Capítulo 10

Si ésa había sido su intención, había clavado el dardo en el centro exacto de la diana. El problema para Hannah era que la punta del dardo también se había clavado en el centro de su corazón. 

La culpa era suya y sólo suya, se dijo. Ella se había metido en la trampa solita. Y se lo tenía merecido. Es más, se merecía no sólo el pinchazo del dardo, sino también la puñalada en el pecho. Porque en todo momento había sabido perfectamente que de ella Justin sólo quería sexo. 

En fin, que se fuera al infierno. Se olvidaría de él en cuanto regresara a Filadelfia, a su vida, a su trabajo, y a sus amigos. 

Pero primero tenía que descansar un poco. Por la mañana tenía un buen trayecto al volante hasta el aeropuerto y necesitaba dormir aunque fuera un par de horas.

<<Duérmete, tont

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