Capítulo 2

A Hannah Deturk no le hizo ninguna gracia tener que dejar Filadelfia la tercera semana de diciembre para dirigirse a Dakota del Sur, aunque pasando primero por Nebraska. Para ella, Deadwood, Dakota del Sur, era como el fin del mundo e incluso peor, un lugar más perdido y aislado que la parte de Nebraska donde había nacido y crecido.

Después de licenciarse en la universidad y mudarse, primero a Chicago, donde hacía demasiado viento, después a Nueva York, que era demasiado grande, y por fin a Filadelfia, donde había encontrado su nuevo hogar, Hannah se había jurado no volver jamás a esa parte del país, excepto para visitar a sus padres. También se había prometido no ir nunca entre noviembre y marzo, e incluso octubre, abril y mayo le parecían meses muy arriesgados

Sólo una petición de sus padres o, como este caso, el matrimonio de su querida amiga Maggie, podían convencerla para dedicar las tres semanas de vacaciones que se permitía al año a una remota y provinciana ciudad de Dakota del Sur llamada Deadwood, donde abundaban los casinos y el juego.

No le gustaba el juego. Nunca había pasado los casinos de Atlantic City, apenas a una hora de distancia de Filadelfia. Y sin embargo, cuando Maggie la llamó para decirle que se casaba en enero y le pidió que fuera una de sus damas de honor, a Hannah ni se le pasó por la imaginación rechazar la invitación.

Así, unos días después de Año Nuevo, y tras haber pasado las navidades con su familia en Nebraska, Hannah se encontró de nuevo en la carretera, al volante de un todoterreno alquilado, bajo una ligera nevada, camino de Deadwood.

Cuando llegó por fin a la ciudad que se había hecho famosa, entre otras cosas, por las hazañas de las legendarias figuras de Juanita Calamidad y Bill Hickok, ya había oscurecido y las calles estaban cubiertas de nieve. Los días de la tristemente famosa pareja quedaban muy lejos, y Deadwood era prácticamente indéntica a cualquier pequeña ciudad del centro de Estados Unidos.

Hannah ech de menos Filadelfia, que ahora estaría sufriendo la hora punta de la tarde y el tráfico sería horrible. Incluso eso echaba de menos. Aunque pensándolo mejor, quizá no. Sonriendo para sus adentro, Hannah se concentró en las calles buscando el lugar donde Maggie le había indicado que debía girar.

Minutos después detuvo el vehículo delante de un enorme edificio de estilo victoriano que había sido reconvertido en apartamentos. No le extrañaba que Maggie se hubiera enamorado de la casa, pensó Hannah, apeándose del Jeej para admirar, a través de la fina capa de nieve que caía, la antigua mansión que fue antaño la residencia familiar de los Grainger.

Era un edificio impresionante, que traía a la mente imágenes de una era pasada, llena de elegancia y esplendor.

-¡Hannah!

Hannah parpadeó de regreso al presente al escuchar el estusiasmo grito de su amiga Maggie, que bajaba corriendo por la escalinata de piedra, sin abrigo y sin paraguas, hacia ella.

-¡Maggie! -Hannah abrió los brazos para abrazar a su amiga-. ¿Estás loca o qué? -preguntó, riendo, dando un paso atrás para contemplar el rostro resplandeciente de su amiga-. Está nevando y hace un frío que pela.

-Sí, estoy loca -respondió Maggie, riendo a su vez-. Tan loca y tan enamorada que ni siquiera siento el frío.

-Tienes a tu amorcito para tenerte calentita, ¿verdad? -bromeó Hannah.

-Sí, así es -le aseguró Maggie, a la vez que se estremecía por el frío-. Estoy impaciente por presentártelo.

-Yo también estoy impaciente por conocer el afortunado -dijo Hannah, sujetándose al brazo de Maggie y echando a caminar junto ella hacia la casa-. Pero entretanto, será mejor que entremos. Estoy helada.

-Adentro se está mucho mejor -le aseguró Maggie con una radiente sonrisa-. Incluso en mi nidito de la tercera planta.

Por un momento, Hannah se soltó del brazo de Maggie y miró hacia su coche.

-Ve tú delante. Voy a buscar mis maletas y estaré contigo en un minuto.

-¿Has traído el vestido de boda? -preguntó Maggie, desde el porche cubierto de la casa.

-Claro que sí -le gritó Hannah desde el maletero abierto del coche, estremeciéndoseal sentir el azote de la nieve helada en la cara-. Ahora mismo entro.

Media hora más tarde, con las maletas deshechas, y el vestido especial que con tanto ahínco había buscado por todo Filadelfia colgado en una percha del armario, Hannah estaba sentada en un cojín en la alcoba del cálido <<nidito>> de Maggie, con una taza de leche con cacao en las manos.

Con cuidado, bebió un trago y suspiró.

-Mmm, delicioso. Pero muy caliente. Me he quedamo la lengua -Maggie se echó a reír.

-Tiene que estar caliente -dijo su amiga, divertida-. Por eso quita el frío.

La ligera mueca de dolor en el rostro de Hannah se convirtió en una suave sonrisa. Era maravilloso volver a ver reír a su amiga, ver el resplandor de felicidad ensu rostro, que había sustituido al amargo dolor de la traición del verano anterior.

-Esta vez sí estás enamorada -dijo Hannah, bebiendo un sorbo con cuidado-, ¿verdad?

-Sí. Aunque hace unos meses no lo hubiera creído posible, estoy muy enamorada -dijo Maggie, con un suspiro de satisfacción y expresión soñadora en los ojos-. Mitch es tan maravilloso, tan..

-¿Tan todo lo que no era Todd? -terminó Hannah la frase por ella.

-¿Qué Todd? -preguntó Maggie, con fingida inocencia.

Hannah sonrió, convencida por fin de que su amiga estaba totalmente recuperada.

-Oh, ya sabes, el Todd aquel como se llame, el idiota con el que te ibas a casar. El mismo idiota que se casó con la hija de su jefe -Maggie hizo una mueca.

-Oh, aquel idiota. Sí, Mitch es todo lo que no era Todd -le aseguró, con una suave sonrisa-. Y mucho más que eso.

-Bien -Hannah se relajó totalmente al escuchar las palabras de su amiga, y estudió el rostro radiente de Maggie-. Esta vez estás enamorada de verdad -murmuró Hannan-, ¿no es así? -Maggie se echó a reír.

-¿No acabo de responderte a esa pregunta hace un momento? Sí, Hannah, estoy profundamente, desesperadamente, deliciosamente...

-Está bien, está bien -la interrumpió Hannan, alzando las manos en el aire riendo-. Te creo.

-Ya era hora -dijo Maggie, riendo con ella-. ¿Quieres algo más? ¿Una galleta?

-No, gracias -dijo Hannah, negando con la cabeza-. Todavía me queda leche en el vaso, y ya he comida muchas galletas. Están deliciosas.

-Las ha hecho Karla -Hannah frunció el ceño.

-¿Karla? -entonces recordó lo que Maggie le había contado sobre su trabajo-. Oh, ya me acuerdo, la mujer que sustituiste en el trabajo, la que será también dame de honor.

-Sí -dijo Maggie-. Le encanta cocinar, y preparó estas galletas para Navidad. Cuando vino, nos trajo unos pocas.

-Que considerada -dijo Hannah, sonriendo-. Así que supongo que ya está aquí. Tengo muchas ganas de conocerla.

-Sí, ya está aquí, en Deadwood. Karla, y su marido, Ben, y su bebé -dijo Maggie, y se echó a reír-. La verdad es que está toda la panda.

-Panda? -preguntó Hannah, extrañada, arqueando una ceja.

-Sí, toda la familia de Mitch -explicó Maggie-. Han ido llegando con cuentagotas en los últimos días. Los padres de Mitch, sus dos hermanos, uno solo, el otro con su familia, y su hermana. Los conocerás a todos el viernes por la tarde en el ensayo, y tendrás la oportunidad de hablar con ellos en la cena que hemos reservado después.

-¿Cena? ¿Dónde?

-Mitch ha hecho una reserva para todos en el hotel Bullock.

-Oh -por supuesto que Hannah no tenía idea de dónde podía estar el hotel Bullock, pero tampoco importaba-. ¿Y entonces conoceré a Mitch?

Eso sí que le importaba. Y mucho. Hannah había sido testigo del dolor y la humillación a la que el anterior prometido de Maggie la había sometido. Aunque nunca llegó a confiar ni a apreciarlo plenamente, ya que le había resultado demasiado hipócrita y falso desde el primer momento, habría preferido que sus sospechas sobre él no se hubieran hecho realidad.

-No -dijo Maggie, negando con la cabeza-. Conocerás a Mitch esta noche. Vendrá por aquíun poco más tarde. Le he hablado mucho de ti, pero aunque tiene muchas ganas de conocerte, quería darnos un poco de tiempo a solas, para que habláramos de nuestras cosas. Es así de considerado.

<<Eso lo decidiré yo>>, se dijo Hannah para sus adentros, aunque parecía que esta vez Maggie estaba realmente enamorada.

-¿Cómo es? -preguntó-. Estar enamorada, quiero decir.

-Es todas las cosas que he dicho antes,aunque también da un poco de miedo.

-¿Miedo?

Todos los sentidos de Hannah se pusieron de nuevo en alerta. ¿No sería que aquel Mitch Grainger era un matón, o un abusador? No podía imaginar que una mujer tan independiente como su amiga se enamorara de un hombre capaz de intimidarla, pero no podía evitar recordar que Maggie había estado a punto de casarse con un impresentabale hipócrita y mentiroso como Todd.

-Bueno, quizá la palabra no sea miedo -dijo Maggie, tras quedar pensativa unos minutos-. Es todo tan nuevo y repentino, y casi demasiado emocionante, demasiado intenso. Ya sabes cómo es el amor.

Desde luego aquella vez sí que parecía ir en serio, pensó Hannah. ¿Demasiado emocionante? ¿Demasiado intenso? Estaba impaciente por conocer al novio.

-La verdad es que no -admitió en voz alta-. No lo sé -Maggie parpadeó con perplejidad.

-Estás de broma.

-No, en absoluto.

-¿Nunca has estado enamorada? ¿Y aquel chico con el que saliste en la universidad?

-Oh, pensaba que estaba enamorada de él, es verdad -explicó Hannah-. Resultó que al final era una combinación de química y hormonas desbocadas, lo qye normalmente se llama simple lujuria -añadió en tono irónico, con una burlona sonrisa en los labios.

-Pero... ¿desde entonces...? -insistió Maggie.

-No -Hannah apuró la taza de leche con cacao. Se había quedado tan seria como su vida amorosa. Más bien, su inexistente vida amorosa-. Ha habido un par de filtreos,un poco de actividad sexual, pero no mucho. Hubo una relación breve, aunque a mí me parecía prometedora, de la que nunca te hablé. Pero la verdad es que nunca acabó de arrancar -le contó, encogiéndose de hombros-. Nada que se pueda parecer ni por asomo a lo que tú has descrito.

-Oh, es una lástima. Todo el tiempo que hace que nos conocemos, y nunca supe, ni siquiera me imaginé... siempre has sido muy discreta en todo lo referente a tu vida personal -Hannah se echó a reír.

-Eso era porque no tenía vida personal, al menos nada que mereciera una conversación.

-Nunca imaginé... -Maggie de repente suspiró, y sonrió-. Oh, qué ganas tengo de que te enamores de una vez y sientas esta sensación tan emocionante como de burbujar de champán que te suben por dentro.

-No estoy segura de que me apetezca mucho sentir eso -dijo Hannah, moviendo lentamente la cabeza de un lado a otro.

-¿No quieres? -exclamó Maggie, sorprendida-. Pero, ¿por qué?

-Porque... -Hannah titubeó un segundo, eligiendo cuidadosamente sus palabras para no ofender a su amiga-. No creo que quiera exponerme hasta tal punto.

-¿Exponerte? -Maggie frunció el ceño, sin entender-. No entiendo lo que quieres decir. ¿Exponerte a qué?

-A esa clase de vulnerabilidad emocional -respondió Hannah. Maggie sonrió divertida.

-Estás loca, ¿lo sabes? ¿No te das cuenta de que si yo estoy emocionalmente vulnerable, Mitch también lo está, de la misma manera?

-Supongo que sí -murmuró Hannah sin expresar en voz alta sus dudas respecto a que así fuerta. Hannah se guardó sus dudas para sus adentros. Siempre se le había dado bien distringuir la verdadera personalidad que se escondía detrás de lo que las personas ofrecían de sí mismas al público, y en el caso de Todd no se había equivocado. <<Espera y verás>>, se dijo a sí misa, arqueando una ceja, cuando vio que Maggie frunc´ía el ceño pensativa, y se mordisqueaba el labio inferior-. ¿Ocurre algo? -preguntó Hannah -Maggie alzó los hombros, en gesto de indecisión.

-No, la verdad. Es sólo que...

-¿Sólo que...? -Maggie suspiró.

-Bueno, creo que debo ponerte en aviso sobre el padrino, el hermano de Mitch, Justin.

-¿En aviso? -preguntó Hannah, sonriendo divertida-. ¿Por qué, es una especie de ogro o de monstruo? -Maggie sonrió a su vez.

-No, claro que no. Es sólo que, no sé, es diferente. Un poco más bruto, no tan refinado como Mitch o su hermano mayor, Adam.

-¿Te refieres a grosero? -preguntó Hannah, alzando una ceja.

-No, no -Maggie negó con la cabeza-. Es más directo, más brusco. Tengo entendido que le gusta estar solo, y que cree que las mujeres sólo sirven para una cosa.

-Supongo que no tengo que preguntar que cosa es -dijo Hannah.En ese momento se le ocurrió algo que provocó un destello de ira en sus ojos-. ¿No habrá sido un poco brusco, o quizá incluso grosero contigo? -quiso decir.

-¡En absoluto, no! -exclamó Maggie, con una carcajada-. La verdad es que es muy educado, y muy agradable.

-Entonces ¿cómo sabes que cree que...? -Maggie la interrumpió.

-Porque Mitch me puso sobre aviso -se echó a reír-. Me dijo que si a su hermano se le ocurría decirte a ti o a quien fuera una palabra fuera de lugar se lo dijera inmediatamente -la carcajada se convirtió en una risita-. Mitch dijo que, como lo hiciera, fregaría el suelo del casino con él. Lo que, cuando lo conocí, me pareció desternillante.

Sin entender nada, Hannah estaba a punto de pedir una explicación más completa, cuando Maggie echó un vistazo al reloj, separó la silla de la mesa y se levantó.

-Creo que será mejor que me ponga con la cena -dijo-. No sé tú, pero yo tengo hambre. Y le dije a Mitch que tomaríamos el café y el postre con él.

-Está bien, te ayudo -dijo Hannah, poniéndose en pie y desperezándose.

-Pero eres mi invitada -protestó Maggie-. La primera que he tenido en este apartamento.

-Qué invitada ni qué nada -le respondió Hannah-. No soy una invitada, soy una amiga, tu mejor amiga, ¿de acuerdo?

-De acuerdo -dijo Maggie, asistiendo vigorosamente con la cabeza. Pero acto seguido puntualizó-: Después de Mitch, por supuesto.

-Oh, por supuesto -dijo Hannah, con una sonrisa,rodeando la mesa-. ¿Qué hay en el menú?

-Pasta.

-Mmm -murmuró Hannah-. ¿De qué tipo?

Siendo la segunda mejor amiga de Maggie, conocía bien la pasión de su amiga por la comida italiana.

-Ravioli con guisantes, zanahorias, nueces y una deliciosa salsa vinagresa.

-Qué rico -dijo Hannah, sintiendo que se le hacía la boca agua-. ¿Y de postre?

-Una sorpresa -dijo Maggie, con un brillo especial en los ojos.

-Oh, venga, dímelo -insistió Hannah. Maggie negó con la cabeza.

-Lo único que te diré es que Karla me enseñó a hacerlo, y que es delicioso -aseguró la joven, con una risita divertida.

Después de la fabulosa cena, Hannah se apoyó en el respaldo de la silla.

-Estaba buenísimo -dijo, con un suspiro de satisfacción.

-Gracias -dijo Maggie, arqueando una ceja. Se puso en pie para empezar a recoger la mesa-. ¿Qué tal va tu trabajo?

-Según el programa previsto -le aseguró su amiga-. He calculado que para cuando tenga ochenta o noventa años seré la mejor asesora de markenting del mercado -añadió, levantándose para ayudar a su amiga. Maggie la miró con el ceño fruncido.

-No, en serio, dime qué tal te va.

-Muy bien, la verdad -le respondió Hannah, ayudando a Maggie a colocar los platos sucios dentro del lavavajillas-. En noviembre subí mis honorarios, y ninguno de mis clientes prostetó. Mis ingresos de este año me han puesto en un tramo fiscal más alto, y no me importa en absoluto.

-Eso es fantástico -exclamó Maggie, dándole un abrazo-. Enhorabuena.

-Gracias -dijo Hannah con sencillez-. Aún a riesgo de parecer un poco arrogante, puedo asegurarte que en estos momentos ne siento bastante satisfecha conmigo misma.

-¿Y por qué no? -dijo Maggie, con las manos apoyadas en las esbeltas caderas-. Tienes que estar satisfecha y encantada. Has trabajado muchísimo para llegar hae estás, eso lo sé porque lo viví día a día. Siempre te he apoyado, igual que tú siempre me has apoyado a mí, ¿te acuerdas?

Hannah sonrió, recordando el día, apenas unos meses atrás, que entró en el apartamento de Maggie y vio a su amiga cortando y haciendo trizas el exquisito y carísimo traje de novia que tenía preparado para su próxima boda.

-¿Qué si me acuerdp? ¿Cómo podría olvidar todo el dolor que hemos compartido, y lo mucho que nos hemos divertido juntas?

-Bien, mientras estés aquí, prefiero que recordemos sólo los buenos momentos y nos olvidemos por completo de los manos, ¿trato hecho? -Hannah se echó a reír.

-Trato hecho.

Las dos amigas se abrazaron y sujetándonse por la cintura fueron hasta el banco pegado a la pared debajo de la ventana, donde se sentaron y charlaron mientras esperaban la llegada de Mitch.

A cada momento que pasaba, el rostro de Maggie se hacía más resplandeciente, y sus ojos brillaban de antelación. Y con cada momento, Hannah se notaba también cada vez más nerviosa y expectante, preguntándose que tipo de hombre sería Mitch Grainger. Por no hablar de su enigmático hermano.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo