Capítulo 5.

La relación madre e hija siempre ha sido complicada, eso lo sé, de hecho, lo sé muy bien, porque desde que nací y tuve consciencia supe que fui un puto error. Mi madre no es la peor madre del mundo, no me dejaba llorar por horas, me tenía en desnutrición o barbaridades como esas, de hecho, hizo muchas cosas que no quería por mí, pero he aprendido con los años que ser madre no es solo dar a luz y poner un plato lleno de comida sobre tu mesa, o llevar la compota en el avioncito hasta tu boca, es definitivamente mucho más que eso, es ponerte a ti sobre cualquier cosa, apoyarte, educarte y amarte, porque poner un plato sobre la mesa, lo puede hacer cualquiera, pero estar para ti, eso si es trabajo duro, que solo una madre, una verdadera podría hacer.

Y Amber no fue eso para mí. Nuestras peleas y enfrentamientos no empezaron ayer, es desde hace mucho tiempo y el hecho de que ella se refleje en mí y vea lo que he hecho y no hizo, lo que podré lograr y no logró, eso la carcome y hace que me odie, bueno, tal vez no me odia, pero preferiría no verse reflejada en mí.

En cambio, yo busco ser lo opuesto a ella, yo busco una vida que sí me merezco, una vida acomodada, una vida donde pueda tener las cosas en el momento que quiera, como las quiera y luego dejarlas ir porque me dejaron de importar. Son tantas las ganas que tengo por obtenerlas que cuando las tengo se le quita la magia, lo especial se deshace y se vuelven viles y vanas para mí. Tal vez tenga mucho que ver el hecho de que sea capricornio.

Incluso, aunque suene mal, aunque suene muy mal, las personas también son eso para mí, sobre todo los hombres; desde el inicio de los tiempos ellos nos utilizan para satisfacer sus necesidades carnales, deseaban algo, sí algo, donde meter su feo y a veces mal oliente aparato reproductor y con el paso de los años y la llegada de las nuevas generaciones aquello empeoró y ahora quieren que ese algo, además sea bello y bien parecido, para tener de qué alardear porque el ego de esos hijos de puta es lo único que les importa, por eso, siempre he pensado que el quiera celeste, que le cueste. Si quieres estar con una mujer bella como yo, te va a costar y mucho porque no me merezco menos, porque nací para triunfar, porque estoy destinada a la grandeza y porque como lo he dicho varias veces, yo siempre consigo lo que me propongo.

Así que aquí mirándome al espejo como usualmente algo cuando tengo monólogos y pensamientos motivacionales en mi mente sonrío porque entrar a esa escuela de ricos es mi primer peldaño, el primero de muchos, el primero que me llevará a mi cima.

Me retoco el maquillaje antes de tomar mi bolso y salir de mi habitación hacia la de Andy pues debemos seguir yendo a la escuela, hasta que logremos entrar a la otra. Me acerco a la puerta entreabierta y toco, ella susurra un pase, y yo la abro completamente encontrándome una habitación bastante ordenada, con las sábanas tendidas, las cortinas abiertas, una mesa de estudio limpia y un aroma espectacular, mientras Andy está bañada y vestida con un libro de francés en la mano.

—¿Qué haces? —le pregunto.

—Bueno, alguien debe ganar ese examen —contesta sin despegar la vista de la pagina que lee. Yo corro entusiasmada dentro, cerrando la puerta tras de mí.

—¡No me jodas! ¿en serio? ¿vas a hacer esto por mí?

—Por las dos, Victoria, sé que por qué lo haces tú y no te juzgo, pero yo sí quiero estar en una buena universidad, ser doctora.

—Lo serás, te lo juro —le contesto.

—Bueno, ahora debemos pensar cómo copiarás mi examen.

—No te preocupes, no es la primera vez que lo hago.

—Es la primera vez que lo hago en una escuela tan prestigiada —yo río.

—Créeme, esos malditos ricos también van a copiar —Andy sonríe cerrando su libro y metiéndolo a su bolso.

—Está bien, vámonos, no quiero llegar tarde.

Al llegar a la escuela a la hora adecuada me doy cuenta la clase de estudiantes que hay aquí y es literalmente como cualquier otra; grupos bien formados, los populares, las porristas, los deelers, los nerds, Andy que es una mezcla de todos y yo que no pertenezco aquí. Ambas bajamos del auto de Andrew quien se despide con la mano mientras se aleja, a lo que su hija y yo nos quedamos recostadas en el auto mientras tocan la campana.

De pronto, vemos que llega una camioneta casi nueva, en perfecto estado, de donde se baja Aaron y algunos chicos, Andy frunce el ceño y le pide que se acerque. Él lo hace.

—¿Desde cuándo llegas temprano? —le pregunta.

—Desde que no te debo explicaciones, muñeca.

—¡Que idiota! —musito y él claramente escucha.

—A ti te puedo dar todas las que quieras —me contesta, pero no le contesto porque sus amigos con chaqueta del equipo se acercan.

—¿Quién es la nueva? —le preguntan a Aaron.

—Es la hermanastra de Andy, se llama Victoria.

—Yo puedo presentarme —digo a lo que todos sonríen.

—Que lindo cuando quieren mostrar sus garras en la primera impresión —comenta uno de ellos mirándome de pie a cabeza.

—Que lindo cuando me muestran que perderé mi tiempo en la primera impresión —él solo me guiña un ojo sonriente.

—Soy Travis, es un gusto Victoria —se presenta y se aleja cuando tocan la campana.

Aaron está a punto de hacer lo mismo cuando noto que vienen entrando la chica Maddy y su amiga, así que lo tomo del hombro y hago que se detenga.

—¿Quiénes son ellas? —Andy ríe.

—¿Las narco barbies? —pregunta Andrea.

—¿Las qué?

—Les decimos así porque andan vendiendo drogas para un hombre peligroso, pero solo están jugando con ellas. Nadie dice nada, pero van a aparecer muertas en cualquier momento —me contesta Aaron.

—¿Hablas del hombre de la camioneta fina?

—¿Y tú cómo sabes eso? Llegaste hace literalmente hace como tres días —exclama Andy con su ceño fruncido.

—Soy buena observando…

—Pues no lo hagas, no es bueno.

—Es cierto, muñeca, de hecho, intentaron contactarse conmigo porque tengo más clientes, pero lo dejé pasar. Yo no me meto con esas mierdas.

—¿Cómo…?

Cocaína, aderall, fentanilo, carajo, yo solo vendo hierba —exclama el chico.

—¿Y ese hombre de dónde es? —pregunto.

—Nadie sabe, puede ser de un pueblo vecino, no creo que tenga casa en el norte y definitivamente no tiene una casa aquí en el sur —comenta Andy.

Las chicas pasan por nuestro lado sin vernos y luego de un tiempo también entramos a la escuela.

Y estando en nuestra clase de inglés donde me comienzo a quedar dormida y la que comparto con Aaron, decido que, para evitar caer en un profundo sueño, lo repararé mucho más de cerca; es realmente un chico muy guapo, alto, delgado, pero no es de esos chicos que parecen un pequeño y escurridizo fideo, no, él tiene los músculos necesarios para su cuerpo, tiene las medidas exactas que, en lo personal, me gustan. Su cabello es castaño y sedoso, sus ojos son color miel y cuando el sol le pega justo en el rostro, es lo más bello que puedes ver, su nariz es ligeramente fileña y tiene facciones muy marcadas, pero lo que realmente es perfecto, en lo que te puedes perder, es su sonrisa, su m*****a sonrisa.

De pronto noto que se ha dado cuenta de mi momento de acosadora, así que solo le arqueo una ceja, a lo que él me muestra mi debilidad. No le quito la mirada luego de un rato, hasta que por fin pierde nuestra pequeña guerra. Pasan los minutos y la clase sigue su curso, hasta que yo no puedo más del aburrimiento y del sueño y pido permiso para ir al baño.

Salgo del salón un poco perdida, recorro los pasillos solitarios, hasta que por fin encuentro lo que busco. Al entrar noto que están ligeramente limpios, lo que no me sorprende o asquea porque he visto mucho peores, hago un poco de mi primera necesidad, me lavo las manos y me retoco las ondas de mi cabello con la yema de los dedos, busco la salida, pero me topo de frente con Aaron.

—Creo que te equivocaste de baño —le digo.

—Creo que entré al correcto —sonrío.

—¿Qué quieres Aaron?

—Yo sé que no tengo que pronunciarlo. Sé que sabes lo que quiero y sé que no pondrás problema en ello. No te parecerá inapropiado o loco…

—¿Por qué? ¿Por qué según tú soy una puta? —ríe.

—No he dicho eso, no pongas palabras en mi boca que jamás han salido de allí —contesta acercándose un poco más.

—Es porque quisieras tener otra cosa en tu boca.

—¿Cómo qué?

—Mi boca, mis tetas… o algo mucho más abajo.

—Siguen sin acertar, de hecho, creo que sí entré al baño equivocado —yo acorto aún más la distancia entre ambos y deslizo mi mano desde su pecho hasta sus pantalones, donde se presenta un abultado pene erecto.

—No te preocupes, no necesito que tú quieras irte, sino que él quiera quedarse —susurro.

En cuestión de segundos me toma fuertemente del cabello que está justo bajo mi coronilla y ambos nos adentramos en un cubículo, me da la vuelta, dejando mi trasero expuesto y comienza a tocarlo con anhelo. Me giro para verlo a los ojos, y abrirle los pantalones a lo que él hace el maldito movimiento de tratar de empujar mi cabeza, sin embargo, no cedo y con todas mis fuerzas, colocando mis manos en sus hombros hago que se hinque frente a mí.

—Quién va a recibir una mamada soy yo, cariño —él sonríe, me abre los jeans, los baja junto a mi ropa interior y comienza a chupar y lamer con todas sus fuerzas.

Mi primera reacción es enredar mis dedos en su sedoso cabello mientras disfruto de la sensación. Comienzo por sentirme cada vez más jodidamente excitada así que hago que se levante, y me giro, dándole todo mi trasero a sus ojos.

—¡Dios, estás jodidamente buena! —susurra con voz ronca.

Coloca su mano en la parte baja de mi espalda, haciendo que me incline para introducir uno de sus dedos en mi vagina, comienza lentamente hasta que poco a poco la intensidad va moviendo y logra meter un dedo más.

—¡Carajo, me encanta lo mojada que te pones!

Saca los dedos, me vuelve a tomar del cabello y con la otra mano saca su miembro, me giro sobre el hombro para verlo y noto que tiene un tamaño bastante promedio, pero no me desagrada. Hace varios trucos con sus manos, abre el condón, se lo coloca y me penetra lentamente,

—Dios… —gime y no hay cosa que me prenda más que un chico que no le da miedo a gemir, mostrar lo que está sintiendo.

Sus embestidas comienzan a ser más fuerte a tal punto que nuestros cuerpos chocan haciendo un sonido en todo el baño, intento mantenerme callada, pero no puedo evitarlo cuando él con un poco de dificultad por el espacio y la posición, comienza a estimular mi clítoris con sus dedos, así que simplemente me dejo llevar y dejo que mis gemidos salgan con naturalidad. El agarre en mi cabello aumenta, lo que personalmente me encanta y me comienzo a sentir muy, muy bien cogida.

Deja de mover sus dedos en mi clítoris cuando estaba a punto de correrme, por lo que lo sigo haciendo yo, haciendo que segundos después logre mi cometido.

—¡Carajo, que rico te corres!

Aaron continúa moviéndose como un maldito caballo hasta un par de minutos más, se corre. Se asegura de salir con cuidado de mí y sacar el condón.

Me subo los pantalones y salgo del cubículo pues el calor es infernal. Me lavo las manos, me arreglo el cabello y le guiño el ojo por el espejo.

—No estuvo nada mal, para ser un flaquito sin ganas —lo molesto.

—Cierra la boca, utilízala para otra cosa.

—Será en otra ocasión —le contesto mientras salgo del baño.

Las clases acabaron, y en vista de que me tardé un poco llevándole la puta firma de mi madre al director, dejé que Andy se fuera sin mí para que llegara a la biblioteca por los libros de mandarín, por lo que casi a rastras, me tocó caminar a casa.

De hecho, este lado del pueblo a pie es mucho más tétrico que en auto y más cuando eres una chica, caminando sola y al dar la vuelta, casi para llegar, te das cuenta de que una camioneta lujosa te está siguiendo. Sí, la camioneta que vi por primera vez a las afueras del pueblo, probablemente conducida por el mismo hombre.

Está siguiéndome, o al menos eso es lo que parece por lo que yo solo camino un poco más rápido, pero al mismo tiempo no quiero que sepa donde vivo.

Comienzo por acercarme a mi calle, y ella comienza a acercarse a mí, mis piernas comienzan a temblar, mi corazón a latir frenéticamente hasta que, al llegar justo en la esquina, la camioneta da la vuelta y se aleja por la calle del costado. En cuanto estoy fuera de su campo de visión corro, corro hacia la casa, entro y cierro la puerta fuertemente.

¡Mierda! ¿ahora qué quiere ese hombre de mí

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