Capítulo 11.

Mi madre nunca me había hecho cuestionarme lo que soy, lo que tengo, lo que seré o lo que tendré, considerando que me ha dicho, más bien, nos hemos dichos cosas realmente feas, pero ayer, anoche, fue diferente, no dormí mucho, de hecho. Intenté pensar en otra cosa, no darle importancia, después de todo, fue una pelea como cualquier otra, pero no pude, no pude siquiera sacarme sus palabras de mi cabeza por medio segundo. Me hizo sentir estúpida y vulnerable y no me siento, así como desde los cinco años, si cuando, era una niña y alguna mocosa estúpida se burlaba de mi ropa vieja y mis bolsos con agujeros. Malditas perras, es lo único que pensé cuando cumplí doce.

El caso es que no pude, misteriosamente no pude no darle importancia, se me quedó tatuado en la mente, fijo, tan fuerte que no se quita, carajo, no se quita y es justo en lo que pienso ahora, en el momento en que se quite porque no soportaría que siguiera en mi mente por un tiempo prolongado, como lo que resta de mi vida, por
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