Capitulo 4

Burka

Coloco los codos en el escritorio y las manos en mi cabeza, el cansancio me pesa, no físico, es agotamiento mental.

Suspiro mirando a la ventana cuando ese par de ojos café vuelven a mi mente, es preciosa y no tiene ni la mas remota idea de eso.

Pero me he propuesto a solo verla, no es un pecado para una persona como yo el solo ver, porque si la tomo, se que no la voy a soltar y no estoy en condiciones en apoderarme de alguien cuando ya tengo a alguien a mi lado.

Es lo que piensa mi lado racional.

El irracional me recuerda que mi matrimonio con Liébana a sido por conveniencia y tengo derecho de disfrutar de alguien que si me guste.

En su momento Liébana me gustó, pero su actitud caprichosa me agotó rápidamente el gusto y ahora solo me estorba.

—Sr Burka, ha llegado su pedido del café Mamá Bella.

—Por favor dile que pase adelante.

Un sonrisa se dibuja en mi rostro, Savannah pasa a mi oficina con su mirada de confusión, aún así sonríe al verme.

—Buenas tardes. Aquí tiene su pedido Sr Burka. 

El señor llega a partes de mi que no debería.

—Buenas tardes señor Burka — Anthony pasa justo detrás de ella borrando me la sonrisa en el acto. Muevo mi cuello y suspiro. Si se da cuenta de este gusto culposo de solo admirar y desear será una patada en el culo constante.

—Muchas gracias Savannah, déjala aquí y puedes retirarte.

Ella asiente y coloca la comida en el escritorio, sin verme, con las mejillas rojas y mordiéndose su labio inferior, se me olvida la plaga que entró junto a ella y la veo hasta que desaparece por el umbral.

—Vaya que le agarraste el gusto a Mamá Bella…

Suspiro — ¿Qué coño quieres?

—Oh, nada solo hablar de trabajo… pero no quiero incomodarte, cuando tienes en mente el culo de la repartidora en la mente.

—Habla lo que tienes que tienes que hablar y vete hacer lo que te corresponde.

Para mi suerte no jode más con el tema, Anthony es mi mejor amigo de toda la vida, aunque mis orígenes son Árabes, me crié en norte américa, con mi madre, el es hijo de la mejor amiga de mi progenitora, por lo que hemos estudiado juntos desde la guardería, hasta en la universidad solo que tomamos carreras diferentes.

Mi empresa es de importaciones y pertenecía a mi padre, pero el está encargado de la principal ubicada en Turquía.

Cómo poco después de las tres cuando la comida está fría, pero aún así deliciosa, conocí el café de mamá bella hace muchos años con mi mamá, cuando aún era un pequeño.

Ella es amante es la comida italiana y mamá bella ofrece en su menú comida tradicional de su tierra, inclinándose más a lo original y casero, dejando de lado lo gourmet.

Tengo diferentes lugares en dónde me alimento, pero desde que está Savannah allí, se ha convertido en uno de mis favoritos.

Su mirada hacia mi es como la de la mayoría de mujeres, pero con respeto, no con zalamería, a pesar de ser joven en sus ojos se ve una madures que pocas veces ves en chicas de su edad, y mas en mi entorno, en donde todo es lujos y caprichos.

Es preciosa, ya lo he dicho, me gustan sus curvas, a pesar de que es delgada sus caderas son acentuadas y sus pechos pronunciados, su rostro es angelical, nariz respingona, labios gruesos, cejas y pestañas pobladas y nunca le visto un gramos de maquillaje, es preciosa tal cual es.

Mi pantalón se siempre apretado cada vez que pienso en ella últimamente.

Mi teléfono suena y se me baja todo al ver el nombre de Liébana.

Suspiro.

—¿Qué quieres?

—Hola amada esposa… así se saluda Burka, ¿No me extrañas?

—No, puedes quedarte por allá si te da la gana — la línea se queda en silencio — Di lo que tengas que decir Joder, que estoy trabajando.

—Bueno, solo quería saber cómo estaba todo y decirte que vuelvo este fin de semana.

Giro mis ojos.

—Me da igual Liébana…

Se queda de nuevo en silencio y corto la llamada.

Termino un poco más tarde de lo normal y me apetece manejar hoy, así que pido las llaves a mi chófer.

Illinois es una ciudad hermosa y tranquila, manejo hacia las afueras de la ciudad, la zona rural en dónde está mi casa, tengo un apartamento en medio de Chicago, pero gusta la casa cuando no está Liébana.

Por alguna extraña razón ajena a mi sentido común, paso primero frente al café, ya está cerrando, Savannah se despide de Catalina y Lucio, y sola toma el sentido contrario.

Recuerda, es solo ver, sin tocar, pero joder…

Doy la vuelta y manejo en su dirección.

Va moviendo la cabeza, escuchando música, ajena a todo lo que ocurre a su alrededor, ajena a mi que la voy acechando, con ganas de comer, pero teniéndolo totalmente prohibido.

No sé que tiempo pasa, solo se que el tiempo acechándola se acaba y ella llega a un edificio de clase baja y entra. Es un buen suburbio.

Sigo mi camino y termino decidiéndome por quedarme en el apartamento en medio de la ciudad de Chicago.

Me doy una ducha fría y avanzo un poco las cosas para el siguiente día en la oficina.

Me levanto temprano para ir a la empresa y paso a darle a mi vista su gusto culposo.

Si embargo la consigo con los ojos hinchados, solo me dice “Buenos días” sirve mi comida si siquiera verme a la cara.

No he querido meter mis narices en lo que no debería importarme, porque sería empaparme más de ella y no ayudaría para mí estado.

El problema de ella va más allá de lo económico, no es la primera vez que la veo así.

Deje una suma mas alta de propina y al verla es la primera vez en la mañana que se dedica a verme.

—No debería… es demasiado, señor.

El señor llegando de nuevo a lugares sensibles.

Me acerco un poco a ella quedando justo al frente, debe alzar un poco más su rostro para verme a los ojos, es pequeña y...

Veo a Catalina de reojo con toda su atención en nosotros.

Inhaló su aroma a frutas y comida.

La deseo demasiado…

—Resuelve lo que debes resolver, no es bueno trabajar con un rostro triste y demacrado, da mala presentación para el restaurante.

Si claro…

Ella asiente y se muerde el labio inferior, por inercia lo suelto y ella se sobresalta, quiero mucho incar mis dientes sobre el pobre cervatillo desvalido. Lo devoraría tantas veces, una y otra, y otra, y otra vez, tantas veces hasta que quede satisfecho, la boca se me vuelve agua.

Pero no puedo joder!

Salgo de allí como alma que lleva el diablo,  lo mejor será que no vuelva más, por su bien, por su bien debo alejarme.

—¿Qué te ocurre? Hasta aquí se siente tu mal humor, ¿Ya llegó Liébana?

Resoplo, mi humor empeora, no recordaba su estúpida existencia, si no fuera por ella, ya tendría a Savannah en mi cama abierta de piernas.

—No es de tu incumbencia.

—No se porque, llámalo intuición, pero ese mal humor tuyo puede tener que ver con cierta morena…

—Cállate joder!

—Savannah era su nom…

—¿A qué m****a vienes a mi oficina? Déjate de joder.

—No te tiene mal, te tiene grave…

Lo ignoro y procedo a trabajar que es a lo que vine. Me alejare de ella, la sacaré de mi mente y me dedicaré a lo que debo, que es mi empresa y sus trabajadores.

 

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