Dos días después, Gabriel fue dado de alta. David fue a buscarlo. Al llegar a la casa, le entregaron el cuaderno de Ángela.
―¿Qué es esto?
―Es lo que Ángela escribió desde que la “secuestraste”.
―Yo no la secuestré.
―Pues eso no es lo que aparece en el cuaderno.
―¿Cómo no?
―Ella escribió todo lo que ocurrió, tu amenaza, también que desconfiaba de nosotros. Pensó que nosotros podíamos estar detrás de sus “accidentes”.
―¿Qué? ¿Por qué?
―Será mejor que lo leas.
Gabriel se dedicó toda la tarde a leer lo que Ángela había escrito. Tuvo que detenerse cuando leyó que ella desconfió de ellos, también cuando mencionó que sus sentimientos estaban confundidos con respecto a su hermano. Necesito tomar ai
Alec entró a la habitación, Ángela dormía.―¿Cómo está?―Bien, un poco nerviosa, pero está con tranquilizantes ―respondió Blanca.―¿Ha comido y dormido bien?―No ha comido mucho, está preocupada por su familia.―¿Qué le has dicho?―Le dije que ellos estaban bien, que no debía preocuparse.―Sí, tiene que estar lo más tranquila posible.―Sí, en cuanto a dormir, las pastillas la ayudan, si fuera por ella, no dormiría nada, la preocupación no la deja.―Bueno, no es para menos en la situación en la que se encuentra.―¿Qué haremos ahora, Alec?―Solo debemos mantenerla aquí hasta que sea el momento indicado, estaremos comunicados.―¿Qué le digo?―Dile que ella está aquí para ser protegida en tanto bus
Gabriel se dedicó a revisar las cuentas de David junto a su padre, el último no estaba muy de acuerdo, pero su hijo insistió, no quería ser catalogado como sospechoso, se los dijo muy claramente.―¿Encuentran algo? ―preguntó David al rato.―Nada, todo está en orden ―respondió Gabriel de mal modo.―¿Lo ven? Yo no tengo nada que ver con esas transacciones.―Alguien lo hizo y debemos descubrir quién lo hizo ―dijo el padre.―¿Y hay alguna forma de saberlo?―Contrataré a un auditor, él sabrá deducir esto.―Yo lo puedo hacer ―replicó Gabriel.―No, hijo, estamos demasiado involucrados, es mejor que lo haga un profesional.―¿Ya no confías en mí?―No es eso, hijo, si esto tiene que ver con la desaparición de mi hija, quiero que se aclare lo antes posible.―¿Crees q
―Buenos días, Ángela ―la saludó Alec con cordialidad―, ¿cómo se siente?―Bien, aburrida, confundida.―¿Confundida?―Sí, no sé por qué estoy aquí, porque no viene papá o José…―¿No le importa Gabriel?La joven miró al escolta con los ojos aguados.―¿Sabe? He tenido mucho tiempo para pensar y, no sé si eso me ha distorsionado un poco la realidad o, al contrario, la he visto más clara que nunca.―¿Qué quiere decir?―Quiero decir que yo veía a Gabriel como un hombre atractivo, que sí lo es por supuesto; un tipo romántico, delicado; lo veía como un protector, mi protector; lo sentía como… Él siempre quería protegerme de todo y de todos.―¿Y eso es malo?―Ese es el punto. Que eso no es malo, pero eso es lo
Gabriel se sentó a la mesa en completo mutismo.―¿Qué te pasa, hermano? ―le preguntó David.―Nada.―Mírate la cara, ¿qué pasó?―¿Te parece poco lo que está pasando? Ángela está desaparecida, quisieron matar a José, tal vez nos quieran asesinar a nosotros también y Alec no cumple con su trabajo de encontrar a los responsables de esta situación.―Dice que está a punto de descubrirlos, solo necesita una prueba concluyente, las que tiene son circunstanciales.―No tiene ni una sola pista, no está ni cerca de descubrir a los que están detrás de esto.―No puedes saberlo.―Lo sé, por eso no quiere decirnos nada, quiere hacernos creer que sabe, cuando en realidad no sabe nada, solo quiere hacernos perder el tiempo; estoy seguro de que él tiene algo que ver.―¿Crees
A las nueve en punto, Gabriel esperaba en el puente indicado, pero nada ocurría. De pronto, su móvil sonó, lo miró y vio que era su padre.―Papá.―Hijo, vuelve a casa.―¿Qué? Aún no entregan a Ángela.―Ella ya está aquí.―¿Qué?―Sí, hijo, la dejaron en la puerta, está sana y salva con nosotros.―Mierda.―¿No te alegra?―Claro que sí, papá, pero ¿por qué me harían venir hasta aquí? ¿Y cómo es que pudieron entrar al castillo?―Ya lo aclararemos, tú vuelve a casa.Gabriel caminó hasta su automóvil, pero antes de entrar, un sonido extraño le llamó la atención. Se giró y vio a un desconocido detrás de él.―¿Quién eres?―Vine a corroborar que de
Ángelo se levantó y no vio a los guardias de su hija fuera de la habitación.―¡Alec! ―gritó para que este lo escuchara, el hombre apareció enseguida.―Señor.―¿Dónde están los guardias de Ángela?―La señorita se levantó en la madrugada y quiso ir a su despacho.David salió en ese momento, muy acelerado.―¿Y Ángela?―Está en el despacho, hijo, ¿qué pasa?―Estuve toda la noche angustiado, ahora sentí que algo malo le pasaba.El joven corrió escaleras abajo y entró a la oficina de su padre, pero allí no había nadie.―¿Dónde está? ―exclamó, desesperado.―¿Qué dices, hijo? ―preguntó entrando.David entró al baño, al archivero, pero nada, ni rastros de ella.―
David miró a José, por un momento pensó que desconfiaba de él, pero luego se dio cuenta de que solo quería comprobar su teoría.―¡Yo jamás hice eso! Él me dijo que tenía miedo de que tú la vieras porque estaba seguro de que tú estabas enamorado de ella, que te llevaría al castillo para que cuando se vieran, él pudiera estar presente. Yo le reclamé, si él no confiaba en ella, no era un amor sano, era algo tóxico. Cuando volvieron, me acusó de haber alterado el teléfono de Ángela, lo cual no es cierto, yo apenas uso mi teléfono, ustedes saben que la tecnología y yo no nos llevamos bien. Jamás dudé del cariño que ustedes se tenían, si no habían estado juntos antes, ¿por qué lo iban a estar cuando Ángela ya estuviera con otro? Yo nunca hubiera dañado a &
―Hola, hija. ―Ángelo se acercó presuroso hacia la cama y la abrazó―. ¿Cómo te sientes?―Perdón, papá ―lloró como una niña.―No, no, mi amor, no llores, no, mi pequeña, no pasa nada.―Papá, fui tan tonta.―No, mi amor, no digas eso. Quédate tranquilita, mi amor, si no, no te van a dejar salir de aquí.Ella sorbió su nariz y se separó de su padre.―Está bien, yo solo quiero ir a mi casa.Ángelo le dio un beso en la frente.―Todo estará bien, mi niña, solo cálmate, ¿sí?Ella asintió con la cabeza. Entró una mujer mayor con una bandeja de comida para ella. José se acercó a ella y le dio unos pañuelos desechables.―Princesita, ¿cómo te sientes?―La verdad es que no sé, es decir, siento que me