—Tengo que irme —dije, levantándome de la cama y comenzando a vestirme rápidamente. Las sábanas aún guardaban el calor de nuestros cuerpos, pero yo ya estaba enfriándome, cerrándome en mi propia decisión.—Leo, pero creí que te quedarías toda la noche. Por favor, no te vayas —suplicó la mujer a mi lado, cuyo nombre apenas recordaba. Sus ojos, húmedos y suplicantes, buscaban algo de comprensión en los míos, pero ya estaba demasiado lejos.Admito que soy un desastre y siempre he creído que el amor es una maldita pérdida de tiempo. Todo en mi vida parece ser temporal, fugaz como las sombras al amanecer.No logro tener un momento de paz; siempre hay una mujer detrás de mí. Pero, al fin y al cabo, quien recibe un regalo no debería llorar. Yo aprovecharé lo que la vida me ofrece. Si las mujeres deciden entregarse a alguien como yo, que así sea. No me importa.—Leo, quédate —insistió la mujer en un último intento desesperado por convencerme de quedarme, algo que no haré. Su voz temblaba, car
★Marisol.Mientras me preparaba para la cena romántica que había planeado para nuestro aniversario con David, la ansiedad me invadía.—Ya pasan de las 9 y aún no llegas —murmuré, observando el reloj que colgaba en la pared de nuestra casa.David rara vez era puntual. Su trabajo lo absorbía tanto que apenas tenía tiempo para llegar temprano a casa. Entendía su situación; habíamos pasado de ser jóvenes ricos a luchar por llegar a fin de mes.Recuerdo cómo cambió todo cuando quedé embarazada en la preparatoria. Mis padres me echaron de casa, David se negó a casarse conmigo, y me vi sin hogar.Durante dos meses, viví en casa de una compañera de la escuela, pero cuando mi embarazo se hizo evidente, sus padres me echaron también.Desesperada, busqué a David. No quería estar en la calle, incluso llegué a considerar abortar, pero sus padres lo convencieron de hacerse cargo de mí y del bebé. Nos casamos, y ahora, después de 10 años, nuestra relación ha tenido altibajos como cualquier otra pare
—¡Marisol! —gritó David, visiblemente consternado.—No me grites. Váyanse a su casa. Es muy tarde para que la señorita ande de pie. Debe estar cansada; su vientre es muy grande y seguro ya va a nacer el bebé, pobre mujer —le dije a David con sarcasmo—. Conozco a un buen masajeador de pies y de espalda por si necesitas un masaje. Y cuídate, porque después de tener el bebé uno tiende a engordar, solo mírame. Bueno, me voy a dormir.Puse mi mano en el hombro de la mujer y los dejé súper confundidos. No voy a llorar por un hombre que vale tres centavos. Por mí, puede irse al infierno un millón de veces.Subí a mi recámara y escuché cómo la puerta de la calle se cerraba. Al parecer, mi estúpido esposo ya se había ido.Si me siento mal, perdí mi figura, diez años de mi vida al lado de un inútil de hombre, y ni siquiera terminé mi carrera porque me dediqué a criar a un niño y a ser una esposa ejemplar. Pero por mi Mathías, haría cualquier cosa.Me di un baño relajante y me preparé emocionalm
—Sonreí ante su comentario, pero ella parecía ofendida.—¿Qué? ¿De qué se ríe? ¿Cree que me comí un payaso o qué? Señor, si solo se burla de esta gordita, sepa que buscaré trabajo por otro lado —advirtió, mostrando fiereza en su tono.Me levanté de inmediato, antes de que ella se fuera, y extendí la mano hacia ella.—No se vaya —le rogué, tomando su mano con suavidad.Cuando nuestros ojos se encontraron, me quedé sin palabras ante su hermosa mirada.—Deje de burlarse de mí, ¿señor? —me reprochó, con un brillo de indignación en sus ojos, aunque ni siquiera le había mencionado mi nombre.★Marisol.—Leonardo —pronunció, su voz resonaba en la oficina con una autoridad que me hizo estremecer.—Señor Leonardo, usted es el administrador de recursos humanos y no puede burlarse de mí, o le diré a su jefe que está abusando de su poder —respondí, sin retroceder ante su mirada penetrante.Él pareció sorprendido por mi respuesta, pero mantuvo la compostura.—¿Mi jefe? Yo...—¿No me diga que le tie
★Marisol.Me quedé en silencio por un buen rato, tratando de entender por qué había llamado a Leo «mi Leo». Observé cómo sus manos se movían con rapidez sobre el teclado mientras trataba de explicarme cómo usar la computadora. Su expresión de concentración contrastaba con mi confusión.—¿Qué piensas, Marisol? ¿Te parece más claro ahora cómo funciona? —preguntó Leo, sonriendo al notar mi silencio.—La verdad es que estoy algo perdida. Creo que necesitaré más práctica —confesé, sintiéndome frustrada por no entender del todo.—No te preocupes, estamos aquí para aprender juntos —respondió Leo, con una voz reconfortante.Mientras seguía intentando procesar la información, mi estómago recordó que ya era hora de comer con un fuerte gruñido.—¿Te gustaría ir a comer algo? —preguntó Leo, notando mi distracción por el hambre.—¿A comer? —dudé por un momento, queriendo decirle que no, pero el vacío en mi estómago me hizo cambiar de opinión—. Bueno, quizás un bocado no estaría mal. Tengo tanta ha
★Leonardo.El deseo me invadía por completo. Su boca contra la mía despertaba cada fibra de mi ser, tanto interior como exteriormente. Sentí cómo mi cuerpo reaccionaba ante su cercanía, mi miembro tomó vida propia y todo lo que deseaba era perderme en cada centímetro de su cuerpo adorable.Pero justo cuando el ascensor sonó, ella salió corriendo como si el mismísimo diablo la persiguiera.—Marisol… —llamé, tratando de alcanzarla mientras salía disparado detrás de ella, pero pronto la perdí de vista en el bullicio de la ciudad.Me quedé parado en la acera, sintiéndome frustrado por mi propia imprudencia.¿Por qué había besado a Marisol de esa manera? Seguramente la había asustado.Me sentí abrumado por el remordimiento, preguntándome si había arruinado por completo nuestras posibilidades.Decidí regresar a la empresa, esperando encontrarla allí, pero ella no volvió. Sin embargo, no estaba dispuesto a rendirme. Marisol tenía que ser mía, sin importar el costo. Incluso si no podía tenerl
—¡Bien, cuenta! —exclamó Angie, con una expresión de expectativa en su rostro.—Me besé con un compañero de trabajo y casi hacíamos cositas en el ascensor —confesé, sintiendo cómo el rubor subía a mis mejillas ante la mirada atenta de mis amigas.—¿Y esta guapo? —preguntó Andreina, interesada en los detalles.—Sí, está como caído del cielo, toda la tentación andando. Mientras me enseñaba a usar la computadora, mi corazón no paraba de latir y cuando lo empujé contra la pared del ascensor, no podía dejar de besarlo. Besa como los malditos grandes, nunca David me besó como él, hasta me metió la lengua muy adentro —confesé, reviviendo el momento con una mezcla de excitación y culpa.—Pero tú querías que te metiera otra cosa —intervino Itzel, quien creímos que estaba dormida, aunque después de mencionar eso, volvió a cerrar los ojos con una sonrisa pícara en los labios, provocando risas en el grupo.El chisme la llamaba aunque estuviera ausente.—Sí, quiero de todo con él. Pero a lo mejor
Me encontraba un poco aturdida y confundida, sin comprender totalmente lo que había pasado en los últimos minutos.Mientras Angie, Itzel y Andreina intentaban poner orden en el caos que había generado la inesperada visita de Leoncito, sentía cómo mi mente luchaba por entender sus motivos y mis emociones.—Marisol, ¿quién es este hombre? —preguntó Angie con un tono de preocupación mientras Itzel y Andreina me ayudaban a levantarme del suelo.—Es... es un compañero de trabajo —logré decir, aunque mis palabras se quedaron cortas para explicar su presencia en mi casa de manera tan abrupta. —Pero no entiendo, él... él arrancó la puerta de sus marcos al entrar. Chicas, de verdad que me asusté.Angie, siempre la protectora, me envolvió en un abrazo reconfortante, tratando de transmitirme su fuerza.—Ustedes dos, agárrenlo. No lo dejaremos ir de aquí hasta que explique por qué vino a molestar a mi dolor de cabeza —ordenó Andreina, asumiendo el rol de líder del grupo, con su voz firme y decidi