Capítulo 3.

-Hasta aquí puedo llegar, pequeña. - Dijo el tío Chad dejándome en la puerta principal del Castillo. Se había negado a dejarme ir sola vestida tan “elegante y bonita” como me dijo cuando me vio salir de mi habitación con Gisselle a cuestas. – Me quedaré cerca por si me necesitas, nunca se es demasiado precavido. Sigo pensando que debiste haber traído un abrigo más grande.

-Tío, estamos en el continente Central, aquí tenemos suerte de que no haga un frío que parta huesos, como en el continente del Norte. - Dije divertida. - Estaré bien, te quiero. - Dije parándome de puntitas y dándole un beso en su barbilla. - Dame una o dos horas y nos iremos.

-Hecho. - Dijo tío Chad dándome una de sus raras muestras de afecto abrazándome fuertemente.

-Trata de no intimidar mucho a los pobres guardias… otra vez. - Dije divertida.

-¿Es acaso mi culpa de que los pequeños guardias se asusten hasta de su sombra? En serio, quien los esté entrenando es un completo imbécil. - Dijo soltándome con un bufido.

Yo le di una sonrisa y luego entré por la puerta bellamente decorada. Sabía que sería de las últimas lobas en llegar ya que lo planeé así; no quería hacer una gran entrada ni nada eso, solo quería llegar cuando comenzara el discurso de la Luna Isabella y de alguna forma camuflagearme con las paredes o algo así. Ser invisible tenía sus ventajas y, de todos modos, no había hecho amigas en mis años en la Casa de la manada.

Era difícil conocer gente cuando Elizabeth, mi compañera de habitación y autoproclamada enemiga, se la pasaba inventando rumores maliciosos sobre mí. ¿Cómo o cuándo encontraba tiempo para inventar tantas cosas con su estricto horario para sus masajes, sueños de belleza, mascarillas y clases? No tenía idea.  Realmente no me importaban los chismes, la vida era demasiado corta como para deprimirme o enojarme por cosas tan pequeñas.

-¿Estás tratando de llegar tarde? - Preguntó una voz a unos metros de la puerta.

Yo volteé y le di mi mejor sonrisa.

-Por supuesto que no, Sir Kyrian. - Dije con voz dulce y expresión de inocencia. - Sería incapaz de perderme el discurso de nuestra amada Luna Isabella.

Kyrian me miró y soltó un bufido de incredulidad. Era un lobo bastante joven para su puesto, pero ¿Quién m****a era yo para cuestionar al rey? Tendría quizá unos seis años más que yo pero ya se había convertido en la mano derecha del rey. Quizá su rumoreada amistad desde la infancia tuvo algo que ver en eso.

-Vamos dentro, eres la última en llegar; estaba a dos segundos de traerte a rastras. Sabes que esto no es como tus clases: Este es un evento obligatorio. - Dijo y luego me hizo un gesto para que lo siguiera.

Yo suspiré pero lo seguí de todas formas. Así fue como lo conocí, en realidad; cuando recién llegué a la Casa de la manada estuve una semana entera siendo un buena y obediente loba hasta que me di cuenta de que en realidad nadie se molestaría si no entraba a mis clases, así que decidí dar mi primer paseo para conocer el lugar. Kyrian fue el que me encontró y me regresó a mi salón con un buen sermón sobre “la responsabilidad”. Desde ese día nuestros encuentros fueron más frecuentes hasta llegar al punto en el que pienso que me dio por caso perdido y solo me acompañaba a la distancia para vigilar que no me metiera en problemas. Claramente no lo iba a hacer, pero era divertido hacerlo enojar mientras le hacía creer que buscaba con quien pelear.

Esa es una historia curiosa. Un día Kyrian me encontró mientras practicaba mis movimientos defensivos en una zona apartada del bosque aledaño a la Casa de la manada. Lo noté enseguida pero como no hizo intento por charlar, sermonearme o llevarme a cuestas (alguna vez pasó), seguí con mi rutina hasta terminarla.

-¿Qué tal te defiendes en una pelea en tu forma de lobo? - Me preguntó con los brazos cruzados y una expresión pensativa.

-Soy mejor luchando con mi lobo. - Le contesté sin arrogancia en mi voz, solo era la constatación de un hecho.

Esperé que me regañara igual que lo hacían algunos otros guardias con los que me topaba y luego me mandara de regreso a mis clases de etiqueta, pero para mi sorpresa, únicamente me dio un asentimiento de cabeza y se quitó la chaqueta de su uniforme doblándola con cuidado y arremangándose la camisa.

Esa fue la primera vez que tuve un oponente real que no fuera tío Chad y debo admitir que fue muy emocionante.

-Impresionante. - Dijo cuando terminamos y ambos tomamos agua de un arroyo cercano. - ¿Prefieres la lucha a las palabras?

-No, en realidad. - Dije con honestidad. - Solo me gusta estar preparada en caso de necesitarlo. No quiero ni puedo depender de nadie más para mi propia seguridad.

-¿No confías en los guardias de la Casa de la manada? - Preguntó curioso.

-¿Cómo saberlo? Nunca los he visto en acción y tampoco sé nada sobre el tipo de entrenamiento que han tenido. - Dije encogiéndome de hombros. - ¿Por qué le confiaría mi seguridad a lobos que no conozco? No, es mejor que sepa valerme por mí misma.

-Eres una loba extraña. - Dijo con una pequeña sonrisa. - ¿Se supone que tu entrenamiento es secreto?

-No, si lo fuera, ninguno de ustedes los poderosos y malos guardias me hubieran encontrado practicando. - Dije divertida. - Lo hago en un lugar apartado porque no soporto a mis compañeras y tampoco tengo la confianza para pedirle a alguno de los guardias que se una a mí.

Me miró por un momento y luego desvió la mirada hacia el arroyo.

-Aún son tiempos peligrosos, pequeña. Apoyo tu iniciativa de querer estar preparada pero debes de saber que no todos en el continente verán con buenos ojos que una loba blanca no sea otra cosa que una obediente y abnegada pareja. - Dijo seriamente con el ceño fruncido. - ¿No te importa que tu pareja te rechace si se entera de tus… intereses poco comunes?

-No en realidad. - Dije pensándolo por un momento. Era una cuestión que no me había planteado hasta ese entonces. - ¿Por qué mi pareja me rechazaría solo por que no sé servir el té, tejer bufandas y organizar fiestas? No es como si yo lo fuera a rechazar por no saber cocinar, barrer o lavar platos. Este continente tiene prioridades extrañas.

-A veces. - Dijo con una pequeña sonrisa y luego se volvió serio. - Tú no eres de aquí, ¿De qué continente vienes?

-Soy del continente Norte. - Dije sentándome en la orilla del río. Planeaba holgazanear ahí hasta la hora de la comida y eso era… en alrededor de una hora. Si Kyrian quería charlar para matar el rato, estaba bien con ello.

-¿Del Norte? - Dijo con el ceño fruncido. - ¿Aún quedan lobos ahí?

-Algunos pocos. - Dije en voz baja. - La última vez que estuve ahí, de todas formas.

Era bien sabido, y esto es algo yo solo solo supe hasta el año pasado, que el continente sur y norte habían tenido una terrible guerra que extinguió prácticamente a ambas manadas. Solo que la manada del Sur pudo conseguir sangre nueva rápidamente mientras que nosotros agonizábamos. No me gustaba mucho pensar en mi hogar o en mi manada, así que no había investigado mucho de los actuales acontecimientos de ese lado del mundo.

Nos quedamos en un agradable silencio por pocos minutos y luego interrumpió la tranquilidad del bosque.

-¿Qué te parece si me ofrezco como voluntario para entrenar contigo una vez a la semana a partir de hoy? - Dijo sacándome de la neblina triste en la que me encontraba.

Yo lo miré curiosa.

-¿Por qué?

-Bueno, resulta que es la primera vez, aunque me duela el orgullo decirlo, que me patean el trasero tan rápidamente. - Dijo con una alegre carcajada. - He estado en algunas batallas serias y nunca había tenido problemas en mi forma humana. ¿Quién te enseñó a luchar? - Preguntó curioso.

-Mi tío Chad. Él piensa que las mujeres debemos ser algo más que un bonito adorno y me ha estado entrenando desde los siete años… lo extraño. - Dije melancólica.

-¿Tus padres? - Preguntó curioso.

-Muertos. - Dije con solo un soplo de tristeza. - Mi tío Chad es quien me ha estado criando.

-Me gustaría conocerlo. Tiene serias habilidades si te enseñó todo lo que sabes. - Dijo con una sonrisa.

-Quizá algún día cuando venga de visita.

Y así Kyrian se convirtió en mi compañero de entrenamiento. Con el pasar de los meses me enseñó algunas técnicas y yo en cambio le enseñé unas propias. Supe, por lo rumores que circulaban entre los guardias, que Kyrian había mejorado en combate considerablemente casi de la noche a la mañana.

Volviendo al presente, seguí a Kyrian hasta que llegamos al “Salón de eventos” como era conocido el lugar en donde se realizaba año con año el Gran baile y me indicó que me colocara al final de la fila con mis compañeras.

El guion era simple: Nosotras saldríamos en fila y recorreríamos en Salón en orden para que pudieran vernos todos los lobos solteros presentes. Luego cada una sería presentada arriba del escenario y se supone que si uno de los lobos la reconocía como suya, tenía que pasar al escenario y declararlo. Luego serían llevados a una de las múltiples “cámaras de emparejamientos” en donde la feliz pareja avisaba a sus parientes y se quedaban encerrados en ese cuarto afianzando el vínculo por una semana. Así que prácticamente la relación comenzaba casi con un embarazo seguro.

Yo lo había discutido con Gisselle ya que me preocupaba que de hecho encontrara a mi pareja hoy y no estaba segura de querer estar encerrada una semana solo haciendo bebés.

-No te preocupes, no es obligatorio que vayan directo a la cámara. Siempre puedes decirle que te encuentras en esos días del mes y estoy segura de que puedes atrasar el momento un poco más. También podrías decirle simplemente que te gustaría conocerlo mejor antes de pasar a la parte de la intimidad; te verá como una tierna, delicada y tímida flor. - Dijo poniendo los ojos en blanco.

Esperaba que esto último funcionara, aunque siendo honesta dudaba que mi compañero se revelara hoy. Por eso mi confianza de decirle a mi Tío Chad que lo vería en dos horas como máximo.

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