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C A P Í T U L O | C I N C O .

Kostya.

Si me hubiesen dicho que terminaría un sábado a la noche, vomitado, con el cuerpo de NIca inerte en mis brazos. Me hubiese reído en la cara del cabrón hasta morirme.

Pero joder, esto si que estaba pasando.

Y apestaba a vómito.

Meniobre con su cuerpo, alcanzando el teléfono en el bolsillo de mi americana.

—Kostya.

—Manda a alguien de limpieza, Camaro SS amarrillo, tiene una ventanilla rota. – Silencio, casi pude escuchar los engranajes de la mente de Sergei moviéndose. — Y que alguien lleve el auto de Nica a la mansión.

—¿Ha pasado algo con Nica?.

Su voz se volvió un resorte tenso, Sergei era más astuto que un zorro. Si ya no sabía lo que se estaba construyendo entre nosotros, probablemente lo sospechaba.

No lo culpaba, ¿Quien en su sano juicio querría a un hombre como yo con su hermana?.

—Está lo suficientemente borracha como para tomar malas decisiones–. Mi mirada se dirigió al coche, el cadáver dentro. — Tranquilo, Sergi, está en buenas manos.

Musite con burla, cortando la línea.

Volví a meter el teléfono en su sitio, pase una de mis manos bajo las rodillas inertes de Nica, levantandola en volandas.

No pesaba nada, era tan diminuta que no me sería difícil moverla a mi voluntad. La imagen pasó por mi cabeza, las diez mil maneras de follarla, haciendo que mi polla volviera a la vida.

Gruñí por lo bajo, esta mujer me tenía loco de la cabeza, jodido, metido en la m****a hasta el fondo. Acababa de matar a un hombre por tocarla, y mataría a cien más,. Porque ella era mía, mi obsesión, mi pecado, mi más grande deseo…mi perdición.

Moriría por ella, y si seguía así lo haría pronto, no podía pensar con racionalidad, me importaba una m****a la Bratva, el maldito negocio, prendería fuego el mundo por ella y me sentaría en primera fila a observarlo arder.

Negando con la cabeza abrí la puerta de mi bugatti, dejándola en el impecable asiento de cuero.

No pude evitar quedarme prendando de su belleza, las lineas suaves y delicadas de su rostro, el cabello tan negro como mi alma. Le acaricie el pómulo con el nudillo, apreciando la suavidad de su piel. Nica murmuró por lo bajo algo ilegible.

Le coloqué el cinturón antes de cerrar la puerta y ocupar mi asiento. Conduje con lentitud, mirándola de reojo cada dos por tres.

Llegamos a la mansión en menos de diez minutos, la saque del coche en la misma posición de antes, sin prestarle atención a las expresiones sorprendidas de mis hombres.

—Quiero la tapicería impecable.

—Sí Pakhan.

Subir las escaleras con ella a cuestas fue la cosa mas normal del mundo, sentir su cuerpo calido pegado al mío el placer y la tortura más grande. Por el pasillo me detuve frente a la puerta de mi habitación, abriendola con suavidad.

La coloque en la cama, debería meterla debajo de la ducha, limpiarla con esmero, pero no quería arriesgarme a despertarla, no cuando seguramente se marcharía. Esta noche, al menos, la quería en mi cama y no de una forma meramente sexual.

Con un par de movimientos me quité la americana y la camisa, dejándolas en el sesto de la basura, junto con los zapatos.

Apestaba a vomito, joder.

Mordiendome el labio me incline en la cacamaguiandolmis manos a su cuerpo le saque el vestido con lentitud, dejandola en lenceria de color negro. Las medias de red sostenidas por los ligeros que serpenteaba por unos muslos fabulosos me hicieron gemir por lo bajo, como me ponían esas malditas mierdas.

Desabroche las correas prendidas a sus muslos, dejando las dos nueve milímetros en la mesita de noche.

Deseaba observarla toda la noche, pero primero tenía que limpiarla. Me dirigí al cuarto de baño, mojando una toalla con agua tibia y mi gel de ducha. Un placer macabro me calentó la sangre al saber que por unas horas olería a mi, solo a mi.

Comencé a lavar su cuerpo con lentitud, observando los tatuajes que la cubrían casi por completo. Fruncir El ceño, no sabía que llevará tatuajes.

Los miré más de cerca, la barbilla me tembló con fuerza. Mis dedos sintieron la rugosidad característica en las cicatrices, tenía muchas, por todo el maldito cuerpo.

Algunas habían podido ser escondidas por los tatuajes, otras sin embargo, sobresalen de la piel. Heridas desgarradoras, graves, dolorosas.

Segui limpiando, mirando, la sangre me hervía en las venas.

En el bajo vientre tenía una incisión de unos siete centímetros.

Me quedé congelado en mi lugar.

Le di la vuelta con suavidad, revelándole la espalda.

—Jodido infierno.

Sentí como mi respiración quedó atascada en el pecho, tenía alas tatuadas, enormes, ocupando toda la espalda, debajo la palabra “Fallen” (Caído) me saludo. Pero eso no fue lo que me hizo sentir el mayor dolor de mi vida, si no el manojo destrozado de piel. Tenía la espalda lacerada, la piel curada, sobresaliendo en grandes protuberancias.

Algo húmedo y cálido me resbaló por la mejilla, no supe que eran lágrimas hasta que me las quité con los dedos.

Me quedé mirando esas gotas más que sorprendido, yo Kostya Volkov, el hombre más hijo de puta de la historia, estaba llorando, no había derramado una puta gota en años, ni por mis padres muertos, ni por nada. Sin embargo, aquí estaba, llorando de furia, frustración, dolor por una mujer que representaba todo para mi.

Por una mujer que se había guardado el infierno para ella misma.

Apreté la mandíbula, sentí los dientes protestando, de todas formas seguí colocando una de mis camisetas en el cuerpo femenino que ya no me parecía frágil para nada.

Me quedé mirándola, la ira volviéndose algo vivo en mi interior, después de todo, al parecer, tocaba prenderle fuego al maldito mundo en nombre de mi Reina.

***

Nunca dormía con las mujeres que me acostaba, jamás.

Daba una imagen que no quería dar, al igual que los besos, una gota de compromiso, de intimidad, una parte de mi que pretendía regalar nunca.

Pero aquí estaba. abrazado a un cuerpo cálido, despertando del mejor sueño de mi vida, o la ausencia de ellos. Nica actuó de escudo para mis pesadillas, mantuvo a raya los demonios que me acechaban todas las noches. Dormí como un niño.

Pero en cuanto los recuerdos volvieron a mi cabeza, la ira renació, quemándolo todo a su paso.

Llevaba una hora acariciándola, mirándola, descubriendo su cuerpo, una sonrisa se me escapó.

La muy sucia tenía un tatuaje en la cara interior del muslo, un corazón. Dentro había una pareja follando, ella con medias de red, las piernas envueltas a las caderas masculinas, él con un pasamontañas, el cinturón del pantalón desabrochado, la camiseta abierta revelando los tatuajes del pecho. ¿Que tenía eso de especial?, eran mis tatuajes en ese pecho, era mi pasamontañas, el que usaba para conducir mi moto, el que tapaba el rostro del hombre. Eran sus medias de red la que envolvían unas piernas que eran las suyas. Mi chica sucia tenía una fantasía conmigo y eso me calentó la polla.

La sentí removerse alrededor de mis brazos, cosa que me saco de mis pensamientos.

—¿Dormiste bien, pequeña?.

Su cuerpo se estremeció ante mi susurro.

—No me bastaba con los sueños húmedos, ahora tenemos alucinaciones. Genial.

Su murmullo adormilado me arrancó una sonrisa cabrona, quería comérmela entera, de pies a cabeza.

—No es una jodida alucinación, pequeña. Estas en mi habitación, mi cama, y mis malditos brazos.

Su cuerpo se tenso, la respiración se le agito, cuando saltó de la cama no se lo impidí.

Pase los brazos por detrás de mi cabeza, observándola con los orbes desorbitados, analizando su ropa, mi habitación.

—¿Qué carajos…

—Después del suceso en el auto del desafortunado, me echaste la pota encima. Te traje de regreso, de nada por cierto.

Se giró con la mirada enfurecida, la cual fue perdiendo fuerza cuando me repasó de arriba abajo, mi pecho desnudo en todo su esplendor. El rubor le acaloro las mejillas, hizo un movimiento inconsciente que me hizo apretar los puños, contenerme y no saltarle encima como un puto animal. La vi apretar las piernas con fuerza, intentando aliviar la necesidad.

—Tú, maldito loco del demonio. ¿Me desnudaste?.

Se miró mi camiseta, un placer retorcido me embargo al verla con mi ropa. Fue borrado al pensar en su pregunta y lo que descubrí al momento de sacarle la ropa.

Mi expresión cambió, aprecie el momento exacto en el que se dio cuenta del porqué. Sus orbes de tormenta se estrecharon y ardieron con el fuego del infierno.

—¿Quien te destrozó, Nica?.

—No sé de qué estás hablando.

Se dio la vuelta, dispuesta a marcharse.

Un gruñido salvaje me vibró en el pecho.

—No he movido mis fichas para darte la oportunidad de explicarte, contarme por ti misma. Esa consideración se irá en el momento que cruses esa puerta, nada me impedirá hacer la llamada.

Todo el cuerpo se le tensó, la vi apretar las manos en puños.

—Ni siquiera tú eres tan idiota como para meterte con el Boss.

Escupí las siguientes palabras con ácido, asustado de mí mismo por la intensidad de lo que me hacía sentir.

—Por tí iría a la guerra, por ti le pegaria un maldito tiro en la sien, sin importarme quien se me venga encima. Tu decides Nica, desató la m*****a guerra o me dices quien demonios se atrevió a lastimarte.

Tic, tac, tic, tac.

Cuando se dio la vuelta, había una expresión destrozada en su cara, lágrimas acumuladas en sus orbes.

—Cuando me mandaron al otro lado del mundo, Sergei se encargó de encubrir bien mi identidad. No tenía la protección del Boss porque nadie podría saber que pertenecía a la Bratva. Alguien lo descubrió. – Apretó la mandíbula. — Me interceptaron saliendo del colegio, me torturaron durante cinco semanas. Cuando se dieron cuenta que no soltaría palabra alguna me lanzaron en las puertas de Ecko, pensaban que estaba muerta.

M****a, m****a, m****a.

Los mataría a todos, rodarán cabezas.

—No tengo que explicarte que me hicieron, Kostya. Has descubierto lo destrozado que está mi cuerpo. – Hizo una mueca de asco, rabia. — Le supliqué a Ecko que no les dijera nada, tus padres acababan de ser asesinados y ya era mucho peso para los hombros de ustedes.

—No debis…

—¡No te atrevas a darme un maldito sermón!, ¿Sabes qué significa esto?. — Se subió la camiseta hasta revelar la incisión en su bajo vientre. — Significa que me dieron tal paliza que reventaron mis trompas, significa que los médicos tuvieron que cauterizarlas para que no me muriera desangrada. ¡Significa que no podré ser madre!.

Un sollozo desgarrador me partió el alma, el corazón, la vida misma. EL estómago me dio un vuelco.

Me levanté despacio, caminando en su dirección.

—Lo lamento, lo lamento tanto pequeña.

Intente rodearla con mis brazos, me empujo con fuerza, limpiándose las lágrimas con furia.

—Espero que estes malditamente contento, contento de haberme obligado a mostrarte lo defectuosa que estoy.

Me dejó con las palabras en la boca, marchándose de mi habitación con un fuerte portazo.

Lancé un grito, que seguramente se escuchó por toda la casa, y comencé a destrozar todo a puñetazos.

Termine con la respiración agitada, los puños hechos una pena.

La ira seguía ahí.

Con furia tomé mi teléfono, marcando un número que solo utilizaba en ocasiones especiales.

Todos pagarían, y lo harían con algo más que su vida.

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