Entonces, ¿por qué sentía que se le derretía el corazón al escuchar el apelativo cariñoso murmurado por los tentadores labios de Justin?
-¿Hannah?
La voz de Justin la sacó de sus pensamientos. Parpadeó.
-¿Qué? -entonces se acordó de la pregunta, y respondió con absoluta sinceridad-. Oh... sí, te deseo, Justin -admitió, extendiendo los dedos entre la mata de pelo oscuro.
La suave risa de Justin llegó cargada de felicidad. Soltándole las nalgas, Justin dejó colgar los brazos a ambos lados.
-Entonces tócame, dulce Hannah. Soy todo tuyo.
Hannah aceptó la invitación apretando la boca contra la de él.
Sin romper el contacto, Justin la separó de la pared, y la llevó en brazos a través del pequeño comedor en direcció
Reaccionando al intenso placer que la recorría una y otra vez, Hannah clavó las uñas en las nalgas masculinas, y escuchó su nombre repetido en labios de Justin, cuando éste alcanzó el clímax.Puro éxtasis. Hannah quería decírselo, darle las gracias, pero al principio apenas podía respirar. Después, cuando su respiración se tranquilizó y pudo hablar, antes de poder emitir una sola palabra, sucumbió al sueño que le había evitado durante la larga noche anterior.-¿Hannah? -Cuando por fin Justin logró controlar su respiración, alzó la cabeza empapada de sudor que tenía apoyada en el pecho igualmente empapado de Hannah, y la miró. Tenía los ojos cerrados, y su aspecto era tranquilo. Relajado y tranquilo. Su respiración también era normal, como de dormir-. Te he dejado K
Y no se equivocó en absoluto. Hannah disfrutó de cada minuto que pasaron mojándose, salpicádose, enjabonándose, acariciándose, deseándose bajo el agua caliente de la ducha. Y quién sabía el tiempo que hubieran seguido allí de no ser por los ruidos de hambre que empezaron a retumbar en el estómago de Hannah.Secarse el uno al otro fue casi tan divertido.Limpia, pero desnuda como el día que nació, Hannah volvió a meterse bajo las sábanas mientras Justin se afeitaba. Cuando él entró en la habitación totalmente desnudo, ella admiró el cuerpo delgado y musculoso mientras él se ponía calzoncillos, vaqueros, y un suéter de punto por la cabeza.-¿Ves algo que te guste? -preguntó él, arqueando las cejas.-La verdad es que me gusta todo el conjunto -admitió ella
-¿Y qué me dices de Beth? -preguntó él, con un brillo en los ojos-. ¿Te cayó bien?Hannah tardó unos minutos en hacer la conexión. Justin y ella estaban desayunando. Esta vez, él había preparado copos de avena con azúcar integral, y la observaba desde su silla, esperando la respuesta.-Oh, tu hermana, Beth -dijo Hannah por fin, cuando la pregunta de Justin acabó de abrirse paso entre la neblina de su mente.Al menos no le había respondido conun <<¿Mmm?, pensó Justin-. Me cayó bien, muy bien -confirmó Hannah-. Hace unos días se pasó por el apartamento de Maggie, y estuvimos hablando. Además de ser amable y cariñosa, es una mujer preciosa, una increíble combinación de tu padre y tu madre.-Sí, es cierto -dijo Justin, metiéndose otra cucharada de cereales en la boc
Hannah prefirió ignorar el comentario, y continuó.-Entiéndelo, yo acababa de salir de la universidad y estaba totalmente entregada a la empresa de marketing que había empezado. Pero era capaz de dejar las preocupaciones del trabajo en la oficina cuando echaba el cierre por las noches.-¿Y él no podía?-No -dijo, sacudiendo negativamente la cabeza, a la vez que se pregunta por qué se estaba molestando en explicarle todo aquello cuando era evidente que no volverían a verse una vez que ella regresara a Filadelfia y él a sus caballos en Montana. Sin embargo continuó-: Pero no me rendí. Intenté que funcionara. Incluso aprendí a cocinar, aunqeue sabía que no me interesaba demasiado -Justin se echó a reír-. Nunca he entendido por qué dedicar tanto tiempo y esfuerzo a preparar una comida sofisticada para alguien que se la va a
Hannah estaba de regreso en su apartamento en Filadelfia. Era domingo. Había llegado al aeropuerto el viernes anterior, y llevaba una semana y un día de vuelta en casa.Y aún no sabía absolutamente nada de Justin.¿Y qué esperaba?, se preguntó, tratando de concentrarse en limpiar el polvo del salón. Habían pasado cinco días juntos. Cinco días maravillosos que la habían dejado tan relajada, satisfecha y feliz que su ayudante lo notó en el momento en que la vio entrar por la puerta de la oficina el lunes por la mañana.-Tienes un aspecto resplandeciente -había exclamado Jocelyn nada más verla-. ¿Has estado en Dakota del Sur o relajándote en un balnerio de cinco estrellas?Hannah no pudo reprimir una carcajada. La verdad era que se sentía fantásticamente.-De balnario nada. Te prometo que h
<<Maldita sea>>, pensó. Nunca lo había molestado la nieve. ¿Qué demonios le pasaba?-¿Por qué no te tomas unas vacaciones? -dijo a su espalda la voz de Ben, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos-. Ve a algún lugar donde brille el sol y la temperatura no baje de los veinticinco grados. Búscate una mujer. Me estás poniendo nervioso, y Karla empieza a estar preocupada por ti.-¿Wue te estoy poniendo nervioso y Karla se preocupa por mí? -respondió Justin, tratando de controlar el tono de su voz para no soltarle un bufido-. Creo que sois vosotros los que necesitan unas vacaciones.-Nosotros no -negó Ben-. Karla y yo somos felices aquí, con o sin sol.Justin levantó una ceja.-¿Y crees que yo no lo soy?-Oh, por favor, Justin. Te conozco desde hace mucho tiempo -dijo Ben, sacudiendo la cabez
Justin Grainer era un hombre diferente, y le gustaba ser así. Era un hombre que estaba contento con su vida. Su afinidad con los caballos era asombrosa, y le gustaba su trabajo, que consistía en ocuparse de llevar su aislado rancho de caballos a Montana.Pero Justin no era un ermitaño ni un lobo solitario, ni mucho menos. Le gustaba la fácil camaradecía que compartía con los mozos del rancho y su capataz, Ben Daniels. Y aunque Justin no había querido volver a tener una mujer en su propiedad desde su fracasado matrimonio y divorcio cinco años atrás, había aceptado la presencia de la nueva esposa de Ben, Karla. Karla había sido la ayudante personal de Mitch, el hermano de Justin, que dirigía el casino que la familia poseía en Deadwood, en Dakota del Sur.Justin también iba de vez en cuando a visitar a sus padres, ahora jubilados, que habían trasladado su r
A Hannah Deturk no le hizo ninguna gracia tener que dejar Filadelfia la tercera semana de diciembre para dirigirse a Dakota del Sur, aunque pasando primero por Nebraska. Para ella, Deadwood, Dakota del Sur, era como el fin del mundo e incluso peor, un lugar más perdido y aislado que la parte de Nebraska donde había nacido y crecido.Después de licenciarse en la universidad y mudarse, primero a Chicago, donde hacía demasiado viento, después a Nueva York, que era demasiado grande, y por fin a Filadelfia, donde había encontrado su nuevo hogar, Hannah se había jurado no volver jamás a esa parte del país, excepto para visitar a sus padres. También se había prometido no ir nunca entre noviembre y marzo, e incluso octubre, abril y mayo le parecían meses muy arriesgados Sólo una petición de sus padres o, como este caso, el matrimonio de su querida amiga Maggie, podían