***Expulso el humo del cigarro por mi boca y nariz, sintiendo la textura rugosa de la pared contra mi espalda mientras observo los autos desplazarse uno tras otro en el tráfico.En ese momento, Justin emerge del restaurante y se une a mí. No obstante, al notar mi presencia, arrebata de mi mano el cigarrillo, lo arroja al suelo y lo pisa con la planta de su zapato, mirándome con reproche y desconcierto.Dejo escapar un suspiro, anticipando las palabras que sé que me dirá por volver a fumar.—¿Qué demonios, Karina? Pensé que habías dejado de fumar —comienza, mientras cierro los ojos y dejo que continúe con su reprimenda—. ¿Me estás escuchando? ¿Por qué estás fumando de nuevo? Prometiste que no lo volverías a hacer.—Estoy ansiosa últimamente —respondo sin ánimos, viéndolo a los ojos esta vez—. Lo siento, no pude evitarlo.Justin suspira, pasando una mano por su cara, ya imaginándose de quién es la culpa de mi estado tan ansioso y la razón por la que a veces recurro al alcohol y al ciga
El gélido viento soplaba con fuerza mientras Justin y yo nos acercábamos al lugar donde reposaría para siempre Vladimir. Con cada paso, la nieve crujía bajo nuestros pies, como un lamento silencioso en sintonía con el pesar que cargábamos. La solemnidad del momento se reflejaba en las miradas compartidas, gestos taciturnos de familiares que se unían al cortejo. Envuelta en mi abrigo oscuro, me sumergí en un capítulo inesperado, donde el frío invernal abrazaba no solo el paisaje, sino también los recuerdos que flotaban en el aire helado.Evité acercarme a mis padres, quienes compartían el peso de la pérdida con Angelina, secando lágrimas en silencio. Evité los ojos del señor y la señora Sokolov, sumidos en un dolor amargo mientras el ataúd de su hijo descendía tres metros bajo tierra, permitiendo que los copos de nieve se unieran al sombrío momento. La tristeza se tejía entre nosotros, una red frágil pero palpable, mientras enfrentábamos el adiós en medio de un paisaje invernal impertu
—Eres un asesino...—murmuro, mirándolo con reproche —¿Desde cuando has cambiado tanto? Tú no eres el Vicenzo que yo conocí...—Lo soy, siempre estuvo aquí —me sujeta la barbilla, clavando sus ojos azules en los míos —¿No te das cuenta? Soy Silvano Vicenzo Berlusconi Romano. Siempre he estado aquí, y sigo siendo ese mismo hombre que conociste.—No, no lo eres —tiemblo ante su mirada tan oscura —ahora simplemente eres un asesino sin escrúpulos.—¿Por qué te sorprende tanto? Sabes quién soy y de dónde provengo —me muestra una sonrisa torcida y maligna —¿O qué? ¿Vas a decirle a todos que soy el culpable de eliminar a esa pequeña basura de este planeta tierra?.—Sabes que no haría eso...—musito en voz baja —y por eso me odio, porque...—Porque no podrías soportar que algo me pasara —completa, reflejándose la satisfacción en sus ojos —¿Es eso? Estoy seguro de que es así. Aunque lo niegues, tú me quieres.—No, no lo hago — Lo aparto por el pecho, liberándome de su agarre en mi barbilla. —Qui
Tras un viaje de media hora, durante el cual me sumí profundamente en el sueño. El automóvil se detiene frente a una imponente casa de dos pisos, enclavada en la tranquilidad fuera de la ciudad. Silvano desciende del coche, rodeándolo para abrirme la puerta y guiarme con él.—¿Qué impresión te da? —interroga, situándose detrás de mí y envolviéndome en sus brazos —. Era la casa de mi difunta abuela. No venía aquí desde hace mucho tiempo.—Es hermosa —respondo, barriendo el extenso lugar con mis ojos. Está rodeada de una exuberante vegetación, con majestuosos pinos altos que enmarcan un jardín encantador en la parte exterior. La villa se erige con esplendor, sus numerosas ventanas que seguramente permiten que la luz natural bañe elegantemente cada rincón. La opulencia es evidente, revelando que la familia de Silvano no escatima en detalles lujosos que añaden un toque de elegancia a la residencia —¿Nos quedaremos aquí? ¿No hay nadie viviendo en este lugar?.—Los cuidadores vienen de vez
Silvano.Disfruto de momentos de relajación en la bañera junto a Karina, sintiendo la calidez de su piel desnuda en mis brazos. Mis labios encuentran su mejilla mientras percibo sus suspiros con los ojos cerrados. Observo su tranquilidad y me complace proporcionarle ese bienestar.Mientras la acaricio con un gel aromático, ella parece inmersa en sus pensamientos, permitiendo mis caricias. Me invade la curiosidad sobre lo que podría estar pasando por su mente en este instante: ¿me odia por haberla casi forzado a estar conmigo? ¿Me ve como un monstruo después de lo ocurrido? ¿O tal vez sigue aferrada a la idea de que nuestra relación ha llegado a su fin? Estas incógnitas sin respuesta me atormentan, generando una sensación de aflicción al pensar que quizás su presencia a mi lado sea fruto de la presión ejercida.—Karina —mi voz busca su atención en un tono suave y cariñoso.—¿Sí? —responde, con una mezcla de curiosidad.—¿Estás bien? —mi preocupación se refleja en mis ojos mientras la o
Karina.Anoche viví una experiencia totalmente frenética con Silvano, y debo admitir que todo lo que hicimos me hizo sentir bien. Fue un ambiente perfecto, solo nosotros dos, y, lo más importante, nos confesamos el uno al otro. A pesar de ello, me enfrento a dudas sobre si podré manejar toda esta situación.Aunque el hombre de anoche fue Vicenzo, aquel que conocí desde el principio, siempre persiste la presencia de Silvano Berlusconi. En cualquier momento, las dinámicas entre nosotros podrían cambiar, y eso es lo que me preocupa. Sus celos y su deseo de posesión sobre mí afectan de alguna manera cada aspecto de su comportamiento. Aunque lo quiero profundamente, la incertidumbre y el miedo me invaden.—Cariño —su mano suavemente aprieta mi muslo, atrayendo mi atención de inmediato mientras él se mantiene enfocado en el volante, aunque me mira brevemente —, ¿en qué estás pensando? Te has mantenido callada desde que salimos.Le regalo una sonrisa, disipando cualquier pensamiento negativo
SILVANO.Di una última calada a mi cigarrillo, y en respuesta a la señal de Kosar, mi primo, aplasté la colilla en el suelo con mi zapato.—¿Todo listo? —le pregunté, mientras observaba desde la distancia la puerta de hierro que esperaba mi entrada.—Todo despejado —dijo, sosteniendo el portátil que controlaba las cámaras de seguridad del lugar—. Tienes veinte minutos para cumplir la tarea, o de lo contrario, no saldrás vivo.Sonreí, dándole una palmada en el hombro antes de dirigir mis pasos hacia la escena que me esperaba.Permanecí junto a la puerta, aguardando la señal de Kosar a lo lejos. Él se mantenía oculto detrás de uno de los viejos autos abandonados en estas desoladas bodegas. La puerta emitió un leve pitido cuando mi primo, infiltrándose en la seguridad del lugar, la desbloqueó para permitir su apertura.Abrí la puerta solo lo necesario para permitir mi entrada, asegurándome de no emitir el más mínimo ruido. Una vez adentro, cerré la puerta con cuidado, mientras escuchaba
KARINA.***Inhalo profundamente, enfrentándome al espejo con expectación. Mi figura se despliega en un vestido de seda negro, realzado por joyas elegantes abrazando mi cuello y orejas. Nada estridente, solo una sofisticación que se ajusta a mi estilo.El día en el trabajo fue un torbellino, dejándome con escaso margen para conectar con Silvano. Ahora, bajo el manto nocturno, me encamino hacia la celebración del cumpleaños de mi padre. Espero que él no decida aparecerse de madrugada, como acostumbra. Enviarle un mensaje revelando mi paradero no es una opción; hay ciertos asuntos que merecen ser discutidos cara a cara. Tal vez, mañana, después de que pase todo esto, logremos hallar el momento preciso para la conversación pendiente.El auto enviado por mi padre aguarda en la entrada del edificio, dispuesto a conducirme hacia la celebración. Durante el viaje, un manto de silencio se cierne, y el chófer, en su recibimiento, exuda un respeto inusual, quizás tintado por el conocimiento de m