Siguió golpeando la puerta con fuerza, me hice a un lado por miedo a que la tumbará y así fue. Su fuerza descomunal había logrado volver añico la madera que nos mantenía separados.
—Hiciste esto mas divertido para mí—avisó y con velocidad llegó a mi cargándome y subiéndome a su hombro, me lanzó a la cama y se pusó en busca de lo que parecían unas cuerdas, tomó mis manos y las ató a las barandas de la cama, hizo lo mismo con los pies.
—Yo quería hacer todo por las buenas, pero tú insistes en portarte mal. —dijo con una sonrisa torcida, sus ojos brillando con malicia. La suavidad de sus palabras no hacía más que aumentar el peligro en el aire.
—¿Sabías que te he odiado desde siempre? —le lancé con rabia, mis palabras impregnadas de desprecio—. Y lo seguiré haciendo. ¡Eres un asqueroso lobo! —mi voz temblaba con la intensidad de lo que sentía, pero él solo se rió, divertido por mi frustración.
—Eso lo sé perfectamente. —me respondió sin inmutarse, acercándose un paso más. El tono de su voz se volvió aún más peligroso, más seguro—. Sabes, esta situación es bastante graciosa. —se acercó aún más, casi pegándose a mí, su aliento cálido y su mirada oscura envolviéndome—. Ahora mismo, podría hacer contigo lo que quisiese. —sus palabras eran veneno, pero de alguna manera me mantenían atrapada. Sus labios se curvaron en una sonrisa cómplice y, por un segundo, sus ojos brillaron con un toque de deseo crudo.
Un escalofrío recorrió mi espalda, uno que no era solo de miedo, sino de algo más que no podía identificar. El aire entre nosotros se tensó, cargado de algo peligroso y tentador. No sabía si huir o acercarme más, pero lo que sí sabía era que estaba completamente atrapada en ese juego.
Pero él, el maldito, se alejó. Como si hubiera disfrutado de mi confusión y de la forma en que me dejaba desconcertada. Me dejó ahí, sola, con las cuerdas quemando mis muñecas y el eco de su presencia impregnado en el aire. Sentí cómo el ardor de las cuerdas me punzaba, mi piel ardiendo por su toque brusco.
Mis manos temblaban, mi cuerpo entero estaba tenso, como si hubiera sido marcada por él, de alguna manera que no entendía. Mis ojos empezaron a pesarme, el cansancio me venció, y antes de que pudiera procesarlo, me sumergí en un sueño profundo.
Pero el sueño no trajo paz. No después de todo lo que había sucedido.
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Desperté sintiendo unas manos deslizarse de arriba a bajo por mi muslo, y unos pegajosos labios besando mi cuello, abrí los ojos rápidamente, y quién yo pensaba que era el lobo, resultó ser un excitado, Ben. Intente gritar, pero note que el maldito de Ben no era tan tonto como se veía, al contrario, era muy astuto, colocó una cinta en mi boca, para así evitar que mis gritos fueran escuchados.
—Que bueno que despiertas linda, así ambos podemos disfrutar…—dijo con tono bajo, malicioso, encantado con la situación. Mientras mi mente alertaba del peligro inminente.
Las alarmas mentales no paraban de pedirme que actuará, comencé a moverme bruscamente, pero las cuerdas me lo impedían, él se abalanzó sobre mí, quitó su camisa con un movimiento ágil, luego arrancó mi ropa de manera brusca, causando pequeños aruños en mi piel. Me sentía avergonzada por estar desnuda frente a él. Solo me cubría mi ropa interior, la desesperación se adueño de todo mi cuerpo, cuando volví a sentir sus labios en mis clavículas y sus manos recorrer mi trasero. Ahogué un grito y justo cuando pensé que sería abusada por el maldito lobo, paso lo inesperado.
La puerta se abrió de manera brusca y por ella entro un furioso líder, hizo volar por la habitación a Ben de un movimiento, luego lo tomó por el cuello y lo estrelló contra la pared. Ben soltó un quejido de dolor y Luca le propinó un severo golpe en la nariz haciéndolo sangrar.
—ELLA ES MÍA—le gritó con furia a Ben.
—¿Y? también me gusta…—inquirió, Ben fríamente
—SI TE VUELVES ACERCAR A ELLA. ¡TE MATO, BEN!—le ordenó amenazante.
—¿Por que te importa tanto ella?— volvió a inquirir, Ben con cierta molestia en su voz.
—ESO NO TE INCUMBE, SOLO ALÉJATE—le ordenó y lo sacó a empujones de la habitación, cerrando la puerta con seguro.
Comenzó a destrozar todo a su paso, haciendo todo añicos, se acercó hacia mi y rompió las cuerdas, me quitó la cinta de la boca.
—¿Estas bien? —me pregunto con voz tenue.
—¡DE MARAVILLA, IDIOTA NO SABES CUANTO LO DISFRUTE—respondí con sarcasmo.
—MALDITA SEA DEJA TU PUTO SARCASMO—se quejó.
—TODO, PERO TODO ESTO ES TU CULPA, POR ATARME, IMBÉCIL—le grité y sentí como me abofeteó y un ardor recorría mi mejilla.
—Si te portarás bien, esto no hubiera ocurrido—dijo y me guiñó un ojo—, Vamos, dormirás conmigo a partir de ahora, así podré cuidarte…
—No necesito de tu protección imbécil, yo puedo arreglármelas sola . —lo desafié con ira. —Adelante, quédate, pero si él regresa por ti, te la arreglarás sola porque no pienso venir de nuevo, niña estúpida. —escupió con rabia.—Iré contigo, pero jamás dormiría en la misma cama que tú. —dije y lo miré fijamente. —, dormirás en el piso.—Cómo digas, vamos, más tarde envío a alguien por tus cosas—dijo con tono autoritario y yo asentí. Salimos a un largo pasillo, en el que había numerosas puertas, hasta detenernos en el final, en una enorme color rojo, y un sello característico de su especie. El abrió la puerta y me empujo hacía él. Me quedé asombrada por tan grande, lujosa y hermosa habitación. —Cuidado babeas mi alfombra. —dijo de manera arrogante. —, es mas costosa que toda tu casucha.—Jodete. —dije con furia. —, Necesito darme una ducha.—Perfecto, yo igual, vamos—dijo señalando la puerta que conducía al baño.Sentí una ráfaga de nervios, que recorrió todo mi cuerpo, él no podía
No podía negar que se veía jodidamente guapo. Era el dios griego más perfecto que jamás había visto. Su camisa color vino, ajustada a su cuerpo, contrastaba con el elegante smoking negro que llevaba encima. El cabello ligeramente húmedo caía desordenado, peinado hacia un lado, pero sin perder ese aire de perfección natural.—Tú también luces muy bien—dije, tratando de sonar indiferente, pero mi voz salió más fría de lo que esperaba—, Pero no te hagas ilusiones. No lo hice por ti, solo quería verme bien esta noche. No te sientas especial.—Me da igual—respondió con tono neutro, su expresión inexpresiva, pero no pude evitar notar la leve tensión en su mandíbula—, Solo no me avergüences esta noche—añadió, haciendo un gesto como si me diera un consejo.—¿Qué insinúas? —levanté una ceja, la incredulidad desbordando mi tono—. ¿Que no sé de etiqueta y protocolo?—No lo he dicho yo—dijo, dejando que una sonrisa burlona asomara en su rostro.Mi corazón empezó a latir más rápido, esa chispa de
Sin embargo, el momento fue interrumpido bruscamente por un carraspeo.—Adalyne, necesito hablar contigo—dijo Luca, su tono enfadado y casi gruñendo. La mirada que me lanzó fue como una orden, y su enojo era palpable—. Ahora—casi gritó.Mi corazón dio un vuelco. Sabía que algo no estaba bien, pero aún no entendía qué.Me levanté de la mesa sin decir nada a Valentín.—Discúlpame—dije rápidamente, y él hizo un gesto comprensivo, aunque pude ver que su sonrisa se desvaneció un poco.Seguí a Luca, que ya se dirigía hacia la parte trasera del salón, hacia un jardín tranquilo, alejado de las miradas curiosas. Sabía que tendríamos una conversación difícil.—¿Quieres que lo mate?—inquierió serio y me sobresalté. —, ¿Es eso?—¿De que hablas?—pregunté confusa y atemorizada.—De Valentín—dijo y apretó su mandíbula—, Es uno de mis mejores hombres.—¡Estas loco!—le grite—, Es muy buen chico y un gran amigo.—Pero tu eres mía—dijo con voz suave—, Ver como te coquetea y tu le correspondes me hace he
No podía ser… No podía gustarme. Eso era lo único en lo que estaba absolutamente segura. Él solo estaba encaprichado conmigo, porque no caí en sus encantos como las demás, porque no me dejé llevar por sus sonrisas encantadoras ni sus promesas vacías. No soy fácil como todas esas chicas. No soy su tipo.—Di algo. —Su voz sonó más áspera de lo habitual, como si estuviera a punto de explotar.Me quedé callada, no podía encontrar las palabras adecuadas para responder. Mi respiración se volvió más irregular.—Lo… lo siento —musité, bajando la mirada, apenas audible—. Pero no sabes lo que estás diciendo.Una risa irónica salió de sus labios. La misma risa que solía irritarme.—Obvio que sé lo que digo —respondió, alzando una ceja, y en su tono se mezclaba una burla palpable—. ¿Acaso no me crees?Mis manos se apretaron en puños, mientras lo observaba con incredulidad.—¿Cómo… cómo podrías gustar de mí? —la pregunta salió con la firmeza de alguien que no cree ni una palabra de lo que está esc
De repente, todo entre nosotros cambió. Se acercó con una rapidez que me hizo perder el aliento. Antes de que pudiera decir algo, sus manos me tomaron con delicadeza del cuello, y me besó.Este beso fue diferente. No era el impulso salvaje, no era la necesidad de dominar o ser dominado. Era algo suave, tierno, como si de alguna manera lo hubiéramos esperado siempre. No respondí por inercia, sino porque quise. Porque quería. El roce de sus labios me desarmó, y por un segundo, olvidé todo lo que había pasado entre nosotros. Fue como si el mundo dejara de girar y solo quedáramos él y yo.Cuando nos separamos, me quedé sin aliento, mirando a su alrededor, y vi cómo los demás nos observaban. Estábamos sentados, frente a todos, pero en ese instante, no importaba.De repente, una sombra se acercó a nuestra mesa, interrumpiendo nuestra burbuja. Un hombre castaño, con piel clara y ojos verdes que brillaban con un matiz dorado, se paró frente a nosotros. Su sonrisa era como un veneno dulce.—¿B
—Se te escapa un detalle —dije, con voz neutra—. Yo no te amo.Su rostro palideció. La sonrisa que había brillado en su rostro momentos antes se apagó, y sus ojos reflejaron una tristeza profunda, casi desgarradora.—Es imposible —respondió, su tono severo y su mandíbula tensa—. Si eres mi mate, debes sentir lo mismo que yo.—Pues ya ves que no —contesté, intentando mantenerme firme.—Adalyne, no me mientas, por favor —dijo, y pude oír la suplica en su voz.—No lo hago. Te estoy diciendo la verdad —terminé, mirándolo con pena, aunque algo dentro de mí se retorcía.¿Yo lo amaba? La respuesta era clara: no.¿Lo quería? No.¿Me gustaba? —Mis pensamientos se detuvieron un segundo— No... sí... No, no lo sé.—Entonces me amarás a la fuerza —sentenció, su voz baja y peligrosa.—¿Me obligarás a amarte? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.—Quieras o no, será tu deber —dijo, su mirada fija y dura.Sollozando, me giré, incapaz de soportar el peso de sus palabras. No quería verle, no que
—Estás celosa, es lógico que te importe, repetía mi subconsciente una y otra vez.¿Yo, celosa? Jamás.¿Por esa zorra rubia? No.¿Porque la besa como me besa a mí? Nunca.Terminé de comer y me dirigí a la biblioteca. A decir verdad, superé rápido lo de Ben, y ahora podía estar aquí sin remordimientos ni miedo. Me senté y tomé un libro con la portada negra que decía, en letras blancas, "Everything About Wolf" (Todo sobre lobos).Comencé a hojearlo. Quería saber más sobre ese mundo, sobre los secretos que me rondaban. Me adentré en un capítulo que hablaba sobre cómo los lobos deben comer carne a diario para mantenerse fuertes. Si no lo hacían, aunque fuera una sola vez al día, su cuerpo caía en una condición débil y vulnerable. Había algo más, algo que me intrigaba: sus sentidos. Aumentaban de forma impresionante, sobre todo la vista y el olfato. Y entonces, descubrí algo que me detuvo en seco.Los Mates."Cuando un lobo encuentra a su «Mate», debe asegurarse de que esa persona sienta lo
Visitaría a mi ex. Matt.Tuve un novio a los dieciséis y lo dejamos justo antes de que cumpliera los dieciocho. Dos años. Dos años desde la última vez que lo vi de verdad. Sabía que aún sentía algo por mí… o al menos, eso quería creer. Necesitaba verlo. Un taxi me dejó frente a su antigua casa, la que compartía con su familia. Los hombres de Luca me recogerían a las cuatro. Veinte minutos después, estaba parada frente a la imponente mansión Carrington.Pagué la carrera y bajé del taxi. Subí los escalones de piedra hasta la entrada principal y toqué el timbre. La puerta se abrió casi al instante, revelando a Martha, la ama de llaves. Me reconoció al instante.—Señorita Whitmore —dijo con una sonrisa cálida—. Qué alegría verla por aquí. Pase, por favor.—Hola, Martha —respondí, devolviéndole la sonrisa—. Gracias. ¿Está Matt?—Claro que sí. Está en su habitación —dijo con entusiasmo—. ¿Quiere que lo llame o prefiere subir?—Subiré —dije, sintiendo un vuelco en el estómago.Subí las larga