Me encontraba un poco aturdida y confundida, sin comprender totalmente lo que había pasado en los últimos minutos.Mientras Angie, Itzel y Andreina intentaban poner orden en el caos que había generado la inesperada visita de Leoncito, sentía cómo mi mente luchaba por entender sus motivos y mis emociones.—Marisol, ¿quién es este hombre? —preguntó Angie con un tono de preocupación mientras Itzel y Andreina me ayudaban a levantarme del suelo.—Es... es un compañero de trabajo —logré decir, aunque mis palabras se quedaron cortas para explicar su presencia en mi casa de manera tan abrupta. —Pero no entiendo, él... él arrancó la puerta de sus marcos al entrar. Chicas, de verdad que me asusté.Angie, siempre la protectora, me envolvió en un abrazo reconfortante, tratando de transmitirme su fuerza.—Ustedes dos, agárrenlo. No lo dejaremos ir de aquí hasta que explique por qué vino a molestar a mi dolor de cabeza —ordenó Andreina, asumiendo el rol de líder del grupo, con su voz firme y decidi
★Leonardo.Tener que explicarles por qué entré de esa manera a esas chicas tan entusiastas era demasiado, solo quería venir a ver a Marisol y terminé convirtiéndome en el modelo de sus próximas novelas.—Bueno, ya que ya escuchamos lo que tu 'banano' tenía que decir, nos vamos —dijo Andreina, con una sonrisa traviesa.Aún no entiendo por qué me comparan con una fruta.Marisol se acercó a mí.—No creas que te he perdonado por desmontar mi puerta —murmuró con un tono entre serio y juguetón.Me reí nerviosamente, sintiendo el peso de su mirada sobre mí.—Lo siento mucho, Marisol. Fue un error y estoy dispuesto a compensarlo de alguna manera —respondí, tratando de sonar lo más sincero posible.Ella asintió, pero su expresión seguía siendo un poco tensa.—Lo sé, Leo. Pero asegúrate de que no vuelva a suceder. Mi puerta no puede permitirse otro encuentro con tus habilidades destructivas —dijo con una sonrisa leve, pero sus ojos reflejaban una advertencia clara.Asentí con firmeza, decidido
—David, ¿qué haces aquí? —preguntó Marisol, alejándose de mí.Fue en ese momento que caí en cuenta de que este era el idiota que había hecho sufrir a mi cachetitos.—Solo vine a mi casa. ¿Acaso no puedo venir? —replicó él, sin dejar de mirar con desprecio hacia donde estábamos.—No tienes nada que hacer aquí, vete con tu mujer —dijo Marisol con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente, revelando la tensión del momento.David frunció el ceño, claramente irritado por la respuesta de Marisol, pero no se movió de la entrada. Cruzó los brazos, aparentemente decidido a complicar más las cosas.—Es que aún no entiendes, Marisol, ¿verdad? Esta sigue siendo mi casa también, y tengo derecho a estar aquí tanto como tú.—Tal vez legalmente, pero moralmente, perdiste ese derecho hace mucho.Intervine, dando un paso hacia él, sintiendo una oleada de protección hacia Marisol.—David, ¿qué haces aquí? —preguntó Marisol, alejándose de mí. Fue en ese momento que caí en cuenta de que este era el idio
—Cachetitos...—No, no entiendes, Leoncito. Mi hijo es mi vida. Si él me lo quita, me muero —las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas.Me acerqué a ella y la abracé.—No permitiré que él te quite lo que más amas, Marisol, te lo juro.—¿Y qué puedes hacer tú? Su padre es muy rico y, por lo que vi, él tiene el apoyo de sus padres. No teníamos ni siquiera para comprar un auto, y ahora trae uno de lujo. Su familia nunca me quiso, dicen que solo me embaracé para obligar a David a casarse conmigo. Ellos me amaban cuando mis padres me apoyaban, pero después de que vieron que no ganaron nada con nuestro matrimonio, me hicieron la vida imposible. Si ellos contratan al mejor abogado, me van a quitar a mi bebé.Marisol no paraba de llorar. Comencé a limpiar sus lágrimas con mi pulgar.—Eso no pasará, cachetitos. No voy a permitir que te quiten a tu hijo. Él tendrá el apoyo de su familia, pero tú tienes todo el mío —afirmé con determinación.—¿Y quién eres tú? —preguntó Marisol, con l
—¿Mamá, dónde está papá? —preguntó Mathias, jugando con su peluche mientras me miraba con esos grandes ojos llenos de curiosidad. Me congelé. No era fácil responder. ¿Cómo explicarle que su padre ya no estaría con nosotros? —Él... —mi voz vaciló mientras acariciaba su cabello con delicadeza, buscando fuerzas donde no había. —¿Papá te hizo llorar otra vez? —insistió, frunciendo el ceño como si estuviera listo para pelear—. Dime si lo hizo, y le doy una patada en el tobillo. No quiero que te haga llorar jamás. Quiero verte siempre riendo. Solté una pequeña risa, revolviendo sus cabellos suaves. Él estaba acostado entre sus juguetes, con una determinación que me enterneció. —No, amor. Yo fui quien le dio una patada en el tobillo esta vez. No volverá a hacerme llorar, lo prometo. Me recosté junto a él, y Mathias se acurrucó en mis brazos como si fuera su refugio. —¿Eso significa que se van a divorciar? —preguntó, su voz era más madura de lo que debería ser a su edad. Sentí que el a
—Tal vez es por el tamaño de la inyección —mencionó Leo, con una mirada cómplice hacia mí, insinuando un doble sentido en sus palabras.—Oh, sí, el tamaño importa, ¿verdad? —respondí con una sonrisa juguetona, jugando junto con él en el juego de palabras.La doctora, ajena al intercambio de miradas entre Leo y yo, continuó con la consulta, pero noté una chispa de complicidad en su expresión al hablar sobre el tratamiento para Mathias. Parecía comprender la dinámica entre Leo y yo, y su gesto me hizo sentir más relajada ante la situación.—Sí, siempre es importante asegurarse de que sea del tamaño adecuado para causar el efecto deseado —agregó Leo con una risa suave, manteniendo el doble sentido en nuestra conversación mientras se acercaba discretamente a mí.—Definitivamente, no queremos que algo tan pequeño no cumpla su función correctamente —respondí, disfrutando de la complicidad entre nosotros mientras la doctora continuaba revisando a Mathias.—Entonces deberías usar una más gran
Quería que él me bajara al suelo, pero en lugar de eso, me llevó entre sus brazos hasta donde yo le indiqué que era mi habitación.La abrió con cuidado y entramos, luego la cerró con el pie.Sentía que tenía mi corazón en la garganta; ¿realmente esto estaba sucediendo?No podía creerlo. Leonardo era un hombre muy apuesto y en este momento estaba a punto de hacerlo solo mío.Le pedí que me bajara al suelo y caminé hacia el interruptor de la luz, decidida a apagarla. Pero él me detuvo con su voz cálida y profunda.—¿Por qué pagarías la luz? —me preguntó, con su tono lleno de curiosidad y ternura.¿Acaso no era obvio?—Me da pena que me veas... cuando tenía intimidad con David, él siempre apagaba la luz —mencioné avergonzada, bajando la mirada.—David sin duda es un idiota. ¿Por qué pagarías la luz? Quiero ver tu cuerpo, quiero verte totalmente. Quiero ver a la diosa que me vuelve loco, a la única mujer que ha logrado despertar tanto en mí. Marisol, eres la mujer más hermosa que he visto
—Leoncito, mantén tus manos alejadas de mí. Déjame ser quien mande ahora. Déjame explorarte —mencioné, sintiendo cómo toda la timidez y vergüenza que había experimentado momentos atrás desaparecía por completo.—Mar…Sus palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando poco a poco comencé a bajar su boxer. No podía creer lo que estaba viendo.¿Acaso ese tamaño era normal?—¿Qué sucede? —preguntó Leonardo, viéndome con una expresión preocupada.—Eso es lo que… ¿eres humano? —pregunté, sin despegar la vista de aquello que no dejaba de mirarme, apuntando directamente hacia mí.¿Cómo era posible que un hombre pudiera ocultar ese tamaño y grosor dentro de un pantalón?Definitivamente, Leonardo no era de este planeta.Se sentó en la cama conmigo entre sus piernas, acariciando mi cabello por unos instantes antes de besarme. No dijo nada sobre mis locuras, pero de alguna manera me gustó que lo hiciera. Ese silencio me hacía sentir especial.Sin pensarlo dos veces, lo empujé nuevamente sobre