Adalyne.

Mi nombre es Adalyne Belle Whitmore. La sombra de ese nombre resuena en mi mente con el peso de un destino que no he elegido. Soy una chica de mediana estatura, esbelta, con ojos azules que se tornan grises cuando la oscuridad me alcanza, como si mi alma estuviera hecha de niebla. Mi cabello es castaño claro, un reflejo de la luz en los días tranquilos que ya no sé si merezco. Vivo en Nueva York, rodeada por la prisa incesante de la ciudad, pero en mi hogar todo ha sido sereno, casi perfecto. Vivo con mis padres, en una burbuja que me ha protegido hasta hoy, y me he acostumbrado a esta calma, a sentirme segura, a ser feliz con quien soy. Pero todo eso está a punto de desmoronarse. Mañana cumplo dieciocho años.

Solo un día. Un día que cambiará mi vida para siempre. Un día que se cierne sobre mí como una tormenta, oscura y violenta. Porque mañana, cuando despierte, todo lo que he conocido se disolverá como la niebla al amanecer. Mañana seré llevada a la Mansión "Brandwolf". Un lugar que he oído nombrar solo en susurros, un lugar rodeado de misterio y terror, custodiado por un hombre que no conozco, pero que ya ocupa un espacio aterrador en mis pensamientos. Me dicen que tiene la apariencia de un joven de 21 años. Pero no es un hombre. Es un lobo, una criatura cuyo corazón late en siglos, cuyo poder desafía el tiempo mismo. Debe tener al menos 600 años. Y cada vez que lo pienso, un escalofrío recorre mi cuerpo, un miedo profundo que no puedo sacudirme. ¿Qué me espera allí?

Es una época confusa, incierta, y difícil para chicas como yo. Chicas que solo sueñan con terminar el instituto, estudiar en la universidad, ser libres. Pero esa libertad se me escapa de las manos como arena fina. El futuro que había planeado se desvanece y me quedo atrapada en un destino que no quiero. No lo quiero. No quiero ser parte de ese mundo oscuro y antiguo, un mundo donde las chicas como yo son meras piezas de un juego sin piedad. Esa tarde llegué a casa, con el corazón aún agitado por el peso de lo que sabía que se acercaba. Giré el picaporte de la puerta, un sonido tan cotidiano, tan familiar... Pero al cruzar el umbral, supe que ya nada sería igual.

Mi hogar ya no era mi refugio.

Allí estaban mis padres, sentados en el sofá, sus ojos llenos de miedo, de tristeza. Y frente a ellos, tres hombres vestidos de negro, como sombras vivientes, provenientes de la temida Mansión "Brandwolf". Sus miradas eran frías, vacías. No había compasión en ellas, solo la certeza de lo inevitable.

Un nudo se formó en mi garganta. El aire se volvió pesado, denso, y me costó respirar. Los hombres no dijeron una palabra, pero su presencia lo decía todo. Ya no había marcha atrás. El futuro me había alcanzado.

—Señorita Whitmore, la estábamos esperando—Dijo un hombre corpulento de cabello castaño.

—¡Me niego a entregarme! —exclamé con voz firme a punto de romperse.

Los tres rieron con picardía, mientras que el ultimo de ellos se puso más serio.

—Que estúpida eres niña, ¿Acaso quieres que matemos a tus padres? —preguntó y los dos amenazaban a mis padres con un arma. Sentí temblar mis piernas y mi mente me mostraba imágenes de aquel acto.

Palidecí y salí corriendo a mi habitación. La cerré con llave y comencé a sollozar. Tocaron la puerta y escuché como mi madre rogaba que abriera, lo hice, ella entro me miró con pena y me envolvió en un tierno abrazo.

— Calma mi niña—dijo mientras me acariciaba la cabeza.

— ¿Por què tenemos que vivir asi madre? ¡No quiero irme! ¡Son unos monstruos! —exclame entre lágrimas.

—Es algo inevitable mi pequeña, es mejor que obedezcas o nos matarán y te llevarán a la fuerza de igual modo—respondió tratando de consolarme.

—Lo sé madre, es fuerte para mí, pero obedeceré, jamás me lo perdonaría si les pasase algo por mi culpa. —armándome de valor, respondí dejando de llorar.

—Ven pequeña, debemos arreglar tus cosas, mañana pasaran por ti a primera hora—dijo con lástima.

—Está bien madre—Acepte resignada.

Tomamos valijas de todos los tamaños y comenzamos a guardar todas mis cosas. O al menos las más necesarias e importantes para mí…

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