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La mujer olvidada del Ceo
La mujer olvidada del Ceo
Por: D.J Jimenez
La reacción que nunca debió ser

De algo podía estar segura Alice de su vida, había encontrado al mejor hombre del planeta y su amor crecía con cada día que pasaba como una planta bien cuidada que estaba siendo regada con ternura, comprensión y una pasión descontrolada. Ella no necesitaba nada más en la vida si estaba junto a él, y el último año de su vida, lo habían dedicado para amarse cada día más el uno al otro.

¿Después de una vida llena de miserias al fin podría ser feliz?

Alice siempre creyó que la felicidad no estaba hecha para ella y sus padres se lo hicieron saber cada vez que podían, pero nunca se detuvo y luchó cada día por convertirse en una diseñadora de modas famosa en esta ciudad para así poder decir que ya no era pobre y miserable como ellos siempre le dijeron que sería toda su vida.

A pesar de todo lo que vivió junto a ellos, no podía decir que los odiaba, pero dado que se encargaron de minimizarla cada que podían y desprestigiaron su trabajo, no sentía el amor que debía por ellos.

Del otro lado estaba Francesco, su querido y amado novio que provenía de una familia poderosa en la ciudad, con negocios por doquier, lo que conllevó en un odio irracional de su madre hacia Alice. Siempre la tildó de ramera, para ella la nueva novia de su hijo era una bazofia, que trataría de pegársele a su familia como una sanguijuela para chuparle todo el dinero que pudiera y abandonarlo en cuanto ya no lo necesitará más en su vida.

— Estoy abajo preciosa.— escribió Francesco en un mensaje de texto, esta noche era su primer aniversario y él siempre celebraba las fechas importantes por todo lo alto.

— Ya bajo amor.— respondió ella rápidamente, mientras le daba los últimos toques a su maquillaje, que aunque sencillo, quería que se viera perfecto, hoy sería un día que cambiaría sus vidas para siempre.

— ¡Estás realmente hermosa!.— exclamó Francesco, mientras Alice salía de la casa de sus padres, él estaba recostado del capó de su auto, con un traje casual que lo hacía ver realmente espectacular y en sus manos un ramo de rosas gigante, acompañado de una bolsa de regalo.

— Tu también estás muy guapo mi amor.— respondió Alice ruborizándose.

— Feliz primer aniversario.— continúo diciendo él, estirando una mano con el regalo y luego la otra con el ramo de rosas, estampando un tierno beso en la mejilla de su amada.

— Esto es demasiado Francesco.— expresó Alice al sostener tan majestuosos presentes.— sabes que no me gustan este tipo de cosas extravagantes, con un par de rosas hubiera bastado para mí.

— Sí, me lo has dicho, pero por ti bajaría la luna y la dejaría iluminando tu pasos para siempre.— Alice no podía enojarse con él y menos en un día como este, así que solo se dejó caer en los brazos de su amado para sentirlo cerca nuevamente.— bien, debemos irnos, ya se está haciendo la hora de la reservación, te encantará lo que tengo preparado para ti.

Entraron al auto y él puso el motor en marcha, Francesco se había colocado el perfume la encendía por completo y Alice solo podía pensar en que terminara la cena para poder estar con él toda la noche, que la hiciera suya como solo él sabía hacerlo.

En poco más de veinte minutos llegaron al restaurante, uno de los más exclusivos de la ciudad y Francesco reservó un gran espacio solo para ellos dos, siempre fue muy exagerado en estas cosas, sin terminar de entender que a Alice solo le importaba estar con él sin importarle el lugar.

— Sé que no puedo igualarte, pero este es mi regalo.— Alice le entregó una bolsa pequeña y en ella estaban varias fotos de sus mejores momentos hasta ahora, Francesco siempre lo tuvo todo así que cualquier cosa material él ya lo poseía y de mejor marca o modelo.— espero te guste.

— Amor, es perfecto, quedarán geniales en mi oficina.— a pesar de todos sus millones y de su excentricismo Alice pudo ver cómo los ojos de su amado brillaban al ver las fotografías.

— Y al finalizar la cena te entrego otro obsequio, está vez no me ganarás, también tengo dos regalos para ti.— esto provocó una pequeña risa de los dos, cuando estaban juntos todo a su alrededor no importaba, se sentían completos el uno con el otro.

— Ohh, entonces no puedo esperar a cenar rápido, camarero estamos listos para ordenar.— Francesco llamó a un joven para que los atendiera mientras miraba a Alice con mucha picardía, haciendo que sus mejillas se encendieran.

Tuvieron una cena espectacular, era increíble como dos almas se conectaban de esa manera, el lugar era espléndido, pero ellos apenas y se quitaron la mirada de encima, se podía decir que era algo mágico lo que ocurría entre ellos.

— Estuvo todo delicioso.— dijo Alice mientras sacaba una pequeña cajita rectangular de su bolso.

— Sabía que este lugar te iba a encantar.— repuso Francesco con una sonrisa en su cara y mientras llevaba la copa de vino a su boca.— lo que no me gustó es que dejaste toda la botella para mí, ¿Enserio no beberás un poco?.— continúo diciendo, él no solía ser muy bebedor y ya se le notaba el alcohol que había bebido en el rostro.

— No quise que bebieras toda la botella, pero no puedo beber alcohol.— dijo Alice mostrando sus dientes al sonreír y deslizó su segundo regalo de la noche hacía él que parecía realmente sorprendido.— te dije que había otro regalo al finalizar la cena.

— Si, pero yo pensaba que hablabas de…— Francesco dejó la copa en la mesa y su semblante cambió completamente al ver lo que había en el interior de la caja.— ¿Esto es, esto es una broma Alice?.

— No es una broma amor, estoy embarazada.— respondió ella para confirmarlo, aunque era obvio el mensaje que le quiso trasmitir dado que en la caja habían unos objetos de bebé.— seremos padres, Francesco.— Alice empezaba a sentir dolor en sus mejillas por la sonrisa que tenía plasmada desde hacía varios segundos.

— Esto no puede ser.— espeto Francesco, al mismo tiempo que se levantaba de la mesa y aflojaba su corbata, al parecer empezaba a respirar con dificultad.

— ¿No estás feliz?— preguntó Alice borrando su sonrisa y levantándose de la mesa también, ella ya no se sentía feliz, pues esta no era la reacción que esperaba.

— ¿Feliz? ¿Cómo voy a estar feliz Alice? Nos estábamos cuidado, en estos momentos no puedo ser padre, tengo muchos asuntos que arreglar antes de eso.— Alice empezaba a sentir un vacío su estómago a pesar de haber terminado de cenar recién.

— Francesco, los métodos anticonceptivos fallan y este es el fruto de nuestro amor.— ella se acercó hasta él para tratar de calmarlo, pero él la rechazo y se alejó.— ¿Acaso no me amas?

— Por supuesto que te amo, pero no estoy listo para tener un bebé, eso sería una distracción muy grande para mi trabajo.— esto último hizo que el pecho de Alice se apretara, ella había imaginado que está noticia alegraría mucho más la noche y al contrario ahora sentía que no podía respirar por la decepción que empezaba a sentir.

— Yo tampoco estoy lista, pero ya no podemos hacer nada Francesco, seremos padres.

— Sí hay algo que podemos hacer.— dijo Francesco, su mirada estaba fija con la de Alice, pero ella podía jurar que no conocía al hombre al que estaba mirando ahora.— deberás abortar Alice, definitivamente este no es el momento de tener un bebé.— Alice sintió que algo en su interior se quebró por completo, su mirada se nubló, mientras todo el lugar giraba ante si por lo que tuvo que sujetarse de la mesa para no perder el equilibrio.

— ¿Cómo puedes insinuar algo como esto?— preguntó Alice con la voz quebrada, hace unas horas ella jamás hubiese pensando que se podría decepcionar tanto del amor de su vida, pero era todo lo que sentía en este momento.

Ella tomó sus cosas para salir del lugar, necesitaba tomar aire, seguía sintiéndose hiperventilada.

Alice duró varios minutos llorando descontroladamente en la entrada del restaurante, esperaba que Francesco viniera por ella y le dijera que no era cierto lo que había dicho, que solo había sido una reacción equivocada por la impresión que le había causado la noticia que recibió y que la amaba, que vivirían juntos para criar a su hijo, el fruto de un gran amor.

Pero no fue así, él nunca salió y Alice solo se sentía peor con cada segundo que pasaba, ¿Acaso todo el amor que él sentía por mí no era real?

Se preguntó ella, recostada de la pared, había perdido la fuerza de sus piernas y si no se sujetaba de algo, podía caer al suelo. Así que tomó un taxi para irse a casa, si Francesco no quería a su hijo, ya no podían seguir juntos y aunque esto provocaba tanto dolor en su interior, no había nada más que hacer.

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