El frío se cuela en mis huesos mientras estoy sentada en una banca del parque, disfrutando de una calada de mi cigarrillo. Después de salir de esa mansión opresiva, caminé hasta encontrar este tranquilo rincón. Olvidé mi abrigo, y el viento helado abraza todo mi cuerpo. Aunque el ambiente es fresco, me siento más serena tras desahogarme con mi supuesta familia y liberarme de la presión de un matrimonio no deseado. La vida parece más ligera aquí, entre los susurros de las hojas y el humo que se dispersa en el aire frío.Los copos de nieve yacen con delicadeza en mi cabeza y hombros desnudos, una suave capa que ignoro mientras me sumerjo en la liberación de este frío abrazo y el silencio denso que lo acompaña.Aunque una sombra de remordimiento me envuelve por retomar el cigarrillo, una antigua adicción que creía superada, cedo a la necesidad de desahogarme en medio de esta escena invernal. El humo se mezcla con el aire gélido, creando espirales efímeras que se disipan en el silencio.A
Mi mente estaba atrapada en un torbellino de emociones. La mujer que tengo frente a mí acaba de revelarme que es mi madre, y junto a ella, ese hombre. ¿Son ellos mis padres? No puede ser verdad.—Usted no sabe lo que dice —declaré, reacia a creerlo —Yo no tengo padres biológicos. Fui adoptada.—Nosotros somos tus verdaderos padres— dijo el hombre, cuyo nombre aún desconozco, acercándose y tomando mi mano— Te estuve buscando por mucho tiempo, Karina. No sabes cuánto añoré tenerte a mi lado.Me alejé del hombre rápidamente, moviendo la cabeza de un lado a otro en negación. Deslizando mis dedos por mi cabello en medio de la desesperación, intenté buscar una explicación lógica para lo que estaba sucediendo, aunque la verdad parecía estar justo frente a mis ojos.Recordé mi doloroso inicio: abandonada por mi madre cuando era solo una bebé. Una familia adinerada me adoptó debido a su incapacidad para tener hijos, coincidiendo con el embarazo de mi madre adoptiva, quien dio a luz a Angelina.
Regreso a mi apartamento, sintiendo la presencia de esos hombres que me escoltan, y surgen dudas sobre la verdadera identidad de quienes afirman ser mis padres.Al ingresar al edificio, sostengo una tarjeta de identificación negra entre mis manos. En ella, encuentro un número para comunicarme con ellos y un nombre intrigante: Victorino Pallegrini. ¿Será ese el nombre real de mi presunto padre?.Las interrogantes se agolpan en mi mente mientras avanzo por el edificio y subo al piso donde se encuentra mi apartamento. Una vez dentro, me deshago de las zapatillas que los hombres me proporcionaron para mis pies descalzos y enciendo otro cigarrillo. Observo detenidamente la tarjeta en busca de pistas que aclaren el misterio que rodea a mis supuestos progenitores.Las dudas sobre la existencia de padres biológicos me asaltan, aunque varias señales apuntan en esa dirección. Si realmente son mis padres, ¿qué implicaciones seguirán? Aún es un misterio que debo abordar después de calmarme y orga
Me sumo en un silencio abrumador, incapaz de hallar las palabras precisas para que se vaya. Me percaté de que Silvano exhibe una naturaleza dominante y posesiva, moldeando a su antojo mi realidad emocional. No importa lo que emprenda, persistirá hasta agotarse, persiguiéndome con una insistencia inquebrantable, tratando de recobrarme.—Karina, ¿Has estado con alguien más? —me pregunta, dejándome sorprendida.—¿Qué?.—Tienes un leve olor a cigarrillo —manifiesta, con ese dejo de reclamo en su voz—. ¿Con quién has estado? Respóndeme.—¿Por qué diablos vienes con exigencias? No te incumbe con quién haya estado —contesto, dejando que su mente se imagine cualquier cosa.—No me hagas enojar —me aprieta fuertemente el muslo, robándome un quejido —. Habla de una vez. Con quién estabas.—Estaba teniendo sexo salvaje conmigo misma —pongo los ojos en blanco, harta de sus malditos reclamos cuando no tiene ningún derecho —¿Estás contento? Ahora déjame en paz.—¿Tú fumas? —percibo la sorpresa y el
***Expulso el humo del cigarro por mi boca y nariz, sintiendo la textura rugosa de la pared contra mi espalda mientras observo los autos desplazarse uno tras otro en el tráfico.En ese momento, Justin emerge del restaurante y se une a mí. No obstante, al notar mi presencia, arrebata de mi mano el cigarrillo, lo arroja al suelo y lo pisa con la planta de su zapato, mirándome con reproche y desconcierto.Dejo escapar un suspiro, anticipando las palabras que sé que me dirá por volver a fumar.—¿Qué demonios, Karina? Pensé que habías dejado de fumar —comienza, mientras cierro los ojos y dejo que continúe con su reprimenda—. ¿Me estás escuchando? ¿Por qué estás fumando de nuevo? Prometiste que no lo volverías a hacer.—Estoy ansiosa últimamente —respondo sin ánimos, viéndolo a los ojos esta vez—. Lo siento, no pude evitarlo.Justin suspira, pasando una mano por su cara, ya imaginándose de quién es la culpa de mi estado tan ansioso y la razón por la que a veces recurro al alcohol y al ciga
El gélido viento soplaba con fuerza mientras Justin y yo nos acercábamos al lugar donde reposaría para siempre Vladimir. Con cada paso, la nieve crujía bajo nuestros pies, como un lamento silencioso en sintonía con el pesar que cargábamos. La solemnidad del momento se reflejaba en las miradas compartidas, gestos taciturnos de familiares que se unían al cortejo. Envuelta en mi abrigo oscuro, me sumergí en un capítulo inesperado, donde el frío invernal abrazaba no solo el paisaje, sino también los recuerdos que flotaban en el aire helado.Evité acercarme a mis padres, quienes compartían el peso de la pérdida con Angelina, secando lágrimas en silencio. Evité los ojos del señor y la señora Sokolov, sumidos en un dolor amargo mientras el ataúd de su hijo descendía tres metros bajo tierra, permitiendo que los copos de nieve se unieran al sombrío momento. La tristeza se tejía entre nosotros, una red frágil pero palpable, mientras enfrentábamos el adiós en medio de un paisaje invernal impertu
—Eres un asesino...—murmuro, mirándolo con reproche —¿Desde cuando has cambiado tanto? Tú no eres el Vicenzo que yo conocí...—Lo soy, siempre estuvo aquí —me sujeta la barbilla, clavando sus ojos azules en los míos —¿No te das cuenta? Soy Silvano Vicenzo Berlusconi Romano. Siempre he estado aquí, y sigo siendo ese mismo hombre que conociste.—No, no lo eres —tiemblo ante su mirada tan oscura —ahora simplemente eres un asesino sin escrúpulos.—¿Por qué te sorprende tanto? Sabes quién soy y de dónde provengo —me muestra una sonrisa torcida y maligna —¿O qué? ¿Vas a decirle a todos que soy el culpable de eliminar a esa pequeña basura de este planeta tierra?.—Sabes que no haría eso...—musito en voz baja —y por eso me odio, porque...—Porque no podrías soportar que algo me pasara —completa, reflejándose la satisfacción en sus ojos —¿Es eso? Estoy seguro de que es así. Aunque lo niegues, tú me quieres.—No, no lo hago — Lo aparto por el pecho, liberándome de su agarre en mi barbilla. —Qui
Tras un viaje de media hora, durante el cual me sumí profundamente en el sueño. El automóvil se detiene frente a una imponente casa de dos pisos, enclavada en la tranquilidad fuera de la ciudad. Silvano desciende del coche, rodeándolo para abrirme la puerta y guiarme con él.—¿Qué impresión te da? —interroga, situándose detrás de mí y envolviéndome en sus brazos —. Era la casa de mi difunta abuela. No venía aquí desde hace mucho tiempo.—Es hermosa —respondo, barriendo el extenso lugar con mis ojos. Está rodeada de una exuberante vegetación, con majestuosos pinos altos que enmarcan un jardín encantador en la parte exterior. La villa se erige con esplendor, sus numerosas ventanas que seguramente permiten que la luz natural bañe elegantemente cada rincón. La opulencia es evidente, revelando que la familia de Silvano no escatima en detalles lujosos que añaden un toque de elegancia a la residencia —¿Nos quedaremos aquí? ¿No hay nadie viviendo en este lugar?.—Los cuidadores vienen de vez