Estamos todas de buen ánimo, por lo que después de hacer algunos juegos educativos con los niños, Dolores nos pidió quedarse con ellos un rato. Dirigimos nuestros pasos al que se había convertido en el lugar favorito de la casa, la biblioteca. Con el fajo de papeles en las manos, decidimos continuar con la lectura, y como la más impaciente de las tres por saber qué era lo que había sucedido con la segunda Ángel, sor Inés se hizo cargo de iniciar la lectura..... ¡No puedo creer lo que ha hecho Dolores ¡No sé con quién se ha enterado de que el capitán del barco puede casarnos y ya tiene lista la ceremonia para hoy en la tarde! Ha sacado un vestido de novia que traía consigo que fuera de mi madre, y ya en breves momentos me caso con mi adorado Agustín, que es un manojo de nervios. Todos los pasajeros están invitados a la ceremonia. Un matrimonio muy rico se ha ofrecido hacer de padrinos, sobre todo cuando han oído el título de mi querido amor. Dolores se burla a cada rato llamándome b
Las campanadas del reloj anunciaban las cinco de la tarde, los chicos seguían jugando sin parar, nos dimos cuenta de que teníamos que asearlos. Al llamarles todos se acercaron en silencio, algunos tenían juguetes en sus manos, les explicamos que por ahora el juego había terminado, que debían recoger para bañarse. Era sorprendente lo educados que estaban, pues sin protestar hasta los pequeñitos comenzaron a guardarlos en cajones que se introducían en las paredes detrás de las cortinas, nosotras los ayudábamos, siendo corregidas por ellos sobre el lugar que iba cada cosa, al final nos pidieron con mucha educación que los dejáramos realizar la tarea. Nos miramos sonrientes y esperamos que terminaran, al llegar a su habitación, ya Dolores tenía listos los baños de los pequeños en diferentes baldes, los mayores tomarían una ducha por separado. Nos arremangamos las blusas y cada una tomó un chico. Hablábamos y reímos con las ocurrencias de todos. Fue un momento encantador. Los mayores s
El recorrido de los pasos los estuve escuchando toda la noche en mi sueño. Retumbaban en mi mente como los truenos, rayos y centellas. El silbido del viento azotando la casa era escalofriante, y el quejido de los árboles lo hacía peor. Y en medio de toda esa macabra sinfonía que tenía armada la naturaleza, seguí escuchando unos tambores, y una plegaria al dios del rayo y la centella para que se apiadara de nosotros. Mi sueño no era profundo, pero tampoco liviano, abrazada al cuerpecito del pequeño que se había acurrucado en mi pecho, haciéndome sentir su agradable calor, me debatía entre despertar o seguir en mi sueño vigilia. Y fue entonces que empecé a soñar con la casa toda iluminada, hermosa, radiante. Llena de personas conocidas y desconocidas que hablaban y reían felices entre ellos. Podía verme vestida con un largo y hermoso vestido lleno de cintas y lazos, con mi cabello amoldado hermosamente en tirabuzones, que caían a cada lado de mi rostro, bajar del brazo de un elegante h
Estaba realmente asustada cuando levanté mi cabeza ante la enorme claridad que me envolvía, y respiré aliviada al ver que eran las bujías que se habían prendido todas de golpe. Los ruidos en la puerta cesaron con la llegada de las hermanas y todos los pequeños.—Querida, ¿por qué no esperaste por nosotras? —me reprochó con cariño sor Caridad.—Disculpen hermanas, tenía gran necesidad de venir. —respondí mirando a la puerta abierta y sin ningún tipo de daño. Dolores había desaparecido.—¡Oh, que hermosos los ángeles! —Escuchamos todos la voz de la pequeña Jacinta. —Son realmente hermosos. Levantamos la vista para ver que señalaba a las pinturas en el techo. Sor Inés tomó el libro sagrado y comenzó a leer algunos pasajes del mismo. Luego realizamos todas las plegarias, y salimos al jardín con los pequeños. Los grandes corrían alborotados, mientras los pequeños los llevábamos en brazos. —¿Te pasa algo querida? —preguntó sor Caridad acercándose. —No sé, tú y Dolores están algo misterios
Por suerte la noche transcurrió tranquila, solo el sonido de la lluvia, los rayos, los truenos y el viento se escucharon. Sin embargo, no podía dormir, no se me quitaba de la cabeza lo que había dicho la niña Jacinta, y señalaba detrás de mí como si en verdad ella pudiera ver esa presencia que por momentos siento respirando en mi nuca. Era tanto mi desasosiego que me levanté y me senté en una esquina cerca de la ventana con una vela y me puse a leer la biblia. No sé cuándo me dormí, pero al reloj marcar las cinco de la mañana, cosa que hacía, aunque no sonara en todo el santo día, abrí mis ojos y me quedé contemplando el reflejo de la pequeña llama de la vela, que se había consumido casi en su totalidad. Era hermoso, las gotas de agua resbalaban cuál diamantes por la superficie transparente del cristal, cuando de pronto retrocedí asustada. ¡Podría jurar haber visto un rostro de hombre del otro lado de la ventana! Miré de nuevo y solo la oscuridad y el reflejo de la llama divisé. L
Después de salir de la hacienda de Ángel, el padre Bartolomé junto a los dos monaguillos se adentraron por el sendero que los conducía al lugar del trágico accidente. El camino cada vez se hacía más resbaladizo para los pobres animalitos. Una llovizna suave pero persistente había comenzado a caer dificultando aún más la situación.—Hijos, creo que mejor bajamos —dijo el padre Bartolomé dando el ejemplo, y con los animales tomados de las bridas siguieron avanzando. Dada la dificultad del camino no habían podido avanzar mucho cuesta arriba. El trillo era realmente muy estrecho, interrumpido en muchas ocasiones por el derrumbe de las piedras que muchas veces estuvieron a punto de darle.—Padre —lo llamó uno de los monaguillos. —Creo que debiéramos desistir y posponer el viaje para cuando se seque todo.—Hijo, esas criaturas merecen todo el sacrificio que hagamos por ella con tal de que nos los separen. ¿No crees que ya han perdido demasiado? —Pueden quedarse en casa de la señorita Ánge
Llevo días sintiendo que alguien anda detrás de mí, lo puedo ver reflejado en las ventanas, en los espejos, por eso trato de no caminar sola. La niña Jacinta me asusta, cada vez que se encuentra conmigo, mira detrás y me dice que el hombre malo sigue ahí, que me quiere llevar. Sigo durmiendo en la habitación de los niños juntos a los demás, aunque a cada rato giro la cabeza, pues me parece ver que alguien me pasa por el lado, o están trabajando en diferentes cosas. Creo realmente que algo no está bien conmigo, debo de estar enloqueciendo y eso me llena de miedo. He decidido ocultarlo a las hermanas, pues me he percatado que ellas también comienzan a tener visiones, al parecer la maldición las está alcanzando por permanecer a mi lado. Por lo que pretendo que en cuanto pase este mal tiempo y regrese el padre Bartolomé, se marchen con todos los niños. No quiero que a ninguno de ellos les pase nada. Avanzo despacio hacia la biblioteca, me detengo a observar el jardín interior, la lluvi
Dolores tiraba de su madre ante la mirada de nosotras que nos habíamos quedado observando la escena sonrientes. Ella giraba la cabeza para mirarnos abochornada, mientras seguí su camino, retirándose lo más rápido que le era posible caminar, sin que su madre, la negra Tomaza, dejara de seguir diciendo cosas sobre mi invitación a cenar juntos. —Es increíble que a pesar de cómo ha cambiado el mundo, ellos continúen con esas costumbres que les arraigaron cuando llegaron aquí —dijo sor Caridad. —Así es, si la vieras Ángel, se ofendió y todo con tu invitación a que se sentara con nosotras a la mesa a almorzar —estuvo de acuerdo sor Inés. —No podemos hacer nada, son muy viejos. Eso no quiere decir que no lo intentaremos, pues se quedarán a vivir con nosotras por un tiempo, haremos nuestro mayor esfuerzo, ¿de acuerdo? De seguro, al ver que los tratamos como iguales, un día aceptan sentarse con nosotras —dije, aunque no creía que lo lograra, era muy fuerte la madre de Dolores, solo me dab