78. El abrazo

—Yo comeré más que tú, Helios —dijo Hera, alegre y divertida, sabiendo que siempre comía más que su hermano gemelo.

—No, yo comeré más que tú, Hera —respondió Helios y así siguieron discutiendo, mientras Hariella y Hermes, sonreían al oírlos.

En la mansión Hansen, luego de la cena, Hermes se quedó a jugar con sus hijos, hasta que cayeron rendidos por el sueño. Hermes cargó pegado a su pecho a cada uno de sus mellizos y los acostó con cuidado en las camas de ellos. Se quedó admirándolos; eran tan tiernos, inocentes y encantadores, que solo le provocaba cuidarlos.

—Su papá ya está con ustedes, mis niños —dijo Hermes con lágrimas en sus ojos—. Y no me volveré a ir de su lado, ya lo había prometido hace cuatro años.

Hermes les acomodó las cobijas y después de varios minutos, les dio un beso en la frente y salió del cuarto. Se limpió su llanto con las mangas de su traje y liberó un ligero suspiro.

—¿Tus ojos se bañan? —bromeó Hariella, que había visto y escuchado lo que Hermes había hecho.
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