Queridos lectores, gracias por leer mi novela, y si en verdad les gustó o tiene una sugerencia que ofrecerme se los agradaceré si me dejan un mensaje. Y los invito a leer mis otra novelas. Les quiere Escritora Bris
Los días transcurren entre risas compartidas, abrazos cálidos y aventuras emocionantes. Siempre apoyándose mutuamente en los momentos buenos y difíciles, construyendo una familia unida y resistente. Isabella y Christian han encontrado la felicidad en su amor y en la hermosa familia que han formado. El tiempo ha pasado y ahora se encuentran en una etapa de sus vidas en la que la rutina y las responsabilidades se entrelazan con momentos de ternura y complicidad En una tarde tranquila, Isabella decide subirse a una silla para alcanzar un libro en un mueble alto. Christian, preocupado por su seguridad y la del bebé que lleva en su vientre, la llama con voz de alarma: —¡Bella, espera ahí! Te vas a caer —grita Christian, intentando detenerla—. No puedes hacer eso, con ocho meses de embarazo. Si te caes, podrían hacerse daño los dos. Es por eso que no puedo ir a trabajar tranquilo a la oficina. Siempre haces locuras. Isabella sonríe y le responde de manera juguetona:—Eres un exagerado.
Todo el mundo piensa que ser heredera de una familia millonaria te hace feliz. En sus mentes crean una vida de fantasía maravillosa que, en mi caso, está muy lejos de la realidad. A pesar de ser la única heredera de una de las familias más poderosas de mi país, no solo soy la heredera de mis padres, sino también de mi abuelo Santiago Sardino, un millonario mafioso y temido. Sin embargo, soy la persona más miserable que puedo imaginar desde que tengo uso de razón. En las numerosas novelas que he leído, los niños ricos como yo siempre son retratados como petulantes, engreídos y hacen todo lo que quieren sin importarles nada. Se enfrentan a sus progenitores sin miedo. Les aseguro que ese no es mi caso, soy todo lo contrario a ellos. Mi madre se encargó de asegurarse de que fuera así, y ahora me encuentro atrapada en esta vida miserable que me han impuesto. Ya han pasado más de seis meses desde que vivo la farsa de un matrimonio arreglado. Hasta ahora, no tengo quejas. Mi falso esposo, L
Todavía me encuentro anonadada por lo que pasó, mirando como Luis sube victorioso las escaleras mientras gira una o dos veces la cabeza para mirarme sonriendo satisfecho. Como si estuviera seguro de que voy a seguir al pie de la letra lo que me ha dicho. Pero está muy equivocado, yo no voy a aguantar nada más de esta relación. Lo soporté porque no interfería con mis aviones, pero esto se acabó ahora mismo. La tonta Isabella, murió en este instante, está bueno ya de aguantar y hacer lo que todos a mi alrededor me imponen. Es que nunca debí aceptar casarme con este desalmado. Lo siento papá, de veras, quería en verdad ayudarte, pero no me convertiré en una mujer maltratada y abusada. Suficiente con todos los años de abuso que sufrí de mi madre. Hasta hoy llegué, soy Isabella Sardino, la heredera no solo tuya, también de mi abuelo. Así que si quieres desheredarte, hazlo. En estos momentos no me importa nada. Me levanto, tomo mi bolso y salgo corriendo, me monto en el coche y manejo llor
Al retirarse mi madre y luego de ver como me quedará el vestido que llevó, rebusco en mi ropero, hasta dar con un juego de sayas, que me regalara mi abuela, en mi cumpleaños. Es rosa pálido, me lo pruebo. ¡Me queda perfecto! Sobre todo, me siento cómoda con él, nada de qué avergonzarme, ni estar preocupada toda la cena con las miradas morbosas de los hombres en mis senos. Así vestida, no salgo de mi cuarto, espero que ya estén montados en el auto y tocando el claxon al tiempo que me llaman, llego corriendo y me siento de prisa. Cómo están atrasados, no me hacen regresar a cambiarme de ropa. Mi madre, todo el viaje se la pasa diciéndome cosas. Yo pongo mis audífonos y me concentro en mi música mirando favorita como pasa el paisaje a gran velocidad por donde vamos. Llegamos al lugar, es muy elegante, sigo torpemente a mis padres. Me siento donde me indica mi madre, con mis audífonos, y me pongo a jugar con la servilleta, mientras escucho la conversación de ellos. Después que mi padre h
Al escuchar el anuncio realizado por mi padre, no puedo contenerme y grito sin darme cuenta, poniéndome de pie de un salto. Mis padres me miran enojados. Me siento de nuevo mirando a papá horrorizada. ¿Cómo pueden hacerme esto? Ellos saben lo abusivo que es, no es un secreto. A cada rato hay un escándalo sobre eso en todas las revistas y periódicos del país. El padre de Luis me observa en silencio, para luego sonreírme, como si estuviera satisfecho con lo que ve. Cambia la mirada al escuchar a mi madre.—Sí, querida Isabella, ja, ja, ja… ¿Por qué te sorprendes? Lo sabías que un día iba a suceder, ya eres mayor de edad —me explica, con una voz que trata de ser dulce, pero que yo sé está aguantando las ganas de gritarme. —Tu compromiso con Luis es un hecho. Él siempre ha estado enamorado de ti, desde que eran niños. ¿No recuerdas que siempre andaba detrás de ti? Ya lo habíamos pactado, desde ese tiempo. Además, hace un rato cuando tu padre te preguntó si estabas de acuerdo con este compr
Luis se quedó por un momento mirándome fijo, como si tratara de saber quién era yo ahora de adulta. Le aguanté la mirada sin miedo. No sabía de dónde me salía el valor de enfrentarlo, es como si todo el rencor que le guardara desde niños, hacía que me comportara de esa manera con él. Se quedó así un instante para luego alejarse y caminar hasta la puerta, pero antes de salir se giró y me dijo.—Está bien, creo que todo quedó claro entre los dos. Llevaremos este matrimonio lo mejor que podamos. En un final, poseemos el mismo objetivo.Y así fue, como me embarqué en este compromiso. Salimos mucho, él me lleva para la biblioteca, mientras se va con sus chicas. De cierta manera, nuestros padres se lo han creído y toda la sociedad. Cuando estamos juntos finjo estar enamorada de él, aunque no dejo que me toque. Hacemos muchas fiestas en nuestro yate. Mamá me quitó todas mis tarjetas el día del compromiso y se las dio a Luis. Al parecer su padre le cortó el suministro de dinero hasta que se ca
—Disculpa, no te conozco. —Respondí algo atemorizada.—Bella, tu papá se llama Santiago Sardino, y es hijo del señor Sardino. Ellos tienen negocios con mis padres. —Explicó ahora descendiendo del auto y viniendo a mi encuentro sonriente. —Vamos, deja de ser tímida y monta, no te comeré.Me quedé mirándolo algo indecisa, giré mi cabeza en busca de un taxi, pero ni uno solo apareció, solté todo el aire suspirando. Estaba realmente cansada y quería llegar a mi casa para darme un buen baño y dormir. Él percibió mi lucha y raudo, tomó las maletas, mi bolso de mis manos y los colocó en el asiento trasero, abrió la puerta invitándome a subir. Lo miré por un instante y le dije.—Ya que insistes, aceptaré tu oferta. —Al parecer en verdad era amigo de mis abuelos.Me monté en el asiento del copiloto y lo miré de reojo. Era realmente hermoso. Tenía los ojos muy negros. Al igual que su cabello, que tenía un mechón rebelde que siempre se le caía en la frente. Lo hacía ver aún más hermoso. Su cuerp
Sabía que a mi falso esposo no le iba a importar, desde que regresamos de la supuesta luna de miel en París no lo he vuelto a ver, y no es que lo quiera. Mi aversión hacia su persona sigue siendo la misma, entre menos nos encontremos mejor para mi tranquilidad. Por lo que me dediqué en los días siguientes a acomodar algunas cosas dentro de la casa a mi gusto. Compré algunos cuadros, y flores, muchas más flores.El jardinero está feliz, sí, porque además de mi invernadero, la casa está rodeada de un inmenso jardín creación de mi abuela según me contó Enrique, el señor que lo cuida. Es donde al regresar de la escuela temprano o los fines de semana que no me voy para la casa de mis abuelos, me lo paso. Hemos sembrado un sin fin de rosas nuevas, y otras plantas. A mi manera soy feliz en soledad, rodeada de todas las comodidades que me dieron mis abuelos. De mis padres no he sabido nada. Solo les envié un mensaje diciendo que habíamos regresado el cual no me respondieron.Luis apareció dos