4. COMPROMISO

Al escuchar el anuncio realizado por mi padre, no puedo contenerme y grito sin darme cuenta, poniéndome de pie de un salto. Mis padres me miran enojados. Me siento de nuevo mirando a papá horrorizada. ¿Cómo pueden hacerme esto? Ellos saben lo abusivo que es, no es un secreto. A cada rato hay un escándalo sobre eso en todas las revistas y periódicos del país. El padre de Luis me observa en silencio, para luego sonreírme, como si estuviera satisfecho con lo que ve. Cambia la mirada al escuchar a mi madre.

—Sí, querida Isabella, ja, ja, ja… ¿Por qué te sorprendes? Lo sabías que un día iba a suceder, ya eres mayor de edad —me explica, con una voz que trata de ser dulce, pero que yo sé está aguantando las ganas de gritarme. —Tu compromiso con Luis es un hecho. Él siempre ha estado enamorado de ti, desde que eran niños. ¿No recuerdas que siempre andaba detrás de ti? Ya lo habíamos pactado, desde ese tiempo. Además, hace un rato cuando tu padre te preguntó si estabas de acuerdo con este compromiso dijiste que sí feliz, ¿por qué reaccionarías ahora así? ¿Es de la felicidad? ¿No pensaste que Luis aceptara? Pues lo hizo.

—Pero yo… —Trato de oponerme, de decir que no escuché lo que preguntaron ante la mirada inquisitiva de todos. Me siento incapaz de decir algo más.

—Felicidades cariño, tu historia de amor se va a hacer realidad! Todos sabemos que tú también lo has extrañado mucho. Desde que llegó de la escuela no se cansa de preguntar por él. —Miente con una sonrisa en su cara, como si disfrutara verme sufrir. —Hace un rato antes que llegaran su padre le preguntó si era verdad Luis el amor de su vida y dijo que sí.

—¿Eh? —miro a papá, ¿eso fue lo que me preguntó tan serio y yo le dije que sí?

—Discúlpenla, es que es muy tímida —sigue hablando mamá, y me resigno. Eso te pasa por no escuchar lo que te preguntan Isabella. —Felicidades Bella, vas a ser muy feliz con el amor de tu vida. No todos tenemos esa suerte, querida.

Me quedo de una pieza, los miro sin poder creer lo que están diciendo. Miro a Luis, que sonríe como un ángel, aceptando las felicitaciones de todos, mientras tiene una de mis manos entre las suyas y me la besa cada tanto. Y sin más, se arrodilla a mis pies y me muestra con su sonrisa cínica, un anillo de compromiso.

—Bella, desde que éramos unos niños fuiste una fascinación para mí, y lo continúas siendo. Como te prometí en ese entonces en que me confesaste que me amabas, esperé todos estos años por tí. Porque yo también te he amado la vida entera y pretendo seguir haciéndolo. Gracias por aceptarme como el hombre que te hará feliz una eternidad. —Y sin más, me coloca ante los aplausos de todos, el anillo en mi dedo. Ni alguna vez preguntó si lo acepto, lo dio por sentado.

No encuentro qué decir, me quedó congelada. Sé que no puedo opinar, siempre ha sido así. Miro a mis padres felices, y me resigno a mi destino. Dejo caer mi cuerpo en la silla, siempre con mi mano dentro de las de Luis, que no se cansa de profesarme su amor y me las besa, provocándome una enorme incomodidad y asco. Todo lo que continúa no lo recuerdo, me sentí un objeto al que podría vender al mayor postor sin importar quién fuera ni lo que me hizo. Luego de otra hora de sufrimiento, en los que me entero que mi compromiso salvaría la empresa de papá, al fin nos marchamos. Luis se despide besándome la mano, la cual le arrebato lo más rápido que puedo.

¿Cómo pueden hacerme esto?

Estoy tentada durante todo el trayecto a preguntar, mi madre habla feliz sin parar de los preparativos de la boda, yo solo suspiro. Mi padre me observa cada tanto por el espejo retrovisor, pero no dice nada. Al llegar a la casa, subo corriendo las escaleras y me encierro en mi habitación. No quiero ver ni hablar con nadie. Lloro desconsoladamente, podría pedirles ayuda a mis abuelos, pero ya la relación con papá es tensa, mejor me resigno.

Esto debió ser obra de mamá que me odia, por eso papá me preguntó tan serio y yo de estúpida le dije que sí, sin saber lo que me preguntaba. ¿Qué es eso que su empresa está al borde de la bancarrota? ¿Por qué no le pide ayuda a mi abuelo en vez de al padre de Luis? ¿Por qué tiene que sacrificarme? ¿Y si le digo que no, que no estoy enamorada de Luis, romperá el compromiso? No, seguro que no lo hará, él debe haber estado de acuerdo con mamá en esto. ¡Qué desgracias tener unos padres como ellos! Me duermo llorando.

El reloj despertador suena sacándome del profundo sueño. Recuerdo la noche anterior. ¡Como quisiera que fuera una pesadilla! Ese Luis es insoportable. Hoy tengo un examen, me visto rápido. Miro mi anillo de compromiso en mi dedo y suspiro, estoy perdida, no puedo escapar. Todavía no me lo puedo creer. Vuelvo a suspirar resignada y tomo una decisión. Lo haré, ayudaré a papá a salir de ese enredo, pero solo por tres años, luego me divorciaré de ese petulante hombre y haré mi vida. Dijo que me daría como hizo el abuelo con él, mi herencia en vida, en tres años para ser exactos. Pues bien, aguantaré ese tiempo para ser libre y así no les deberé nada, habré hecho mi trabajo como hija. Luego me iré a vivir mi vida como yo decida.

Me miro al espejo. Soy una chica de uno setenta de altura, mi cuerpo delgado, pero bien formado, con mi pequeña cintura, que hace que mis caderas parezcan más anchas de lo que son. Mis pechos son algo prominentes. Por eso, me visto con blusas holgadas. Mi cabello lo traigo siempre recogido en una coleta, es castaño oscuro y me llega más allá de la cintura, mi madre no ha dejado que lo corte. Mis ojos son verdes oscuros, que contrastan con mis largas pestañas negras, y mi piel cobriza.

Mi abuelo me dice, que soy hermosa aunque no se lo creo. Yo no siento que lo soy, todo lo contrario, me encuentro fea, por ello escondo mi cuerpo, con ropas anchas, y mis ojos detras de unos lentes. Es que me molesta mucho, cada vez que me preguntan, si uso pestañas postizas.

Bajo corriendo las escaleras, tomo mi desayuno y me monto en mi auto, regalo de mi abuelo. ¡Un Ferrari rojo, de último modelo! Y aunque protesté por lo llamativo, que no tiene que ver nada con mi personalidad escurridiza. Él hizo oídos sordos, obligándome a aceptarlo. Así que siempre trato de parquear, lo más alejado que puedo del Instituto. Y corro para llegar a tiempo. No tengo amigos, me siento siempre, en las últimas mesas, sola. Y así transcurren mis días, entre las aulas, la biblioteca y mi casa.

La noche de la fiesta de compromiso llegó antes de lo que me esperaba. Estaba muriendo de ver como Luis sonreía a todos y se hacía el más enamorado que nadie, imaginando lo que me iba a hacer cuando nos casáramos. Por lo que no podía evitar suspirar a cada rato, y por mucho que me esforzaba, no lograba sonreír feliz, todo lo contrario, parecía que me llevaban al matadero. Luego de comer, Luis me llevó hasta mi habitación y me dijo.

—Mira Bella, cambia esa cara de sufrimiento. Tú no me gustas, estoy haciendo esto, para que mi padre no me desherede.

Al escucharlo el alma me volvió al cuerpo, y le presté atención para entrar en un arreglo beneficioso para ambos, si la cosa era así, puede que hasta me convenga este matrimonio pensé.

—¿Qué quieres decir? —pregunté.

—¿En verdad pensaste que estaba enamorado de ti? No, Bella, jamás me enamoraré de alguien como tú —dijo cínicam. —Así que llévalo bien, los dos saldremos ganando. Tú tendrás tu libertad y yo mi herencia. Estaremos tres años casados, y cada quien por su parte. Solo pareceremos estar casados. Ahora tienes que fingir que te gusto, que en verdad hemos estado enamorados desde niños, si lo hacemos bien, más pronto seremos libres.

—Me parece bien, tú a mí tampoco me gustas. Nos divorciaremos en tres años, y ya. —Respondí feliz al sentir que se me quitó un gran peso de encima. Sentí que Dios existía y había venido a salvarme.

—Sí, pero quiero que te quede claro. En ese tiempo, no puedes tener relación alguna. —Dijo muy serio, mientras miraba por la ventana.

—Bien por mí. ¿Y tú?

—¿Yo qué? ¡Yo soy hombre, y me acostaré con quien se me dé la gana! —Vociferó molesto.

—¡No tengo ningún problema! —Respondí enseguida de la misma manera. —Solamente trata de ser discreto, para que nuestros padres no sospechen. Otra cosa. ¡No me tocarás! ¡Puedes tener a todas las mujeres que quieras, pero conmigo, no estarás!

—¿Por qué no? Puedo enseñarte muchas cosas. —Dijo Luis acercándose insinuante, mientras rozaba con sus dedos mi mejilla, le aparté de un manotazo la mano.

—¡No, esa es mi única condición! Si no aceptas, tampoco aceptaré eso que me dices, le diré a mis abuelos que anulen esta boda. ¡Y sabes muy bien el poder que tiene mi abuelo! —Dije muy seria, quería que supiera que aunque mi padre me estaba vendiendo a él, tenía quien sacara la cara por mí. —A él no le importa que mis padres me quieran casar, si le digo que yo no quiero, me saca de aquí en un segundo en las narices de todos. No olvides que ya soy mayor de edad, no estoy obligado a obedecer a nadie, lo hago para que papá no quede mal. ¿Me entiendes? ¡Yo no necesito casarme para heredar a nadie, soy la única heredera de mis abuelos, y aunque papá me desherede, ellos no lo harán!

—¡Está bien, no me gustas como mujer de todas formas! ¡No eres mi tipo! ¡No tienes que amenazarme con tu abuelo! Asi que no te preocupes. Y no me gusta que me amenacen Bella, deberías ir aprendiendo cómo es tu futuro esposo. —Dijo con una mirada siniestra, que no le di importancia.

—Ni a mí que me griten Luis, mejor nos llevamos bien, como dos buenos amigos hasta que todo termine. —Respondí atrás.—Yo te ayudaré a llevar tu vida loca y guardar las apariencias, siempre que me trates con respeto no tendremos problemas, pero el día que no lo hagas, hasta ahí llegó el arreglo. ¿De acuerdo?

Todavía no sabía de dónde me salía el valor de enfrentarlo, no sé si del odio que le guardaba de cuando éramos niños, o de la impotencia de verme obligada a casarme con él. No debería desaprovechar esta oportunidad de poner las cosas claras en este matrimonio.

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