Después de haber escuchado en varias conversaciones telefónicas las explicaciones de Maggie sobre lo apuesto, lo interesante, lo maravilloso y lo atractivo que era su jefe y prometido, Hannah estaba preparada para el impacto visual de Mitch Grainger.
Por eso, cuando éste llegó al apartamento de Maggie media hora más tarde, ni la sorprendió ni la defraudó. Mitch parecía ser todo lo que Maggie aseguraba de él, e incluso más. Era un hombre educado y cortés. Amable y tierne con Maggie, y un perfecto caballero con Hannah.Hannah no pudo evitar observar que cada vez que Mitch miraba a su prometida, sus ojos brillaban con una mezcla de adoración, alegría y hambre sexual. Muy a pesar, Hannah tuvo que reconocer que aquel destello de luz provocaba cierta sensación de inquietud en su pecho.¿Sería envidia de Maggie y las emociones que despertaba en Mitch sólo al verla y tenerla cerca?¿Envidia? ¿De su mejor amiga? La idea la hizo sentirse entre confundida y avergonzada. Quizá si hubieran estado ellos tres solos alrededor de la pequeña mesa tomando café, Hannah habría podido examinar aquellas sensaciones con mayor detenimiento.Pero Mitch no fue solo. Aunque Hannah estaba preparada para el prometido de Maggie, el impacto que tuvo en ella el hermano mayor de Mitch, Justin, la pilló totalmente desprevenida.Y menudo impacto había sido. Hannah sintió las reverberaciones en cada molécula de su ser, las sintió y las detestó. Físicamente, los dos hermanos eran bastante parecidos, aunque su forma de vestir no podía ser más diferente.Mitch llevaba un traje de chaqueta azul marino, una camisa azul cielo, una cobarta a rayas azul y gris y un abrigo largo de cachemira gris, en resumen, la imagen del perfecto hombre de negocios. Justin, por su parte, se había quitado un sombrero vaquero de piel marrón, bastante usado y desgastado,y una chaqueta de ante beige. Debajo de la chaqueta, llevaba una camisa azul metido en unos desgastados pantalones vaqueros que marcaban las estrechas caderas y las largas piernas. En los pies, unas botas vaqueras de punta.Justin Grainger, con casi metro noventa y cinco de estatura, media casi veintre centímetros más que Hannah. Su cuerpo, delgado pero musculoso, se alzaba como una torre de poderosa masculinidad.Al instante Hannah comprendió por qué a Maggie le había resultado tan divertido que Mitch amenzara a su hermano con fregar el suelo del casino con él si se le ocurría decir algo fuera de lugar. Porque aunque Mitch parecía bastante capaz de fregar el suelo con casi cualquier hombres, era evidente que su hermano no era uno de ellos.Justin Grainger tenía el pelo oscuro, con mechones plateados en las sienes, y un poco largo en la nuca. Sus ojos, grises y fríos como las aguas del Atlántico Norte en enero, eran penetrantes como el helado viento del invierno, a la vez que distantes y remotos. Y cada vez que dirigía su mirada fría a Hannah, ésta sentía un escalofrío que la recorría desde la cabeza a las puntas de los pies.La inmediata conclusión de Hannah respecto a los dos hermanos fue que Mitch tenía carácter fuerte y dinámico, mientras que Justin era un volcán silencioso pero ardiente de sexualidad contenida, dispuesto a entrar en erupción sin previo aviso sobre cualquier mujer inocente y desprevenida que se cruzara en su camino.Afortunadamente, después de sobrevivir una relación sentimental dos años atrás, una relación que le había hecho tanto daño que ni siquiera había hablado de ella ni de sus consecuencias con Maggie, Hannah no era en absoluto una mujer inocente y mucho menos desprevenida. Al contrario, su actitud hacia los hombres era de no confiar en ninguno.Cuando Maggie los presentó, Hannah aceptó primero la mano que le ofrecía Mitch. Era una mano cálida, el apretón cortés. Pero apenas pudo pensar en el saludo, ya que lo único que podía escuchar era el sonido de la electricidad estática al estrechar la mano extendida de Justin. No sólo la oyó, sino que la sintió zigzagueando desde la palma de la mano a cada partícula de su cuerpo.Hannah dirigió una rápida mirada hacia Maggie y Mitch, pero la pareja se había alejado hacia el pasillo, a colgar los abrigos de los hombres en el armario del vestíbulo.-Señorita Deturk.Eso fue todo lo que dijo Justin. Su apellido. Ni siquiera su nombre de pila. Su voz era grave, su tono inquietantemente íntimo. Hannah sentía la mano como si se la hubiera marcado a fuego. No se había dado cuenta de que él seguía sujetándola firmemente entre sus dedos. Volvió la mirada hacia él, sintiendo que se le secaba la boca al ver las diminutas llamas que bailaban en las profundidades de los fríos ojos grises.Sintiéndose ligeramente desorientada, y molesta por su reacción, recuperó su mano y murmuró:-Señor Grainger.-Justin.-Justin -repitió ella, inclinando la cabeza, sintiéndose como una adolescente, sin saber que daba la impresión de ser una arrogante reina fría y distante, en actitud condescendiente con uno de sus súbditos más hulmides.Una sonrisa curvó los tentadores labios masculinos.-¿Puedo llamarte Hannah? -dijó él, casi en un susurro.<<Oh, no>>, pensó ella.Su voz era incluso más grave, más íntima, y mucho más cautivadora cuando la tuteaba.Convencida de que su cerebro había quedado reducido a una pequeña masa inerte, Hanah apenas pudo balbucear su respuesta.-Como quieras.-Bien, ¿listos para el postre?La animada voz de Maggie disolvió la extraña neblina que parecía rodearlos.<<Gracias a Dios por la interrupción>>, pensó Hannah, dando la espalda al hombre.-¿Tienes café? -preguntó Mitch.-Claro que sí -dijo Maggie, cruzando el salón hacia la pequeña cocina.Agradeciendo la excusa para alejarse del poderoso cuerpo de Justin y el efecto que estaba teniendo con ella, Hannah corrió a ayudar a Maggie. Sirvió el café, con sumo cuidado de no mirar directamente al hombre. Creía que ya tenía la situación controlada cuando volvió a sentarse otra vez a la mesa, esta vez junto a Justin.En el mismo momento en que se sentó en la silla,supo que estaba equivocada.Bajo la amable mirada de Justin Grainger, el entusiasmo y el interés de Hannah por el café y el postre sorpresa prometido por Maggie se desvanecieron.-¿Qué es? -preguntó Mitch, mirando la fuente que Maggie había colocado en la mesa, donde parecía haber una mezcla de ingredientes al alzar.Maggie sonrió.-Karla lo llama Paradisíaca Sorpresa Hawaiana. Lleva piña, cerezas, almendras y nata, y os lo aseguro, está de muerte.-Ahora lo veremos, o mejor dicho probaremos -dijo Mitch, en un tono divertido y cargado de afecto.Pero su hermano se le adelantó. Tomó una cucharada de la mezcla y se la metió a la boca.-Delicioso -aseguró,saboreándolo.Una vez más, el tono grave y ultrasensual de la voz de Justin provocó un escalofrío que recorrió toda la columna vertebral de Hannan. Fue un escalofrío que ella no conocía, y que ni deseaba ni apreciaba. Al mismo tiempo, el destello en sus ojos desencadenó una desconocida sensación de calor en los más hondo de sus entrañas.Molesta consigo misma por ser incapaz de controlar sus reacciones, Hannah no pudo evitar sentir la extraña mezcla de atracción y rechazo que Justin provocaba en ella. Sólo con mirarla, él hacía que todo su cuerpo chisporroteara de deseo.Maldita sea.Hacía mucho tiempo que Hannah no reaccionaba tan cálidamente ante un hombre, y desde luego nunca había chisorroteado por ninguno. Pero la honestidad que la caracterizaba la obligó a admitir que en aquel momento lo estaba haciendo por Justin.Y no le hacía ninguna gracia.La conversación que entablaron entre los cuatro era general; para Hannah, aburrida. Aunque su aspecto era el de una mujer con gran aplomo y serenidad, por dentro se sentía tensa y paralizada.Aquella noche, después de que los dos hermanos se fueran del apartamento, Hannah permaneció despierta en la cómoda cama que Maggie le había preparado. En silencio examinó las conflictivas emociones que Justin Grainger había despertado en su cuerpo y en su mente de forma tan casual y con tan poco esfuerzo.Se sentía vacía, necesitada. Casi la asustaba. ¿Cómo podía haber pasado?, se pregunta. Ella no era en absoluto del tipo de mujer que se ponía nerviosa e inquieta por la mirada de un hombre, y menos aún por el sonido grave y sensual de su voz.Desde luego, Justin no había dicho ni hecho nada fuera de lugar. Había sido tan educado y respetuoso como su hermano Mitch. Excepto con los ojos. Justin Grainger tenía unos ojos penetrantes e intensos.Un estremecimiento la recorrió, y ella se acurrucó aún más bajo el edredón. Sabía que no se debía al frío del aire, sino a un frío interno, mucho más profundo, que ni tres ni ocho edredones más lograrían desvanecer.Hannah llegó a la conclusión de que sobrevivir a los días siguientes, con el ensayo, la cena, la boda y la recepción, podía ser una experiencia cuando menos interesante. De hecho, lo que en realidad temía era que fuera una auténtica prueba de resistencia.¿Estaría a la altura del desafío sensual que prometían aquellos inquietantes ojos grises?Se dijo que sí. Ella era una mujer independiente y fuerte, muy capaz de superar todo tipo de obstáculos, y que siempre había preferido matarse a trabajar para crear su propio negocio a trabajar para otros.Claro que su razonamiento tenía un pequeño fallo: aunque Hannah pensaba que sería capaz de sobrellevar la situación y regresar a Filadelfia ilesa, no estaba segura al cien por cien.Y eso sí que daba miedo.-Bien, ¿qué te ha parecido? -preguntó Mitch, mientras él y su hermano Justin se acomodaban en el coche después de despedirse de Maggie y su amiga.Justin titubeó un segundo.-¿Quién?Mitch miró a su hermano como si hubiera perdido la memoria.-Maggie, ¿quién va a ser? Ya sabes, la mujer con la que me voy a casar dentro de unos dias.-Sí, claro que lo sé -respondió Justin, sintiéndose como un idiota, una sensación que no le gustó en absoluto-. Pero por si no te acuerdas, habían dos mujeres en el apartamento -dijo, en defensa propia-. Aunque me he dado cuenta de que tú solo tenías ojos para Maggie.Sonriendo, Mitch puso el motor en marcha.-Claro que me acuerdo de que habían dos mujeres, listillo -dijo-.Y también recuerdo que te has pasado casi
El viernes llegó demasiado pronto para el gusto de Hannah. Aunque habían pasado los días hablan sin parar, a Maggie y ella aún les quedaban muchas cosas que contarse, y eso que ni una sola vez se habían quedadon sin nada que decirse.El ensayo del día anterior a la ceremonia religiosa estaba programado para las cinco de la tarde en la pequeña iglesia situada a unas pocas manzanas de la enorme mansión victoriana familiar. La cena tendría lugar en el hotel Bullock inmediatamente después del ensayo. A las cuatro de la tarde, Maggie era un manojo de nervios.-¿Todo esto por el ensayo? -dijo Hannah, haciendo un esfuerzo para no soltar una carcajada-. Entonces no quiero pensar cómo estarás mañana. Seguro que hecha un flan. En lugar de caminar delante de ti, seguro que Karla y yo tenemos que ir detrás, por si acaso caes desplomada por el pasillo camino al
Justin podía leer a Hannah como si fuera un libro abierto. Lejos de sentirse asqueada o molesta por sus miradas cargadas de deseo, Hannah era receptiva, y en las profundidades de sus ojos se revalaban sus necesidades y deseos.Estaba impaciente por estar a solas con ella, sentir su boca bajo sus labios, su cuerpo desnudo deslizándose sensualmente bajo el suyo, sus largas piernas rodeándole la cintura.<<Basta>>, ordenó Justin a sus dísculos pensamientos,a la vez que sentía cómo su cuerpo se endurecía allí mismo, debajo de la mesa. Por unos segundos se imaginó corriendo por la tundra helada, temblando de frío, en un intento de controlar su ardor.Momentos más tarde, los sonidos del grupo de música que estaba situado junto a la pequeña pista de baile que había en un extremo del amplio comedor privado lo sacaron de sus pensamientos.
Por fin llegó el día de la boda. La ceremonia a la luz de las velas estaba programada para las seis de la tarde, y la recepción inmediatamente después en el hotel. Para sopresa de Hannah, después de los nervios de Maggie el día anterior, su amiga estuvo tranquila durante todo el día. Aunque no dio muestras extremas de ello, Hannah se sentía como el manojo de nervios que su amiga había sido el día anterior. Pero por supuesto,sus nervios no tenían absolutamente nada que ver con el encuentro con Justin en el aparcamiento del hotel, se repetía una y otra vez. No. Claro que no. Tan perpleja se había quedado ante la descarada sugerencia de Justin, que de sugerencias no tenía nada, en realidad había sido una explicita declaración de intenciones, que Hannah sólo recordaba vagas imágenes de él, riendo suavemente mientras la acompañaba a su coche, con pasos seguros, a pesar de que él también llevaba botas de tacón. -E
Es<<Te equivocas en las dos cosas, mamá>>, pensó Justin abrazando a su madre y depositando un beso en su mejilla. El vestido verde oscuro quedaba fantástico en contraste con la rubia melena de Hannah y su piel sedosa no sólo en Navidad sino en cualquier estación del año. Y no cuanto a lo de que le quedaba maravillosamente, él prefería verla sin él. Y pensaba hacerlo muy pronto.Claro que Justin no dijo nada de eso a su madre. De haberlo hecho, ella hubiera podido decidir proteger a la encantadora Hannah de las garras seductoras de su hija, y no estaba dispuesto a permitirlo.-Como siempre, no sólo estás guapísima, mamá, sino que además hueles maravillosamente. Muy sexy. Seguro que a papá lo vuelves loco con ese aroma.-¡Justin Grainger! -exclamó su madre, en un tono aparentemente escandalizado, aunque no pudo control
Evitando a Justin en todo momento, Hannah no logró respirar tranquila hasta que cerró con llave la puerta del acogedor apartamento de Maggie.Tensa, con los nervios a flor de piel, temiendo, y a la vez deseando, escuhar a Justin llamar a su puerta de un momento a otro, colgó con sumo cuidado el vestido de novia de Maggie e el armario antes de desnudarse. Después darse una ducha rápida, Hannah se puso el camisón y la bata, y fue recogiendo sus cosas. Se iba a Filadelfia a primera hora de la mañana.No estaba huyendo de Justin, se repetía una y otra vez,consciente en todo momento de que se estaba mintiendo a sí misma. Sabía, con plena certeza, que Justin no se impondría sobre ella ni le haría ninguún daño. Estaba convencida de qu él respetaría su decisión, fuera cual fuera, aunque no entendía por qué estaba tan segura de ello.&n
Si ésa había sido su intención, había clavado el dardo en el centro exacto de la diana. El problema para Hannah era que la punta del dardo también se había clavado en el centro de su corazón.La culpa era suya y sólo suya, se dijo. Ella se había metido en la trampa solita. Y se lo tenía merecido. Es más, se merecía no sólo el pinchazo del dardo, sino también la puñalada en el pecho. Porque en todo momento había sabido perfectamente que de ella Justin sólo quería sexo.En fin, que se fuera al infierno. Se olvidaría de él en cuanto regresara a Filadelfia, a su vida, a su trabajo, y a sus amigos.Pero primero tenía que descansar un poco. Por la mañana tenía un buen trayecto al volante hasta el aeropuerto y necesitaba dormir aunque fuera un par de horas.<<Duérmete, tont
Entonces, ¿por qué sentía que se le derretía el corazón al escuchar el apelativo cariñoso murmurado por los tentadores labios de Justin?-¿Hannah?La voz de Justin la sacó de sus pensamientos. Parpadeó.-¿Qué? -entonces se acordó de la pregunta, y respondió con absoluta sinceridad-. Oh... sí, te deseo, Justin -admitió, extendiendo los dedos entre la mata de pelo oscuro.La suave risa de Justin llegó cargada de felicidad. Soltándole las nalgas, Justin dejó colgar los brazos a ambos lados.-Entonces tócame, dulce Hannah. Soy todo tuyo.Hannah aceptó la invitación apretando la boca contra la de él.Sin romper el contacto, Justin la separó de la pared, y la llevó en brazos a través del pequeño comedor en direcció