Hariella, con una sonrisa sugestiva, comenzó a desabrocharse el traje de baño, dejando que el material oscuro cayera al suelo. Hermes la imitó, y pronto, ambos estuvieron frente a frente, completamente desnudos, expuestos en todos los sentidos. La vulnerabilidad del momento no los hacía sentir inseguros; al contrario, los unía aún más, como si no hubiera absolutamente nada que esconder entre ellos.En la ducha, el agua tibia podría lavar no solo el cloro de sus cuerpos, sino también cualquier rastro de las antiguas cicatrices que alguna vez los separaron. Al encender la regadera, un torrente suave comenzó a caer sobre ellos, envolviéndolos en una burbuja de vapor y calor.Hermes deslizó sus manos por la espalda de Hariella, sintiendo la suavidad de su piel, su tacto esbelto que, a pesar del paso del tiempo y los cambios que la maternidad había traído, seguía siendo la encarnación de la belleza etérea.Hariella cerró los ojos por un momento, disfrutando de la sensación del agua calient
Hermes, con cada embestida, era un nuevo golpe de placer, una nueva ola de calor que lo recorría de pies a cabeza. Sentía que su cuerpo estaba al borde del colapso, pero al mismo tiempo, una energía inagotable lo impulsaba a seguir, a explorar cada rincón de su esposa, a perderse en la sensación de estar tan cerca de ella, tan unido a ella. Era como si estuviera siendo bañado por lava ardiente, una lava que no quemaba, sino que lo envolvía en un calor acogedor y embriagador.El contacto con la humanidad de Hariella, esa ardiente, suave y húmeda humanidad, era como una droga que nublaba sus pensamientos y lo hacía desear más, mucho más. Cada vez que entraba en ella, sentía que estaba siendo abrazado por algo más que su cuerpo. Era un abrazo que trascendía lo físico, que alcanzaba lo espiritual, uniendo sus almas de una manera que lo hacía sentirse completo, como si en ese momento todo en su vida estuviera exactamente en su lugar.Su mente estaba nublada por el placer, incapaz de concen
Herseis asistía a la universidad como cualquier otro día, con su rutina establecida por sus horarios académicos. A pesar de la emoción que aún perduraba desde su última salida con Edán, se concentraba en sus estudios, decidida a no dejar que sus pensamientos divagaran demasiado. Sin embargo, en uno de esos tiempos de espera entre clases, mientras se desplazaba por los pasillos de la universidad con su celular en la mano, su vida dio un giro inesperado.Estaba absorta revisando las redes sociales, viendo las imágenes del perfil social de Edán y lo que había pasado entre ellos aquel día de la boda de la novia de negro, cuando de repente, sintió un impacto leve pero firme. Levantó la vista rápidamente y se encontró con esos ojos familiares que tanto la habían cautivado. Era Edán, sonriendo con esa calidez que la hacía sentir segura y a la vez emocionada.—¿Otra vez tú? —dijo él con una risa suave, como si el destino omnisciente estuviera jugando con ellos.Herseis sintió que su corazón l
Hariella y Hermes aprovecharon cada momento para recuperar el tiempo perdido con sus mellizos, Hera y Helios, quienes, a pesar de su corta edad, sentían una profunda conexión con sus padres. Ahora, como una familia unida, se dedicaban a crear recuerdos y a disfrutar de actividades que nunca antes habían tenido la oportunidad de compartir juntos.Una de las actividades favoritas de la familia era ir al parque cercano a su hogar. Era un lugar amplio, con verdes praderas y un pequeño lago donde los cisnes nadaban tranquilamente. Hermes solía llevar a Helios a pescar en el lago, enseñándole pacientemente cómo lanzar la caña y esperar a que algún pez picara el anzuelo. Helios, con su cabello rubio alborotado por el viento y sus ojos azules brillando con curiosidad, imitaba cada movimiento de su padre, disfrutando del tiempo juntos.Hariella paseaba de la mano con Hera, su pequeño reflejo, por los senderos del parque. La niña, con su vestido de colores suaves, se deleitaba recogiendo flores
En las noches, después de que los mellizos se dormían, Hermes y Hariella se tomaban un tiempo para ellos. Se sentaban en el balcón de su habitación, disfrutando de la vista nocturna, recordando lo lejos que habían llegado y lo felices que eran ahora, juntos como una familia completa.—Nunca imaginé que llegaríamos aquí, después de todo lo que hemos pasado —dijo Hermes, tomando la mano de Hariella.—Y, sin embargo, aquí estamos —respondió ella, con una sonrisa serena.El hogar que antes era un refugio solitario para Hariella se había transformado en un lugar de amor, risa y vida, gracias a la presencia de Hermes y sus hijos. Juntos, como una pareja y como padres, habían encontrado el equilibrio perfecto, construyendo un futuro lleno de promesas y de la dicha de estar finalmente juntos, sin secretos ni mentiras, solo con amor y un compromiso inquebrantable hacia su familia y hacia ellos mismos.Hariella, al sentir los primeros indicios de malestar durante la cena, se levantó de la mesa
En una tarde soleada, mientras caminaban por un parque lleno de árboles frondosos y flores en plena floración, Edán decidió que era el momento adecuado para dar un paso más en su relación con Herseis. Habían estado saliendo durante semanas y ya habían tenido suficientes citas. Estaban más cómodos el uno con el otro, compartiendo los dos.Mientras paseaban por un sendero cubierto de hojas caídas, Edán se detuvo, haciendo que Herseis también parara en seco.Ella lo miró, sorprendida por la repentina pausa. Notó una expresión de seriedad en sus ojos, mezclada con una leve sonrisa. Su corazón comenzó a latir más rápido, presintiendo que algo importante estaba por suceder. Era increíble como lo que había comenzado con su colisión en aquel centro comercial se estaba por convertir en algo que marcaría su historia para siempre. No siempre el primer amor, era el amor de su vida, su alma gemela o su pareja predestinada para la eternidad. El tiempo y el destino escribían la fortuna de las person
La mansión Hansen se encontraba resplandeciente bajo la luz de las lámparas de cristal que colgaban del techo del majestuoso comedor. Los altos ventanales dejaban entrar la tenue luz de la luna, que se mezclaba con el brillo dorado de los candelabros, creando un ambiente cálido y elegante. El comedor estaba adornado con centros de mesa de flores blancas y doradas, y una larga mesa de roble pulido se extendía a lo largo de la habitación, cubierta con un mantel de encaje delicado. Los cubiertos de plata y la fina porcelana china, junto con copas de cristal para el vino, estaban dispuestos con precisión en cada lugar, listos para la celebración que estaba por comenzar.Hariella había supervisado personalmente cada detalle de la cena, asegurándose de que todo fuera perfecto. Ella, siempre impecable, llevaba un vestido largo de satén oscuro que abrazaba suavemente su figura esbelta, resaltando sus atributos que habían ganado un nuevo volumen tras el embarazo de los mellizos. Su cabello rub
La limusina avanzó por las calles hasta que la majestuosa catedral apareció a la vista, sus torres elevándose hacia el cielo. La iglesia estaba bellamente decorada, con arreglos florales en tonos marfil y dorado que adornaban la entrada. Afuera, los invitados ya estaban en sus lugares, expectantes por el gran momento. El bullicio se detuvo cuando la limusina se estacionó frente a la catedral, y las puertas del vehículo se abrieron lentamente.Uno por uno, los padres de Lena, Marianne y Mónica se acercaron para ayudar a sus hijas a salir del automóvil. Cada uno, con ojos brillantes de orgullo, tomó el brazo de su respectiva hija, sintiendo el peso del momento. El silencio se rompió con el suave susurro de los vestidos deslizándose sobre el suelo, mientras las novias se preparaban para entrar en la iglesia.Dentro de la catedral, la música de boda comenzó a sonar con esplendor, llenando el espacio con una melodía que resonaba en los corazones de todos los presentes. Era un himno de amor