—Mima, ¿estás bien? Es lo primero que pregunta cuando la ve. Pues, como ella no la recordaba claramente, temía que hubiese muerto en ese tiempo en que ella estaba muy confundida. La abuela Tania se acerca sonriente y la abraza dándole un beso en cada mejilla y se separan para contestarle—Sí, querida, muy bien —contesta ella con señas. — El cáncer remitió y hasta ahora parece que no va a volver.—Me alegro mucho. ¿Y tú Marta, cómo van esas piernas?—¡Perfecta! ¿No me ves? Contesta sonriente, enseñándole sus piernas y el brazo, con yeso. —Todavía no puedo moverme correctamente, porque no sé en qué estaban pensando los doctores cuando me pusieron la primera vez los yesos que soldaron mal, igual que a ti y ahora tuvieron que volvérmelo a poner, ya comprenderás la desesperación que tengo porque no puedo escribir. ¿Tú cómo te sientes?—Bien, muy bien, ahora la cabeza está clara y puedo recordar bien y conocer a las personas.—¡Bella, querida, me alegro de que al fin regreses a la casa!
Después de Isabella preguntarle eso, mirándolo con una cara enorme de desesperación y a la vez de dolor, Christian se apresura a contestar.—No, no Bella, nadie te violó, ese hijo que estás esperando es mío.—¿Tuyo? ¡No me engañes Chris, sé muy bien que no puedes tener hijos!—No podía, mira. Christian le entrega los resultados de las pruebas que hizo para ver si sus espermatozoides eran viables, y se los da a Isabella que abre los ojos sin poder creerlo todavía. —¿Qué significa esto?—Significa que fui yo el que te dejé embarazada, cuando viniste a dormir conmigo las noches y esa tarde en que hicimos el amor en la ducha. Me recuperé Bella, lo hice.—¿No me engañes Chris para que yo no me sienta mal porque me han violado mientras dormía y te estás echando la culpa tú?—Podemos hacerle la prueba de paternidad cuando nazca el bebé si eso te va a hacer feliz, pero te digo que es mío, mejor dicho nuestro. —¡Oh, Chris, no sabes lo feliz que me acabas de hacer! Porque aunque no comprendí
—Significa que yo creía que me habían por lo menos violado cuando dormía— cuenta Isabella haciendo que todo se miren entre sí pero continúa— sin embargo, no fue así, yo me metía con Christian en la cama todo este tiempo en que estuvo ciego y él me embarazó de este bebé que tengo en mi barriga, que es de mi esposo.Se hace primero un silencio en que se miran todos entre sí, el abuelo le pasa los resultados de la prueba a Santiago, que los mira pensando qué son falsos, pero al darse cuenta Christian de esto, dice firmemente.—Son verdaderos, mi suegro, para mí también fue una gran sorpresa y eso que cuenta Isabella es verdad.—¿Y por qué no me dijiste cuando te pregunté que si te habías acostado con Isabella?—Porque yo creía que eran alucinaciones de tanto extrañar, pero ella me acaba de asegurar que no, que en verdad venía a dormir conmigo en las noches. —Ja, ja, ja…, felicidades hijos, felicidades.—No entiendo por qué ustedes están tan sorprendidos de esa noticia— dice la abuela po
Isabella observa a su papá salir corriendo hacia la parte delantera de la casa, donde está estacionado un auto, mientras ella se queda reflexionando sobre todo lo que acaba de escuchar. Ya había visto la prueba de paternidad que confirmaba que no era hija de Eva, pero siempre pensó que su padre lo había hecho para evitar darle algo en el divorcio. Ahora resulta que era cierto, no era hija de esa mujer tan malvada y eso la llena de felicidad.¡No puedo creer todo lo que mi padre me acaba de revelar! ¡Esa mujer fue más que malvada! ¡Qué cruel fue al robarme de ella, haciéndola creer que estaba muerta! ¡Y no solo eso! ¡Encerrarla en un hospital psiquiátrico! ¡Es terrible! Oh, ahí viene ella, ¡es hermosa! Sí, es mi madre, nos parecemos mucho. Me llena de felicidad saber que provengo de alguien tan hermoso como ella. Y mis hijos tendrán una abuela tan encantadora. ¡Qué felicidad! Isabella ve a su madre acercarse nerviosa, pero su rostro se ilumina con una sonrisa llena de miedo y emoción.
La felicidad que embarga a Santiago al tener a su lado a la mujer que amó toda su vida y que es la madre de su hija es tan grande que no puede expresarla con palabras. Su sonrisa radiante y su mirada llena de amor son testigos de la inmensa alegría que siente en este momento tan especial. —¡Gracias hija, muchas gracias! ¿Viste Susi? ¡Bella es igual que tú, te lo dije! —Sí, lo estoy mirando. Menos mal, que tiene a muchos que cuidan de ella, para que no la engañen como a mí. Isabella al escuchar lo que le dice su madre se queda mirando a su papá que baja la cabeza y cambia la vista, y luego ella sonríe al verlo así y le dice a su madre. —Bueno mamá, luego tú y yo, tenemos que contarnos muchas cosas. ¿Cuándo voy a conocer a mis abuelos? —¡Cuando quieras, ellos están desesperados por venir! —¡Papá, llámalos que vengan hoy! ¡Quiero reunir al fin a toda nuestra verdadera familia! La emoción se intensifica en la voz de Santiago al escuchar las palabras de Isabella. Siente una fe
Los días transcurren entre risas compartidas, abrazos cálidos y aventuras emocionantes. Siempre apoyándose mutuamente en los momentos buenos y difíciles, construyendo una familia unida y resistente. Isabella y Christian han encontrado la felicidad en su amor y en la hermosa familia que han formado. El tiempo ha pasado y ahora se encuentran en una etapa de sus vidas en la que la rutina y las responsabilidades se entrelazan con momentos de ternura y complicidad En una tarde tranquila, Isabella decide subirse a una silla para alcanzar un libro en un mueble alto. Christian, preocupado por su seguridad y la del bebé que lleva en su vientre, la llama con voz de alarma: —¡Bella, espera ahí! Te vas a caer —grita Christian, intentando detenerla—. No puedes hacer eso, con ocho meses de embarazo. Si te caes, podrían hacerse daño los dos. Es por eso que no puedo ir a trabajar tranquilo a la oficina. Siempre haces locuras. Isabella sonríe y le responde de manera juguetona:—Eres un exagerado.
Todo el mundo piensa que ser heredera de una familia millonaria te hace feliz. En sus mentes crean una vida de fantasía maravillosa que, en mi caso, está muy lejos de la realidad. A pesar de ser la única heredera de una de las familias más poderosas de mi país, no solo soy la heredera de mis padres, sino también de mi abuelo Santiago Sardino, un millonario mafioso y temido. Sin embargo, soy la persona más miserable que puedo imaginar desde que tengo uso de razón. En las numerosas novelas que he leído, los niños ricos como yo siempre son retratados como petulantes, engreídos y hacen todo lo que quieren sin importarles nada. Se enfrentan a sus progenitores sin miedo. Les aseguro que ese no es mi caso, soy todo lo contrario a ellos. Mi madre se encargó de asegurarse de que fuera así, y ahora me encuentro atrapada en esta vida miserable que me han impuesto. Ya han pasado más de seis meses desde que vivo la farsa de un matrimonio arreglado. Hasta ahora, no tengo quejas. Mi falso esposo, L
Todavía me encuentro anonadada por lo que pasó, mirando como Luis sube victorioso las escaleras mientras gira una o dos veces la cabeza para mirarme sonriendo satisfecho. Como si estuviera seguro de que voy a seguir al pie de la letra lo que me ha dicho. Pero está muy equivocado, yo no voy a aguantar nada más de esta relación. Lo soporté porque no interfería con mis aviones, pero esto se acabó ahora mismo. La tonta Isabella, murió en este instante, está bueno ya de aguantar y hacer lo que todos a mi alrededor me imponen. Es que nunca debí aceptar casarme con este desalmado. Lo siento papá, de veras, quería en verdad ayudarte, pero no me convertiré en una mujer maltratada y abusada. Suficiente con todos los años de abuso que sufrí de mi madre. Hasta hoy llegué, soy Isabella Sardino, la heredera no solo tuya, también de mi abuelo. Así que si quieres desheredarte, hazlo. En estos momentos no me importa nada. Me levanto, tomo mi bolso y salgo corriendo, me monto en el coche y manejo llor