Me quedé petrificada, sin poder mover un músculo, observando cómo se retiraba, cerrando tras de sí la puerta. Unos pasos se escucharon en dirección de mi escaparate, se detuvieron de pronto acercándose lentamente. Mi cuerpo era incapaz de realizar el más mínimo movimiento, solo mis ojos los mantenían. Una fuerte mano me tomó por el cuello y me apretaba fuertemente, el aire comenzó a faltarme, justo al punto de perder el conocimiento, vi como una luz crecía a mi alrededor, un grito agudo se escuchó, al tiempo que aquella fría garra en mi garganta desapareció. Atontada me encontraba todavía, cuando vi a Dolores abrir la puerta de un tirón, corriendo a mi encuentro me abrazó como si quisiera protegerme de algo que ella sola sabía. —¿Está bien, señorita Ángel? ¿Se encuentra bien? —me preguntaba una y otra vez, en lo que giraba su cabeza aterrorizada, mirando todo a nuestro alrededor. Casi no me dejaba respirar. La puerta detrás del espejo volvió a abrirse con un chirrido de hierros ox
Al escuchar mi grito todos saltaron asustados, sobre todo sor Inés, que se giró a mirarme, y avanzó siendo seguida por la extraña figura que al parecer solo yo y creo que Dolores podíamos ver. —¿Qué es querida? No me hagas caso, ya me conoces, cuando se me mete algo en la mente lo sigo todo el tiempo. Ya sé que es imposible que esas estatuas de mármol se muevan. Pero casi puedo jurar que las vi moverse aquel día, no sé si fue el reflejo de la luz, o un juego macabro de las sombras y la luz, o de mi imaginación. ¡Pero estoy segura de que algo vi! Y ahora estoy tratando de entender qué fue, solo eso. No deben preocuparse por mí, estoy consciente que no se movieron. —Hermana, de seguro fue un juego de la luz y las sobras. Tiene que volver a verlo con las mismas características de aquel día, y desde el mismo lugar —dijo sor Caridad.—Tienes razón hermana, es imposible que desde allí en frente lo logre. Y menos con este día tan oscuro. Estuve de acuerdo, tratando de dejar de mirar a la
Después de ver que no encontrábamos la continuación del diario, decidimos dejarlo para después. El día estaba realmente feo, muy oscuro, el viento arreciaba fuerte, y los truenos y rayos, se acercaban cada vez más. Los niños estaban asustados, por lo que decidimos ir a jugar con ellos. Y así lo hicimos, nos sentamos con ellos en el piso, y cantamos, les hicimos historias y jugamos hasta que Dolores apareció en la puerta.—Ya el almuerzo está servido —dijo— vamos a lavar a los chicos para que coman.Nos las arreglamos para llevarlos a una habitación donde se habían quedado, era un poco más allá de la de mi abuela. En ese momento no me fijé muy bien porque fuimos directo al baño. Lavamos sus manitas y caritas y volvimos a bajar al comedor, donde Dolores había preparado diferentes tipos de comida de acuerdo a la edad de los
Después de la historia en que se decía que estaba maldita la vivienda, nos preguntábamos si en verdad no serían más que leyendas, que con el tiempo se hicieron temerosas hasta llegar a nuestros días. Necesitábamos dormir un poco, decidimos tomar una siesta antes de la cena, pues pretendíamos pasar la noche leyendo. Dolores me dijo que prefería que me quedara allí, en aquella habitación con los niños. Al ir a protestar me abrió los ojos de una manera muy insinuante y acepté la idea. Existía pegada a la pared, detrás de la puerta una pequeña cama personal dedicada a la niñera, me recosté sin pensarlo dos veces, mientras miraba a Dolores sentada en un sillón, en la esquina opuesta tarareando una canción de cuna, que me produjo inmediatamente un profundo sueño. Comencé a soñar de una manera muy vívida, que me encontraba acostada en una habitación oscura y desconocida para mí, podía oír los pasos de dos hombres fuera de mi habitación, los sentía hablar en un lenguaje desconocido. Murmu
La algarabía de los niños nos trajo un despertar muy alegre, nos percatamos que el cansancio hizo que durmiéramos hasta pasadas las diez de la mañana, no podíamos creerlo, las campanadas de nuestro viejo amigo nos convencieron. Sobre todo yo que pensaba que no iba a lograrlo después de aquella terrible pesadilla, y de lo último que sentí y escuché antes de dormirme. No dije nada, pero me había empezado a gustar esa presencia invisible a mi lado que me protegía. Pasamos a la habitación de los niños donde Dolores batallaba por vestirlos luego de bañarlos. Estaban relucientes y perfumados, sus rostros felices, solo una pequeña clamaba por su mami. Yo la tomé en brazos y la consolé como pude. Sus lindos ojazos me miraron interrogativamente, pasando en un instante a sonreír encantadoramente. Las hermanas ayudaban a Dolores en la tarea. Al final todos estaban muy lindos con marineritas y vestiditos llenos de vuelos para las chicas. Antes que preguntara a mi ama de llaves de dónde había
Sor Inés tomó de mis manos las hojas amarillentas del diario y las acomodó a su gusto, para luego iniciar a leer con su voz clara.… Han llegado ya los muchachos. —Era Don Lorenzo quien escribía.—Constanza llevaba un mes sin hablar con nadie, de pronto al verlos se ha parado y ha comenzado abrazarlos a todos y no para de conversar, tiene a la servidumbre loca de tanto mandarlos hacer diferentes tareas. Ellos parecen estar felices de verla así y no le contradicen en nada. Yo también me he llenado de júbilo y esperanza al verla tan feliz. Fernando es todo un hombre, Ángel está preciosa, parece que ha olvidado lo sucedido y hasta Dolores ha regresado que parece toda una señorita de sociedad. Sus viejos padres no se cansan de mirarla y abrazarla. Mi nieto Diego es el vivo retrato de su madre ¡Gracias a Dios no ha sacado nada de su diabólico padre! Y Hortensia, la hija de Dolores, es una preciosura, su piel es blanca, pero su cabellera es negra azabache con muchas ondas y muy larga, s
No quedamos en silencio ante lo último que leyó sor Caridad en el diario. ¿Cómo pudieron morir así Don Lorenzo y Constanza? Miramos temerosas las hojas del diario, como si tuviésemos miedo de encontrar cosas aún más tenebrosas, aunque hay una realidad, algún día debían de morir, es ley de la vida. En eso estábamos de acuerdo todos, aunque eso que cuenta de las enredaderas y del capataz, me intrigó mucho.—No esperé que murieran así, de pronto —dijo Sor caridad, volviendo a repasar el breve párrafo donde lo cuentan.—Ni yo tampoco —estoy de acuerdo— aunque no deja de ser romántica la forma en que lo hizo Don Lorenzo, arrodillado junto a su amada. Eso demuestra que realmente la adoraba y no pudo superar estar sin ella.—Eso pasa en muchos matrimonios que se aman así, y conviven muchos años, al final cuando se va uno, el otro le sigue en un breve periodo de tiempo. —Dice Sor Inés. —Aunque debemos de decir que al menos ambos murieron lo más naturalmente posible, ella en su sueño y a él
Nos quedamos en silencio viendo que eso último era algo que ya había sucedido con la tumba de Constanza y Don Lorenzo. ¿Por qué el capataz nombrado Tata Julián le sembraba esas plantas tan malas?—Ese capataz me parece un poco raro —dijo sor Caridad.—A lo mejor siembran esas plantas porque era costumbre en África —opina sor Inés y pienso que puede ser verdad, aunque una voz en mi oído me susurró. “Lo hice para protegerlos de los demonios que los perseguían y aún lo hacen”—¿Eh?Era la primera vez que hacía referencia a su persona. ¿Sería el espíritu de ese trabajador el que me acompañaba y cuidaba todo el tiempo. Giré mi cabeza tratando de adivinar o ver algo, sin resultados como siempre. Las hermanas se quedaron observando lo que hacía, que no era la primera vez. Pues las cosas que me decía la voz a mi lado, muchas veces me hacían saltar.—¿Qué es querida? ¿Un mosquito de nuevo? —preguntó sor Inés que era más observadora que la hermana Caridad. —No, no, juraría que escuché a algui