La mano en mi hombro se hizo más fuerte y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Me di vuelta rápidamente, pero no había nadie allí. Solo una extraña sensación de presencia. —¿Qué sucede, hija? —preguntó sor Caridad al ver mi reacción. —Nada, solo sentí algo en mi hombro, pero debe ser mi imaginación. Ella asintió y volvió a su lectura, pero yo no podía dejar de sentir la presencia allí. Como si alguien estuviera a mi lado, observándome. Decidí ignorar esa sensación y concentrarme en la lectura. Sería una oportunidad única para la primera Ángel de conocer a personas adineradas y tal vez hacer nuevos conocidos. Pero la mano en mi hombro seguía allí, presionando con más fuerza. —¿Estás segura de que estás bien? —preguntó sor Caridad al ver mi expresión preocupada. —Sí, sólo estoy deseosa de saber que sigue. A lo mejor ese joven que conoció Ángel es un buen hombre y es feliz. —Puede ser, pero ¿en verdad estás bien? —preguntó preocupada al ver que me levanté de mi silla y comencé a
Ante el anuncio que había hecho de la visita del padre Bartolomé. Salimos apresuradamente pidiendo a Dolores que preparara unos refrigerios, y que nos lo llevara a la sala del café. No tuvimos que esperar mucho, pues al rato apareció el padre, diciéndonos que tenía algo muy importante que comunicarnos. —Diga usted lo que sea padre Me adelanté y le besé su mano, invitándolo a sentar junto a nosotras y beber algo caliente. Tenía un rostro de sumo cansancio y tristeza a la vez. Él accedió a mi pedido y se dejó caer en una silla junto a todas. Lo imité y me dediqué a servirle una tasa humeante de café. —Primero tomé su café y luego nos dice, se ve usted muy cansado. Debió mandar a decir que le mandáramos un carruaje, no puede seguir caminado esas distancias padre. —No es nada hija, es bueno caminar. —Sí, es cierto, pero no en exceso y mal alimentado. —Dijo sor Caridad. —Vamos, tome usted el café. —Queridas que Dios las bendiga, lo que les voy a contar es algo que no comprendo muy bi
Sus ojos se habían abierto mucho, yo por un momento pensé que se le iban a salir de sus órbitas, volvió a mirarme una y otra vez como si no creyera lo que yo decía. —¿No me ha entendido usted? ¿Puede hacerlo?—pregunté de nuevo ante tal reacción.Asintió con la cabeza, retirándose lentamente, volviéndose a cada rato para contemplarme todavía incrédulamente. Los truenos y los relámpagos se continuaban escuchando en la lejanía, al parecer la lluvia no llegaría esta noche. Me uní a las hermanas en el interior de la iglesia, donde tendidos en algunas mesas, se encontraban los difuntos, la señora regordeta junto con otras, todas vestidas de negro, les limpiaban y vestían. Me acerqué para ofrecerles mis servicios, dándome cuenta de que la ropa que habían escogido era muy pobre e incluso me pareció que usada. —Señora, ¿puede decirme de dónde sacaron esas ropas, no existen en las dependencias de mi propiedad ropa de mejor calidad? —Se quedaron mirándome sorprendidas y fue la gruesa señora qu
Estaba muy extenuada y deseaba regresar a la casa para tomar un baño y dormir un poco, mis dos amigas me esperaban para retirarnos, se les veía con rostros cansados, ellas no habían dejado de asistir al padre en toda la noche, durante la misa y el velorio, por lo que supuse que estaban igual o peor que yo. Caminaba hacia ellas cuando fui interceptada por el señor abogado Edmundo.—Señorita Ángel, todo salió como usted lo ordenó, fue usted muy generosa. —Dijo muy serio y con semblante de admiración.—Muchas gracias, ha sido de gran ayuda, sin usted no hubiese podido lograrla. Muchas gracias, de veras, señor Edmundo, su trabajo es realmente valioso. —Lo elogié agradecida, pues durante todo el tiempo parecía que estuviera en todas partes organizando y cuidando que todo se hiciera como lo había pedido. —No tiene por qué dármelas, es mi deber ayudarla. No olvide que trabajo para usted. Mi hijo me ayudó también mucho, se lo presentaré después, se fue a acompañar a mi esposa a la casa. Me
Me quedé petrificada, sin poder mover un músculo, observando cómo se retiraba, cerrando tras de sí la puerta. Unos pasos se escucharon en dirección de mi escaparate, se detuvieron de pronto acercándose lentamente. Mi cuerpo era incapaz de realizar el más mínimo movimiento, solo mis ojos los mantenían. Una fuerte mano me tomó por el cuello y me apretaba fuertemente, el aire comenzó a faltarme, justo al punto de perder el conocimiento, vi como una luz crecía a mi alrededor, un grito agudo se escuchó, al tiempo que aquella fría garra en mi garganta desapareció. Atontada me encontraba todavía, cuando vi a Dolores abrir la puerta de un tirón, corriendo a mi encuentro me abrazó como si quisiera protegerme de algo que ella sola sabía. —¿Está bien, señorita Ángel? ¿Se encuentra bien? —me preguntaba una y otra vez, en lo que giraba su cabeza aterrorizada, mirando todo a nuestro alrededor. Casi no me dejaba respirar. La puerta detrás del espejo volvió a abrirse con un chirrido de hierros ox
Al escuchar mi grito todos saltaron asustados, sobre todo sor Inés, que se giró a mirarme, y avanzó siendo seguida por la extraña figura que al parecer solo yo y creo que Dolores podíamos ver. —¿Qué es querida? No me hagas caso, ya me conoces, cuando se me mete algo en la mente lo sigo todo el tiempo. Ya sé que es imposible que esas estatuas de mármol se muevan. Pero casi puedo jurar que las vi moverse aquel día, no sé si fue el reflejo de la luz, o un juego macabro de las sombras y la luz, o de mi imaginación. ¡Pero estoy segura de que algo vi! Y ahora estoy tratando de entender qué fue, solo eso. No deben preocuparse por mí, estoy consciente que no se movieron. —Hermana, de seguro fue un juego de la luz y las sobras. Tiene que volver a verlo con las mismas características de aquel día, y desde el mismo lugar —dijo sor Caridad.—Tienes razón hermana, es imposible que desde allí en frente lo logre. Y menos con este día tan oscuro. Estuve de acuerdo, tratando de dejar de mirar a la
Después de ver que no encontrábamos la continuación del diario, decidimos dejarlo para después. El día estaba realmente feo, muy oscuro, el viento arreciaba fuerte, y los truenos y rayos, se acercaban cada vez más. Los niños estaban asustados, por lo que decidimos ir a jugar con ellos. Y así lo hicimos, nos sentamos con ellos en el piso, y cantamos, les hicimos historias y jugamos hasta que Dolores apareció en la puerta.—Ya el almuerzo está servido —dijo— vamos a lavar a los chicos para que coman.Nos las arreglamos para llevarlos a una habitación donde se habían quedado, era un poco más allá de la de mi abuela. En ese momento no me fijé muy bien porque fuimos directo al baño. Lavamos sus manitas y caritas y volvimos a bajar al comedor, donde Dolores había preparado diferentes tipos de comida de acuerdo a la edad de los
Después de la historia en que se decía que estaba maldita la vivienda, nos preguntábamos si en verdad no serían más que leyendas, que con el tiempo se hicieron temerosas hasta llegar a nuestros días. Necesitábamos dormir un poco, decidimos tomar una siesta antes de la cena, pues pretendíamos pasar la noche leyendo. Dolores me dijo que prefería que me quedara allí, en aquella habitación con los niños. Al ir a protestar me abrió los ojos de una manera muy insinuante y acepté la idea. Existía pegada a la pared, detrás de la puerta una pequeña cama personal dedicada a la niñera, me recosté sin pensarlo dos veces, mientras miraba a Dolores sentada en un sillón, en la esquina opuesta tarareando una canción de cuna, que me produjo inmediatamente un profundo sueño. Comencé a soñar de una manera muy vívida, que me encontraba acostada en una habitación oscura y desconocida para mí, podía oír los pasos de dos hombres fuera de mi habitación, los sentía hablar en un lenguaje desconocido. Murmu