Durmiendo con él.

 Siguió golpeando la puerta con fuerza, me hice a un lado por miedo a que la tumbará y así fue. Su fuerza descomunal había logrado volver añico la madera que nos mantenía separados.

—Hiciste esto mas divertido para mí—avisó y con velocidad llegó a mi cargándome y subiéndome a su hombro, me lanzó a la cama y se pusó en busca de lo que parecían unas cuerdas, tomó mis manos y las ató a las barandas de la cama, hizo lo mismo con los pies. 

—Yo quería hacer todo por las buenas, pero tú insistes en portarte mal. —dijo con una sonrisa torcida, sus ojos brillando con malicia. La suavidad de sus palabras no hacía más que aumentar el peligro en el aire.

—¿Sabías que te he odiado desde siempre? —le lancé con rabia, mis palabras impregnadas de desprecio—. Y lo seguiré haciendo. ¡Eres un asqueroso lobo! —mi voz temblaba con la intensidad de lo que sentía, pero él solo se rió, divertido por mi frustración.

—Eso lo sé perfectamente. —me respondió sin inmutarse, acercándose un paso más. El tono de su voz se volvió aún más peligroso, más seguro—. Sabes, esta situación es bastante graciosa. —se acercó aún más, casi pegándose a mí, su aliento cálido y su mirada oscura envolviéndome—. Ahora mismo, podría hacer contigo lo que quisiese. —sus palabras eran veneno, pero de alguna manera me mantenían atrapada. Sus labios se curvaron en una sonrisa cómplice y, por un segundo, sus ojos brillaron con un toque de deseo crudo.

Un escalofrío recorrió mi espalda, uno que no era solo de miedo, sino de algo más que no podía identificar. El aire entre nosotros se tensó, cargado de algo peligroso y tentador. No sabía si huir o acercarme más, pero lo que sí sabía era que estaba completamente atrapada en ese juego.

Pero él, el maldito, se alejó. Como si hubiera disfrutado de mi confusión y de la forma en que me dejaba desconcertada. Me dejó ahí, sola, con las cuerdas quemando mis muñecas y el eco de su presencia impregnado en el aire. Sentí cómo el ardor de las cuerdas me punzaba, mi piel ardiendo por su toque brusco.

Mis manos temblaban, mi cuerpo entero estaba tenso, como si hubiera sido marcada por él, de alguna manera que no entendía. Mis ojos empezaron a pesarme, el cansancio me venció, y antes de que pudiera procesarlo, me sumergí en un sueño profundo.

Pero el sueño no trajo paz. No después de todo lo que había sucedido.

*

*

*

Desperté sintiendo unas manos deslizarse de arriba a bajo por mi muslo, y unos pegajosos labios besando mi cuello, abrí los ojos rápidamente, y quién yo pensaba que era el lobo, resultó ser un excitado, Ben. Intente gritar, pero note que el maldito de Ben no era tan tonto como se veía, al contrario, era muy astuto, colocó una cinta en mi boca, para así evitar que mis gritos fueran escuchados. 

—Que bueno que despiertas linda, así ambos podemos disfrutar…—dijo con tono bajo, malicioso, encantado con la situación. Mientras mi mente alertaba del peligro inminente.

Las alarmas mentales no paraban de pedirme que actuará, comencé a moverme bruscamente, pero las cuerdas me lo impedían, él se abalanzó sobre mí, quitó su camisa con un movimiento ágil, luego arrancó mi ropa de manera brusca, causando pequeños aruños en mi piel. Me sentía avergonzada por estar desnuda frente a él. Solo me cubría mi ropa interior, la desesperación se adueño de todo mi cuerpo, cuando volví a sentir sus labios en mis clavículas y sus manos recorrer mi trasero. Ahogué un grito y justo cuando pensé que sería abusada por el maldito lobo, paso lo inesperado. 

La puerta se abrió de manera brusca y por ella entro un furioso líder, hizo volar por la habitación a Ben de un movimiento, luego lo tomó por el cuello y lo estrelló contra la pared. Ben soltó un quejido de dolor y Luca le propinó un severo golpe en la nariz haciéndolo sangrar.

—ELLA ES MÍA—le gritó con furia a Ben.

—¿Y? también me gusta…—inquirió, Ben fríamente 

—SI TE VUELVES ACERCAR A ELLA. ¡TE MATO, BEN!—le ordenó amenazante.

—¿Por que te importa tanto ella?— volvió a inquirir, Ben con cierta molestia en su voz.

—ESO NO TE INCUMBE, SOLO ALÉJATE—le ordenó y lo sacó a empujones de la habitación, cerrando la puerta con seguro.

Comenzó a destrozar todo a su paso, haciendo todo añicos, se acercó hacia mi y rompió las cuerdas, me quitó la cinta de la boca.

—¿Estas bien? —me pregunto con voz tenue.

—¡DE MARAVILLA, IDIOTA NO SABES CUANTO LO DISFRUTE—respondí con sarcasmo.

—MALDITA SEA DEJA TU PUTO SARCASMO—se quejó.

—TODO, PERO TODO ESTO ES TU CULPA, POR ATARME, IMBÉCIL—le grité y sentí como me abofeteó y un ardor recorría mi mejilla. 

—Si te portarás bien, esto no hubiera ocurrido—dijo y me guiñó un ojo—, Vamos, dormirás conmigo a partir de ahora, así podré cuidarte…

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