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4-Brigus, Canadá- La visión del oráculo

-¡Levanta los brazo!, ¡eso es! – Exigía la gruesa voz del Alpha de la manada Solterra, Leonardo y su padre llevaban desde las 6 am en sus entrenamientos matutinos, ahora el sol se ponía casi en lo más alto cuando el reloj marcaba casi medio día, desde que había cumplido 8 años y el oráculo había llegado a la manada dando sus profecías sobre el futuro duro que le tocaría vivir al pequeño ascendente su padre lo había puesto a entrenar en conjunto cada mañana, sin dejar nada a la suerte, no dejaría que la futura cabeza de la manada flaqueara, aunque fuera su amado hijo, hoy con dieciséis años  era su mayor orgullo, era tan letal como si mismo, lo había llevado a algunas batallas y desde temprana edad había dejado que los mejores guerreros entrenaran con él, que le dieran una buena paliza, los alphas eran más fuertes por nacimiento, pero no dejaría que se volviera engreído, se ganaría su título a gota de sudor y sangre no por derecho de nacimiento, no dejaría que nadie se hiciera el desentendido sobre la fuerza de su hijo, pero no todo era fuerza bruta, desde los doce años había comenzado a llevarlo a las reuniones de concejo, haciéndole participe de cada decisión que comenzaba a tomar en la manada, durante la cena rebatían opiniones sobre diversos temas y había logrado crear en su hijo una consciencia de gobernante, estaba seguro que si tuviera que asumir el cargo aquella misma mañana que moría con el sol de medio día sería capaz de hacerlo sin pestañear.

-Vamos a almorzar, es hora de que tomen una ducha …- salió su madre al jardín junto a su pequeña hermana de ocho años, y justo detrás de ellas estaba la peliblanca con veinte años, se había vuelto una joven hermosa y delicada, su cabello blanco siempre iba suelto, no le gustaba mostrar las cicatrices que adornaban su piel en sus hombros, cuello y espalda, un recuerdo que había dejado el ultimo Alpha que la había secuestrado, ahora gracias al Alpha Mylan y su señora la Luna Ilyana gozaba de un hogar, se encargaba de aconsejar al señor cuando se lo pedía y cuidaba de la pequeña Charlotte, llamada así por la madre de la Luna de la manada.

-Seguiremos mañana, buen entrenamiento- felicito su padre con una sonrisa llena de orgullo a su hijo quien asintió sin mayor ceremonia preso de la vergüenza, su padre era el Alpha más feroz en territorio canadiense, varias veces había temblado de miedo al verlo enojado o torturando en las mazmorras, nunca se había podido acostumbrar a ese contraste, su faceta de padre y esposo cariñoso, lo descolocaba y lo hacía sentir sumamente afortunado.

se adentraron a la casa pasando junto a las mujeres, la pequeña había saltado para abrazar a su hermano, pero retrocedió casi al instante arrugando la nariz. Leo soltó una risa estridente que sobrecogía el corazón de su madre y el oráculo.

-¡Hermano Apestas! – se quejó la menor del grupo familiar. Leo revolvió los rubios cabellos de su hermana mientras esta se quejaba y hacia un Mohín infantil, disfrutando internamente la caricia de su hermano mayor, El futuro Alpha se dio media vuelta y subió las escaleras de dos en dos rápidamente para ir a su cuarto y meterse a la regadera. Nadie se novio de la sala hasta escuchar la regadera en el segundo piso.

- ¿Qué sucede? – pregunto el Alpha volteando la vista ahora a su esposa de quien podía sentir un fuerte nerviosismo desde hace una hora, pero confiaba en que ella le diría lo sucedido en cuanto considerara oportuno, si no había hablado hasta ese minuto era porque quería dejar fuera al mayor de sus hijos. Ilyana suspiro y le dio una mirada al Oráculo quien asintió y tomo la pequeña mano de Charlotte para sacarla del salón invitándola a preparar el postre de aquel almuerzo dejando en soledad a la pareja.

- Mahia ha tenido una visión…- comenzó a hablar su mujer refiriéndose a la dulce peliblanca – las dos manadas de Este se acercan, se han unido para tratar de absorber la nuestra- comenzó a narrar la bella mujer-

- debemos avisar a los guerreros, defenderemos la frontera…- dijo adoptando automáticamente su posición de guerrero Alpha, pero la mano de su mujer lo detuvo, al observarla pudo notar como las lágrimas se acumulaban en aquellos hermosos ojos azules que lo había visto crecer desde que se habían conocido en la niñes, toda aquella armadura guerrera y agresiva se quebrajo completamente sumido en una sincera preocupación y dolor, no había nada más horrible que ver las lágrimas en la mirada de su esposa. -Mi bella Luna… dime que sucede mi amor, sabes que nada puede hacerte daño si estoy aquí para impedirlo – dijo el enorme lobo acariciando con suavidad incomprendida las mejillas de su mujer.

- Mylan… - su voz tembló y apretó sus ojos unos segundos buscando algo de control en su interior, quería llorar, agarrar a su familia subirlos a uno de los coches y salir corriendo de ahí, su preciada burbuja había sido rota y ella no sabía cómo retener el presente del agonizante futuro. – el Oráculo ha sido claro, si vas junto a Leo…-su voz se apagó.

-El morirá – completo entendiendo el lobo- me iré antes de que salga de la ducha- aseguro a la mujer dispuesto a irse ya, los guerreros esperaban en el bosque, su esposa ya habría avisado a todos ellos. Ella volvió a retenerle sujetando su mano.

- Si él va contigo, morirá, si tu no vas moriremos todos, si tú vas… morirás. – completo finalmente su mujer y el peso de la realidad golpeo al Alpha en aquel segundo, su mujer temblaba y la sentía por completo aterrorizada, incluso la culpa se ceñía en la desesperación que podía sentir en ella a través de la conexión que ambos compartían desde que se habían unido hace más de veinte años. La rodeó con sus fuertes brazos apegándola contra su pecho, escondiendo su propio miedo de los ojos de su esposa.

- mi Loba astuta, has hecho bien, tu labor es proteger nuestros cachorros y hogar, el mío es proteger la manada, labor que pasará a nuestro hijo mayor, él está listo, bajo tus ojos y oídos Luna de mi manada te dejo el nombramiento del próximo Alpha en caso de que algo pueda pasar, Leonardo será Alpha y tu mi bella Luna lo guiaras hasta que el cachorro se vuelva adulto y busque su propia Luna – dijo finalmente recitando las antiguas palabras para dejar a su mujer a cargo del nombramiento de su hijo, se separó levemente y levantó el mentón de la rubia mirando su rostro destrozado por el miedo y el dolor .- Ilyana mi amor no llores, despídeme con aquella hermosa sonrisa, esos ojos traviesos y esa boca perfecta..- rogo a su mujer quien apretó sus ojos con el corazón desbordado, se obligó a sí misma, por unos segundos, solo unos llenando su mente de todos aquellos recuerdos que llenaban su alma, su primera noche juntos, cuando se dieron cuenta que eran destinados, su ceremonia de unión y abrió sus ojos regalándole una sonrisa tan hermosa que el lobo pudo obtener todo el valor que necesitaba para enfrentar la muerte como una vieja amiga luego de dejar todo en el campo de batalla y la seguridad establecida en su manada .- siempre tuyo, siempre mía.. siempre nuestro…- recito en su oído sus votos y dándole un último beso lleno de desesperación, sus labios chocaban con anhelo y esperanza, quince segundos, solo quince segundos de un beso que podría haber reescrito el significado de deseo se separó de ella abruptamente dándose vuelta sin mirar atrás y cerró la puerta de entrada de la casa con un portazo que lleno el angustioso silencio dentro del cálido hogar. Ilyana dio un grito lleno de rabia y desesperación agarrando con sus manos su propio cuerpo, su loba interior gritaba por correr con su Mate, su piel se sentía incomoda y la frustración estaba a punto de cegarla. Mahia la encontró al borde del cambio, uso sus dones de oráculo y brujería y usando un sencillo hechizo la puso a dormir, la agarro por la cintura acomodándola en el sofá y cubrió con una manta, le dolía ver a su señora así, ojalá había algo que pudiera hacer, algo por mantener aquel bello hogar completo.

-¿Mamá se durmió? -pregunto Leo entrando en la sala casi diez minutos después secando su cabello con una toalla viendo a la bella rubia dormir sobre el sofá en la sala continua donde  Mahia leía un libro a su lado velando sus sueños.

- si joven amo -dijo la bella peliblanca cerrando el libro y poniéndose de pie

-te he dicho mil veces… Leo… Leonardo – señalo con una mueca el joven lobo, la peliblanca sonrió con cariño, no podía decirle nada, su señora se lo había hecho prometer, haría lo que fuera necesario para borrar el dolor de aquellos bellos ojos oscuros, sería su labor en lo que le quedaba de vida, si tenía que ser canal de dolor para el joven Alpha, entonces pasaría su vida borrándolo, como fuera necesario. Leo se movió algo nervioso ante la directa mirada blanca de la joven y la cálida sonrisa, era un adolescente y no era ciego, la peliblanca se había vuelto en una hermosa joven, rasgos delicados y una figura pequeña pero hermosa.

-Leonardo. – concordó la mujer y dio un paso hacia el manteniendo la sonrisa. Un ruido trono del pecho del joven lobo en aprobación, puso su mano sobre la mejilla lechosa de la oráculo y miro sus labios con deseo, luego miro sus ojos pidiendo permiso, la peliblanca sonrió y eliminó el espacio entre ellos chocando sus labios muy suavemente, El chico tomo su nuca cuando se alejaba y la jaló hacia si profundizando el beso metiendo su lengua de forma demandante, un suave gemido escapo de los labios de la bella joven y poso sus manos sobre el torso duro del contrario mientras este exploraba su dulce boca llena de expectación y hambre.

Ambos se separaron de golpe al sentir un grito desgarrador de su madre en la sala continua, no podía ser, la hizo dormir con un hechizo, no debería sentir la partida de su pareja, pero al parecer había subestimado el poder de la marca entre ambos, cuando llegaron al salón, Ilyana se abrazaba el torso en la alfombra entre gritos y lágrimas desgarradoras de puro dolor.  -NOOOOO .. MYLAN!!! .- gruño cuando el cambio la golpeo de golpe, Mahia tuvo que jalar hacia atrás al joven alpha para que el enorme lobo gris que se había convertido su madre no le hiciera daño, en un gruñido dio un salto por la ventana haciendo trizas el cristal, Mahia y leo habían caído hacia atrás en el suelo, Leo fue el primero en ponerse de pie corriendo a la ventana viendo el enorme lobo gris salir corriendo hacia el bosque.

-¡¿Qué m****a ha sido eso?! – Exigiendo en un tono amenazador, la ira se alzaba en sus ojos, sabía que podía hacerle daño si quisiera, muy, muy lejos había quedado el dulce chico que pedía permiso para besar sus labios.

- No lo sé…- Mintió la peliblanca con total seguridad que la sorprendió a ella misma, como si hubiera ensayado aquello mil veces. El Joven Alpha salió convirtiéndose en un enorme lobo negro justo en el segundo que salto por la ventana, la tierra se quebraba bajo sus poderosas patas, echo a correr al bosque, siguió el aroma de su madre, sentía sus músculos contraerse en la deliciosa necesidad de correr, Rey, su lobo, le aseguro que llegarían en pocos segundos, el viento pasaba con suavidad sobre su azabache pelaje, algo andaba muy mal, su madre nunca perdía la calma, jamás gritaba, nunca se enfurecía, jamás la había visto… desesperada, …“Haremos pagar a quien sea responsable” …  le aseguró Rey y nunca había estado más de acuerdo con aquel pensamiento.

Todo paso demasiado rápido, demasiado lento, podía escuchar su corazón desbocado ante la imagen que tenía al llegar al centro donde se lidiaba una sangrienta batalla, ¿Por qué el no sabía de aquello?, ¡hace unos minutos había estado en la ducha!, busco con la mirada a su madre, su grito desgarrador hizo que la encontrara rápidamente, en medio del caos su padre estaba desnudo, había perdido su forma de lobo, sobre las hojas secas del bosque descansaba su cuerpo, en medio de su abdomen una herida que atravesaba de extremo a extremo, sus órganos se regaban sobre su piel, sus ojos abiertos solo le daban un toque más desgarrador de la horrenda escena un pitido lleno sus oídos bloqueando cualquier otro ruido, su visión se volvía roja mientras veía a su madre gritar desgarradora, unos guerreros la protegían de cualquiera que se acercara del bando que los atacaba… estaban siendo atacados…   

<<¡¿Quién era el bastardo?!>>- un aullido desgarrador salió desde el fondo de sus pulmones, el Alpha había muerto, aun que tenía un nudo en la garganta y una creciente necesidad por ir con su madre lo estaba volviendo loco, sus ojos ardiendo por las lágrimas miro alrededor, sus hombres parecían perdidos luchaban sin saber que ordenes seguir, comenzaban a desordenarse, necesitan guía y claramente su madre no estaba en condiciones de seguir a nadie.

<< Las manadas del este… Alpha>> - Gruño Kail, el Beta de su padre, su hijo Roy seria su beta cuando el subiera… las manadas del este, aquellos bastardos, su padre pudo haber absorbido sus manadas en una sola tarde si hubiera querido, bueno… tendría que remediar aquel error de su padre, acababa de aprender que la indulgencia estaba sobre valorada.

<<Roy… ¿serás mi beta?>> - gruño el nuevo Alpha a través del enlace mental donde los guerreros escuchaban mientras desgarraban la carne de su enemigo.

<<¡Hasta la p**a muerte!>> - gruño el joven lobo a unos metros mientras sus dientes rasgaban la garganta de su enemigo y la despojaban de su cuerpo, levanto la cabeza hasta el nuevo al Alpha.

<<Entraron a nuestras tierras y destrozaron a vuestro Alpha… mi padre… ¡¡Vamos a arrancarles su tierra, sus huesos tronaran bajo nuestras garras y no habrá nadie en toda Canadá que no sepa las consecuencias de nuestra ira!! >>- Gruño a través del enlace mental, una ola de gruñidos y aullidos se escucharon en todo el campo de batalla, esos eran sus hombres, y usaría cada voluntad para eliminar a su enemigo, con su nuevo Beta a su lado derecho y el antiguo beta de su padre se adentraron en el campo de batalla, como si se les hubiera inyectado energía pura en las venas la fuerza de las palabras del nuevo Alpha calo en los huesos de los guerreros aumentando su fiereza y certeza, Leonardo desgarro cada garganta que llego a sus garras, sus movimientos exigían sangre y la obtuvo de forma ardiente elimino cada lobo que se cruzaba en su camino, rodando por el suelo enterró las garras en los pulmones de uno ahogándole en su propia sangre, su pelaje negro se pegaba a su cuerpo cubierto en sangre, al poco rato sus enemigos comenzaban a disminuir y los alphas de las manadas del este quisieron escapar del campo de batalla, Roy y su padre los detuvieron rodeándoles junto a otros guerreros, Leo volvió a su forma humana, su perfecto cuerpo manchado en sangre y tierra, el sudor pegaba los cabellos sueltos a su rostro. Los lobos lo miraron y volvieron a su forma humana, uno de ellos trato de acercarse a golpearlo, pero el Joven de ojos oscuros tomo su muñeca en el aire y la doblo haciéndole arrodillarse ante él.

-Madre -llamo sin apuro, sabía que estaba cerca, podía oler aun de ella y lo salada de sus lágrimas, la rubia apareció detrás de él, su mirada llena de ira, dolor, se acercó a los hombres en frente a ella, sus manos temblaban de ira.

-No podre verlo nunca más..- sollozó- ustedes no podrán ver nada …- gruñó agonizante y puso sus manos sobre las mejillas del primero con una suavidad inesperada, pero sus pulgares encontraron los ojos de aquel lobo que le había arrebatado al amor de su vida y los enterró con una fuerza desgarradora, uno de los guerreros afirmaba al sujeto para que no se moviera mientras la sangre chorreaba por su cornea, insatisfecha, una de sus uñas se volvieron grises, las pozo sobre la garganta fría y temblorosa y la desprendió del cuerpo que cayo inerte a sus pies, ebria de ira hizo lo mismo con el segundo Alpha, nada…  no podía sentir nada, aquel vacío en su interior no podía ser llenado con la sangre de los asesinos de Mylan, nada podía cubrir aquel agonizante dolor, no había lagrimas suficientes y sus ojos se habían secado. Se dio media vuelta y sin decir palabra alguna echo camino de vuelta a casa, su hijo le siguió tiempo después.

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