―Hola, hija. ―Ángelo se acercó presuroso hacia la cama y la abrazó―. ¿Cómo te sientes?
―Perdón, papá ―lloró como una niña.
―No, no, mi amor, no llores, no, mi pequeña, no pasa nada.
―Papá, fui tan tonta.
―No, mi amor, no digas eso. Quédate tranquilita, mi amor, si no, no te van a dejar salir de aquí.
Ella sorbió su nariz y se separó de su padre.
―Está bien, yo solo quiero ir a mi casa.
Ángelo le dio un beso en la frente.
―Todo estará bien, mi niña, solo cálmate, ¿sí?
Ella asintió con la cabeza. Entró una mujer mayor con una bandeja de comida para ella. José se acercó a ella y le dio unos pañuelos desechables.
―Princesita, ¿cómo te sientes?
―La verdad es que no sé, es decir, siento que me
David esperó a su padre en el despacho, sabía que había ido con su hermano y quería saber cómo estaba. Por ser gemelos, él podía sentir la tristeza de Gabriel, pero quería asegurarse de que estuviera bien, al fin y al cabo, era su hermano. ―Hola, hijo ―lo saludó Ángelo al entrar.―Hola, papá, ¿cómo estaba Gabriel?―Nada bien. Es decir, físicamente está bien, tiene todas sus necesidades cubiertas, pero anímicamente está muy mal, él creía que yo los desampararía, que los dejaría en la calle.―¿Por qué?―Porque escuchó una conversación y no entendió el contexto.―¿Qué va a pasar con él?―No lo sé, no hay nada en su contra más que el robo a las cuentas, pero, al ser suyo mi dinero, no sé si cuenta
Los siguientes días, las cosas estuvieron tranquilas, incluso pudieron olvidarse un poco del peligro que corrían.Tras la última curación a la pierna, Blanca y Ángela bajaron a desayunar. Todos esperaban allí.―Buenos días ―dijo Ángela y se sentó, hubiese querido saludar a cada uno de un beso, pero su pierna le impedía mucho andar, debía reposar―. ¿Cómo amanecieron?―Buenos días, hija, bien, ¿y tú?―Bien, cada día mejor.―Eso es muy bueno, princesa, poco a poco irás mejorando y te sentirás mejor.―Sí, hoy veo a mi terapeuta así que espero que me vaya bien.―Te irá bien, pequeña, siempre y cuando hables con la verdad y te abras con él, debes decirle que has cumplido muy bien tu tarea ―le dijo David.―¿Tú crees?―¡Sí!
José se acercó a David que estaba en un rincón con una taza de café.―¿Por qué no has intentado acercarte a Ángela? ―le preguntó de frentón en voz baja. .―¿Cómo que no? Jugamos casi toda la tarde.―Me refiero a como hombre, tú la amas, ¿no?David miró a Ángela que dormía en un sofá.―No estoy seguro, es decir, sí, me gustó mucho en un momento, pero no sé si estoy enamorado de ella, creo que solo fue confusión. Estoy seguro de que Gabriel sí está enamorado de ella y puede ser que la conexión que tenemos como gemelos me hizo quererla más, pero no puedo verla más que como a una hermana, es más, creo que ni siquiera somos compatibles. Como amigos, sí; como hermanos, más, pero ¿como hombre y mujer? No sé si exista esa chispa.
Alec les informó que el peligro había pasado y que Rachel había sido detenida. Por fin podrían volver a su vida normal.―¿De verdad que ya no hay peligro?―De verdad, atrapamos a todos los involucrados con Rachel, aun si alguno hubiese escapado, solo no podrá hacer mucho y supongo que sería mejor que se fuera muy lejos para no ser atrapado ―aseguró Alec.―O sea que ahora podremos volver a nuestra vida normal ―inquirió José.―Así es, ya no hay ningún peligro. Incluso, si quieren ir a ver a Gabriel o prefieren que él venga, está en libertad de hacerlo.Ángelo miró a su hija.―Si tú no quieres que él venga…―No, no, él tiene que estar con su familia en este momento; lo necesita.―¿Estás segura?―Sí, papá, él necesita de ustedes más
Una semana después, luego de estar seguros de que estaban a salvo, Ángelo y Gabriel salieron a su oficina en la ciudad, ya no había riesgo, por lo que podían volver a su rutina normal, aun así, Alec los acompañó con otro de sus hombres.David estaba tomando desayuno cuando Ángela bajó y José estaba en el despacho, con unos trabajos que le había pedido Ángelo.―Hola, enana, ¿cómo amaneciste?―Parece que solo pestañeé y ya había amanecido.―¿No descansaste?―No sé, solo sé que cerré los ojos y cuando los abrí ya estaba claro, igual no me siento cansada.―Al menos eso es bueno, dormiste profundamente.―¿Y tú?―Yo bien, acabo de despertar.―¿Qué vas a hacer ahora que estás libre?―Pensaba llevarte a ver mi galerí
―Papá, no sé qué hacer ―le reclamó Ángela a su padre un día cuando volvió del trabajo.―¿Qué pasa, hija?―Eso, que no sé qué hacer, estoy perdida en la vida.―A ver, mi amor, siéntate y explícame porque no estoy entendiendo nada de lo que me dices. ¿Quieres un café?―Ya.Ángela se sentó en el sofá y esperó a que su padre le llevara la taza y se sentara junto a ella.―Ya, mi niña, ¿qué pasa?―Han pasado más de cinco meses desde que todo está normal, pero yo no logro decidir qué quiero hacer con mi vida, estoy estudiando inglés y me va bien, también me están enseñando etiqueta para presentarme en lugares públicos, pero no sé qué más voy a hacer, se me está pasando el tiempo y no sé
Gabriel no sabía si arrepentirse o no de no haberse quedado con Ángela. Quería que ella estuviera segura y, por qué no decirlo, él también. No era por falta de amor, al contrario, solo que, tal como le dijo su papá, él continuaba con sus problemas de culpabilidad, sentía que no la merecía y no podía darle esa clase de inseguridad, eso sí que ella no lo merecía, así como él quería una mujer plena en su cama, Ángela merecía un hombre pleno en su vida.Su terapeuta le había dicho que le escribiera una carta a su verdadero padre, eso al principio de la terapia, no obstante, él no había sido capaz de hacerlo, por lo que aquello no estaba resuelto, era el tema más difícil para él y el que le daba más problemas, pues todos sus temas de culpa y de inseguridad se los había transmitido ese hom
Unas noches después, se reunieron para la cena y cada uno contó su día, como era habitual. Ángela habló de los preparativos de Navidad; David habló de sus nuevos cuadros y de su próxima exhibición; José contó algo de su día y de lo bien que progresaba su inglés, pues ya era casi fluido, Gabriel dijo poco, pues no tenía nada que contar, lo mismo Ángelo, para ellos era una rutina todo.Tras la cena, volvieron a quedar solos Gabriel y Ángela, este la invitó a caminar por los alrededores, a lo cual la joven aceptó, pero justo antes de salir, se largó un aguacero infernal. Se miraron y rieron.―Alguien no quiere que salgamos ―dijo Gabriel.―A lo mejor, quiere que vayamos a otro lado, a uno más íntimo.Gabriel la tomó de las caderas y la pegó a las suyas.―¿Y dónde serí