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La obsesión del Mafioso.©
La obsesión del Mafioso.©
Por: MissPeregrine
C A P Í T U L O | U N O.

Dedicatoria:

《Para todas aquellas que no deseamos un príncipe azul que nos rescate si no un villano que nos consuma.》

Kostya.

La reunión transcurría en uno de mis clubes nocturnos, no estaba escuchando ni una puta palabra de lo que se decía.

Tenía a la culpable en mi rango de visión, vestida para matar y no de una forma literal. Un conjunto enterizo se aferraba a cada curva, cada pliegue, cada pulgada de la tersa piel que me moría por acariciar. Dos correas negras envolvían sus muslos, unos muslos que me imaginé mil veces en torno a mi cabeza, apretándome la cintura mientras la embestía sin piedad, de las correas colgaban un par de armas como una amenaza silenciosa.

Apreté la mandíbula con tanta fuerza que los dientes protestaron, tuve que pasarme una mano por la mandíbula, intentando borrar con la palma la huella de rabia que me surcaba las facciones.

Un puntapié por debajo de la mesa me hizo volver a la conversación.

Fulminé con la mirada a Sergei, escuchando lo que el Don de la Cosa Nostra estaba estipulando.

一¿Dará la paz a nuestra guerra? 一 Se refería al trato que esta noche sería decidido, tenía en mis manos la reunión más importante del momento y yo solo podía pensar en la hermana menor de mi mejor amigo, mi mano derecha.

一Los Irlandeses intentan ganar territorio. En los últimos tiempos han repartido su nueva m****a por las calles, no podemos permitir que su negocio prolifere. 一 Clavé la mirada en Antón Santorini. 一 No podemos perder fuerzas en una lucha entre nuestras casas, eso es darles la oportunidad para expandirse.

El Don asintió con la cabeza, conocía la otra parte del trato, y en ella venía incluida Donatella Santorini, ofrecida en matrimonio para mí. Como si ya no supiera a qué sabe su coñito desde que ondeamos bandera blanca con los italianos.

Una sonrisa maliciosa se extendió por mis labios, pero fue borrada al momento en que miré al frente encontrándome a la hermosa Nica sonriéndole a otro hombre. Mis venas ardieron, como si algo verde y radiactivo se filtrara en mi torrente sanguíneo, ella era mía. Aunque la odiara por tener tanto poder sobre mí, por hacerme babear, por ser una m*****a distracción desde el momento en que llegó.

一Sergei...

Fue una orden silenciosa, no esperé respuesta para levantarme del asiento, abrochar el botón de mi americana. Di dos vueltas al reloj en mi muñeca, bajando las escaleras con rapidez.

El club estaba lleno hasta las pelotas, eso no fue impedimento para que un camino se abriera, las personas no me tocaban, no se atrevían a mirarme dos veces. Era el monstruo debajo de la cama para ellos y no podían tener más razón para temerme.

一Eres hermosa.

Fue un susurro por parte del suicida que tenía Nica enfrente, solo unos pasos nos separaban cuando su espalda se tensó, podía sentirme tanto como yo a ella.

Llegué a su altura justo a tiempo para agarrar al hombre por la muñeca, frenando la m*****a mano que se dirigía a un mechón suelto de su cabello. La sangre me ardía, quemaba, las ansias de sacar mi arma y volarle la cabeza al hijo de puta no fueron pocas, pero me contuve.

一Tócale un solo cabello y te arrancaré la mano del maldito cuerpo.

Los orbes del hombre se agrandaron al reconocerme, su expresión llena de pánico me hizo sentir la mayor de las satisfacciones. Solté su muñeca a regañadientes, viéndolo correr por el tumulto hasta desaparecer de mi rango de visión.

Giré la mirada para encontrarme con los orbes color tormenta de Nica, había literalmente una tormenta allí dentro, el odio solo hizo que mi sangre zumbara y no por la misma razón que momentos atrás.

一¿No vas a decirme nada?

Frunció el ceño, llevándose la copa de alcohol a los labios, dio un sorbo largo sin apartar la mirada de mí.

一No. Prefiero seguir en busca de un hombre que tenga los huevos suficientes para no salir corriendo en tu presencia.

Se levantó, dispuesta a irse. La agarré con firmeza por la muñeca, vibrando ante la corriente eléctrica que me sacudió la piel. Me acerqué tanto que sus pechos quedaron por debajo del mío, le llevaba más de una cabeza.

一Lamento informarte que eso nunca va a pasar.

Apretó los labios, parecía frustrada, taladrándome como si su mirada pudiera matarme. Una corta sonrisa satisfecha me surcó los labios, fue borrada al instante en que se puso de puntitas, envolviendome el cuello con la mano que tenía libre.

Unos centímetros nos separaban...M*****a descarada.

一¿Por qué estás tan seguro?.

El enojo me helo la sangre, tenía una personalidad adictiva y Nica Velova se había convertido en mi obsesión.

一Porque...一 Me acerque a ella, a punto de chocar con sus labios cambie de dirección, pegandolos a su oído. 一 Soy el Lucifer de este infierno, nena. Ningún monstruo que ronde allá fuera es rival para mi, tampoco para mi arma. Deja que un desgraciado te toque y te mandaré su cuerpo desmembrado en una caja adornada con un hermoso moño.

La solté con un empujón, como si su toque me diera asco, aparentando que no podía soportar ni un segundo más en contacto con su piel. Cuando era todo lo contrario.

Ansiaba poseerla, ansiaba tenerla a mi merced sin piedad...Porque cuando la tuviera la piedad no existiría entre nosotros, la follaría tan duro que estaría jodida para cualquier otro hombre el resto de su vida.

***

La reunión fue un éxito, teníamos a los italianos en los bolsillos. Ahora la amenaza Irlandesa se volvía menor de lo que fue en un principio.

Tendría que estar feliz, pero no lo estaba.

Me encontraba frustrado, y esa molesta emoción fluctuaba por mi cuerpo desde el año pasado, cuando Nica decidió que era tiempo de volver a Chicago, transformada en un soldado de nuestra mafia.

Como si fuera poco la tenía viviendo bajo mi techo, a unas pocas habitaciones en la m*****a mansión, eso era una tentación diaria, una tentación que ni siquiera salió de mi mente cuando entré a mi despacho.

Donatella Santorini me esperaba desnuda, abierta de piernas como mi banquete personal, encima de mi escritorio totalmente dispuesta.

La imagen no me produjo nada más que una acumulación de sangre en mi zona baja, no deseaba a esta mujer para nada más que un desahogo rápido. Sabía apreciar la belleza y Donatella no era fea, de todas formas no se comparaba con ella.

一Me ha contado un pajarito que la reunión ha ido de maravilla.

No pudo ocultar la satisfacción en su voz, seguro ya se imaginaba a mi lado, casada. Siendo la hija del hombre más poderoso de la Cosa Nostra, siendo la esposa del hombre más poderoso de la Bratva.

Quizás me convenía la unión, quizás así podría dejar de pensar en Nica.

Al instante supe que ese pensamiento estaba muy lejos de ser real, pensaría en Nica hasta el día que dejara de respirar.

一Abre las piernas.

Fue un gruñido bajo, frío. Una sombra de insatisfacción cruzó por su rostro, no le presté atención.

Me acerqué a ella con lentitud, abriendo el botón de la americana para darme más movilidad, cuando llegue a su altura intentó besarme en los labios, la agarre de la barbilla con la suficiente fuerza para retenerla sin hacerle daño.

一Conoces las reglas. 一 Gruñí, soltandola de golpe. 一 No vuelvas a intentar besarme.

No espere a que me respondiera, no me paré a contemplar el absurdo puchero que se apoderó de sus labios. Le abrí las piernas con brusquedad sumergiéndome en un coño que imagine que pertenecía a otra persona.

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