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La mujer en mí
La mujer en mí
Por: Bris
1. ISABELLA SARDINO

Todo el mundo piensa que ser heredera de una familia millonaria te hace feliz. En sus mentes crean una vida de fantasía maravillosa que, en mi caso, está muy lejos de la realidad. A pesar de ser la única heredera de una de las familias más poderosas de mi país, no solo soy la heredera de mis padres, sino también de mi abuelo Santiago Sardino, un millonario mafioso y temido. Sin embargo, soy la persona más miserable que puedo imaginar desde que tengo uso de razón.

En las numerosas novelas que he leído, los niños ricos como yo siempre son retratados como petulantes, engreídos y hacen todo lo que quieren sin importarles nada. Se enfrentan a sus progenitores sin miedo. Les aseguro que ese no es mi caso, soy todo lo contrario a ellos. Mi madre se encargó de asegurarse de que fuera así, y ahora me encuentro atrapada en esta vida miserable que me han impuesto.

Ya han pasado más de seis meses desde que vivo la farsa de un matrimonio arreglado. Hasta ahora, no tengo quejas. Mi falso esposo, Luis, apenas pasa tiempo en casa. Yo estoy sumergida en mis estudios y visito a mis abuelos todos los días después de salir del instituto. Al menos me he librado de la insoportable presencia de mi madre. Me siento bien a mi manera, me siento libre. Solo debo aguantar el tiempo necesario y seré completamente libre.

Planeo viajar y estudiar lo que realmente me gusta lejos de todos. Una vez que termine con esta farsa, recibiré una parte de mi herencia y podré hacer lo que quiera. Al menos eso fue lo que mi padre me dijo. Aunque no seamos cercanos y apenas hable conmigo en presencia de mamá, creo que me ama. Muchas veces lo veo perdido en sus pensamientos, con una mirada llena de tristeza. Sobre todo cuando mi madre está presente, regañándome por cualquier cosa. Parece tener miedo de ella y se muestra cauteloso al acercarse o mostrar interés hacia mí. Al menos no me maltrata y se porta muy bien conmigo cuando estamos solos.

Hoy me entretuve más de lo habitual en la biblioteca realizando un trabajo que nos asignaron. Quiero obtener buenas notas para ver si eso alegra a papá. Además, si lo logro, no tendré que estudiar durante el fin de semana y podré irme de pesca con mis abuelos. Regreso a casa pasadas las nueve de la noche y me sorprende ver todas las luces encendidas al estacionar el carro. Al entrar, veo a Luis en compañía de una mujer rubia.

—Buenas noches —saludo, aunque no me agrada la imagen que presencio. Sin embargo, decido no decir nada y esperar a ver qué sucede.

—¡Por fin llegas, Bella! —exclama Luis al verme y se acerca. —Ven, te presento a Vivian, el amor de mi vida.

¡No puedo creerlo! Una cosa es que tenga una aventura fuera de casa, pero es completamente diferente que me la traiga aquí. Sin embargo, como nuestro matrimonio es una farsa, respiro profundamente y trato de sonreír mientras la rubia se acerca hacia mí. Me mira con una sonrisa burlona y me extiende la mano.

—Hola, Isabella —saluda con una voz fingida, y continúa hablando con una expresión de triunfo que no puedo pasar por alto. Al terminar de hablar, comprendo el motivo—. Espero que seamos muy buenas amigas ahora que vamos a vivir juntas.

—¡¿Qué?! —exclamo realmente sorprendida. Me giro hacia Luis, quien sonríe feliz como si todo estuviera resuelto, lo cual me enfurece.

—Sí, Bella. No tiene sentido que pague un alquiler teniendo esta casa tan grande —dice cínicamente sin dejar de sonreír, mientras pasa un brazo por los hombros de Vivian—. Tú seguirás viviendo en la primera planta, nosotros ocuparemos la segunda planta.

—¡Luis, eso no estaba en el trato! —expreso molesta. Esto es demasiado.

—¡Isabella, no me hagas enojar! —reprocha mientras camina hacia mí, pero decido enfrentarlo—. ¡Si te digo que viviremos juntos, lo haremos!

—Yo no estoy de acuerdo con esto. No tengo nada en contra de tu relación, pero aquí no va a vivir. ¡No lo permitiré y punto! —le digo firmemente.

—¡Bella, me estás molestando seriamente! —reacciona muy cerca de mi rostro, que está rojo de furia, como si quisiera asustarme. —¡Si vuelves a abrir esa boca, te la voy a partir!

—No creas que te tengo miedo, Luis. Si me tocas, se va  el trato a la mierda—le digo con determinación.

Por un momento, se queda mirándome fijamente, como si no pudiera creer que yo, la tonta Isabella, lo esté enfrentando y llevándole la contraria.

—¿Me estás amenazando, Isabella? —pregunta retomando su actitud amenazante.

—Cariño, no te pongas así. Ella solo está sorprendida por la noticia. Te dije que tenías que discutirlo con ella primero —dice la rubia con voz fingida. La miro con una mirada llena de ira.

—Vivian, no te metas. Sube a nuestra habitación mientras termino de hablar con Isabella.

—Ella no se quedará aquí, Luis. Si lo haces, llamaré a mis padres.

Lo amenazo con papá, que creo que al más mínimo problema vendrá si lo llamo.  Él se lo advirtió que si me hacía algo la pasaría mal. No voy a dejar que me convierta en el hazmerreír de todos más de lo que soy. Porque aunque lo disimulamos muy bien, todos saben que él tiene otras mujeres, por lo que hasta ahora han desaparecido las apariencias.

—Vivian, sube y déjame arreglar esto con mi esposa —le ordena Luis, con las manos en la cintura y de espaldas a mí. Vivian me mira burlonamente, incluso con pena. Le da un beso en los labios a Luis y se aleja hacia las escaleras, diciendo:

—Está bien, cariño. Sin demoras. Buenas noches, Isabella. Mejor no le lleves la contraria, o no te va a gustar lo que te sucederá.

No puedo creer la audacia de esta mujer. Se aleja con una sonrisa burlona en sus ojos. Estoy concentrada en verla marchar hacia las escaleras que conducen al segundo piso, sin poder hacer nada al respecto. Me dispongo a buscar mi bolso para llamar a papá, cuando veo que Luis gira rápidamente y me empuja con fuerza, haciéndome perder el equilibrio y caer al suelo subiendo encima de mí.

—Que sea la primera y última vez que me haces pasar esa vergüenza delante de mi mujer, Isabella —me dice con enojo mientras  me sostiene con fuerza por mi cabello contra el piso—. Aquí se dice lo que yo diga.

—¡Suéltame, por favor! —imploro con voz temblorosa, tratando de alejarme de él forcejeando con todas mis fuerzas sin lograr zafarme.

—¡Tú, deberías mirarte en un espejo! —Sigue diciendo mientras me mira con desprecio. —Ningún hombre se fijaría en una mujer como tú. De la única manera que se fijaría en ti, es por el dinero de tus padres.

—Te vas a arrepentir de esto Luis, te lo aseguro, te arrepentirás la vida entera —Le digo con determinación, aunque mis palabras están cargadas de temor.

—¡No me amenaces más Isabella! —Responde bruscamente, volviendo a tirar de mi cabello, haciendo que me levante, con sus dedos aprieta mi cara. —Tienes que hacer todo lo que te diga y cuando lo diga. Viviremos Vivian  y yo aquí, y tú solo aparecerás cuando sea una cosa oficial. ¿Me entendiste?

 Lo miro con odio, sintiendo un nudo en la garganta por la impotencia de la situación y de no poder hacer nada. Él se da media vuelta y se dirige a las escaleras, dejándome sola y adolorida en el piso. Lágrimas de frustración recorren mis mejillas, pero trato de recomponerme y levantarme. Luego se gira y me grita desde allá.

—¡Bella, tú no eres mujer, eres demasiado fea! ¡Tienes muy mal gusto para vestir! ¡Eres horrible! ¡Tu cuerpo da pena! ¡Para mí, es una vergüenza, tener que pasearme contigo del brazo, y presentarte como mi esposa! ¡Sabes cuál fue el motivo por el que me casé contigo! — Escupe todo ese veneno con rabia.

 No puedo creer lo que acaba de pasar. Luis no solo me ha herido con sus palabras hirientes sino que me ha golpeado. Aunque trato de mantenerme fuerte, me duele profundamente saber que no me valora como persona. Esta situación me ha abierto los ojos a una realidad que había evitado enfrentar por mucho tiempo. 

 Desde pequeña, siempre sentí la presión de complacer a mis padres y mantener las apariencias de una familia perfecta. Pero ahora me doy cuenta de que no puedo seguir viviendo así, siendo prisionera de este matrimonio de mentira y soportando maltrato emocional y físico.

 Jamás nadie me había maltratado en toda mi vida de esa manera, alguna que otra bofetada que me diera mamá cuando se molestaba y no se encontraba papá delante, pero nada que ver con esto que acaba de suceder. Mi corazón está lleno de dolor y decepción. Me siento vulnerable y perdida, pero también sé que no puedo permitir que esto siga sucediendo. ¡No merezco ser tratada de esta forma!

Hasta ahora, habíamos mantenido una relación cordial. Sabía desde que éramos niños que era un abusivo, pues yo mismo sufrí de sus abusos durante nuestras vacaciones. Pero no esperé que me humillara y me golpeara como acababa de hacerlo. Me siento traicionada y utilizada, como si fuera solo un objeto para su beneficio. Pero no permitiré que nadie me quite mi dignidad y mi libertad.

¡Esto es inaudito y no tengo por qué soportarlo! ¡No señor! ¡Nunca más aguantaré golpes de un hombre! ¡Jamás! Ha llegado el momento de tomar el control de mi vida y ser dueña de mi destino. No quiero seguir viviendo en esta farsa de un matrimonio, atada a una persona que no me respeta ni me valora. 

 Me levanto del suelo, secando mis lágrimas con determinación en mis ojos. Es hora de enfrentar esta realidad y tomar decisiones que me permitan ser feliz y vivir con dignidad. No sé cómo lo haré, pero sé que encontraré la fuerza para cambiar mi vida. Tomaré las riendas de mi destino y buscaré la manera de liberarme de esta opresión.

Quizás pueda hablar con papá y contarle lo que está sucediendo. Tal vez él pueda ayudarme a encontrar una solución. O quizás sea el momento de buscar apoyo en mis abuelos, quienes siempre me han tratado con cariño y comprensión. Sea como sea, no puedo seguir permitiendo que mi vida sea controlada por otros y que mi felicidad dependa de complacer a los demás.

Hoy, en esta noche oscura y dolorosa, he encontrado la fuerza para enfrentar mi realidad y buscar un camino hacia la libertad. No importa cuán difícil sea, estoy dispuesta a luchar por mi felicidad y por el respeto que merezco como ser humano. 

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