorita —los oficiales pasaron a mi apartamento directamente —¿Está aquí el señor Vicenzo?. —¿Disculpe?. —Karina —mi padre me habló severamente —. ¿Cómo es posible que estés manteniendo una relación con ese tipo de persona? —cuestiona —ni siquiera sabía que estabas en una relación, y mucho menos de esa índole. —¿Qué?. —Hija —mi madre me toma de las manos —. No estamos en contra de la relación en sí, pero ese hombre trató de abusar a tu hermana, y la amenazó. Hay que hacer algo al respecto, no te conviene esa clase de persona. —¿De qué están hablando todos ustedes? —me suelto de las manos de mi madre —Vicenzo no haría algo así. —Hermana —ahora se me acerca Angelina con ese maldito rostro teatral de siempre —. Ayer estuve aquí para hablar contigo sobre Vladimir, pero ese hombre trató de tocarme, ¿Puede creerlo? Me amenazó diciendo que si no hacía lo que él quería, tú pagarías la
***Vicenzo. Horas antes. Me despierto muy temprano en la mañana, viendo el primer paisaje entre mis brazos del cuerpo desnudo de Karina acurrucada en mi pecho. Duerme tan profundamente que siento su aliento rozar la piel, y me pone los vellos de punta. Sonrío apartando un mechón de cabello que cubre su frente, la observo dormir, deseando que se despierte para besar esos carnosos labios que devoré anoche como un demente. Su cuerpo está cubierto de marcas, pensé que la asustaría haciéndole todo ese tipo de cosas, pero sorprendentemente a ella le gustaron, y obviamente yo disfruté hacerlo. En silencio, y apartando ese pequeño cuerpo a un lado, me deslizo fuera de la cama colocándome el pantalón de tela para tapar mi desnudez. Fui a la cocina e inmediatamente para hacerle el desayuno que tanto le gusta, para recibirla de la mejor manera en horas de la mañana antes de que se vaya al trabajo. Fue después cuando terminé de hacer el desayuno, que se me ocurrió llamar nuevamente a mi asi
Silvano Berlusconi. Mi cuerpo se tensó por completo cuando la mirada de Karina se encontró con la mía. Todo se fue al carajo en ese momento. Sus lágrimas resbalando por sus delicadas y rosadas mejillas me partieron por dentro, me hicieron mierda en unos simples segundos. —¿Qué le pasa? —mi padre frunció el ceño impaciente —. Qué pésimo servicio. Karina me miró con dolor, con desilusión, supe en ese momento que la destrocé como nunca, sus ojos húmedos me lo corroboraron a gritos. La vi limpiarse las lágrimas con rabia para luego desaparecer por la puerta principal del restaurante. Estuve apunto de levantarme de mi asiento en ese preciso momento cuando vi a Justin, ese amigo suyo, correr tras ella seguramente para consolarla estando yo aquí como un imbécil. Pero no pude hacer mucho cuando la mujer que tenía a mi lado me detuvo del brazo, confusa por la situación actual. —¿Quién es ella? —me preguntó, con un tono de voz serio y lleno de interés —. Estaba llorando, creo.—No es nadi
Mi cabeza dolía demasiado cuando abrí los ojos por la mañana. Parpadeé repetidas veces volviendo a mi razón. Intenté moverme en la cama, pero unos brazos fuertes me sostenían por detrás. Mis ojos se dilataron al instante y me puse alerta. Era Justin quién me abrazaba, así que sentí alivio. Sin embargo, estaba sin camisa, y yo en bragas. —No puede ser...—murmuro, analizando la situación. No me acosté con él, ¿Verdad?. —Buenos días —su voz cerca de mi oído me puso la piel chinita —¿Despierta tan temprano?. —Si...—respondo por lo bajo —Justin, ¿Acaso nosotros...?. —No te preocupes —besó mi hombro desnudo y luego mi mejilla para incorporarse en la cama —. No pasó nada más allá de besos y caricias. No tuvimos relaciones. —¿Enserio? —la frescura de mi mente volvió —pero recuerdo que te besé, y luego...—Nos quitamos la ropa —completó —querías hacerlo conmigo anoche, pero no te dejé proceder—revuelve mi cabello sonriendo —. Estabas muy ebria, así que supe que no estabas en tus cabales.
***Dejé escapar un suspiro cargado de fatiga y alivio al finalmente llegar a la puerta de mi apartamento después de un viaje en taxi. Aunque mi destino era el restaurante, necesitaba pasar primero para cambiarme y tomar una pastilla para la resaca.Al cerrar la puerta tras de mí, desprendí distraídamente el asa del bolso que cargaba en mi hombro. Fue entonces cuando noté en el centro de la sala la presencia imponente de una figura masculina, sentada con una pierna cruzada sobre la otra, lanzándome una mirada penetrante y reprochadora.—¿Qué demonios haces aquí? —mi voz se elevó en un reclamo inmediato, mi pecho se contrajo al ver su presencia, ese rostro que ha dejado cicatrices emocionales profundas —¿Quién te dio el derecho? ¡Sal de aquí ahora mismo!Silvano se levantó con desdén, sus ojos destilaban una frialdad que conocía demasiado bien. Su rostro, en su eterna máscara de indiferencia, me observaba como si todo este tiempo no hubiera pasado nada. Avanzó hacia mí con pasos lentos