—¿No me quieres? —inquirió con el rostro totalmente devastado.¿Lo quiero? Sí. Sí, sí, sí. La respuesta resonó en mi interior con la fuerza de un eco. Pero las palabras que salieron de mi boca fueron otras.—Lo siento mucho —dije con firmeza—. No.—Entiendo —dijo sin ganas, su mirada clavada en el suelo—. ¿Es por ese Matt?—No siento nada por él —dije, encogiéndome de hombros—. Es solo mi ex.—¿Entonces por qué? —insistió, levantando la vista para mirarme a los ojos—. Estaba seguro de que me querías como yo a ti.Claro que te quiero. Despertaste ese "algo" en mí que nadie había despertado antes. Pero el miedo me paralizaba.—No lo sé —dije, sintiéndome genuinamente confundida.—Yo… —balbuceó, con la esperanza brillando en sus ojos.—¡Es una broma! —exclamé, con una sonrisa traviesa—. Obvio que te quiero, idiota.Su rostro palideció por un instante, la mueca triste desapareció y sus ojos se iluminaron con una intensidad que me hizo temblar. Me miró con expectación, como si no pudiera c
—¿Con cuantos hombres has estado?—inquirió con un toque de molestia en su voz.—Quizá con unos diez...—dije y reí al ver como abría sus ojos como platos y fruncía su ceño—Obvio no, tonto. Sólo con mi ex—dije y reí.—Entiendo—dijo neutral—¿Y tu? —no pude evitarlo.—En realidad, no lo se—dijo y se encogió de hombros.—Bien...—me toca—¿Que es lo que más odias de una mujer?—Que sea mal polvo—dijo y nos reímos—. En realidad, diría que las mentiras y la falta de personalidad.—Concuerdo contigo—admití.—¿Tu que odias de los hombres? —inquirió.—Que no sean claros en lo que quieren y nos engañen con mentiras y falsas ilusiones. —exclame—. Deben ser claros en lo que quieren.—Tienes toda la razón—aceptó.—Estoy algo cansada—dije y bostecé—. Durmamos.Dicho esto, por mí parte, me acosté en la cama y él igual a mi lado, me dio un tierno beso y susurro "feliz noche". Se lo devolví y tomé su brazo como almohada. Me quede dormida en cuestión de minutos.°Desperté y sentí aún cerca a Luca. No se
Ahí estaban los dos, con sus labios pegados en un beso que parecía consumirlos. La imagen me golpeó como una bofetada. Se separaron lentamente, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos, y la rubia esbozó una sonrisa triunfal, una mueca de victoria que me heló la sangre. Una furia ciega me invadió. Caminé hacia ellos con pasos firmes, el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. No me verían la cara de ingenua. Eso sí que no.—¿Para esto querías que trabajara contigo? —inquirí, con la voz temblando de rabia contenida, mis ojos fijos en Luca, entrecerrados en una mirada acusadora—. ¿Para restregarme lo bien que te lo pasas con esta… rubia?Luca soltó un suspiro entrecortado, volteó a mirarme. Su rostro, antes relajado, se había transformado en una máscara de pánico. Sus ojos grises, antes brillantes, ahora me miraban con súplica, como un animal acorralado.—No… Adalyne… —comenzó a decir, con la voz ronca, pero fue interrumpido por la rubia, que se cruzó de brazos con una exp
—¿Y qué hace aquí? —pregunté con poca modestia, cruzándome de brazos y levantando la barbilla en un gesto desafiante—. ¿Puedo ayudarle en algo?—No estás nada mal —murmuró para sí mismo, con una sonrisa que me recorrió de pies a cabeza y me puso la piel de gallina. Lo escuché perfectamente, y su mirada me hizo sentir vulnerable y expuesta—. Vengo a llevarte conmigo —sentenció con una voz profunda que resonó en la habitación, cargada de una extraña autoridad.Mi cara se desencajó. No entendía nada. ¿Qué se suponía que hacía él aquí? ¿Y peor aún, por qué quería llevarme con él? Un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Justo en ese momento, la puerta se abrió, dejando ver a un Luca abatido, con el rostro pálido y los ojos inyectados en sangre. Parecía haber corrido un maratón.—Adalyne… yo… necesito… —comenzó a decir con la voz entrecortada, extendiendo una mano hacia mí como buscando apoyo, hasta que se calló bruscamente al notar la presencia del otro lobo. Sus ojos se abrieron con s
*2 Meses Después*Llevaba dos meses en este antiguo castillo en Inglaterra. Era acogedor y, por alguna extraña razón, me resultaba familiar, aunque no recordaba haber estado aquí antes. Era asombrosamente enorme y, aunque su antigüedad era evidente, las remodelaciones a lo largo de los años lo habían adaptado a la modernidad.El rey Alec me había tratado muy bien, con generosidad y amabilidad. Me habían extraído mucha sangre para "experimentarla", pero estaba segura de que el verdadero destinatario era él. En cuanto a mis descubrimientos, había aprendido muchas cosas:Encontré un libro llamado "Ángeles". Siempre había imaginado a los ángeles como seres creados por Dios, con gigantescas alas blancas y portadores de paz. Pero no era así. Resulta que los ángeles eran enemigos mortales de los lobos, incluso más que los propios vampiros. Tenían poderes increíbles, podían volar (lógicamente), pero sus alas podían ocultarse para camuflarse entre los humanos, a los que llamaban "mortales". Se
Los ojos azules de Luca se encontraron con los míos, y noté al instante cómo se oscurecían, mostrando una mezcla de decepción, enojo y tristeza. Mis propios ojos se humedecieron, amenazando con derramar todas las lágrimas que había estado conteniendo. No salían palabras de mi boca, no podía articular ninguna, y por lo visto, Alec tampoco.—No sé qué hago aquí —dijo Luca, riendo con ironía—. Si a ti no te importa —afirmó.—¿Luca? —dijo Alec, vacilando un momento—. ¿Acaso tú estás enamorado de Adalyne? —rió con sorna.—Eso no te incumbe —respondió Luca con brusquedad—. Además, ella es mía. Yo la marqué.—No es cierto… —dijo Alec, vacilante—. ¿Adalyne, él te marcó… como suya? —preguntó, y de inmediato puse toda mi atención en Luca, quien me hacía gestos sutiles para que dijera que sí.—Ehm… yo… —balbuceé, sintiendo el rubor subir por mis mejillas—. Yo… sí, él me marcó.—¡No puedo creerlo! —dijo Alec, visiblemente sorprendido—. En ese caso, como tu Rey, debo aceptarlo y devolvértela de in
Los dos abrieron los ojos como platos y me miraban con tristeza. Sabía qué hacía lo correcto.—Yo… —articuló Luca—. Yo te di mi palabra, y si eso quieres, eso tendrás.—¿Acaso eres idiota? —dijo Alec molesto—. ¿Piensas dejarla ir?—Él me dio su palabra y la está cumpliendo —dije defendiéndolo.—Mañana mismo estarás en tu antigua casa, Adalyne —aseguró Luca, y yo sonreí.—Gr… gracias —dije, esbozando una sonrisa.—Bien, me rindo —dijo Alec mientras alzaba las manos en señal de rendición.—Vendré a visitarte —dije y le sonreí—. Lo prometo.—No se diga más —dijo contento.Mientras que Luca fruncía el ceño.—¿Y a mí me visitarás? —preguntó con ilusión.—Pero claro que sí —dije y también sonreí.Ambos asintieron y me ayudaron a guardar las pocas cosas que me había traído, además de las que me regaló el rey. Guardé todo perfectamente doblado en una maleta gigante que llevó Luca. Me despedí de todos en el castillo y de Alec. Salimos y subimos a su jeep. Después de un incómodo y tenso silenci
Me desperté sobresaltada. Era demasiada información para asimilar de golpe. Debía procesar que siquiera existieron los ángeles, y ahora me encuentro con que ¿soy la reencarnación de Ángela? ¿Qué debo reunir a todos los demás ángeles? ¿Qué es esto? ¿Una pesadilla? ¿Un mal sueño? ¿Una jugada de mi subconsciente? No lo sé. Pero me siento mentalmente agotada. Miré la hora: apenas eran las 9 a. m. Me volteé para seguir durmiendo.Abrí nuevamente los ojos y parpadeé varias veces, acostumbrándome a la luz. Me levanté y vi que eran las 12 del mediodía. Luca no estaba, y para mi sorpresa, tampoco la típica nota que siempre me dejaba en la mesita de noche. Me levanté y tomé una larga ducha. Pensé en lo mucho que mi vida cambiaría al volver a casa, aunque en el fondo me dolía, y no sabía la causa.Salí del baño envuelta en la toalla y me vestí con algo cómodo: unos shorts de blue jeans claros, una camisa de tirantes negra que me llegaba hasta el ombligo, una chaqueta de blue jeans y unas Vans ne