Silvano Berlusconi. Mi cuerpo se tensó por completo cuando la mirada de Karina se encontró con la mía. Todo se fue al carajo en ese momento. Sus lágrimas resbalando por sus delicadas y rosadas mejillas me partieron por dentro, me hicieron mierda en unos simples segundos. —¿Qué le pasa? —mi padre frunció el ceño impaciente —. Qué pésimo servicio. Karina me miró con dolor, con desilusión, supe en ese momento que la destrocé como nunca, sus ojos húmedos me lo corroboraron a gritos. La vi limpiarse las lágrimas con rabia para luego desaparecer por la puerta principal del restaurante. Estuve apunto de levantarme de mi asiento en ese preciso momento cuando vi a Justin, ese amigo suyo, correr tras ella seguramente para consolarla estando yo aquí como un imbécil. Pero no pude hacer mucho cuando la mujer que tenía a mi lado me detuvo del brazo, confusa por la situación actual. —¿Quién es ella? —me preguntó, con un tono de voz serio y lleno de interés —. Estaba llorando, creo.—No es nadi
Mi cabeza dolía demasiado cuando abrí los ojos por la mañana. Parpadeé repetidas veces volviendo a mi razón. Intenté moverme en la cama, pero unos brazos fuertes me sostenían por detrás. Mis ojos se dilataron al instante y me puse alerta. Era Justin quién me abrazaba, así que sentí alivio. Sin embargo, estaba sin camisa, y yo en bragas. —No puede ser...—murmuro, analizando la situación. No me acosté con él, ¿Verdad?. —Buenos días —su voz cerca de mi oído me puso la piel chinita —¿Despierta tan temprano?. —Si...—respondo por lo bajo —Justin, ¿Acaso nosotros...?. —No te preocupes —besó mi hombro desnudo y luego mi mejilla para incorporarse en la cama —. No pasó nada más allá de besos y caricias. No tuvimos relaciones. —¿Enserio? —la frescura de mi mente volvió —pero recuerdo que te besé, y luego...—Nos quitamos la ropa —completó —querías hacerlo conmigo anoche, pero no te dejé proceder—revuelve mi cabello sonriendo —. Estabas muy ebria, así que supe que no estabas en tus cabales.
***Dejé escapar un suspiro cargado de fatiga y alivio al finalmente llegar a la puerta de mi apartamento después de un viaje en taxi. Aunque mi destino era el restaurante, necesitaba pasar primero para cambiarme y tomar una pastilla para la resaca.Al cerrar la puerta tras de mí, desprendí distraídamente el asa del bolso que cargaba en mi hombro. Fue entonces cuando noté en el centro de la sala la presencia imponente de una figura masculina, sentada con una pierna cruzada sobre la otra, lanzándome una mirada penetrante y reprochadora.—¿Qué demonios haces aquí? —mi voz se elevó en un reclamo inmediato, mi pecho se contrajo al ver su presencia, ese rostro que ha dejado cicatrices emocionales profundas —¿Quién te dio el derecho? ¡Sal de aquí ahora mismo!Silvano se levantó con desdén, sus ojos destilaban una frialdad que conocía demasiado bien. Su rostro, en su eterna máscara de indiferencia, me observaba como si todo este tiempo no hubiera pasado nada. Avanzó hacia mí con pasos lentos
Han transcurrido más de tres días desde que Silvano desapareció de mi vida. Desde que pusimos fin a esa relación que apenas existió en mi apartamento, no he vuelto a tener noticias suyas. Tal vez comprendió que no hay perdón para él y que no deseo volver a verlo.Hoy, bajo la tormenta, sigo trabajando en el restaurante. Los clientes entran empapados de copos de nieve, buscando refugio y una taza de café caliente. Navego de una mesa a otra, con la mente en blanco y un rostro más inexpresivo que nunca.¿Qué me ha hecho ese hombre? Silvano, ese nombre que ahora se convierte en un eco doloroso en mi mente. Aunque nuestra "relación" fue efímera, sus huellas persisten. La última noche de pasión sigue grabada, un recuerdo que se niega a desvanecerse, una herida que duele como el primer día.Estoy exhausta, una fatiga emocional que se ha arraigado en mi ser. Mañana, escapo de la ciudad en busca de alivio. Un viaje, la válvula de escape necesaria para dejar atrás el peso de lo que aconteció en
El frío se cuela en mis huesos mientras estoy sentada en una banca del parque, disfrutando de una calada de mi cigarrillo. Después de salir de esa mansión opresiva, caminé hasta encontrar este tranquilo rincón. Olvidé mi abrigo, y el viento helado abraza todo mi cuerpo. Aunque el ambiente es fresco, me siento más serena tras desahogarme con mi supuesta familia y liberarme de la presión de un matrimonio no deseado. La vida parece más ligera aquí, entre los susurros de las hojas y el humo que se dispersa en el aire frío.Los copos de nieve yacen con delicadeza en mi cabeza y hombros desnudos, una suave capa que ignoro mientras me sumerjo en la liberación de este frío abrazo y el silencio denso que lo acompaña.Aunque una sombra de remordimiento me envuelve por retomar el cigarrillo, una antigua adicción que creía superada, cedo a la necesidad de desahogarme en medio de esta escena invernal. El humo se mezcla con el aire gélido, creando espirales efímeras que se disipan en el silencio.A
Mi mente estaba atrapada en un torbellino de emociones. La mujer que tengo frente a mí acaba de revelarme que es mi madre, y junto a ella, ese hombre. ¿Son ellos mis padres? No puede ser verdad.—Usted no sabe lo que dice —declaré, reacia a creerlo —Yo no tengo padres biológicos. Fui adoptada.—Nosotros somos tus verdaderos padres— dijo el hombre, cuyo nombre aún desconozco, acercándose y tomando mi mano— Te estuve buscando por mucho tiempo, Karina. No sabes cuánto añoré tenerte a mi lado.Me alejé del hombre rápidamente, moviendo la cabeza de un lado a otro en negación. Deslizando mis dedos por mi cabello en medio de la desesperación, intenté buscar una explicación lógica para lo que estaba sucediendo, aunque la verdad parecía estar justo frente a mis ojos.Recordé mi doloroso inicio: abandonada por mi madre cuando era solo una bebé. Una familia adinerada me adoptó debido a su incapacidad para tener hijos, coincidiendo con el embarazo de mi madre adoptiva, quien dio a luz a Angelina.
Regreso a mi apartamento, sintiendo la presencia de esos hombres que me escoltan, y surgen dudas sobre la verdadera identidad de quienes afirman ser mis padres.Al ingresar al edificio, sostengo una tarjeta de identificación negra entre mis manos. En ella, encuentro un número para comunicarme con ellos y un nombre intrigante: Victorino Pallegrini. ¿Será ese el nombre real de mi presunto padre?.Las interrogantes se agolpan en mi mente mientras avanzo por el edificio y subo al piso donde se encuentra mi apartamento. Una vez dentro, me deshago de las zapatillas que los hombres me proporcionaron para mis pies descalzos y enciendo otro cigarrillo. Observo detenidamente la tarjeta en busca de pistas que aclaren el misterio que rodea a mis supuestos progenitores.Las dudas sobre la existencia de padres biológicos me asaltan, aunque varias señales apuntan en esa dirección. Si realmente son mis padres, ¿qué implicaciones seguirán? Aún es un misterio que debo abordar después de calmarme y orga
Me sumo en un silencio abrumador, incapaz de hallar las palabras precisas para que se vaya. Me percaté de que Silvano exhibe una naturaleza dominante y posesiva, moldeando a su antojo mi realidad emocional. No importa lo que emprenda, persistirá hasta agotarse, persiguiéndome con una insistencia inquebrantable, tratando de recobrarme.—Karina, ¿Has estado con alguien más? —me pregunta, dejándome sorprendida.—¿Qué?.—Tienes un leve olor a cigarrillo —manifiesta, con ese dejo de reclamo en su voz—. ¿Con quién has estado? Respóndeme.—¿Por qué diablos vienes con exigencias? No te incumbe con quién haya estado —contesto, dejando que su mente se imagine cualquier cosa.—No me hagas enojar —me aprieta fuertemente el muslo, robándome un quejido —. Habla de una vez. Con quién estabas.—Estaba teniendo sexo salvaje conmigo misma —pongo los ojos en blanco, harta de sus malditos reclamos cuando no tiene ningún derecho —¿Estás contento? Ahora déjame en paz.—¿Tú fumas? —percibo la sorpresa y el