2. Aysun Black

❝ Cuanto más te conoces a ti mismo, más paciencia tienes para lo que ves en los demás ❞ — Erik Erikson —

La paz que denota poder descansar no tiene precedentes, es irreal y cuando se me permite sin dudas lo aprovechó con creces.

Son más o menos las tres y treinta de la tarde cuando me ánimo finalmente a levantarme de este lecho que supone ser mi cama; como la noche estuvo movida, pues los animales de la redonda se encontraban inquietos, mi padre y yo nos quedamos hasta tarde haciendo guardia en el bosque abarcando todos sus inmediaciones haciéndose de nuestro conocimiento el movimiento particular que se alojaba a la redonda.

Lobos iban y venían de un lado a otro más inquietos de lo presumiblemente normal, algunos aparentaban encontrarse perdidos, nerviosos y temerosos, algo normal para quien no sabe desplazarse en este lugar, otros tantos se debatían entre sus intereses mientras que los más soberbios se disponían a cazar sus presas con notable habilidad alardeando de ello ante los demás que se encontraban igualmente merodeando por allí.

Curiosamente, todo estaba animado, el bosque aparentaba encontrarse más ruidoso de lo que solía ser lo que nos hacía mantenernos pendiente ante cualquier eventualidad.

De nuestra presencia allí pocas personas sabían al respecto más allá de las múltiples historias que los adultos suelen contarles a los pequeños queriendo asustarlos, así que ante todo somos lo más cercano a unos singulares espectros que solo vagan casualmente por ahí cuidando el bosque de la vil locura que domina a quienes compartimos aquella unión tan cercana con la naturaleza misma lo que hace que sea sencillo el solo hecho de ocultarnos.

Salir de la cama ahora totalmente consciente, me llevo algo de tiempo, ya que la pereza se había hecho con creces entre cada parte de mi cuerpo y tras batallar con ella algunos minutos, salir de aquella casi a regañadientes sin dudas conseguí.

Como todos los días lo primero que hice fue abrir la pequeña ventana que se encuentra a un lado incrustada en la pared del lado derecho de mi cama, cosa que hacía siempre, pues para mí era primordial conocer primeramente a que me enfrentaría cada día y eso incluía evidentemente como se comportaba el clima.

— ¿Qué extraño? Hasta el cielo está sutilmente peculiar — dije tras observar como las nubes habían cubierto totalmente el sol y una vez que la fría brisa recorrió mi rostro aproveché las circunstancias para obligarme así por un momento a contemplar las inmediaciones del propio bosque.

Retomando mis tareas tras alejarme de la ventana me dirigí hasta el cuarto de baño en donde lavé mi cuerpo en toda su extensión, mientras que de paso higienice mis dientes aprovechando la ocasión.

Ya lista me dirigí de vuelta hasta mi recámara donde me vestí de acuerdo a la ocasión un tanto cubierta con algunas prendas al estilo gitano donde los pantalones ajustados en la parte superior y de ruedo algo holgado en color marrón se hacían visibles y una blusa blanca de mangas largas evidentemente holgada fue lo que sobre mi piel dispuse cosa que lo ameritaba claro con su debido calzado, por lo que las prendas más cómodas las ceñí a mi cuerpo mientras que de paso también me acomode un poco el pelo en un sutil moño alto con algunos mechones sueltos a sabiendas de lo que aquella tarde nos depararía.

Ya lista salí al pasillo próximo a la sala de estar, “sí”, el mismo lugar que solemos utilizar como área de comedor, ahora totalmente fresca y relajada para encontrarme de paso a quien en momentos como este considero mi peor enemigo, mi padre.

Estirándome queriendo deshacerme de la pesadez que en mi cuerpo aún experimentaba, lleve mis brazos hacia arriba con los dedos sutilmente entrelazados y busque con ello de paso liberar aquel bostezo que le acompañó.

Con una mirada fría y algo calculadora, aquel me contemplo al tiempo que dejo salir la maldad pura que su ser emanaba reflejada en unas simples palabras.

— Eres una holgazana, lo sabías — dijo al tiempo que en la comisura de su boca se alojaba una risilla molesta que aún lejos dejaba entre ver su interés por incordiarme.

— ¡Pero…! — Indique mientras que de continuo grité — ¡Padre! — le increpe cortando totalmente con aquella sensación tan placentera que estirar el cuerpo me proporcionaba.

Entre dientes pude escuchar como una pequeña risilla pretendía abandonar su boca en tono de evidente burla y que casualmente aparentaba encontrarse algo más que reprimida tras notar como yo lo miraba.

— Pudiste descansar bien — alcanzó a cuestionarme pretendiendo cambiar el tema de por medio.

— Demasiado bien diría yo, porque no me despertaste, ya se hizo tarde.

— Corrección, intente hacerlo, pero estabas durmiendo tan profundamente que no escuchaste ni una sola vez cuando te llame y a fin de cuentas preferí dejarte descansar, mira que cuando no duermes bien te levantas con un mal genio de los mil demonios.

Y como era de esperar volvió a hacerlo de nuevo — ¡Pero, padre! — grite algo molesta de continuo — acaso se te ha olvidado que soy tu hija porque no veo otra razón para que ventiles tal cantidad de veneno.

— Nada de padre y tú mejor que nadie lo sabes, te vuelves lo más parecido con tu singular tamaño de metro y medio, a un gremlin en plena formación.

Y helo allí, provocarme era algo que él disfrutaba con creces, hacer lo que curiosamente por momentos lo hacía tener la actitud lo más parecida a la de un molesto hermano mayor.

— Ya sí, te lo buscaste — comente al tiempo que las expresiones de notable molestia tomaban con entereza mi rostro a todo lo largo, dando inicio al dichoso y esperado juego de persecución probablemente tan conocido del gato y el ratón.

Entre los confines de aquella sala corrimos desechando los escasos muebles que en ella se podían encontrar, él huía riendo contento como cual niño inquieto perseguido tras realizar una travesura mientras que yo lo hostigaba molesta queriendo capturarlo para vengarme de sus constantes pruebas de paciencia que día a día tenía en mi contra, por lo que por un momento la sala parecía ser más que nada un extraño escenario algo particular.

La vista invaluable de un singular rin de boxeo allí curiosamente se formó uno en el que las cuatro paredes que le representaban allí se encontraban, pero en el cual ni un solo golpe se había logrado lanzar aún.

Durante algunos pocos minutos, quizás, estuvimos así llevados por aquel dichoso juego en el cual papá se lograba ver más feliz de lo común, como si todas sus cargas por aquel tiempo se hubiesen desvanecido, sus ojos se iluminaron y su voz algo juguetona resonaba en mis sentidos en la forma de aquella vívida risilla.

— ¡Ya! Tiempo me he cansado, me rindo — indicó aquel tras detenerse a un lado de la mesa antes de que yo acortará por completo la distancia lo que me llevó a aprovechar el momento para hacerme con su oreja la cual sostuve con algo de fuerza tirando en dirección hacia mía.

— ¡Au, au! Me rindo — repitió aquel de continuo mientras formaba muecas falsas de dolor.

— Te lo has ganado padre.

— ¡Yo! Pero, si no he hecho nada.

— Provocarme de esa manera te parece ser nada, Varyan — con notable seriedad le cuestione mirándole a los ojos una que la verdad a él no le importo.

— Pero si solo he dicho la verdad — recalcó queriendo parecer la víctima en esta situación.

— Si fuera solo eso no fuera nada pero como yo a usted lo conozco tan bien sé que traen de por medio aquellas palabras veneno puro y claro como ningún otro existente en este mundo.

Fingiendo sentirse herido ante mis acusaciones, aquel levantó la cabeza, desvió su rostro hacia una pared cercana y cerrando medianamente los ojos e hinchando de seguido el pecho con orgullo recalcó.

— ¿Qué prefieres chocolate o café? Están recién hechos así que por lo menos hasta la cena podríamos estar medianamente cómodos — indicó buscando cambiar el meollo de aquel asunto.

— ¡Medianamente! Porque siento que algo malo ocurre.

— No ocurre nada malo, pero, en vista de que tú comes demasiado ya no queda nada de la última captura así que deberemos salir a cazar.

Y volvió a insistir sin dudas lo que me hace pensar que realmente le cuesta apreciar su propia vida, es eso o intenta mostrarme una lección que hasta ahora yo no comprendo y la única manera que encuentra para dármela a conocer es precisamente molestandome de manera directa.

Sus palabras me hicieron enfadar, era algo fácil de suponer que sucedería a causa de su tan sutil provocación, pero esta vez me contuve, apreté los puños y resistí tanto como pude la molestia que me arremetía y aprovechando su pregunta inicial recalqué ante aquel mientras le miraba fijamente evadiéndolo de lleno.

— Chocolate por favor.

— Ves, así debe de ser, debes de aprender a aceptar críticas — musitó él mismo feliz por mi reacción.

— Solo si lo fuesen cosa que en este caso no lo son — comenté entre dientes.

— ¿Qué has dicho?

Con severidad aquel me contemplo, sin dudas él me había escuchado, aunque se encontraba intentando aparentar que no, aunque evidentemente la que debería de estar molesta sin dudas era yo.

— Nada, nada ¿Qué tengo mucha hambre? — indique de inmediato queriendo distraerlo.

— Ya te sirvo, dame un segundo.

Tomar tiempo para comer lo que para nosotros sería un desayuno casual, “sí, a esa hora” realmente era algo que disfrutábamos hacer, sin presiones, con paciencia, aprovechándolo en su completa totalidad y así entre risas, alguna que otra conversación en la que la seriedad relucía y alguno que otro chiste el tiempo transcurrió y el momento de partir llegó.

Tras haber dejado todo listo en casa y habiendo de paso tomado nuestros abrigos junto a la mochila que papá siempre suele llevar consigo los dos salimos bosque adentro hacia la vena central del río donde por lo general solíamos siempre cazar en los alrededores o en su defecto pescar en busca de nuestro dicho alimento.

Matar, no es precisamente algo que a nosotros nos guste hacer pese a nuestra propia naturaleza, en pocas palabras no lo hacemos por gusto sino por necesidad.

Por lo que cuando eso sucede y debemos de recurrir a ello es porque en realidad lo requerimos, pues, para nuestra parte animal es algo fundamental el saciar su voracidad, por lo cual antes de hacerlo pedimos permiso a la madre luna y a su tan inseparable hermana la tierra para que así nos otorgue lo que según ella merecemos.

***Empezamos...

***Varyan sin dudas disfruta con gusto provocar a su hija y aunque Aysun se molesta con sus travesuras y palabrerios vaya que se divierten juntos, sin dudas han formado una bonita relación.

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