En ese momento llegó Hermes con Hera, Marianne y la niñera. La extraña creyó que esa era la familia, el padre y la madre de él. Aunque la mujer no era rubia. Además, la otra niña tenía el rostro igual al del chico, solo que en versión femenina y con el cabello largo. La tiara que tenía los hacía como dos príncipes. Sin mencionar que la belleza de aquel hombre era demasiado abrumadora. Era como uno de esos modelos o actores que gozaban de mucha fama.—Deseo agradecerle a su hijo —dijo la muchacha—. ¿Quieres un helado?Helios miró a su papá para obtener permiso.—Yo también quiero helado —dijo Hera de forma animada.Hermes la cargó en sus brazos de manera cariñosa.—Yo te compraré uno luego —dijo Hermes de forma neutra—. Ve a acompañarlos. —Le indicó a la niñera.—Sí, señor.Así, Helios y la muchacha fueron por un helado en el centro comercial, siendo supervisados por la niñera desde una distancia prudente, aunque también recibió uno. Los dos disfrutaron del sabor chocolate y vainilla c
Herseis moldeó una sonrisa de sorpresa y asombro por volvérselo a encontrar allí, en el edificio mirador. ¿Quiénes eran ellos? A su corta edad ya tenía una tarjeta de crédito y ahora estaba en medio de ese evento con esa mujer vestida de negra. ¿Era la madre? Ella era una excéntrica y una protagonista de una novela; era alguien con la que nunca podía compararse, su realidad y su vida era superior, como si no fueran personas normales en este mundo. Quiso llamar al niño para saludarlo. Pero al llegar el rascacielos, los guardaespaldas, imponentes y serios, les impedían el paso, pero desde allí podían ver con más claridad la entrada decorada con flores negras y velas blancas.Sintió una mezcla de admiración y envidia. La imagen de la mujer, tan segura de sí misma, tan rodeada de elegancia, contrastaba con su propia vida, llena de dificultades y preocupaciones. Además que, su agradecimiento por el chico era genuina y sincera. Ese niño la había salvado en su momento de mayor agonía y cuand
En la ceremonia de boda de Hariella y Hermes, los meseros, con sus elegantes atuendos de blanco y negro, repartían aperitivos y bebidas a los invitados del matrimonio. Lo hacían con amabilidad y destreza.Hermes estaba sentado en la mesa principal, que era de forma circular, y jugaba con sus dos niños. Era increíble, cómo habían llegado a él, y los había concebido la única mujer que amaba y con la que se había imaginado un hogar. Sus ojos se cristalizaron, al ser invadido por la ternura que le provocaban sus mellizos. Ya no estaban solos, no se escondían de los demás, como cuando Hariella había fingido ser otra persona. Ahora los acompañaban sus suegros y sus padres, pues Hariella se había retirado a cambiarse el fascinante vestido de novia; era grande y se le dificultaría seguir usándolo por más tiempo. Además, conocía el carácter de su hermosa esposa y pronto le estaría colmando la paciencia, llevar encima una prenda tan difícil de movilizar, por lo que no podía estar cómoda, y nece
En el edificio mirador, la noche había caído de forma, envolviendo todo en un resplandor cálido bajo las luces de la ciudad que se extendía más allá de la vista de los allí presentes. El aire estaba cargado de emociones mientras los invitados se congregaban en la recepción, disfrutando de los aperitivos, bebidas y demás pasabocas que ofrecían los meseros contratados para la boda. Las paredes de vidrio del salón ofrecían una vista panorámica impresionante, pero la verdadera belleza de la noche estaba centrada en la pareja que había sellado su amor con votos eternos. Comentaban acerca de la belleza del novio y de la novia y de lo bellos que eran sus hijos. En las redes sociales vieron algunas publicaciones acerca de la entrada de Hariella con su excéntrico y hermoso vestido de novia negro. Al igual que el mensaje en el cielo por parte de los aviones. Ella era una magnate conocida, respetada y poderosa, mientras que el hombre era el CEO de Industrias Mars. Ambos tenían estatus y la difer
Herseis, aún sorprendida por el encuentro, se quedó paralizada por un momento. El chico con el que se había chocado era el mismo que le había ayudado en el centro comercial días atrás. Se reconocieron al instante, y una sonrisa cómplice iluminó sus rostros. Era ya la segunda vez que se chocaban de manera sorpresiva, justo como pasaba en los libros y novelas entre los personajes principales, que estaban destinados a estar juntos.—¡Tú otra vez! —dijo ella, un poco nerviosa pero divertida por la coincidencia. Él era demasiado lindo y atractivo.—Sí, parece que el destino sigue poniéndonos en el mismo camino —respondió él, con una sonrisa cálida por la nueva casualidad de encontrarse con esa muchacha de cabello rizado del centro comercial. Aquella vez le había tumbado las bolsas de compras—. Soy Edán Grey, por cierto.—Herseis Hedley —respondió ella, extendiendo su mano de forma reverente.Edán la tomó con suavidad, su toque fue firme y amable, lo que hizo que Herseis sintiera una extrañ
Los niños, ya cansados por las emociones del día, se acomodaron en la cama, mientras Hariella y Hermes se miraban, conscientes de que habían construido algo sólido y hermoso. Esa noche, en ese hotel, no solo se celebraba una boda, sino también la consolidación de una familia que había pasado por mucho para llegar a ese punto. Y aunque la ciudad seguía vibrando a sus pies, en esa habitación, solo existían ellos. Luego de cuatro años, de sus discusiones e intrigas habían podido estar juntos. Lo que había iniciado solo como un experimento de parte de ella para saber cómo se sentía el amor, se había convertido en algo tan grande que ella no podía imaginar. Tenía el afecto de un hombre maravilloso como Hermes y había dado a luz a sus hermosos mellizos; cada uno con la herencia genética de ambos. Era el producto de su pasión. A pesar de que las mentiras y engaños, eso era real y verdadero, genuino e irrevocable.Hariella y Hermes se cambiaron en la suite del hotel, preparándose para disfr
Hariella, con una sonrisa sugestiva, comenzó a desabrocharse el traje de baño, dejando que el material oscuro cayera al suelo. Hermes la imitó, y pronto, ambos estuvieron frente a frente, completamente desnudos, expuestos en todos los sentidos. La vulnerabilidad del momento no los hacía sentir inseguros; al contrario, los unía aún más, como si no hubiera absolutamente nada que esconder entre ellos.En la ducha, el agua tibia podría lavar no solo el cloro de sus cuerpos, sino también cualquier rastro de las antiguas cicatrices que alguna vez los separaron. Al encender la regadera, un torrente suave comenzó a caer sobre ellos, envolviéndolos en una burbuja de vapor y calor.Hermes deslizó sus manos por la espalda de Hariella, sintiendo la suavidad de su piel, su tacto esbelto que, a pesar del paso del tiempo y los cambios que la maternidad había traído, seguía siendo la encarnación de la belleza etérea.Hariella cerró los ojos por un momento, disfrutando de la sensación del agua calient
Hermes, con cada embestida, era un nuevo golpe de placer, una nueva ola de calor que lo recorría de pies a cabeza. Sentía que su cuerpo estaba al borde del colapso, pero al mismo tiempo, una energía inagotable lo impulsaba a seguir, a explorar cada rincón de su esposa, a perderse en la sensación de estar tan cerca de ella, tan unido a ella. Era como si estuviera siendo bañado por lava ardiente, una lava que no quemaba, sino que lo envolvía en un calor acogedor y embriagador.El contacto con la humanidad de Hariella, esa ardiente, suave y húmeda humanidad, era como una droga que nublaba sus pensamientos y lo hacía desear más, mucho más. Cada vez que entraba en ella, sentía que estaba siendo abrazado por algo más que su cuerpo. Era un abrazo que trascendía lo físico, que alcanzaba lo espiritual, uniendo sus almas de una manera que lo hacía sentirse completo, como si en ese momento todo en su vida estuviera exactamente en su lugar.Su mente estaba nublada por el placer, incapaz de concen