En una tarde soleada, mientras caminaban por un parque lleno de árboles frondosos y flores en plena floración, Edán decidió que era el momento adecuado para dar un paso más en su relación con Herseis. Habían estado saliendo durante semanas y ya habían tenido suficientes citas. Estaban más cómodos el uno con el otro, compartiendo los dos.Mientras paseaban por un sendero cubierto de hojas caídas, Edán se detuvo, haciendo que Herseis también parara en seco.Ella lo miró, sorprendida por la repentina pausa. Notó una expresión de seriedad en sus ojos, mezclada con una leve sonrisa. Su corazón comenzó a latir más rápido, presintiendo que algo importante estaba por suceder. Era increíble como lo que había comenzado con su colisión en aquel centro comercial se estaba por convertir en algo que marcaría su historia para siempre. No siempre el primer amor, era el amor de su vida, su alma gemela o su pareja predestinada para la eternidad. El tiempo y el destino escribían la fortuna de las person
La mansión Hansen se encontraba resplandeciente bajo la luz de las lámparas de cristal que colgaban del techo del majestuoso comedor. Los altos ventanales dejaban entrar la tenue luz de la luna, que se mezclaba con el brillo dorado de los candelabros, creando un ambiente cálido y elegante. El comedor estaba adornado con centros de mesa de flores blancas y doradas, y una larga mesa de roble pulido se extendía a lo largo de la habitación, cubierta con un mantel de encaje delicado. Los cubiertos de plata y la fina porcelana china, junto con copas de cristal para el vino, estaban dispuestos con precisión en cada lugar, listos para la celebración que estaba por comenzar.Hariella había supervisado personalmente cada detalle de la cena, asegurándose de que todo fuera perfecto. Ella, siempre impecable, llevaba un vestido largo de satén oscuro que abrazaba suavemente su figura esbelta, resaltando sus atributos que habían ganado un nuevo volumen tras el embarazo de los mellizos. Su cabello rub
La limusina avanzó por las calles hasta que la majestuosa catedral apareció a la vista, sus torres elevándose hacia el cielo. La iglesia estaba bellamente decorada, con arreglos florales en tonos marfil y dorado que adornaban la entrada. Afuera, los invitados ya estaban en sus lugares, expectantes por el gran momento. El bullicio se detuvo cuando la limusina se estacionó frente a la catedral, y las puertas del vehículo se abrieron lentamente.Uno por uno, los padres de Lena, Marianne y Mónica se acercaron para ayudar a sus hijas a salir del automóvil. Cada uno, con ojos brillantes de orgullo, tomó el brazo de su respectiva hija, sintiendo el peso del momento. El silencio se rompió con el suave susurro de los vestidos deslizándose sobre el suelo, mientras las novias se preparaban para entrar en la iglesia.Dentro de la catedral, la música de boda comenzó a sonar con esplendor, llenando el espacio con una melodía que resonaba en los corazones de todos los presentes. Era un himno de amor
El siguiente momento destacado fue el corte del pastel. El pastel de bodas, una obra maestra de tres pisos, decorada con intrincados detalles florales y figuras alusivas a cada pareja, se encontraba en el centro del salón. Cada pareja tomó un cuchillo y, bajo la guía de Hariella, cortaron una rebanada juntos, un gesto simbólico de su nueva vida en común. El primer bocado fue compartido entre los novios y las novias, seguido de risas y más fotos.A medida que la noche avanzaba, los fotógrafos capturaron momentos inolvidables: los novios besándose, los invitados riendo, las parejas bailando bajo las luces brillantes del salón. Las fotografías era un recuerdo congelado en el tiempo, un testimonio de la felicidad que estaban experimentado cada uno de ellos. Era increíble como la felicidad los había alcanzado a todos.La recepción fue una celebración de divertida entre las amistad y la familia, y mientras la noche llegaba a su fin, todos los presentes sabían que habían sido parte de algo v
Luego de la ceremonia de boda múltiple y algunas actividades festivas, llegó diciembre.La mansión Hansen se llenó de un cálido ambiente navideño. Las luces brillaban con una suavidad festiva, envolviendo la casa en un resplandor acogedor. En el centro de la sala, un árbol de Navidad imponente, adornado con esferas doradas y plateadas, coronado por una estrella brillante en la cima. Hariella, con su creciente vientre que denotaba el avanzado estado de su embarazo, se movía con gracia, repartiendo sonrisas mientras supervisaba los últimos preparativos para la cena de navidad.Los mellizos, Helios y Hera, estaban emocionados, corriendo de un lado a otro, ayudando a decorar la mesa con manteles rojos y blancos, y colocando pequeños adornos navideños que ellos mismos habían hecho. Helios llevaba puesto un gorro de Santa Claus, mientras que Hera tenía una diadema con cuernos de reno. Hermes, vestido con un elegante suéter navideño, colocaba cuidadosamente los regalos bajo el árbol, cada un
El inicio del nuevo año trajo consigo un cambio significativo en la vida de los mellizos Helios y Hera. Con su quinto cumpleaños, a la vuelta de la esquina, estaban listos para comenzar su vida académica. Para Hariella y Hermes, ver a sus hijos dar este paso tan importante era una mezcla de emociones. Hariella, a pesar de estar en las últimas etapas de su embarazo, no escatimó esfuerzos para asegurarse de que todo estuviera listo para su primer día de colegio en la escuela de elite, destinada a los más ricos y poderosos del país o extranjeros. Eran los hijos de los magnates o adinerados los que podían costear el pago en ese establecimiento.El sol apenas comenzaba a asomarse cuando Helios despertó en su amplia habitación. Las cortinas de terciopelo azul, que su madre había elegido, aún bloqueaban la luz de la mañana, pero él sabía que el día había llegado. Era su primer día de escuela, un momento que Hera había anticipado con entusiasmo durante semanas, pero que él observaba con una m
Al entrar al aula, Hera inmediatamente comenzó a hablar con otros niños. Dado su naturaleza extrovertida brillaba sin esfuerzo.Helios, en cambio, se quedó cerca de la puerta, observando desde la distancia. Aunque no se sentía completamente cómodo, había una parte de él que estaba intrigada por todo lo que veía. Los colores brillantes de las paredes, los juguetes esparcidos y los otros niños corriendo por la sala.Cuando la maestra los saludó, Hera respondió con una sonrisa y un saludo enérgico. Helios, sin embargo, solo asintió, manteniendo su distancia. Se sentó en una silla junto a la ventana, donde podía ver el patio de juegos. Desde ahí, observó a su hermana interactuar con los demás, mientras él se tomaba su tiempo para adaptarse.A medida que avanzaba la mañana, Helios comenzó a sentirse un poco más relajado. La maestra les leyó un cuento, y aunque él no participó activamente, escuchó con atención, dejando que las palabras formaran imágenes en su mente. Sabía que la escuela ser
El médico cuando salió de la sala de partos, llamó a su padre y él se levantó de inmediato, dejando a Helios y Hera con sus abuelos y los demás. Helios observó cómo su padre caminaba hacia otra habitación para colocarse ropa quirúrgica.Hera comenzó a hablar de nuevo, especulando sobre cómo sería Hebe, si tendría los mismos rizos dorados que ellos, o si sería diferente. En cuanto al color de cabello. El tono dominante era el de su madre, que era de hebras doradas.Helios, sin embargo, no respondió. Mientras esperaba, su mente comenzó a vagar hacia lo desconocido. Se preguntaba cómo sería tener una hermana menor, alguien más joven que él, alguien a quien tal vez tendría que proteger o cuidar algún día. Era una idea extraña, pero no desagradable. Había algo en la idea de ser el hermano mayor que lo hacía sentir una responsabilidad silenciosa, una carga que aceptaba sin cuestionar.Después de lo que pareció una eternidad, la puerta se abrió de nuevo. Esta vez, fue su padre quien regresó,