Capítulo 37

Los siguientes días, las cosas estuvieron tranquilas, incluso pudieron olvidarse un poco del peligro que corrían.

Tras la última curación a la pierna, Blanca y Ángela bajaron a desayunar. Todos esperaban allí.

―Buenos días ―dijo Ángela y se sentó, hubiese querido saludar a cada uno de un beso, pero su pierna le impedía mucho andar, debía reposar―. ¿Cómo amanecieron?

―Buenos días, hija, bien, ¿y tú?

―Bien, cada día mejor.

―Eso es muy bueno, princesa, poco a poco irás mejorando y te sentirás mejor.

―Sí, hoy veo a mi terapeuta así que espero que me vaya bien.

―Te irá bien, pequeña, siempre y cuando hables con la verdad y te abras con él, debes decirle que has cumplido muy bien tu tarea ―le dijo David.

―¿Tú crees?

―¡Sí!

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