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milagro en la carretera

Habían pasado seis meses desde el día del accidente de Francesco, Alice aún no sabía nada de su estado, su familia al ser muy adinerada y poderosa, habían dispuesto toda un ala del hospital para atenderlo. Nadie podía pasar a esa área sin autorización y Marlene, al odiar tanto la relación entre ellos, pidió exclusivamente de que Alice no pudiera acercarse nunca a esa área.

Cómo era de esperarse, los padres de Alice la botaron a la calle a su suerte, para ellos era una deshonra tener a una hija embarazada sin casarse y ahora sola. Ante este hecho, Roxana acogió a Alice en su casa en estos últimos seis meses, ella vivía sola y le parecía una injusticia lo que le ocurría a su querida amiga.

El corazón de Alice se arrugaba cada vez que pensaba en que el padre de su hijo nunca despertaría, ya faltaban solo dos meses para el nacimiento de su bebé, sería una niña y con la ayuda de Roxana y al vender varias joyas que Francesco le había regalado pudo pagar todas sus consultas necesarias para llevar el control del embarazo.

— Roxana, ¿Qué te ocurre?— preguntó Alice cuando ella entró por la puerta principal de su casa hecha un mar de lágrimas.

— Me quitarán la casa, mis abuelos dejaron varias hipotecas sin pagar y yo no tenía idea, me llamaron del banco para avisarme que debía desalojar la casa está misma semana.— como si su situación no fuera mala ya, ocurría esto, así que Alice ocultó toda su preocupación para acercarse a abrazar a Roxana y tratar de consolarla.

— Tranquila amiga, todo estará bien.— Alice quería sonar calmada, aunque por dentro empezaba a sentir escalofríos, ¿Qué iba a hacer ahora?

— Yo puedo vivir con mis padres otra vez, pero y ¿tú?, estás a punto de dar a luz.— era increíble como Roxana se preocupaba más por su amiga que por estar a punto de perder la casa que sus abuelos le habían dejado.— este caso irá a juicio y puedo ganar, pero ahora no podré ayudarte.

— No te preocupes por mí, ya soy adulta y tengo que arreglármelas sola.— sentenció Alice, ella no podía permitir que Roxana sintiera que le había fallado, era la única persona que la apoyó desde el día que lo necesitó.— aún me queda algo de dinero y unas últimas joyas que me regaló Francesco, así que puedo sobrevivir con eso hasta que pueda empezar a trabajar.

— Tengo una idea.— gritó Roxana de repente, saltando del sofá y limpiándose sus lágrimas con el antebrazo.— mis padres tienen una pequeña cabaña a las afuera de la ciudad, puedes vivir ahí hasta que llegue el día de que des a luz.

— No lo sé Roxana, ya te he incomodado mucho y eso sería mucho abuso.

— No es ningún abuso, te diría para que vayamos las dos a vivir con mis padres, pero están viviendo mis abuelos paternos con ellos y no hay mucho espacio.

A pesar de que Alice no tenía muchas opciones en este momento, no estaba nada convencida de la idea de Roxana.

Ella siempre vivió con lo justo, su madre apenas ganaba lo suficiente para mantenerlos a todos, dado que su padre desde que perdió su empleo hace más de diez años prácticamente no ha trabajado.

Así que Alice aceptó a regañadientes la propuesta de Roxana, en sus cuentas no estaba irse a vivir sola a un apartamento todavía, por lo menos no hasta que diera a luz y pudiera salir a trabajar.

— Bien sé que el lugar no es el mejor, pero acá podrás estar tranquila, te vendré a visitar todos los días.— se despidió Roxana luego de dejar a Alice en la cabaña de su familia.— yo me iré en taxi, acá te dejo las llaves de mi auto.

— ¿Qué? Esto es demasiado, ¿Cómo te quedaras sin auto?— preguntó Alice muy sorprendida, ya Roxana había hecho muchas cosas por ella y esto era algo que no podía aceptar.

— No te puedes quedar acá sola sin tener cómo moverte, además no estamos tan lejos y yo podré tomar uno de los autos de papá.

— Eres increíble, ¿Te lo había dicho?

— Sí, muchas veces, pero no más increíble que tú amiga, has afrontado está situación con mucho valor y si no fuera por esa enorme panza que tienes aún estuvieras trabajando.— expresó Roxana tratando de levantar los ánimo y soltaron una carcajada al mismo tiempo, a pesar de todas sus desgracias Alice aún podía sonreír y todo era gracias a su adorable amiga.— bien llegó mi taxi, adiós, cuídate mucho y puedes llamarme en cualquier momento.

— Roxana, antes de irte, sé que me prometí solo esperar, pero ¿Tu madre no te ha dicho nada más sobre Francesco?— preguntó Alice sosteniendo del brazo a Roxana.

— Me temo que no amiga, ellos contrataron a su propio equipo médico para que los atendieran y según lo último que mi madre supo es que Francesco sigue en coma.

Después de esto Alice quedó totalmente sola en aquella cabaña rústica, daba algo de miedo, pero solo era por unas semanas antes de dar a luz, así que solo debía tratar de relajarse y esperar que los días pasaran.

No pasaba un minuto del día en el que Alice no recordara a Francesco y era muy desgarrador el no saber si había despertado o si aún seguía en ese sueño profundo en el que había caído desde aquel día en que le dijo que serían padres.

A pesar de haber sufrido mucho por la actitud de Francesco al enterarse de su embarazo, Alice estaba segura de que se había arrepentido de inmediato e iba a buscarla para solucionarlo todo, ella sabía que él era una gran persona, un hombre maravilloso y el amor de su vida.

Cada mañana levantarse de la cama fue más difícil para Alice, pero sabía que tenía que aguantar todos sus dolores y achaques para continuar adelante con su razón más importante en estos momentos que era tener a su bebé.

El plan original que tuvo con Roxana, era volver a la ciudad a falta de una semana de la fecha estimada para dar a luz, pero a tres semanas de cumplirse esa fecha mientras terminaba de ordenar algunas cosas ocurrió lo impensado, Alice empezó a sentir un fuerte dolor en su vientre y sabía que el momento había llegado.

Su corazón se aceleró de tal forma que pensaba se saldría de su lugar ¿Qué voy a hacer?

¿Todo este esfuerzo y encierro para morir así?

Fue lo primero que llegó a pensar, estaba sola a varios kilómetros del hospital más cercano y tendría que conducir en este estado.

Tratando de mantener la calma en lo más que se podía Alice llamó a Roxana, pero está no respondía así qué tomó unas pocas cosas y caminó lo más rápido que pudo hasta el auto. Con un gran dolor Alice se ubicó en el asiento del chófer encendiendo el motor de inmediato, lo puso en marcha y debía conducir por lo menos quince kilómetros hasta el hospital.

Unos pocos minutos después de alejarse de la cabaña, una fuerte contracción obligó a Alice a detener el auto, se retorcía del dolor y empezaba a entrar en pánico, si no lograba llegar al hospital podría morir junto a su bebe.

En medio de la nada Alice lloraba de impotencia por unos segundos antes de poder seguir conduciendo, mientras pensaba en que no podría darle la oportunidad de vivir y de forjar su futuro a su hija.

Recuperándose un poco del intenso dolor puso en marcha el motor nuevamente y volvían sus esperanzas de poder sobrevivir a todo esto junto a su bebé.

Pero entrando a la ciudad todo se complicó aún más, dado que otro dolor, está vez del doble de intensidad, retumbó en el cuerpo de la futura madre haciendo que girara el volante hacia la derecha con brusquedad.

Antes de poder detenerse se sintió un golpe, en medio de tanto dolor no lograba identificar a qué o a quien había atropellado, ya que mantenía la mirada hacia abajo mientras gritaba de impotencia.

— Señorita ¿Qué hace?— se escuchó gritar a un hombre entre todo el alboroto del interior del auto.— tendrá que darme su seguro y llamar a una ambulancia.— continúo aquel hombre sin tener idea de lo que ocurría, mientras le daba un golpe al capó del auto.

— Ahhh— gritó Alice de dolor, no pudo decir ni hacer nada más ante una nueva contracción esta vez más fuerte que todas las anteriores, sentía que su bebé estaba apunto de salir.

Revolcándose de dolor en el interior del auto Alice logró abrir la puerta para tratar de pedir ayuda o moriría ahí mismo.

— Está loca pudo haberme…— dijo el hombre abriendo los ojos de par en par. — por Dios ¿Qué le sucede?

— Llame a una ambulancia por favor.— alcanzó a decir antes de apretar sus dientes con mucha fuerza.— estoy en trabajo de parto.

— No hay tiempo, estamos muy lejos del hospital.— dijo el hombre ayudando a Alice a salir del asiento delantero para ubicarla en el puesto de atrás.— yo soy doctor, lo haremos aquí mismo, así que puje.

— Ahhhh.— gritó de dolor Alice mientras pujaba.

— Lo haces bien.— la arengó el apuesto doctor de la mitad del camino.— continúa pujando, ya casi está.

— Ahhhhh.— gritó Alice junto a su última puja.

— Ya está. Muy bien.— habló el doctor limpiándose el sudor de su frente, plasmamdo una gran sonrisa en su cara.— es una preciosa niña.— Alice solo podía jadear del cansancio, sentía que le faltaba el aire por como habían ocurrido las cosas.

— Déjame ver a mi hija.— balbuceo ella con mucha dificultad.

— Debemos llevarte al hospital de inmediato, recuerda esta hora, once y diez de la mañana, a esta hora nació tu hija.— dijo él doctor al mismo tiempo que acomodó a la pequeña bebé en los brazos de su madre y tomó el asiento del piloto.

Poder sentir a su hija tan cerca era una sensación increíble, una recompensa asombrosa después de tanto drama y sufrimiento, sabía que había valido la pena todos estos meses de incertidumbre y angustia.

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