Capítulo 3.

Me despierto por unos toques desesperados en mi puerta, son leves hasta que se vuelven cada vez más insoportables, yo opto por ignorarlos colocando la almohada sobre mi cabeza como si esta fuera un pequeño caparazón que me cubre del ruido, sin embargo, el molesto sonido sigue así que me levanto de la cama y abro la puerta encontrándome de frente a Andrea. Con ojos aun adormitados noto lo simpática que se ve en sus jeans ajustados, su camisa corta, su cabello recogido en una coleta alta, un maquillaje muy bonito y unos tennis.

—Creí haberte dicho anoche que hoy es tu primer día de escuela y que estuvieras lista las siete. Son las siete con quince, creo que vamos a llegar tarde.

—Y yo creí haberte dicho que no estudiarás más en esa escuela —le contesto en medio de un bostezo. Ella arque la ceja.

—Ver para creer, señorita, ver para creer, ahora mueve tu bonito culo al baño y hazlo ya, porque llegaremos tarde.

Sonrío ligeramente cuando la veo alejarse puesto que, aunque pensé totalmente lo contrario, creo que me llevaré bien con ella. Cierro la puerta cuando se ha ido, tomo mis cosas de baño, desconecto mi celular y corro con él hacia el baño.

Cinco minutos después ya esto corriendo de nuevo por mi habitación, me coloco mi ropa interior, tomo de la maleta mis jeans anchos descaderados, me coloco mi pequeña blusa corta, la que es lo suficiente para que se pueda ver el aro del ombligo, me calzo unos tennis, tomo mi bolso de mano, me hago la misma coleta que Andrea y salgo de la habitación con los lentes de mi madre.

—Te voy a matar porque no me dio tiempo de maquillarme —le digo a Andrea al encontrarme con ella bajando las escaleras.

—Vamos, tu madre me dejará conducir su auto —contesta ignorando totalmente lo que le dije anteriormente.

—¡Vaya! Eso sí que es nuevo, yo ni siquiera puedo respirar al lado de ese auto.

—Ella es buena conductora, lo noté cuándo vine de visita hace un tiempo y van muy tarde, así que sí, puede conducirlo —mi madre aparece desde la cocina tratando de justificarse, como siempre.

—Como sea, vámonos… —comienzo a caminar hacia la puerta, bajo el porche, y llego hasta el auto estacionado.

—¡Por cierto, se dice buenos días! —escucho que Amber grita desde adentro.

—En serio, tu relación con tu madre es muy rara… ni parece que hace solo unas horas le dijiste que le encanta chupar penes por veinte dólares —comenta mi acompañante mientras abre el auto.

—Solo conduce, Toretto —ella ríe.

Llevamos en camino algunas cuadras cuando ella rompe el silencio.

—Probablemente no quieres contestar esto, pero ¿siempre ha estado tan jodida a relación con tu madre.

Carajo… sabía lo que saldría de su boca en cuanto dijo probablemente, y como siempre, no me equivoqué. Es más que una relación jodida, está quebrada, le he hecho y me ha hecho demasiadas cosas como para que las cosas estén bien, por eso, lo único que quiero es irme de su lado, pero no irme a otra caja gris, quiero realmente estar en la cima donde todo es dorado y luminoso; yo sé que es allí donde pertenezco, porque he soportado mucha m****a como para quererla aún más en mi vida.

—Tienes razón, no quiero contestar,

—Es que… no lo sé, solo ella no me parece tan mala, me refiero a que es amable, gentil, comprensiva y quiere a mi padre, lo noto, así para mí es extraño que siendo tu madre no puedas ver eso.

—Mira, Andrea, que te hay logrado engañar con su papel de niña buena, es muy tu problema, pero no intentes que me cruce al team Amber, porque entre esa zorra y yo no hay nada… ni una pizca de cariño. No te metas o de lo que contrario vas a joder la bonita opinión que comienzo a tener de ti.

—Okey, lo siento, tienes razón, yo no tengo por qué meterme, discúlpame.

Decido no contestarle nada y solo mantenerme en silencio todo el camino, un par de minutos más tarde, nos detenemos en la escuela. Un edificio normal, como todos a los que he ido se alza ante mí en cuanto bajamos del auto en el desolado estacionamiento.

—Tendremos que pasar por detención, ¡carajo!

—¿No podemos entrar y ya está?

—Cierran las puertas justo a las siete y media; no quieren que lleguemos tarde.

—¿Disculpa? Y si hay un maldito incendio, ¿por dónde carajos vamos a salir?

—Las puertas se abren por dentro con un simple botón, relájate. Llamaré a alguien, pero lo odiarás.

—Déjame adivinar, a Aaron —le contesto a lo que ella sonríe—, llámalo, que al menos nos ayude en algo productivo.

Ella saca su IPhone, teclea algunas cosas y lo vuelve a guardar en su bolsillo trasero. Nos quedamos mirando el suelo hasta que, del otro lado de la puerta, aparece Aaron, con su linda y probablemente sudada, pero que lo hace lucir condenadamente bien, gorra hacia atrás.

—Me gusta esto de salvarles el trasero, así me deben algo y me encanta cuando chicas lindas me deben algo —es lo primero que dice luego de abrir la puerta.

Andrea no le contesta, simplemente entra, yo hago lo mismo justo detrás de ella solo que yo sí abro la boca para contestarle.

—¿Y cómo pretendes que te paguemos el “inmenso” favor que es abrir una puerta? —él ríe ante mi evidente sarcasmo.

—El hecho no es abrir la puerta, el hecho es que les estoy evitando pasar por la puta detención. Aaron uno, Victoria cero

—No sabía que estábamos jugando —le contesto, él vuelve a poner su estúpida sonrisa frente a mí acercándose como un animal hacia su presa, solo que por nada del mundo me muestro intimidada.

—Ahora lo sabes, muñeca.

—Okey, idiotas, ya basta; Victoria al fondo a la derecha está la dirección, entra inventa algo, estoy segura de que puedes hacerlo. Aaron y yo corremos a clase, te llevaría, pero… —le contesto a Andrea, interrumpiéndola.

—Estaré bien, no te preocupes, no es la primera vez que soy la nueva —le guiño el ojo y me dirijo hacia el final del pasillo, y efectivamente al doblar a la derecha puedo observar la dirección.

Toco la puerta dos veces levemente hasta que una voz masculina me pide que entre.

—Hola…

—Tú debes ser Victoria Miller, es un placer, tú… bueno, Andrew me habló de ti. Soy el subdirector Brown.

—Sí, es un placer, lo siento mucho, yo… sé que es muy tarde y literalmente es mi primer día, pero estaba, bueno estoy muy nerviosa y yo...

—Tranquila, no estás en problemas. Yo te esperé para enseñarte la escuela.

—Gracias, Andrew o profesor Andrew, yo...

—Llámame profesor —me contesta.

Mirando cómo se creyeron mi teatro de chica tímida, incluso Andrew que me escuchó decirle zorra a mi madre en muchos idiomas, me doy cuenta cómo me fascina fingir emociones y cómo me llena de orgullo hacer que me las crean. Literalmente yo puedo ser quién quiera ser y no sé por qué siento que esta vez será diferente, que esta vez yo será la ganadora.

—Así es Victoria, él te enseñará la escuela, yo en cambio te doy la más gratas de las bienvenidas a nuestras instalaciones, espero que te sientas a gusto; este de aquí es tu horario —el subdirector me tiende un papel—, y no olvides decirle a tu madre que debe venir a firmar unos papeles.

—Está bien —sonrío—, gracias.

Me levanto de la silla al tiempo que Andrew abre la puerta para mí, le doy una última sonrisa al hombre con traje de cincuenta dólares y salgo de la oficina gris.

—Andrea llegó tarde también, supongo —es lo primero que me dice cuando estamos lo suficientemente lejos de la oficina.

—Fue mi culpa, en serio, yo no estaba muy emocionada por venir.

—No te preocupes, no estoy enojado —me contesta tomando la hoja que reposa en mis manos—. Bueno, tienes inglés, es en el tercer piso, la maestra es…

—De hecho… —lo interrumpo de repente—, esperaba que me dejaras robarme un par de minutos más, necesito hablar contigo.

—¿No puede ser en la casa?

—No, es a solas, es algo que mi madre no aceptaría.

—Victoria, no quiero tener problemas con tu madre, ¿de acuerdo? La discusión de ayer estuvo muy fuerte y no quiero estar en medio de todo esto.

—No es sobre eso, ni es nada descabellado, solo es… una idea. No creo que mi madre se enoje porque escuches a su hija dos segundos —él resopla y me lleva hacia las bancas del pasillo continuo.

—Te escucho…

—Okey, sé que eres profesor, y es un pueblo chico así que yo intuyo que conoces al o la directora de la preparatoria del norte…

—No, no, no, ya sé a dónde va esto… tu madre no puede pagar la mensualidad de esa escuela, yo menos.

—Lo sé y por eso te necesito, Andrew, yo… —resoplo—, sé que te acabo de conocer, pero necesito que sepas que estoy cansada, no sé cosas de trigonometría o física que debería saber a mi edad porque nunca he podido terminar un año en una escuela, siempre estamos mudándonos y siempre estamos estancadas. Yo necesito de una buena escuela para que me acepten en una buena universidad y ser alguien.

—¡Ya tú eres alguien!

—Alguien con carencias, Andrew, el estudio es lo único que me ayudará a salir adelante.

Quiero que quede claro que el estudio me importa un carajo; yo necesito ir a esa escuela porque me relacionaré con las personas que me sacarán de esta miseria, solo necesito estar allí dos minutos y mi plan inicia, solo eso necesito; dos minutos, pero Andrew no sabe eso, no necesita saberlo.

—¿Y cómo puedo ayudarte yo?

—No solo a mí, a tu hija Andrew, a Andy, ella también merece de una buena educación, por lo que me di cuenta les enseña a muchos aquí. Puedes conseguirnos una beca completa o una parcial, sé que no hacen eso en esos lugares, pero podemos hacer mucho con las notas de Andy. Las mías no son tan buenas, pero tampoco tan malas.

—Acabas de entrar aquí, Victoria, hice mucho para que te aceptaran con el año iniciado.

—Pero, puedes hacer más… ¡por favor, Andrew, por favor! —él se queda pensativo hasta que resopla, resignado.

—Está bien, iré después de clases a hablar con el director.

¿director? Muchísimo mejor.

—¡Dios mío, gracias! Déjame ir contigo.

—No, un favor como este… es mejor que lo haga solo.

—Si le muestro ganas de estar allí, eso ablanda el corazón de cualquiera.

—Está bien. En el estacionamiento después de clases, ahora ve, aún no sabemos si entrarás. Espero que tu madre esté de acuerdo con todo esto —finaliza.

—Tal vez no lo esté, no nos llevamos bien cómo te diste cuenta —bajo la cabeza fingiendo tristeza—, pero sé qué tú lo harías entrar en razón.

—Por supuesto, también eres mi hija ahora.

Estuve todo el día en clases aburridas, con personas insípidas y muy distintas a mí, hasta que por fin la campana suena y es la señal, es mi señal para ir a hablar con ese director riquillo. Andy se fue hace unos minutos en el auto de mi madre y yo estoy esperando a Andrew en el estacionamiento como me dijo, el cual está un poco solo porque la mayoría ya se han ido.

La puerta se abre y me doy la vuelta pensando que es Andrew, sin embargo, son dos chicas que corren hacia el otro lado de la calle. Noto que están nerviosas y se “intentaron” vestir de la mejor manera. Al parecer son de primer año.

Están esperando a alguien, hasta que ese alguien llega, o más bien ese algo; una camioneta extremadamente lujosa y que se me hace ligeramente familiar da la vuelta en la esquina y se detiene justo frente a ellas.

El conductor se baja del auto y me quedo perpleja al ver quien es; el hombre de la tienda, ¿pero qué carajos hace él en el lado de la caca? Le da un par de besos a las chicas en las mejillas y estas ríen a carcajadas. Una de ellas se muestra más confiada, mientras la otra está mucho más nerviosa. La primera luego de reír saca algo de su bolso y se lo tiende; un sobre, la otra chica me ve desde el otro lado y le da un codazo a su amiga, a lo que los tres me miran de inmediato. Yo, desvío la mirada y me doy la vuelta, abro mi bolso y saco un cigarrillo, me recuesto en el coche de Andrew y por el retrovisor observo cómo el hombre me sigue viendo mientras vuelve a su auto, arranca y se va velozmente.

Enciendo el cigarro mientras veo cómo las chicas vuelven hacia acá. La más audaz es la que me habla cuando se acercan.

—¿No es muy temprano para fumar? —yo no contesto y dejo salir el humo de mi boca—, ¿acaso eres sorda?

—¿Qué quieres? —contesto.

—Nada, solo quiero comentarte que la curiosidad mató al gato —yo me río.

—Cálmate, chica super poderosa, ni siquiera sé quién eres así que nada ni nadie me va a matar porque no soy un maldito gato y porque me importa lo que tú y tu amiga hagan, así que ves a acusar a alguien más de perra chismosa.

—Vámonos Maddy, no importa —su amiga la jala del brazo y ella cede aun viéndome con “desprecio” hasta que ambas se van.

Con que Maddy de primero año ¿eh? De hecho, sí que me puede ayudar saber que lo que haces señorita.

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