Hariella y Hermes aprovecharon cada momento para recuperar el tiempo perdido con sus mellizos, Hera y Helios, quienes, a pesar de su corta edad, sentían una profunda conexión con sus padres. Ahora, como una familia unida, se dedicaban a crear recuerdos y a disfrutar de actividades que nunca antes habían tenido la oportunidad de compartir juntos.Una de las actividades favoritas de la familia era ir al parque cercano a su hogar. Era un lugar amplio, con verdes praderas y un pequeño lago donde los cisnes nadaban tranquilamente. Hermes solía llevar a Helios a pescar en el lago, enseñándole pacientemente cómo lanzar la caña y esperar a que algún pez picara el anzuelo. Helios, con su cabello rubio alborotado por el viento y sus ojos azules brillando con curiosidad, imitaba cada movimiento de su padre, disfrutando del tiempo juntos.Hariella paseaba de la mano con Hera, su pequeño reflejo, por los senderos del parque. La niña, con su vestido de colores suaves, se deleitaba recogiendo flores
En las noches, después de que los mellizos se dormían, Hermes y Hariella se tomaban un tiempo para ellos. Se sentaban en el balcón de su habitación, disfrutando de la vista nocturna, recordando lo lejos que habían llegado y lo felices que eran ahora, juntos como una familia completa.—Nunca imaginé que llegaríamos aquí, después de todo lo que hemos pasado —dijo Hermes, tomando la mano de Hariella.—Y, sin embargo, aquí estamos —respondió ella, con una sonrisa serena.El hogar que antes era un refugio solitario para Hariella se había transformado en un lugar de amor, risa y vida, gracias a la presencia de Hermes y sus hijos. Juntos, como una pareja y como padres, habían encontrado el equilibrio perfecto, construyendo un futuro lleno de promesas y de la dicha de estar finalmente juntos, sin secretos ni mentiras, solo con amor y un compromiso inquebrantable hacia su familia y hacia ellos mismos.Hariella, al sentir los primeros indicios de malestar durante la cena, se levantó de la mesa
En una tarde soleada, mientras caminaban por un parque lleno de árboles frondosos y flores en plena floración, Edán decidió que era el momento adecuado para dar un paso más en su relación con Herseis. Habían estado saliendo durante semanas y ya habían tenido suficientes citas. Estaban más cómodos el uno con el otro, compartiendo los dos.Mientras paseaban por un sendero cubierto de hojas caídas, Edán se detuvo, haciendo que Herseis también parara en seco.Ella lo miró, sorprendida por la repentina pausa. Notó una expresión de seriedad en sus ojos, mezclada con una leve sonrisa. Su corazón comenzó a latir más rápido, presintiendo que algo importante estaba por suceder. Era increíble como lo que había comenzado con su colisión en aquel centro comercial se estaba por convertir en algo que marcaría su historia para siempre. No siempre el primer amor, era el amor de su vida, su alma gemela o su pareja predestinada para la eternidad. El tiempo y el destino escribían la fortuna de las person
La mansión Hansen se encontraba resplandeciente bajo la luz de las lámparas de cristal que colgaban del techo del majestuoso comedor. Los altos ventanales dejaban entrar la tenue luz de la luna, que se mezclaba con el brillo dorado de los candelabros, creando un ambiente cálido y elegante. El comedor estaba adornado con centros de mesa de flores blancas y doradas, y una larga mesa de roble pulido se extendía a lo largo de la habitación, cubierta con un mantel de encaje delicado. Los cubiertos de plata y la fina porcelana china, junto con copas de cristal para el vino, estaban dispuestos con precisión en cada lugar, listos para la celebración que estaba por comenzar.Hariella había supervisado personalmente cada detalle de la cena, asegurándose de que todo fuera perfecto. Ella, siempre impecable, llevaba un vestido largo de satén oscuro que abrazaba suavemente su figura esbelta, resaltando sus atributos que habían ganado un nuevo volumen tras el embarazo de los mellizos. Su cabello rub
La limusina avanzó por las calles hasta que la majestuosa catedral apareció a la vista, sus torres elevándose hacia el cielo. La iglesia estaba bellamente decorada, con arreglos florales en tonos marfil y dorado que adornaban la entrada. Afuera, los invitados ya estaban en sus lugares, expectantes por el gran momento. El bullicio se detuvo cuando la limusina se estacionó frente a la catedral, y las puertas del vehículo se abrieron lentamente.Uno por uno, los padres de Lena, Marianne y Mónica se acercaron para ayudar a sus hijas a salir del automóvil. Cada uno, con ojos brillantes de orgullo, tomó el brazo de su respectiva hija, sintiendo el peso del momento. El silencio se rompió con el suave susurro de los vestidos deslizándose sobre el suelo, mientras las novias se preparaban para entrar en la iglesia.Dentro de la catedral, la música de boda comenzó a sonar con esplendor, llenando el espacio con una melodía que resonaba en los corazones de todos los presentes. Era un himno de amor
El siguiente momento destacado fue el corte del pastel. El pastel de bodas, una obra maestra de tres pisos, decorada con intrincados detalles florales y figuras alusivas a cada pareja, se encontraba en el centro del salón. Cada pareja tomó un cuchillo y, bajo la guía de Hariella, cortaron una rebanada juntos, un gesto simbólico de su nueva vida en común. El primer bocado fue compartido entre los novios y las novias, seguido de risas y más fotos.A medida que la noche avanzaba, los fotógrafos capturaron momentos inolvidables: los novios besándose, los invitados riendo, las parejas bailando bajo las luces brillantes del salón. Las fotografías era un recuerdo congelado en el tiempo, un testimonio de la felicidad que estaban experimentado cada uno de ellos. Era increíble como la felicidad los había alcanzado a todos.La recepción fue una celebración de divertida entre las amistad y la familia, y mientras la noche llegaba a su fin, todos los presentes sabían que habían sido parte de algo v
Luego de la ceremonia de boda múltiple y algunas actividades festivas, llegó diciembre.La mansión Hansen se llenó de un cálido ambiente navideño. Las luces brillaban con una suavidad festiva, envolviendo la casa en un resplandor acogedor. En el centro de la sala, un árbol de Navidad imponente, adornado con esferas doradas y plateadas, coronado por una estrella brillante en la cima. Hariella, con su creciente vientre que denotaba el avanzado estado de su embarazo, se movía con gracia, repartiendo sonrisas mientras supervisaba los últimos preparativos para la cena de navidad.Los mellizos, Helios y Hera, estaban emocionados, corriendo de un lado a otro, ayudando a decorar la mesa con manteles rojos y blancos, y colocando pequeños adornos navideños que ellos mismos habían hecho. Helios llevaba puesto un gorro de Santa Claus, mientras que Hera tenía una diadema con cuernos de reno. Hermes, vestido con un elegante suéter navideño, colocaba cuidadosamente los regalos bajo el árbol, cada un
El inicio del nuevo año trajo consigo un cambio significativo en la vida de los mellizos Helios y Hera. Con su quinto cumpleaños, a la vuelta de la esquina, estaban listos para comenzar su vida académica. Para Hariella y Hermes, ver a sus hijos dar este paso tan importante era una mezcla de emociones. Hariella, a pesar de estar en las últimas etapas de su embarazo, no escatimó esfuerzos para asegurarse de que todo estuviera listo para su primer día de colegio en la escuela de elite, destinada a los más ricos y poderosos del país o extranjeros. Eran los hijos de los magnates o adinerados los que podían costear el pago en ese establecimiento.El sol apenas comenzaba a asomarse cuando Helios despertó en su amplia habitación. Las cortinas de terciopelo azul, que su madre había elegido, aún bloqueaban la luz de la mañana, pero él sabía que el día había llegado. Era su primer día de escuela, un momento que Hera había anticipado con entusiasmo durante semanas, pero que él observaba con una m