Hermes rodeó a Hariella con un brazo, mientras el otro sostenía a uno de los mellizos. Hariella, con una mano en la de Hermes y la otra en la de su hija, se sentía plena y feliz. Los gritos de los vendedores ambulantes y el aroma de las palomitas de maíz y los perritos calientes llenaban el aire, creando una atmósfera familiar y festiva. Era increíble como el tiempo les permitía estar compartiendo de esta manera tan fantástica y de ensueño, cuando años atrás cada quien había tomado su rombo a países diferentes. Sin embargo, la vida los había hecho volver a converger, para nunca más separarse.Durante la mitad del partido, la cámara del estadio comenzó a buscar parejas para la Kiss Cam. La pantalla gigante mostraba a varias parejas besándose, y los espectadores aplaudían y animaban cada beso. De repente, la cámara enfocó a Hermes y Hariella. Los mellizos, comprendiendo la tradición, comenzaron a aplaudir y a animar a sus padres.Hermes sonrió y miró a Hariella. Sus ojos se encontraron,
La fecha de la boda llegó, después de su despedida de solteros de manera tranquila y amena. Hermes contó con Werner, Jarrer, Joseph a su lado. Mientras que Hariella estuvo acompañada por Lena, Mariane y Mónica.Ese día todos se levantaron temprano, para prepararse para el gran evento.Marianne ayudaba con los últimos detalles de la decoración y fue hasta la sección de las bebidas. Empezó a degustar cada uno, cuando un hombre se acercó hasta ella y también hizo lo mismo.—Vino rosado noble —dijo Jarrer Miller, captando la atención de la hermosa Marianne—. Semidulce.—¿Sabes de vinos? —preguntó Marianne, sin poder ocultar su interés.—Un poco, me gustan y me encanta disfrutarlo en mi tiempo libre —respondió Jarrer, viéndola directo a los ojos.—Marianne —dijo ella, presentándose, mientras extendía una mano hacia el hombre que la había hablado.—Jarrer —contestó él, sin negar la atracción que le causó Marianne—. Es un gusto conocerte.El edificio mirador había sido adornado con una alfom
—Buenas tardes a todos los asistentes, para los que no me conozcan, soy Nathaniel Hansen, padre de Hariella Hansen y quiero compartir con todos ustedes unas palabras —dijo él, mirando al público y después se giró hacia Hermes—. Hoy dejo en tus manos a mi tesoro más preciado. He visto nacer a mi hija, en tal momento me propuse protegerla y hacerla feliz. La he seguido en todos sus pasos, la he apoyado en todas sus decisiones, he reído y llorado con ella; le he enseñado lo bonita que es la vida y lo difícil que, a veces, es. He querido cada día formar sus alas para que a la hora de volar vuele tan alto como quiera. Mi hija, con el paso de los años, se ha transformado de una flor linda y delicada a toda una mujer. Puedo decir bien alto que me siento orgulloso de la hija que tengo y que, a pesar de la pena que siento dejándola ir, estoy tranquilo porque la dejo en manos de un buen hombre. —Nathaniel hizo una pausa y luego prosiguió diciendo—: es por eso que hoy te entrego a mi hija, para q
Un lujoso auto azabache se estacionó frente a un imperioso edificio. Un hombre con atuendo de chofer fue el primero en bajarse y luego una linda muchacha con ropa de secretaria.Ambos se colocaron al costado de la puerta trasera del vehículo. El chofer fue el encargado de abrir la puerta de manera sutil, como si estuviera por recibir a una reina de la edad media. Entonces, de manera espléndida, una esbelta pierna fue lo primero en mostrarse, cuyo tacón negro de aguja, se afirmó de modo firme en el asfalto. Así, como una poderosa soberana, que descendía de su carruaje real. Así, una espléndida mujer se manifestó con lentitud.Ella abandonó el coche con glamour y distinción. Tenía puesto en su cabeza un sombrero Hepbrum oscuro con un velo que tapaba la parte superior de su rostro, sol dejando ver la parte de su boca y fina barbilla. En su negra pupila se reflejó la maravillosa arquitectura empresarial que le pertenecía a ella.Hariella Hansen era conocida como La magnate. Era arrogante,
El sonido del elevador lo hizo volver a la realidad a un tímido muchacho. Había quedado absorto en sus pensamientos mientras lo esperaba. Al fin había bajado, pues el edificio era gigante, tenía más de cien niveles y le habían indicado que debía ir al piso setenta. Las puertas plateadas se abrieron a los lados, y arriba, en una pantalla tecnológica, aparecía ahora el número uno, en color rojo. Los nervios se apoderaron de él, porque después que diera un paso hacia adentro, ya no habría vuelta atrás, pero no perdería la calma. Respiró profundo por la nariz y lo soltó todo por la boca.Hermes Darner era un joven de veinticuatro años, recién egresado de la universidad por haber terminado no un grado, sino ya, a su corta edad, un posgrado en administración de empresas. Se había preparado para esta entrevista, había una vacante en el puesto de gerente de finanzas y en esa área él destacaba lo suficiente para tomar la iniciativa de presentarse en la empresa manufacturera de alimentos que, do
Las puertas se cerraron y dentro del sitio hubo un silencio que pareció ser eterno, mientras que el elevador empezó a subir.Hermes miraba a Hariella con disimulo por el rabillo del ojo, podía verle la piel blanca, libre de manchas y el cabello rubio le parecía brillar como si fueran mechones de oro. Ella era tan hermosa y elegante. Jamás en su vida podría llegar a estar con alguien como ella, mucho menos con su introvertida personalidad que no lo ayudaban demasiado.Hariella recibió un portafolio de parte de Lena y se puso a verlos. Hermes se percató y con eso había encontrado una excusa para romper el hielo.—¿Se presentará a la entrevista, para la vacante de finanzas? —preguntó Hermes, mirando hacia el frente en la pantalla donde iban apareciendo diferentes números.Lena arrugó el entrecejo y tragó un poco de saliva; sabía que a Hariella no le gustaba ser interrumpida y menos que le dirigieran la palabra sin que ella otorgara el permiso para hacerlo. Se quedó atónita mirando a su se
Las puertas se cerraron y las dos quedaron de nuevo en silencio y en tranquilidad.Hariella había disfrutado de la conversación con el muchacho y hasta entonces se percató de que no se habían presentado y no había llegado a descubrir el nombre de ese hombre con el que había hablado hace pocos segundos, pero eso podría solucionarse. Hace mucho que nadie le hablaba con esa confianza, debido a su cargo, las charlas siempre eran estrictas y puntuales.—¿Crees que sea alguien bueno? —interrogó Hariella a su secretaria Lena, quebrando la armonía en la que habían quedado.Lena lo pensó antes de responder, podría estar fingiendo a la vez que en verdad no conocía la identidad de su jefa. La pregunta se había convertido en un auténtico dilema, no tenía pruebas ni la certeza que, aquel joven estaba mintiendo y no podía ir por el mundo acusando a todos los hombres que se acercaran a Hariella de estafadores o farsantes. Tendría que averiguarlo primero antes de dar un veredicto acusatorio en contra
Hermes percibió la pesada mirada de los hombres y mujeres que estaban en los puestos de trabajo. Su corazón se inquietó, pero para relajarse recordó el rostro de aquella rubia hermosa con la que recién había hablado y también el dulce aroma de ese inolvidable perfume de flores. Eso pudo calmarlo y comenzó a caminar con cautela. Los latidos en su pecho poco a poco se fueron tranquilizando. Si aspiraba al puesto de gerente de finanzas, debía transmitir seguridad y confianza, no temor y miedo, eso no eran los rasgos de un líder.—¿Hermes Darner? —le preguntó una bella mujer, que tenía una tabla con broche, mientras miraba los papeles sobre ella.—Sí, soy Hermes.—Sígueme, te llevaré a la oficina donde te harán la entrevista.La bella mujer lo guio hasta donde estaban dos hombres y dos mujeres que también aspiraban al puesto de la empresa. Estaban sentados, cada uno, en una silla diferente, de color negro, que estaban bien ordenadas en filas, pegadas a la pared, y se ubicaban al frente de