Las tres queríamos estar juntas, en media hora ya nos encontrábamos acomodadas, en otro de los juegos de muebles de la baranda inferior. Yo había traído tres o cuatro páginas del diario para leerlas en lo que esperábamos. Las bujías estaban prendidas ya, opacando la luz de la luna sobre el jardín. Pedí a Sor Caridad que leyera ella, desde niña me gustó como lo hacía, además, me sentía muy cansada. Ella gustosa aceptó. ... La que escribía era Constanza, contando los planos del arquitecto. Eran para ella demasiado exagerados; la vivienda se iba a componer de dos plantas con un jardín en el centro, portales interiores y exteriores con columnas; nos percatamos que estaba describiendo la vivienda en que nos encontrábamos. Como teníamos planeado hacer un recorrido al otro día leímos con avidez todo lo que describía. Se construirían en la planta baja diferentes salones, que, según su marido, estarían dedicados a las clases que debían recibir sus hijos. Además de la cocina, el comedor, sal
Todavía de pie en el corredor, sor Inés abrazaba a Dolores que había dejado de llorar y mantenía una expresión de incredulidad en su rostro. sor Caridad junto a mí con el rosario en sus manos rezaba febrilmente en silencio. Yo miraba mis manos sin entender, mientras las llevaba en un gesto automático a la cruz colgada de mi cuello. Fue Dolores quien reaccionó, apartándose de la monjita cerró la puerta, al tiempo que me decía que sería mejor ir a tomarnos un té antes de seguir con el recorrido. La seguimos en silencio hasta el salón del café, donde nos sentamos mientras ella desaparecía por una de las puertas. —No conocía que tocaras tan bien el piano Ángel —era sor Inés quien rompía el silencio.—Yo tampoco sabía que podía tocar así. Les juro que no sé que sé apoderó de mí, pero mis manos corrían por las teclas del piano sin que yo pudiera acordarme haber aprendido esa obra. Si no fuera porque creería estar enloqueciendo, diría que alguien tocaba a través de mí en ese momento. —¡Je
No sé si fueron sus palabras, su tono, o la manera en que me lo pidió; el caso es que yo regresé a mi posición como una niña dócil que se siente protegida contra todos los males ante las miradas de sus padres. Me dormí con una paz interior que me hacía sentir iluminada por el creador, varias veces desperté en esos días y siempre encontraba la misma mirada y rostro bondadoso a mi lado orando con aquella expresión santa que me hacían sentir muy bien; en algunas de las ocasiones me pareció ver a Dolores y a mis amigas, pero no estoy segura, sólo la imagen del padre Bartolomé quedó reflejada nítidamente en mi memoria. Por fin amaneció y el sonido de las campanadas de la iglesia llenaron de alegría mis oídos, me levanté de un salto mirando todo a mi alrededor como si fuera la primera vez que las veía, encontraba todo igual y diferente al mismo tiempo, es como si la luz que entraba por la ventana iluminara de una manera sin igual cada una de las cosas que sé encontraban en mi contorno e inc
Dolores me miró con cierto recelo al tiempo que las sacaba de un bolsillo, antes de dármelas me hizo prometerle que las leería en compañía de mis dos amigas para que no volviera a pasar lo de antes.—No temas nada, que yo estoy bien; pero voy a complacerte en lo que me pides si eso te deja tranquila. Sonrió y sé retiró diciendo que tenía un mundo de tareas por hacer, por mi parte miré a mis amigas, sin decir nada me dirigí a unas de las butacas que sé encontraban allí cerca de nosotras en la baranda interior de la casa, ellas en silencio sé sentaron a mi lado. Mis manos temblaban un poco cuando desdoblé el amarillo papel. La primera misiva estaba escrita con la inconfundible letra caligráfica de mi mamá como ya les había comentado, a continuación, la gruesa caligrafía de mi padre. La carta estaba escrita en el mismo año en que me internaron en el colegio de monjas. Decía así: “Mi querida niña, si algún día te encuentras leyendo esta carta, es porque ya no nos encontramos en este mu
Terminé de leer la carta quedando en mi una sensación muy extraña, por un lado estaba feliz de poder tener estas lindas misivas, sentir como mis padres me hablaban; por otro, sentía que habían llegado para confundirme más; pero estaba dispuesta a seguir el mandato de mi padre al pie de la letra, me sentía algo cansada, le pedí a mis amigas que leyeran ellas las cartas, luego en la tarde las comentaremos, llamando a Dolores le pedí que por favor me acompañara a mi habitación que deseaba descansar, al llegar a la segunda planta le pregunté. —Dolores, ¿cuál es la habitación número cinco? —La suya señorita, ¿por qué? Hace muchos años que nadie nombra las habitaciones por número.—En la carta me dice papá que existe una puerta que da a una pequeña habitación, donde existe algo para mi que dejaron ellos cuando vivían aquí. Asombrada me ayudó a encontrarla, estaba situada detrás del espejo. —Es la primera vez que sé de la existencia de este cuartico. Nos introducimos en la estancia, en el c
Recogimos todos los papeles que sé encontraban tirados sobre mi cama, con ellos en brazos nos dirigimos a la planta baja encontrándonos con Dolores a la entrada del comedor. Le informamos de nuestras intenciones, dejándole recomendaciones sobre que debía ser nuestra alimentación en lo que quedaba del día y la noche. Por extraño que parezca, fue la única vez que no protestó por violarme los horarios y reglas establecidos por no sé quién en la casa, asintió a todo lo que le pedía con un semblante lleno de incertidumbre. — ¿Está un poco extraña Dolores, no les parece? —Era sor Caridad que siempre estaba atenta a los cambios de humor de las personas que la rodeaban. — Sí, tienes razón. —Le contestó sor Inés. Yo me quedé en silencio imaginando cual sería el motivo de ella para estar así. Seguramente, me dije, habrá comenzado a dudar si yo cumpliré con la promesa que hiciera mi padre. Dejando detrás a mi empleada con sus pensamientos, seguimos avanzando hacía nuestro destino. El sal
Ambas hermanas se quedaron por un momento mirándome fijamente interrogativamente. Para luego observar mis prendas que no estaban iluminadas. ¿No se suponía que cuando se me acercara una presencia de esas que me perseguían ellas lo hicieran? ¿Por qué no lo hacían ante esta que sentía todo el tiempo a mi lado, y hasta había empezado a leer mi mente y a contestarme? ¿Qué tenía de especial? Sobre todo, ¿quién era? —No pasa nada hermanas, solo era un mosquito en mi oído. —Dije escuchando una pequeña risa a mi lado, y una mano apoyándose en mi hombro. ¡Dios! ¿por qué me pasaban estas cosas?, pero no dije nada, mejor no asustar a las hermanas. —Sí, esos bichos son muy molestos —dijo sor Inés —sigue leyendo Caridad. —De acuerdo, mañana traeremos albahaca para que los aleje. Son realmente molestos —estuvo de acuerdo sor Caridad y siguió con la lectura. …—Sí señor, discúlpeme usted, no era mi intención ofenderle. Decía el capataz esto con el sombrero en las manos, inclinándose mientras sé
Las tres soltamos todo nuestro aire mirándonos sin decir nada, era evidente que nos acercabamos a una parte de la historia que nos causaría tristeza. Sor Inés le quitó los papeles de la manos a la hermana Caridad alegando que ella era muy emocional y que de seguro a mitad de la historia se pondría a llorar y no entenderíamos nada. Ella no protestó y yo estuve de acuerdo porque ella como yo, llorábamos a lágrima viva ante las cosas tristes o emocionantes de las novelas que leíamos. —Saquen los pañuelos y no me interrumpan —nos dijo la hermana Inés —quiero saber qué pasó con esas chicas hoy. —Y sin esperar continuó donde lo había dejado la hermana Caridad. …El regreso sé hizo lo más apresurado que sé pudo, dada las condiciones del terreno y la lluvia que no dejaba de caer. Habían despachado a un hombre con el mandato de traer al doctor lo antes posible, pero esto podría tardar hasta un día entero, al llegar ya le esperaban con todo lo necesario para atender las chicas. Dolores tenía un