—Cachetitos...—No, no entiendes, Leoncito. Mi hijo es mi vida. Si él me lo quita, me muero —las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas.Me acerqué a ella y la abracé.—No permitiré que él te quite lo que más amas, Marisol, te lo juro.—¿Y qué puedes hacer tú? Su padre es muy rico y, por lo que vi, él tiene el apoyo de sus padres. No teníamos ni siquiera para comprar un auto, y ahora trae uno de lujo. Su familia nunca me quiso, dicen que solo me embaracé para obligar a David a casarse conmigo. Ellos me amaban cuando mis padres me apoyaban, pero después de que vieron que no ganaron nada con nuestro matrimonio, me hicieron la vida imposible. Si ellos contratan al mejor abogado, me van a quitar a mi bebé.Marisol no paraba de llorar. Comencé a limpiar sus lágrimas con mi pulgar.—Eso no pasará, cachetitos. No voy a permitir que te quiten a tu hijo. Él tendrá el apoyo de su familia, pero tú tienes todo el mío —afirmé con determinación.—¿Y quién eres tú? —preguntó Marisol, con l
—¿Mami, dónde está papá? —preguntaba mi pequeño Mathias con sus grandes ojos llenos de curiosidad mientras jugueteaba con su osito de peluche.No sabía qué decirle. No podía contarle a mi hijo que su papá nunca volvería a vivir con nosotros.—Él... —dudé, tratando de encontrar las palabras adecuadas mientras acariciaba su cabello suavemente.—¿Mami, papá te hizo llorar de nuevo? Dime si lo hizo y le daré una patada en el tobillo. No quiero que te haga llorar jamás. Yo quiero verte siempre riendo.Despeiné su cabello mientras él permanecía recostado en su cama, rodeado de sus juguetes favoritos.—No, mi amor. Le di una patada en el tobillo. Él no me hará llorar jamás. —me acosté a su lado en la cama y él me abrazó con fuerza, buscando consuelo en mi presencia.—¿Mami, eso quiere decir que papá y tú se van a divorciar? —Me sorprendió escuchar a mi hijo hablar de divorcio.¿No se supone que es solo un niño que debería estar preocupado por jugar y divertirse?— ¿No te molestaría si lo hic
—Tal vez es por el tamaño de la inyección —mencionó Leo, con una mirada cómplice hacia mí, insinuando un doble sentido en sus palabras.—Oh, sí, el tamaño importa, ¿verdad? —respondí con una sonrisa juguetona, jugando junto con él en el juego de palabras.La doctora, ajena al intercambio de miradas entre Leo y yo, continuó con la consulta, pero noté una chispa de complicidad en su expresión al hablar sobre el tratamiento para Mathias. Parecía comprender la dinámica entre Leo y yo, y su gesto me hizo sentir más relajada ante la situación.—Sí, siempre es importante asegurarse de que sea del tamaño adecuado para causar el efecto deseado —agregó Leo con una risa suave, manteniendo el doble sentido en nuestra conversación mientras se acercaba discretamente a mí.—Definitivamente, no queremos que algo tan pequeño no cumpla su función correctamente —respondí, disfrutando de la complicidad entre nosotros mientras la doctora continuaba revisando a Mathias.—Entonces deberías usar una más gran
Quería que él me bajara al suelo, pero en lugar de eso, me llevó entre sus brazos hasta donde yo le indiqué que era mi habitación.La abrió con cuidado y entramos, luego la cerró con el pie.Sentía que tenía mi corazón en la garganta; ¿realmente esto estaba sucediendo?No podía creerlo. Leonardo era un hombre muy apuesto y en este momento estaba a punto de hacerlo solo mío.Le pedí que me bajara al suelo y caminé hacia el interruptor de la luz, decidida a apagarla. Pero él me detuvo con su voz cálida y profunda.—¿Por qué pagarías la luz? —me preguntó, con su tono lleno de curiosidad y ternura.¿Acaso no era obvio?—Me da pena que me veas... cuando tenía intimidad con David, él siempre apagaba la luz —mencioné avergonzada, bajando la mirada.—David sin duda es un idiota. ¿Por qué pagarías la luz? Quiero ver tu cuerpo, quiero verte totalmente. Quiero ver a la diosa que me vuelve loco, a la única mujer que ha logrado despertar tanto en mí. Marisol, eres la mujer más hermosa que he visto
—Leoncito, mantén tus manos alejadas de mí. Déjame ser quien mande ahora. Déjame explorarte —mencioné, sintiendo cómo toda la timidez y vergüenza que había experimentado momentos atrás desaparecía por completo.—Mar…Sus palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando poco a poco comencé a bajar su boxer. No podía creer lo que estaba viendo.¿Acaso ese tamaño era normal?—¿Qué sucede? —preguntó Leonardo, viéndome con una expresión preocupada.—Eso es lo que… ¿eres humano? —pregunté, sin despegar la vista de aquello que no dejaba de mirarme, apuntando directamente hacia mí.¿Cómo era posible que un hombre pudiera ocultar ese tamaño y grosor dentro de un pantalón?Definitivamente, Leonardo no era de este planeta.Se sentó en la cama conmigo entre sus piernas, acariciando mi cabello por unos instantes antes de besarme. No dijo nada sobre mis locuras, pero de alguna manera me gustó que lo hiciera. Ese silencio me hacía sentir especial.Sin pensarlo dos veces, lo empujé nuevamente sobre
—Mami —gritó mi Matías y corrió a abrazarme.—Mi niño lindo, ¿ya te sientes mejor? —le pregunté mientras le tocaba la frente; él me respondió con un beso en la mejilla.—Sí, mami, ya no me duele la cabeza y ya no tengo fiebre. Tu novio está preparando el desayuno. Me voy a bañar para alistarme para la escuela, mami —me jaló un poco para susurrarme al oído.—¿Qué pasa, mi amor? —pregunté intrigada.—Él me gusta para ti —me dijo, dejándome en shock, y después vi a mi hermoso hijo salir corriendo.—¡Matt, no corras en las escaleras! —grité.—¡Sí, mami! —respondió antes de cerrar la puerta de su habitación con un portazo.—Creí que... —comencé a decir, pero me quedé en silencio al ver que Leonardo volteaba a verme.Él se acercó, me tomó por la cintura y me subió a la barra de la cocina. No dijo nada, solo me acomodó el cabello detrás de la oreja y me besó.Le correspondí el beso, enredando mis dedos en su cabello.—Buenos días, linda cachetitos. ¿Cómo dormiste? —me preguntó con una sonris
Desde que nos subieron al auto patrulla, supe que tenía que hacer algo para desviar la atención.No podía permitir que nos llevaran a la cárcel tan fácilmente, no sin intentar algo primero. Así que, cuando vi al policía que iba al volante, con su uniforme ceñido y su mirada seria, supe que tenía que actuar.—¿No te parece que este uniforme te queda un poco ajustado? De las piernas —le dije con una sonrisa juguetona, tratando de mantener mi tono ligero a pesar de la situación.El policía frunció el ceño, pero noté un destello de curiosidad en sus ojos. Parecía que mi comentario había logrado penetrar su fachada de seriedad.—Señorita, por favor mantenga la compostura —respondió con voz firme, aunque su tono había perdido algo de su rigidez inicial.Decidí continuar con mi estrategia. No podía permitir que nos dejaran en la cárcel sin intentarlo.—Lo siento, oficial, es solo que... bueno, me pareció que necesitaba un poco más de espacio para moverse con comodidad —respondí con una pizca
★Leonardo.—¿Qué quieres, Tay? —pregunté a mi hermana mientras me encontraba con ella en su consultorio.—¡Estoy muy molesta contigo, Leonardo Ruiz! —exclamó, visiblemente irritada.—¿Ahora qué pasó, queridísima hermana? —comenté tomando asiento en una de las sillas frente a ella.—Sabes lo que hiciste... —mencionó, cruzándose de brazos.—Sí, claro. Si ya terminaste de darme vueltas, me iré. Debo ir a la oficina...—Tú nunca vas a la oficina a menos que sea altamente necesario; siempre trabajas desde casa, y tus empleados ni siquiera conocen al CEO de la empresa Ruiz. Eres como esos jefes encubiertos que salen en la televisión, así que no veo el caso de que vayas.—Eso no es de tu incumbencia —me puse en pie y ella me tomó del brazo.—Estoy molesta porque ya no le volviste a llamar a mi amiga Karla. Dijo que ustedes dos se entendieron muy bien, pero después de pasar la noche juntos ya no la llamaste.Así que era eso.—¿Quién es Karla? —pregunté mirando mi reloj.Tengo que irme ya, seg