No podía ser… No podía gustarme. Eso era lo único en lo que estaba absolutamente segura. Él solo estaba encaprichado conmigo, porque no caí en sus encantos como las demás, porque no me dejé llevar por sus sonrisas encantadoras ni sus promesas vacías. No soy fácil como todas esas chicas. No soy su tipo.—Di algo. —Su voz sonó más áspera de lo habitual, como si estuviera a punto de explotar.Me quedé callada, no podía encontrar las palabras adecuadas para responder. Mi respiración se volvió más irregular.—Lo… lo siento —musité, bajando la mirada, apenas audible—. Pero no sabes lo que estás diciendo.Una risa irónica salió de sus labios. La misma risa que solía irritarme.—Obvio que sé lo que digo —respondió, alzando una ceja, y en su tono se mezclaba una burla palpable—. ¿Acaso no me crees?Mis manos se apretaron en puños, mientras lo observaba con incredulidad.—¿Cómo… cómo podrías gustar de mí? —la pregunta salió con la firmeza de alguien que no cree ni una palabra de lo que está esc
De repente, todo entre nosotros cambió. Se acercó con una rapidez que me hizo perder el aliento. Antes de que pudiera decir algo, sus manos me tomaron con delicadeza del cuello, y me besó.Este beso fue diferente. No era el impulso salvaje, no era la necesidad de dominar o ser dominado. Era algo suave, tierno, como si de alguna manera lo hubiéramos esperado siempre. No respondí por inercia, sino porque quise. Porque quería. El roce de sus labios me desarmó, y por un segundo, olvidé todo lo que había pasado entre nosotros. Fue como si el mundo dejara de girar y solo quedáramos él y yo.Cuando nos separamos, me quedé sin aliento, mirando a su alrededor, y vi cómo los demás nos observaban. Estábamos sentados, frente a todos, pero en ese instante, no importaba.De repente, una sombra se acercó a nuestra mesa, interrumpiendo nuestra burbuja. Un hombre castaño, con piel clara y ojos verdes que brillaban con un matiz dorado, se paró frente a nosotros. Su sonrisa era como un veneno dulce.—¿B
—Se te escapa un detalle —dije, con voz neutra—. Yo no te amo.Su rostro palideció. La sonrisa que había brillado en su rostro momentos antes se apagó, y sus ojos reflejaron una tristeza profunda, casi desgarradora.—Es imposible —respondió, su tono severo y su mandíbula tensa—. Si eres mi mate, debes sentir lo mismo que yo.—Pues ya ves que no —contesté, intentando mantenerme firme.—Adalyne, no me mientas, por favor —dijo, y pude oír la suplica en su voz.—No lo hago. Te estoy diciendo la verdad —terminé, mirándolo con pena, aunque algo dentro de mí se retorcía.¿Yo lo amaba? La respuesta era clara: no.¿Lo quería? No.¿Me gustaba? —Mis pensamientos se detuvieron un segundo— No... sí... No, no lo sé.—Entonces me amarás a la fuerza —sentenció, su voz baja y peligrosa.—¿Me obligarás a amarte? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.—Quieras o no, será tu deber —dijo, su mirada fija y dura.Sollozando, me giré, incapaz de soportar el peso de sus palabras. No quería verle, no que
—Estás celosa, es lógico que te importe, repetía mi subconsciente una y otra vez.¿Yo, celosa? Jamás.¿Por esa zorra rubia? No.¿Porque la besa como me besa a mí? Nunca.Terminé de comer y me dirigí a la biblioteca. A decir verdad, superé rápido lo de Ben, y ahora podía estar aquí sin remordimientos ni miedo. Me senté y tomé un libro con la portada negra que decía, en letras blancas, "Everything About Wolf" (Todo sobre lobos).Comencé a hojearlo. Quería saber más sobre ese mundo, sobre los secretos que me rondaban. Me adentré en un capítulo que hablaba sobre cómo los lobos deben comer carne a diario para mantenerse fuertes. Si no lo hacían, aunque fuera una sola vez al día, su cuerpo caía en una condición débil y vulnerable. Había algo más, algo que me intrigaba: sus sentidos. Aumentaban de forma impresionante, sobre todo la vista y el olfato. Y entonces, descubrí algo que me detuvo en seco.Los Mates."Cuando un lobo encuentra a su «Mate», debe asegurarse de que esa persona sienta lo
Visitaría a mi ex. Matt.Tuve un novio a los dieciséis y lo dejamos justo antes de que cumpliera los dieciocho. Dos años. Dos años desde la última vez que lo vi de verdad. Sabía que aún sentía algo por mí… o al menos, eso quería creer. Necesitaba verlo. Un taxi me dejó frente a su antigua casa, la que compartía con su familia. Los hombres de Luca me recogerían a las cuatro. Veinte minutos después, estaba parada frente a la imponente mansión Carrington.Pagué la carrera y bajé del taxi. Subí los escalones de piedra hasta la entrada principal y toqué el timbre. La puerta se abrió casi al instante, revelando a Martha, la ama de llaves. Me reconoció al instante.—Señorita Whitmore —dijo con una sonrisa cálida—. Qué alegría verla por aquí. Pase, por favor.—Hola, Martha —respondí, devolviéndole la sonrisa—. Gracias. ¿Está Matt?—Claro que sí. Está en su habitación —dijo con entusiasmo—. ¿Quiere que lo llame o prefiere subir?—Subiré —dije, sintiendo un vuelco en el estómago.Subí las larga
—Tú eres mía —dijo con voz fría y cercana—. Y pude sentir cómo mi sangre hervía por estar tú con alguien más —sentenció.—¿Qué sentiste exactamente? —pregunté con genuina curiosidad.—Que algo me quemaba por dentro —dijo con voz apagada.—Sentí lo mismo, por ende, solo fueron besos. No pasó nada más —afirmé, guiñándole un ojo. Me subí al auto y fijé la mirada en la ventana, intentando ocultar la turbulencia que sentía por dentro.Él se subió y dio la orden de que nos llevaran de vuelta a la mansión. Al llegar, subí directamente a mi habitación, me di una larga ducha y me puse un pijama. Estaba decidida a ver la saga de Harry Potter.Me acurruqué en la enorme cama y encendí la televisión. Rogaba en silencio que Luca no apareciera, y para mi alivio, así fue. Iba por la tercera película cuando el sueño me venció.—Adalyne… Adalyne… Adalyne… —escuché que me llamaban repetidamente hasta que logré abrir los ojos y acostumbrarme a la claridad.Me levanté y me di cuenta de que ya no estaba en
—¿No me quieres? —inquirió con el rostro totalmente devastado.¿Lo quiero? Sí. Sí, sí, sí. La respuesta resonó en mi interior con la fuerza de un eco. Pero las palabras que salieron de mi boca fueron otras.—Lo siento mucho —dije con firmeza—. No.—Entiendo —dijo sin ganas, su mirada clavada en el suelo—. ¿Es por ese Matt?—No siento nada por él —dije, encogiéndome de hombros—. Es solo mi ex.—¿Entonces por qué? —insistió, levantando la vista para mirarme a los ojos—. Estaba seguro de que me querías como yo a ti.Claro que te quiero. Despertaste ese "algo" en mí que nadie había despertado antes. Pero el miedo me paralizaba.—No lo sé —dije, sintiéndome genuinamente confundida.—Yo… —balbuceó, con la esperanza brillando en sus ojos.—¡Es una broma! —exclamé, con una sonrisa traviesa—. Obvio que te quiero, idiota.Su rostro palideció por un instante, la mueca triste desapareció y sus ojos se iluminaron con una intensidad que me hizo temblar. Me miró con expectación, como si no pudiera c
—¿Con cuantos hombres has estado?—inquirió con un toque de molestia en su voz.—Quizá con unos diez...—dije y reí al ver como abría sus ojos como platos y fruncía su ceño—Obvio no, tonto. Sólo con mi ex—dije y reí.—Entiendo—dijo neutral—¿Y tu? —no pude evitarlo.—En realidad, no lo se—dijo y se encogió de hombros.—Bien...—me toca—¿Que es lo que más odias de una mujer?—Que sea mal polvo—dijo y nos reímos—. En realidad, diría que las mentiras y la falta de personalidad.—Concuerdo contigo—admití.—¿Tu que odias de los hombres? —inquirió.—Que no sean claros en lo que quieren y nos engañen con mentiras y falsas ilusiones. —exclame—. Deben ser claros en lo que quieren.—Tienes toda la razón—aceptó.—Estoy algo cansada—dije y bostecé—. Durmamos.Dicho esto, por mí parte, me acosté en la cama y él igual a mi lado, me dio un tierno beso y susurro "feliz noche". Se lo devolví y tomé su brazo como almohada. Me quede dormida en cuestión de minutos.°Desperté y sentí aún cerca a Luca. No se