La voz que acababa de entrar al cuarto no la reconocía, se trataba de una mujer completamente desconocida para mí. Por un momento pensé abrir los ojos para ver de quién se trataba, pero mejor decidí dejarlos cerrados y enterarme de qué iba todo aquel asunto. ¿Qué hacían tantas personas en mi habitación? Me preguntaba, ¿cuándo vendría alguien a sacarlos de aquí?—¿Así que usted está planeando decir que su hijo está comprometido con la Baronesa Ángel del Castillo sin que ella se entere de nada porque está enferma? ¿Por cierto, qué hacen dos caballeros en la habitación de una dama sola?—Buenos días Marquesa Sofía, ¿no sabía que se iba a presentar tan temprano?—Soy íntima amiga de la difunta Baronesa Casilda, me pidió encarecidamente que velara por su nieta.Y es lo que pretendo hacer, por favor caballeros, sean tan amables y retírense de la habitación de la Baronesa. Sentí como la puerta de la habitación se abría y cerraba de nuevo, quedándose en silencio para luego sentir la mano
Ambas hermanas se retiraron y me dejaron acostada en la cama que comencé a sentirme mucho mejor. Tomé un vaso de agua que me habían dejado en la mesita de noche esperando que apareciera Julián con el cuerpo del capitán Luis Manuel. En lo que esperaba, podía escuchar el alboroto que había armado la hermana Inés llamando a todas las demás, para hacer lo que yo le había mandado. Lo vi aparecer al poco rato, dándome cuenta que era el capitán por el color de sus ojos. Vino rápido a mi lado, sentándose en la cama tomó una de mis manos y la llevó a sus labios apasionadamente.—Ya he decidido — me dijo sin que yo comprendiera a qué se refería.—¿Qué es lo que ha decidido?—Dejaré de ser un militar para ser solamente su esposo y vivir una vida feliz ambos aquí en la hacienda, si me promete que se casará conmigo de verdad.—¿Y qué va pasar con su prometida?—He descubierto que me estaba mintiendo en lo referente al embarazo, por lo que decidí olvidarme del asunto. Sin importar lo que suc
Con paso firme se acercaban directo a saludarme con una sonrisa que me parecía malévola, un señor que se presentó como el enviado de la casa real. —Buenos días, señorita Baronesa del Castillo. Soy Oscar Leonés, Conde de Miraflores, a sus pies. Enviado real a la celebración militar anual.—Bienvenido a mi casa, Conde Oscar. Le presento a mi esposo el capitán Luis Manuel Venegas.—¿Esposo? —preguntó visiblemente contrariado. —Debe ser muy reciente porque no se han enterado en la corte del nuevo Barón del Castillo.—Así mismo es, es el primero de los invitados á quien lo anunciamos —dijo firme el capitán, haciendo una leve reverencia y chocando sus talones.—¿Entonces eso quiere decir que aún no ha obtenido la aprobación de la corte para ese matrimonio?—No sabía que tenía que solicitar un permiso para contraer matrimonio —dije contrariada y asustada. Estaba segura que este era otro que pretendía casarse conmigo, para obtener toda la fortuna de mi familia, por la manera en que me mir
La señora Luz que me seguía sirviendo en silencio y caminaba detrás de mí para donde quiera que yo iba, me escogió un increíble vestido que sacó del fondo del escaparate de mi abuela. Era de un color verde claro que hacía que mis ojos se viesen todavía más verdes de lo que eran, y hacían una completa armonía con mis prendas de gotas de agua y me preguntó donde había colocado el anillo, le dije que lo había guardado porque me dolía el dedo. Me miró de una manera extraña, pero no dijo nada, había algo en ella que había comenzado a incomodarme. Quería a toda costa que me quitara las prendas de gotas de agua, solamente para colocarme un collar y luego volverlas a poner.—No hace falta colocarme ese collar, con estas prendas es suficiente.—No señora Baronesa, usted debe llevar las joyas más lujosas de esta casa, porque todas las damas que vendrán hoy así lo harán.—Muy bien, colóqueme el collar y lo demás, pero sin quitar las prendas que traigo puesta.—Es que no las puedo colocar
Para muchos las fiestas de navidad es algo alegre y feliz donde vamos a compartir en familia y todo será felicidad. Para mí era una tortura saber que iban a venir tantos extraños que estaban deseosos de apoderarse de todo lo que tenía. También, lo que me había dicho Julián me tenía de lo más nerviosa, debido a que por momentos podía ver cómo los ojos del capitán Luis Manuel se ponían de un azul claro, para volver a ponerse azul oscuro. Lo cual me indicaba que tenía Julián una lucha para controlarlo. Al fin los niños llenaron de felicidad todo al bajar corriendo acompañados de las hermanas, que llevaban a los más pequeños en sus brazos para ir a parar al salón, donde estaba iluminado en el centro, el árbol de navidad con todos los enormes regalos que tenía debajo, y ellos estaban ansiosos por abrir. Los soldados habían inundado la residencia, primeramente revisando todo aunque iban a participar de la fiesta. El capitán los había encargado de que estuvieran en alerta por todo lo
Por suerte esa noche no estaba nevando, aunque estaba oscuro y hacía mucho frío, lo cual hacía que recibiera a las personas no en la puerta principal, sino, después del recibidor. Donde dejaban sus abrigos y entraban para saludarnos a mí y al capitán, que solamente inclinábamos nuestras cabezas y le damos la bienvenida sin tomar la mano a ninguno de ellos. Desfilaron todo tipo de militares de diferentes rangos, y otros personajes de la alta burocracia, a los cuales no recordamos haber invitado, pero que se aparecieron de improviso, cómo era la marquesa Sofía que me saludó dándome dos besos. Así como el duque Diego, que intentó atrapar mi mano, pero yo le hice una pequeña reverencia junto con la inclinación que hizo el capitán, impidiendo qué tal gesto sucediera, lo mismo que a su padre. Imité la misma acción cuándo apareció el Conde, que se demoró mucho a entrar, hasta que una de los sirvientes le dijo que pasara.—¿ Y eso? —le pregunté a Julián que estaba a mi lado el cual
Todos en el salón se han quedado asombrados de ver aparecer a una bellísima mujer de color negro, adornada con los más exuberantes collares y peinados con altos turbantes de brillantes colores, seguida de todos los que eran sirvientes de la casa de la Baronesa del Castillo incluyendo a Aurelio, Dolores y Tomaza. Junto a otras gran cantidad de ancianos de barbas blancas y largas, con grandes bastones de madera que golpeaban el piso. Los niños al ver a Tomaza, salieron corriendo y se abrazaron de ella felices. Que los miró y sonrió levemente, pasándole apenas la mano por las cabezas, mientras los sonidos guturales que emitían los ancianos, llamaban la atención de todos. Las monjas rápidamente al darse cuenta, los llamaron y ellos regresaron junto a ellas sin comprender por qué se comportaban así. Luego la dama del frente que parecía la princesa, que reconozco muy bien como la prometida de mi Julián, avanzó de frente mirándome fijamente. Giré la cabeza para mirar al capitán Luis M
Y sin más se puso de pie, ayudándome con sumo cuidado, sin esperar la respuesta de Duque Diego que me observaba, y justo cuando me puse de pie. Vi como se acercaba Abdalayá y inmediatamente me hice la desmayada, sintiendo como el capitán, me cargaba y salió apresurado del salón siendo seguido por la hermana Caridad. Mientras Inés aseguraba que todo iba a estar bien. Que había estado enferma días antes. Todo era muy extraño, al ir a salir sentí como una gran corriente me rozaba y chocaba con el capitán y convirtiendo sus ojos en azul claro que los abrió al verme en sus brazos. Llevé mi mano al pecho sosteniendo el crucifijo y pensando en que mi Julián se mantuviera a mi lado. Y sus ojos volvieron a mirarme de color azul oscuro, mientras subía las escaleras conmigo en sus brazos. Al llegar a la habitación, no lo hicimos en la de mi abuela, sino en mi antigua habitación. Cuando se cerró la puerta, me senté en la cama y observé que se paseaba de un lugar a otro.—No entiendo.—¿Qué no